Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 10 de enero de 2015

El extraño garrote

«¡Qué extraño garrote» -pensó Franz el cazador que, paseando por el bosque, acababa de tropezar con un extraño bastón lleno de nudos, que yacía en tierra. Se agachó a cogerlo y, nada más hacerlo, apareció un duendecillo y le pidió que formulara tres deseos.
-Deseo tener una hermosa cabellera -dijo Franz, que era totalmente calvo.
Al punto, empezó a crecerle el pelo hasta que, de tan largo, tuvo que hacerse trenzas.
En aquel momento dio en pasar por allí su amigo Hans.
-Estás horrible -se burló.
Franz recogió de nuevo la estaca y apareció el duende.
-¿Qué quieres ahora? -preguntó.
-Deseo volver a ser calvo -suplicó Franz.
-Es cierto, ese pelo tan largo no te sentaba nada bien -replicó el duende.
Devolvió a Franz su calvicie y este se sintió mucho mejor de repente. La naturaleza siempre hace bien las cosas.


0.999.1 anonimo cuento - 064

El emperador de los pingüinos

Hubo un tiempo en que todos los pingüinos eran iguales. Pero, un día, un pingüino muy valiente salvó a los demás de un desastre. Así es como ocurrió: un barco pirata encalló en el bloque de hielo donde vivían los pingüinos. Empezaron a cazar a todos los animales y a llevarlos a bordo de su barco. El pingüino valeroso consiguió esconderse y, cuando llegó la noche y los hombres estaban en sus camarotes, se deslizó a bordo del barco y descorrió los cerrojos de las jaulas donde estaban presos sus hermanos, hermanas y amigos.
Una vez que estuvieron todos a salvo en la playa, el pingüino valiente desató la cuerda a la que estaba amarrado el barco y todos los pingüinos nadaron empujando el barco lejos de la playa, hasta que se perdió de vista. Como no tenían ancla, los piratas anduvieron muchas millas a la deriva.
En agradecimiento al pingüino valiente, lo eligieron emperador. Sus semejantes sabían que, si algún otro peligro volvía a acecharlos, los hijos del emperador acudirían en su ayuda. Por eso sus hijos y los hijos de sus hijos han sido siempre emperadores de los pingüinos. Y aún hoy existe un emperador de los pingüinos en la Antártida.


0.999.1 anonimo cuento - 064

El dinero no hace la felicidad

Había una vez un hombre muy rico que vivía en Francia con su esposa. Eran tan ricos que poseían todo el país, mucho más de lo que podían abarcar con la vista.
Un día, salieron a dar un paseo y se encontraron con dos niños andrajosos. Parecían felices, reían a carcajadas y se divertían de lo lindo.
-¿Cómo podéis ser tan pobres y tan felices?
-¡Pobre! ¿Quién es pobre con un día como este? El sol brilla y todo es hermoso -respondió el muchacho.
-Además, tenemos muchos amigos -insistió la pequeña.
Y somos amigos el uno del otro -explicó el niño.
-Nosotros no tenemos amigos -señaló la mujer a su marido.
-Es porque sois demasiado importantes. Además, vuestra inmensa fortuna asusta a la gente.
La pareja se quedó pensativa y volvió a casa.
-Creo que prefiero tener amigos a comer en platos de oro y seguir llevando esta vida -dijo el hombre, finalmente.
Y su esposa estuvo de acuerdo.
Así que, al día siguiente, dieron todo cuanto poseían y ¿sabéis lo que ocurrió? Pronto tuvieron muchos amigos y vivieron felices.


0.999.1 anonimo cuento - 064

El despertar de clara estrella

Había una vez un hada llamada Clara Estrella. Su trabajo consistía en proteger a los animales.
Una noche, cuando el sol se había puesto ya pero quedaba claridad suficiente para poder ver todavía, un conejito gris salió de su madriguera a buscar comida.
Es este preciso instante se despertó Clara Estrella. Contempló al animalito que mordisqueaba unas hierbas. Pero también lo vio una comadreja. «¡Vaya, vaya! -pensó, mientras se relamía de antemano. ¡Qué sabroso bocado!»
En aquel momento, un perro vio a la comadreja y salió tras ella para cazarla. Clara Estrella apenas tuvo tiempo de agitar su varita mágica. El perro y la comadreja quedaron inmóviles, mientras el conejito corría hacia su refugio. Después, dejó que el perro persiguiera a la comadreja y la echara de aquel claro del bosque.


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El cuenco de nata

Mamá tenía la sensación de que el cuenco donde guardaba la nata estaba cada día más vacío.
-Vamos a tener que vigilar la nata, Cati. No puedo evitar el pensar que alguien ha debido de comérsela.
-¿Quién se atrevería hacer una cosa así? -replicó Cati, ruborizándose.
-No tengo ni idea -dijo mamá. ¿Acaso la gata? ¿O alguien igual de goloso? ¿Dónde está ahora la gata?
Entonces, Cati se puso aún más colorada y confesó:
-Yo soy la golosa, mamá, no la gata.
Y su madre, en lugar de enfadarse, la felicitó por haber sido sincera.


0.999.1 anonimo cuento - 064

El conejo y el doctor jilguero

Estaba un conejo mordisqueando una zanahoria cerca de unos arbustos espinosos, cuando sintió un punzante dolor. Se agarró la pata, que empezaba a pincharle como si se hubiese clavado una espina. Abandonó el lugar y, cojeando, se encaminó hacia su casa a vendarse la pata, pensando que a la mañana siguiente se encontraría mejor. Pero, cuando se despertó, tenía toda la pata inflamada y apenas podía andar.
Entonces, se puso su mejor traje y se dirigió, renqueando, a casa del médico. El doctor Jilguero examinó la pata y movió la cabeza:
-¡Menuda espinita! -exclamó. Mira lo que te he sacado.
Y enseñó al conejo nada menos que un perdigón. El conejo dio las gracias al doctor por haberlo curado y volvió a su casa en plena forma. Se había salvado por los pelos.


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El concurso de cometas

Los niños y las niñas organizaban un concurso de cometas, para ver quién la volaba más alto y más lejos.
La pequeña Cati inscribió su cometa. Después del incidente del manzano, no hacía más que mirar a su alrededor, para ver si estaban allí el gorrión o el petirrojo para ayudarla de nuevo si lo necesitaba.
-¡La cometa amarilla con lunares verdes va a ganar! -gritaron los niños. ¡Ha ganado la amarilla!
Y ¿quién creéis que estaba al otro extremo del hilo? Era Cati, muy sonriente.


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El cocinero astuto

Había una vez un rey que descubrió, por medio de su consejero, que la carne de cierta serpiente verde tenía virtudes mágicas. Se decía que quien comía un bocado de aquella carne mágica podía oír todo lo que se decía a su alrededor, incluso cuchicheos detrás de una puerta cerrada. La persona era también capaz de entender el piar de los pájaros, el habla de los animales y el zumbido de los insectos.
El rey ordenó a su cocinero que le asara un pedazo de esta carne de serpiente. Pero el cocinero, que era muy astuto, hizo asar una anguila junto con la serpiente. Él comió de esta última e hizo servir la anguila al rey.
Apenas había terminado esta insólita comida, cuando una mosca le zumbó al oído:
-El rey ha hecho encerrar en secreto a la princesa del país vecino. Devuélvele la libertad y su padre te dará una buena recompensa.
Aquella misma noche, el cocinero liberó a la princesa. Y el padre le dio a su hija en matrimonio, así como la mitad de su reino.


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El ciervo y el duque

Un día, el duque en persona fue al bosque a cazar. Era el mejor tirador de la región y todos los animales le tenían un miedo atroz. Pero el viejo ciervo, siempre tan sabio, encontró la solución ideal.
-¿Por qué no nos camuflamos? -dijo a los animales. Así, el duque no podrá vernos. Cortaron ramas y hojas de árbol y se las pusieron unos a otros de forma que se confundían perfectamente con la vegetación del bosque.
Cuando llegó el duque, buscó, acechó, pero no encontró en todo el bosque ni rastro de caza. Después de varias horas, tan despechado estaba que se marchó de allí y nunca más se ocupó de los animales del bosque.


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El cazador y el conejo

Un cazador fue un día al bosque a intentar cazar unos conejos bien rollizos, para que su mujer los guisara aquella noche. Mientras caminaba hacia el bosque, iba cantando:
-A mí me gusta comer arroz, pero comer conejo es mucho mejor...
Un tejón oyó cantar al cazador y se entristeció mucho, pues los conejos del bosque eran sus amigos. Corrió rápidamente a contárselo a un niño que allí cerca vivía.
-Tenéis que esconderos -dijo inmediatamente el niño.
-Es demasiado tarde -contestó el tejón.
Miraron todos hacia donde el tejón señalaba y vieron acercarse al cazador. En aquel mismo instante, sonó un formidable disparo y cayó una enorme castaña. Al golpearse contra el suelo, se abrió y, tan grande era, que dentro podía esconderse fácilmente un conejo.
-Si hubiera más -se quejó el niño- podríais esconderos todos.
No había terminado de hablar cuando un caballito que estaba con ellos se puso a sacudir el árbol con todas sus fuerzas y las castañas cayeron una a una. Todos los conejos tuvieron una castaña donde esconderse y allí permanecieron hasta que se marchó el cazador.


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El camello con una joroba y el camello con dos jorobas

Una mañana, un camellero despertó a sus dos animales y empezó a enjaezarlos. Como de costumbre, empezó por el camello con una joroba. Al pasar los arreos por la cabeza del animal, el camello le preguntó por qué siempre tenía que levantarse él primero, mientras que el camello con dos jorobas dormía todavía en la arena.
-Pues bien, os despierto en el orden de vuestras jorobas -explicó el camellero. En primer lugar el que tiene una joroba, después el que tiene dos. Y si tuviera un camello con tres jorobas, lo despertaría en tercer lugar.
Al final, aceptó que no era muy justo despertar siempre primero al camello con una joroba. Así que, a la mañana siguiente, despertó primero al camello con dos jorobas.


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El caballo encuentra nuevos pastos

Dan¡ estaba aún meditando los extraños consejos que le habían dado el alcaraván y la abubilla, cuando el caballo enderezó las orejas y se paró. Después, partió de nuevo al galope entre los árboles, guiado únicamente por su instinto. No tuvieron que ir muy lejos, pues, al momento, Dani vislumbró una pradera en el horizonte.
-¿Será suficiente para todo el rebaño? -se preguntó.
Y así fue. El prado era casi tan grande como el de la primavera y el del verano juntos.
-¡Hemos encontrado pastos para el otoño! -exclamó Dani entusiasmado, mientras acariciaba con dulzura las crines del caballo. Entendiste mejor que yo lo que quisieron decir el alcaraván y la abubilla.
-No es de extrañar -replicó el caballo. Los animales se entienden entre sí mucho mejor que los hombres.


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El caballero de la espada magica

Había una vez un reino que vivía aterrorizado por un dragón de tres cabezas.
Un día, un caballero que era dueño de una espada mágica, llegó a palacio. Cuando el rey le relató las fechorías cometidas por el dragón, el caballero soltó una carcajada y dijo:
-Peor sería que tuviera una sola cabeza, pero con cerebro. Suele decirse que dos opiniones valen más que una -continuó, pero ¿os imagináis, Majestad, lo que ocurriría en vuestro reino si estuviera gobernado por dos reyes, en lugar de uno? Cuando uno dijera negro, el otro diría blanco.
-Es cierto -dijo el rey. Ahora, voy a conduciros hasta la guarida del monstruo.
Acompañados por toda la corte, se encaminaron a la gruta. Nada más llegar, el caballero sacó su espada mágica, que cortó las tres cabezas del dragón. El dragón yacía muerto, pero la espada, que no había recibido orden de parar, siguió cortando e hirió a varios cortesanos. Mañana sabréis lo que ocurrió.


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El burro, el gallo y el leon

Un burro y un gallo vivían felices en la misma granja. Pero, un día, un león hambriento acertó a pasar por allí y, cuando vio a aquel rollizo burro, decidió comérselo para cenar.
En aquel momento, el gallo se puso a cantar y, rápidamente, el león se batió en retirada.
Al burro le pareció divertido ver cómo el poderoso león huía ante el simple canto del gallo y echó a correr tras la fiera descaradamente, al tiempo que le hacía burla.
Pero en cuanto el león dejó de oír al gallo, dio media vuelta y, de un zarpazo, mató al burro y se lo comió. El gallo quedó trastornado por la muerte de su amigo, pero no tardó en darse cuenta de que la culpa había sido de este último. Se había confiado demasiado y el exceso de confianza puede acarrear desgracias.


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El burro y el caballo

Una noche, dos ladrones robaron a un rico granjero. Se llevaron, junto con otros objetos de algún valor, un burro y un caballo. Con las prisas de la huida, cargaron todo el botín sobre el burro.
Tomaron el sendero que llevaba al bosque. A mitad de camino, el burro empezó a desfallecer, rendido por el peso, y le pidió al caballo que le llevara la mitad de la carga. Pero este se negó. Sólo cuando el burro cayó muerto, se dio cuenta el caballo de lo estúpido que había sido al no ayudar a su orejudo amigo.
Los ladrones pasaron toda la carga a la grupa del caballo, incluso la piel del pobre burro, con lo cual la carga resultaba mucho más pesada de lo que lo había sido para aquel. ¡Más le hubiera valido al caballo prestar su ayuda cuando se la pidieron!


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El baile de los abuelos

Cuando Marcos fue a casa de su abuelo y su abuela a pedir algo de dinero para el tiovivo, los encontró bailando alegremente. Se movían al son de una danza escocesa, aunque el tamaño del salón apenas lo permitía. El perro, temiendo por su cola, había corrido a refugiarse bajo una silla, para mayor seguridad.
-¡Ay! ¡La cabeza me da vueltas! -exclamó la abuela, ya sin aliento. ¡Sujétame, Marcos, que me caigo!
-No te preocupes, abuelita, voy a hacer que se te pase el mareo -dijo Marcos. Y empezó a darle vueltas en sentido contrario. Cuando hubo terminado, la abuelita ya no estaba mareada y, agradecida, le dio dinero para montar en el tiovivo.


0.999.1 anonimo cuento - 064

El alcaravan y la abubilla

Los corderos se habían comido ya toda la hierba de las laderas durante la primavera y el verano. El pastor empezó, entonces, a buscar nuevos pastos para el otoño.
Su hijo Dan¡ se ofreció a recorrer los bosques a caballo y se apresuró a consultar a sus amigas las aves dónde podía encontrar las mejores praderas para sus corderos. Todas las aves a las que preguntó conocían muy bien la región, pues sobrevolaban el bosque continuamente. Por eso, intentaron ayudarle.
-¡Hop! ¡Hop! -dijo la abubilla. ¡Llévalos más arriba!
-¡Tr¡-il! ¡Tr¡-¡l! -dijo el alcaraván. Llévalos más abajo!
-Habéis sido de gran ayuda -declaró Dan¡, no muy convencido.
Y, después de darles las gracias, partió al galope.


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El abanico

Una señorita de nombre Sisí
Recibió un día un precioso abanico,
Con el que, elegante, cubría su nariz.
Un día conoció a un galán muy rico
Que la invitó a tomar el té
Y, con sus mejores galas vestido,
Le dijo: «mi bella adorada,
¿Quieres casarte conmigo?»
Ella sonrió, agitó el abanico
Y entre sus brazos se dejó caer.
Pero tan fuerte el galán la abrazó
Que a Sisí, casi asfixiada,
Le dio un sofocó y se desmayó.
Nunca más abrió su abanico.


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Donde está enero?

Los doce meses del año organizaron una reunión para decidir quién era el más importante.
Llegaron todos al mismo tiempo, excepto Enero.
-No podemos esperar todo el día, empecemos sin él -propuso Diciembre. Además, ¿por qué preocuparse? Está claro que soy yo el mes más importante. Soy el mes de la Navidad y todo el mundo me adora.
-Estás equivocado -exclamó Agosto. Mi poder es mucho mayor. Mis días son cálidos y soleados y la gente está contenta porque está de vacaciones.
-Nada de eso -protestó Marzo. Yo traigo la primavera. Es en Marzo cuando brotan los árboles y se abren las flores.
Los argumentos se sucedieron a lo largo de la jornada. Por último, Octubre señaló que no podían decidir nada hasta que apareciera Enero.
-Quizá deberíamos buscarlo -sugirió Mayo, que era muy dulce y tenía muy buen carácter.
Y así fue como los once meses del año salieron a buscar al mes de Enero, que seguía sin dar señales de vida. Se reunieron horas más tarde, sin que ninguno hubiera conseguido dar con él. ¿Dónde estaba Enero? Aquí lo tenéis.


0.999.1 anonimo cuento - 064

Donde crecen las setas

Un día, Pati fue al bosque a coger setas. Allí se encontró con una ardilla.
-Ardilla, tú que lo sabes todo, ¿puedes decirme dónde crecen las setas? -le preguntó.
-¡Vaya por Dios! -respondió la ardilla. Si me hubieras preguntado dónde crecen las avellanas, habría podido decírtelo. Pero en lo que se refiere a las setas, no tengo ni la menor idea, pequeña. Pero espera un minuto... ¿Por qué no le preguntas a la babosa? Es una experta en setas venenosas y otras especies del bosque.
Fueron a preguntarle a la babosa. Esta se limitó a sonreír y dijo:
-Las setas crecen en aquella parte del bosque donde, cada mañana, se filtran los primeros rayos del sol. ¡Es allí donde debes buscarlas!
-Y ¿dónde se filtran los primeros rayos del sol? -preguntó Pati.
-Sólo encontrarás el lugar si vas a coger setas antes del amanecer.


0.999.1 anonimo cuento - 064

Dia de lluvia

Llovía a cántaros y Pablo, el hombrecillo verde, esperaba, sentado bajo un paraguas, que llegara el barco que lo llevaría a la otra orilla del lago, donde vivía su hermana.
Esperaba pacientemente, pero no veía nada que se pareciera ni remotamente a un barco. Pablo empezó a preocuparse. ¿Estaría enfermo el barquero? ¿Habría sufrido un accidente? Por fin, de repente, Pablo vio el barco.
-¿Dónde te habías metido? -preguntó Pablo al barquero, una vez a bordo. Llegas tardísimo.
-No -respondió el barquero. Siempre llego a mediodía.
-Pero es la una -se quejó Pablo, al tiempo que miraba su reloj. Llegas con una hora de retraso.
-Nada de eso -replicó el barquero, mirando también su reloj.
-Uno de los dos está equivocado -concluyó Pablo.
Se descubrió, finalmente, que Pablo, con los nervios del día de Navidad, había olvidado darle cuerda al reloj por la noche y se le había parado a la una de la madrugada.


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De como tito se hizo pastor de ciervos

Un día, Tito, el hijo del herrero, se encontraba sentado a la orilla del río. Mientras veía correr el agua lentamente, le dio por pensar lo estupendo que sería dejarse llevar por la corriente. Apenas había formulado su deseo, cuando la carpa a la que salvó un día la vida surgió en la superficie del río.
-¿Cómo has llegado hasta aquí? -preguntó Tito sorprendido.
-Lago o río es casi lo mismo, el agua está en todas partes -respondió la carpa. Querías flotar sobre el agua; pues bien... ¡aquí tienes un barco!
Tito subió de un salto y, llevado por la corriente, no tardó en divisar junto a la orilla un soberbio castillo. Tanto le gustó aquel lugar que pidió al rey que le nombrara pastor de su rebaño de ciervos. Porque el rey, en lugar de ovejas, tenía un rebaño de majestuosos ciervos.
El primer día que los llevó a pastar a orillas del río, se le escaparon todos. «No sé si voy a poder reunirlos» -se dijo para sus adentros, con un suspiro de desánimo.
En aquel momento apareció la carpa y entregó a Tito un silbato rojo. En cuanto empezó a soplar, acudieron todos los ciervos y pasaron el resto del día pastando tranquilamente en la orilla.
Un buena acción siempre es recompensada.


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De como se hicieron amigas la paloma y la hormiga

Una paloma se posó un día a beber en un arroyo transparente. A unos pasos de allí, una hormiga estaba también bebiendo. Al inclinarse, cayó al agua y no podía volver a la orilla.
La paloma corrió rápidamente en su ayuda. Cogió una ramita con el pico, la tendió sobre el agua hacia la hormiga, que estaba ya a punto de ahogarse. La pobre hormiga se aferró a ella y consiguió salir sana y salva.
Antes de que la hormiga pudiese decir palabra, pasó casualmente un cazador, que, al ver a la paloma, la apuntó con su arco. Estaba a punto de lanzar la flecha cuando la hormiga lo mordió en el talón. Tardó un momento en reponerse, lo suficiente para que la paloma pudiera escapar.
Una vez más, una buena acción tuvo su recompensa.


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De como miguel cayo sobre un arbol

Miguel había ido a pasar las vacaciones a casa de su abuela. A la mañana siguiente de su llegada, salió a pescar.
El embalse quedaba en una hondonada con relación a la orilla. Apenas se había sentado en la arena, cuando la tierra se estremeció bajo sus pies. Cayó rodando hacia el agua, como un tonel. Por suerte, cerca de la orilla emergía la copa de un árbol, en el mismo lugar en que paró su caída. Se agarró con fuerza a una rama y quedó tendido cuan largo era sobre la copa.
«¡Vaya! -se dijo. ¡Me he caído varias veces de un árbol, pero nunca había caído encima!»
Miró a su alrededor y vio a varios chicos del pueblo que colocaban una plancha inclinada en lo alto de la pendiente y la cubrían con hierba. Después, vio cómo corrían a esconderse, en espera de que otro chico, sin darse cuenta de la trampa, se sentara sobre la plancha, como había hecho Miguel un momento antes.
-Y como yo sólo veo a mi hermano, que es de color rosa, pensé que yo era como él.
Al escuchar esto, el padre, suspirando, respondió:
-¡Vaya! ¡Un espejo es lo que debería haberos comprado y no un sombrero!


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De como el zorro ayudo al caballo

En un pueblo vecino paraba por aquellos días un circo en el que había todo tipo de animales: elefantes, leones, osos...
El zorro se dirigió a las jaulas de los leones y le dijo a uno de ellos:
-Hay un caballo muerto en el bosque; sígueme y tendrás un buen desayuno.
El león no lo dudó un momento y, cuando llegaron al lugar donde estaba el caballo, el zorro dijo:
-No es este un sitio muy agradable para comer. Voy a hacerte una sugerencia. Voy a atarte el caballo a la cola, así podrás arrastrarlo hasta tu casa y comértelo allí cómodamente.
El león aceptó y dejó que el zorro lo atara. Pero, en lugar de lo que había dicho, el zorro le ató todas las patas a la cola del caballo.
Cuando hubo terminado, el zorro fustigó al caballo y dijo:
-¡Tira! ¡Tira ahora!
El caballo arrastró al león hasta la casa del granjero, quien le dijo:
-Te quedarás aquí, viejo amigo, y nunca más volveré a pedirte que hagas nada.
El caballo estaba tan agradecido que, cada vez que el zorro necesitaba un refugio, él lo escondía en su establo.


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