Había una vez, según
dicen, un rey, y este rey tenía una hija muy hermosa. Un monstruo terrible,
corpulento y fuerte como un gigante, se había obsesionado con la idea de
casarse con la princesa. El rey envió a su ejército para combatir al monstruo,
pero éste lo aniquiló matando a todos los soldados, del primero al último.
Entonces el rey lanzó por todo el país una proclama:
«Quien logre vencer al
monstruo, obtendrá la mano de mi hija».
Un tejedor escuchó la
proclama. Las cosas le iban muy mal y lo que ganaba no le alcanzaba para vivir.
Así pues, se dijo: «Esto no es vida y, si logro matar al monstruo, tendré por
esposa a la hija del reg».
Se decidió, por tanto, y
emprendió el camino. En el trayecto encontró una cola de vaca.
«Voy a cogerla -se dijo-.
Puede llegar a serme útil.»
Y así fue: la recogió y
siguió su marcha. Poco después encontró una pequeña tortuga.
« Voy a cogerla -se dijo-.
Puede llegar a serme útil.»
Metió a la tortuga en el
bolsillo y continuó su caminata. Final-mente llegó a la cima de un monte. En el
valle que se ex
tendía al pie de este
monte, tenía su cabaña el terrible monstruo. -Sal de ahí, monstruo -gritó el
tejedor.
-¿Quién me llama? -gruñó
el malvado.
-¡Te estoy llamando yo!
¡He venido a matarte! -respondió el tejedor.
-¿Y tú quién eres?
Soy el tejedor.
Jamás, en toda su vida,
el monstruo había oído hablar de un tejedor. Y la presencia de un ser
desconocido le dio miedo.
-Dime, tejedor -preguntó
el monstruo-, ¿eres muy fuerte?
-Sal de tu casa y lo
verás.
Pero el monstruo no
quería correr el riesgo de salir, y dijo:
-Arráncate un pelo y
házmelo ver. Así podré hacerme una idea de tu fuerza.
El tejedor le arrojó al
monstruo la cola de vaca que había encontrado al borde del camino.
El monstruo cogió la cola
y la comparó con uno de sus pelos. La cola de la vaca era cuatro veces más
gruesa y dos veces más larga.
El tejedor, a su vez,
dijo:
-Coge una de las pulgas
que tienes encima y arrójamela.
El monstruo cogió una de
sus pulgas y se la arrojó al tejedor. La pulga era más gorda que un pájaro.
-Pero esto no es nada
-rió el tejedor. Fíjate bien en qué raza de pulgas llevo qo encima.
Y le arrojó al monstruo
la tortuga.
El monstruo se asustó aún
más. Pero volvió a gritar:
-¡Muy bien! Ahora
estornudemos y veamos cuál de nosotros es más fuerte.
El monstruo no paró de
estornudar hasta que las puertas de su cabaña se salieron de sus goznes.
-Pero esto no es nada
-gritó el tejedor-. Ahora estornudaré yo, pero tápate los oídos si no quieres
quedarte sordo.
El monstruo se tapó los
oídos y el tejedor hizo rodar un enorme peñasco desde la cumbre del despeñadero
hacia la cabaña de su enemigo.
El peñasco hundió el
tejado y capó justo sobre la cabeza del monstruo. El monstruo se agarró la cabeza
y pensó para sus adentros: «No me enfrentaré a un tipo como éste, que tiene los
pelos gruesos como la cola de una vaca, las pulgas gordas como tortugas y que,
cuando estornuda, hace que caigan las rocas».
Tomada esta decisión,
salió de su cabaña, trepó por los cerros de los alrededores y no volvió nunca
más.
El tejedor se casó con la
hija del rey y vivió feliz hasta el fin de sus días.
Fuente: Gianni Rodari
138. anonimo (tajikistan)
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