Había una vez un viejo
que tenía un hijo y un día le habló así:
-Muchacho, ya estás
crecido y eres fuerte, es hora de que salgas a correr mundo y busques trabajo.
El muchacho salió a
correr mundo. Llegó a un pueblo donde encontró trabajo en la finca de un rico
campesino. Debía guardar su rebaño de ovejas. El rebaño era muy numeroso, tan
numeroso que las ovejas llenaban todo el valle.
Un día hubo una gran
tormenta; la lluvia cayó con violencia, el viento silbaba con fuerza y los
torrentes crecían y destruían puentes grandes y pequeños. En el valle donde las
ovejas estaban pastando, quedó en pie un solo puente, muy pequeño, cuyos pilares
estaban bastante arruinados. Podía soportar sólo una oveja por vez y, aun así,
chirriaba por todas partes. El pastorcillo debía transportar a través del
puente, al otro lado del río, a todo su rebaño haciendo pasar las ovejas una a
una. Pasó una oveja, pasó la segunda, después la tercera y, como eran muchas,
tardaron en pasar horas y más horas. Pero aún no han pasado todas.
-¿Pero qué ocurrió después?
-Primero debemos esperar
a que pase la última oveja.
-¿Y aún no ha pasado?
-Que no, que aún no ha
pasado.
-¿Y cuándo habrá pasado?
-Cuando llegue a la otra
orilla.
Fuente: Gianni Rodari
143. anonimo (eslovenia)
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