Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

El gandul y el pez mágico


Había una vez una mujer que tenía un hijo muy perezoso, que no quería hacer nada y no la ayudaba nunca.
-Si al menos cogieses el burro y fueses a buscarme leña al bosque... -le dijo un día su madre.
-Primero tráeme el burro si quieres que vaga a buscar leña al bosque -respondió el gandul.
Y la madre sacó el burro del establo. Pero aquel holgazán aún no estaba conforme:
-Ahora móntame en el burro, si quieres que vaga a buscar leña al bosque.
La madre lo montó en el burro g el muchacho se fue al bos­que. El sendero se extendía a la orilla del mar. Al gandul se le cayó de repente el hacha al suelo pero, como era demasiado pe­rezoso para apearse del burro a recogerla, se detuvo a pensar qué podía hacer. A unos pasos de allí pacía en la playa un pez que, por más esfuerzos que hiciese, no lograba volver a sumer­girse en el agua. Viendo al gandul montado en el burro le dijo:
-Muchacho, ¿serías tan amable de echarme de nuevo al mar?
-Claro -respondió el gandul-, pero antes recógeme el hacha que se me ha caído.
El pez cogió el hacha con la boca, se irguió apoyándose en la cola y se la entregó al gandul.
-Gracias -repuso éste-, ahora te echaré al mar. Pero ¿cómo me pagarás mi favor?
-Te revelaré tres palabras mágicas. Pronunciando estas palabras conseguirás lo que quieras. Ellas son: ¡madera, gruta y mar!
El gandul cogió entonces el pez, lo echó al mar, y el anima­lito se alejó deprisa nadando. El muchacho volvió sobre sus pa­sos y, cuando llegó al bosque, se dijo:
-¿Por qué voy a deslomarme cortando leña si conozco tres pala-bras mágicas? «¡Madera, gruta y mar!»: ¡quiero tres haces de leña!
Apenas acababa de pronunciar la última palabra cuando apare-cieron en el lomo del burro tres magníficos haces de leña. Pero incluso el simple esfuerzo de hablar lo había agotado terri­blemente, por lo que deseó encontrarse ante una gran mesa re­pleta de apetito-sos manjares.
Dijo, pues: «¡Madera, gruta y mar! » y la mesa estuvo servi­da. Después de comer hasta saciarse, volvió a su casa en burro.
En el camino, pasó frente al palacio del rey justo en el mo­mento en que su hija, la princesa, se asomaba a la ventana. Era bella como un pimpollo de rosa, y el gandul acabó locamente enamorado de ella.
-«¡Madera, gruta y mar!»: ¡quiero que a la hija del rey le salgan cuernos! -dijo. En cuanto pronunció las palabras mági­cas, a la hija del rey le salieron unos cuernos tan largos que ya no podía retirar la cabeza de la ventana y hubo que romper el dintel. El gandul regresó a su casa riendo.
El rey estaba fuera de sí por lo de los cuernos: convocó a médicos de todo el mundo para que buscasen remedio, pero todo fue en vano. Los pretendientes, a quienes antes los guardias apenas logra-ban mantener aleja­dos de las verjas, dejaron de presentarse en palacio. ¿Quién iba a casarse con una mujer con cuernos por más sangre real que tuviese?
Así, cuando el gandul se presentó en la corte montado en su burro para pedir la mano de la princesa, el rey se sintió muy feliz conce­diéndosela. Celebradas las nupcias sin pompa algu­na, embarcó a los flamantes esposos en una nave y les aconsejó que se fuesen lejos, a una tierra remota.
La princesa lloraba desesperada, pero el gandul dijo, rien­do: «¡Madera, gruta y mar!» y, como por encanto, desaparecie­ron los cuernos.
Apareció después, en medio del mar, una isla hermosísima, y en la isla había un palacio todo de plata con cúpulas de oro. Los esposos desembarcaron en la isla, donde fueron recibidos con alegría por siervos y cortesanos, soldados y músicos, y to­dos exclamaban:

¡Gloria, gloria, gloria!
Aquí se acaba la historia.
Si otro cuento queréis,
volved la página
y lo encontraréis.

Fuente: Gianni Rodari

152 Anonimo (bulgaria)

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