Un día, un oso polar se
encontraba en la orilla observando el mar. Vio a lo lejos una plataforma de
hielo que flotaba y, en aquel banco, unas focas.
-¡Qué pena que estén tan
lejos! ¡Podría darme un buen atracón!
En ese instante, un golpe
de viento le rozó la oreja y le susurró:
-Ayúdame, oso. Después me
ocuparé de impulsar hielo hacia la orilla.
-Pero ¿quién eres tú?
-Soy el viento, pero me
siento muy débil.
-¿Cómo puedo ayudarte?
-Sopla con fuerza y me
volveré más robusto.
El oso respiró hondo y
sopló con fuerza. El viento recobró energía y, en pocos minutos, impulsó hasta
la orilla el banco de hielo con las focas encima. El oso se abalanzó sobre él y
se comió a las focas. Luego se tumbó sobre el hielo y se echó a dormir
Poco después, el viento
sopló de nuevo en la oreja del oso:
-Ayúdame, oso, de nuevo
me siento muy débil.
Pero el oso era demasiado
perezoso para soplar y dijo:
-Déjame tranquilo. ¿Cómo
hago para soplar si estoy durmiendo?
El viento se fue hacia el
mar.
Mientras tanto, algunos
cazadores llegaron a la playa y vieron el banco de hielo que flotaba, muy
cerca, con el oso dormido encima.
-¡Qué buena ocasión!
-dijeron.
El oso se despertó, vio a
los cazadores y enseguida comenzó a llamar al viento, pidiéndole auxilio:
-Viento, viento, ven
deprisa, y aleja este banco de la plalja. Si no te mueves, los cazadores me
matarán.
Pero el viento susurró:
-No puedo hacer nada.
Cuando te pedí que soplaras para hacerme recobrar mi energía, tú te negaste. Y
ahora me siento demasiado débil para ayudarte.
Los cazadores se
abalanzaron sobre el banco de hielo y mataron al oso ingrato.
141. anonimo (siberia)
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