Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

La mujer idiota


Había una vez un hombre pobre que tenía una mujer idiota. Un día se fue a la ciudad a vender un poco de lana en el mercado y le dijo a su mujer que prestase atención a la puerta. La mujer se sentó junto a la puerta, pero pronto se cansó de estar allí tanto tiempo sola. Le habría gustado ir a visitar a una vecina, pero ¿cómo podía irse sin dejar a nadie en la puerta? Al final decidió sacarla de sus goznes. Hecho esto, la cargó en su espalda y se fue. Por la noche, cuando el campesino volvió a su casa, no es­taba su mujer y faltaba la puerta. Fue a casa de la vecina y allí encontró a su mujer con la puerta a cuestas.
-¿Por qué no te quedaste cuidando la casa? -le preguntó irritado.
-¿Y tú por qué te enfadas tanto? Me dijiste que prestase atención a la puerta y es lo que estoy haciendo -respondió la mujer y escapó refunfuñando hacia el bosque. Se subió a un ár­bol y decidió no volver nunca más a su casa.
A la mañana siguiente, oyó cloquear a una gallina al pie del árbol e imaginó que le decía que volviera a casa.
-No, no, gallinita. Puedes ir a decirle al campesino que no volveré a casa -exclamó muy seria.
La gallina se fue. A mediodía llegó bajo el árbol un perro que comenzó a ladrar y la mujer imaginó que le decía que vol­viera a casa.
-No, no, perrito. Puedes volver a donde está el campesino y decirle que no volveré a casa.
Llegó la noche y ya la mujer no podía más del hambre que tenía.
Habría vuelto a casa de buena gana, si el campesino la hu­biese mandado llamar. De repente apareció bajo el árbol un ca­mello, que se había escapado de una recua propiedad de un vie­jo príncipe malvado. El camello comenzó a bramar alzando la cabeza hacia ella.
-Muy bien, camello, ya que lo pides tan amablemente, volveré a casa -dijo la mujer.
Bajó del árbol y se fue a su casa con el camello.
Cuando el campesino vio al animal se puso muy contento. Lo mató, puso la carne a guisar y le dijo a su mujer:
-Esta noche lloverán chuzos de punta. Es mejor que te su­bas a la estufa si no quieres que te agujereen los ojos.
La mujer se subió a la estufa y el campesino se fue a la cama, donde durmió más cómodo que nunca.
Al día siguiente, el campesino tuvo que ir de nuevo al mer­cado y la mujer se quedó en casa. Pasó un siervo del príncipe malvado y le preguntó a la mujer si había visto un camello.
-Claro que lo he visto -respondió la mujer. Mi marido lo mató y su carne se está guisando en aquella cacerola.
El siervo le contó al príncipe que un campesino se había co­mido su camello.
El príncipe llamó al campesino y a su idiota mujer y les or­denó que le devolviesen el camello o que le pagasen mil ducados de oro.
Pero ¿cómo podían devolverle el camello si ya se lo habían comido? Por otra parte, el campesino no tenía dinero para pagar la multa impuesta por el príncipe.
-Majestad -dijo entonces el campesino, debe de haber un error. Yo no he visto ningún camello.
-Puede ser que tú no lo hayas visto -replicó el príncipe, pero tu mujer sabe, sin duda, algo sobre él.
-Majestad, mi mujer es terriblemente idiota. Siempre hace algún desastre.
-Majestad, no creáis una palabra de todo lo que dice. Mi marido miente. Es él quien mandó vuestro camello al bosque para decirme que bajase del árbol y volviese a casa.
-Majestad -dijo el campesino, podéis captar con vuestros oídos las idioteces que dice mi mujer.
-Majestad -gritó la mujer, ¡no debéis creerle! Mi marido miente. Recuerdo todo muy bien. Fue la noche en que llovieron chuzos de punta y yo tuve que subirme a la estufa para que no me agujereasen los ojos. ¡Pero veo que vos no habéis tomado la precaución de esconderos!
El príncipe, en efecto, era ciego. Ante estas palabras, se en­fadó muchísimo, echó a la mujer del palacio y no pretendió ga ninguna compensación por la pérdida del camello.

Fuente: Gianni Rodari

156 Anonimo (daguestan)

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