Un día le dijo Guaraguao
al amigo Juan:
-¿Vamos a volar?
Juan le contestó que él
no podía volar, porque no tenía alas. Entonces, Guaraguao, con un puñao de plumas, le hizo unas alas, y
salieron volando.
Ya por los aires, va Juan
y pregunta:
-¿Y adónde vamos?
-Vamos a la casa del
diablo -le contestó Guaraguao.
Cuando llegaron a la casa
del diablo, ya era noche cerrada y no les quedó más remedio que pedirle posada
para poder dormir un rato.
A media noche, Juan, que
dormía con un ojo abierto y los oídos entornados, escuchó una conversación
entre el diablo y su mujer. Tanto le inquietó lo que oyó que despertó enseguida
al Guaraguao para salir corriendo de ahí.
Los dos abrieron la
ventana y se escaparon, pero a medio camino discutieron y se enfadaron, hasta
tal punto que el Guaraguao le dijo a Juan que le devolviera las plumas de sus
alas.
Juan se las devolvió y se
quedó solo en medio de la noche sin poder regresar a su casa. Después de mucho
pensar y muerto de frío y cansancio, decidió volver a la casa del diablo, pues
es lo único que conocía por ahí cerca.
Llegó, y antes de llamar
siquiera a la puerta, el diablo se precipitó sobre él y le metió en un saco que
ató con una gruesa cuerda.
El diablo se fue después
a buscar leña para encender una gran hoguera donde quemarlo. Pero Juan, al
percatarse de que el diablo había salido, comenzó a dar voces y a gritar,
diciendo que tenía una sed horrible, que se moría de sed. Tanto gritó y gritó
que la mujer del diablo, para que se callara, le hizo un agujerito en el saco y
le dio un vaso de agua.
Juan aprovechó entonces
el agujerito para agrandarlo hasta que pudo salir enterito por él.
Al verse libre, cogió una
cotorra que tenía el diablo y le arrancó algunas de sus plumas para hacerse
unas alas y salir volando, pero antes de marcharse, encerró a la mujer del
diablo en el saco.
Cuando el diablo regresó,
Juan ya estaba bien lejos. Sin saber lo que había pasado, el diablo encendió un
gran fuego, echó sobre él el saco y empezó a quemar a su propia mujer.
Pronto se dio cuenta el
diablo del engaño y se enfureció tanto que le salió humo por las orejas y juró
vengarse de Juan.
Tan furioso estaba que
gritó durante varios días:
-¡Me robaste la cotorra y
me quemaste a la mujer, pero ya te atraparé!
Desde ese día, el diablo
no descansó hasta que consiguió atraparle con sus malas artes, aunque no sin
esfuerzos ni burlas.
Una vez en su poder, el
diablo meditó lo que haría con Juan. Finalmente, decidió meterlo en un saco,
cargarlo con piedras y arrojarlo al mar.
Lo preparó todo con
cuidado y, cuando estuvo listo, pidió a cuatro diablejos amigos que lo llevaran
hasta el mar para tirarlo en lo más profundo.
Los diablejos cargaban el
saco, pero pesaba tanto que tenían que descansar de vez en cuando. En una de
las paradas, decidieron entrar los diablejos a una taberna cercana para beber
un vaso de vino y reponer fuerzas.
Al darse cuenta Juan de
que lo habían dejado solo, intentó romper el saco, pero no pudo. Después,
comenzó a gritar para llamar la atención de los que por allí pasaran y,
finalmente, se acercó un caminante. Desde el interior del saco, Juan gritaba:
-¡Yo no me caso!... ¡Yo
no me caso!... ¡No quiero casarme! Y el caminante preguntó:
-¿Qué es lo que te pasa?
¿Por qué te tienen metido ahí?
-Pues que me quieren
casar con la hija del rey, pero es tan fea tan fea que yo no quiero.
El caminante, al escuchar
aquello, pensó que a él no le importaría casarse con una mujer fea pero rica,
así que desató la cuerda del saco y se metió dentro de él.
-Ata bien la cuerda para
que nadie se dé cuenta del cambio -le dijo a Juan.
Juan así lo hizo y,
luego, salió corriendo.
Cuando los diablejos
regresaron y cargaron el saco, se quedaron muy extrañados al oír una voz que
salía gritando:
-¡Sí que me caso, sí que
me caso!
Y los diablejos se
echaron a reír.
-¿Que tú te casas? Ya
verás qué bien vas a estar en el fondo del mar. Y lo arrojaron al fondo del
mar.
El diablo, pensando que
se había librado definitivamente de Juan, se quedó tranquilo y se dedicó de
nuevo a sus negocios.
Un buen día, el diablo
necesitó que le hicieran unas grandes cajas de madera y fue a buscar un
carpintero. Juan, que se enteró de esto, se disfrazó de carpintero. El diablo
no le reconoció porque, además del disfraz, pensaba que Juan estaba muerto. Así
acordaron entonces el negocio.
Cuando Juan terminó la
primera caja, el diablo estuvo viéndola, pero la cerradura no le convencía,
porque le parecía muy débil. Entonces discutieron y acabaron apostando a ver
quién tenía razón. Si el diablo conseguía abrir la caja sin llave, el
carpintero le regalaría todas las cajas.
Y entonces el diablo se
metió dentro de la caja. Juan le cerró y, antes de que el diablo se diera
cuenta, Juan clavó la caja con unos enormes clavos, dejándole dentro sin poder
salir.
Y así es como el diablo,
desde entonces, está metido en una caja y apenas puede hacer una pequeña parte
de sus maldades. Y Juan vivió feliz el resto de sus días.
134. anonimo (caribe)
Buenos dias
ResponderEliminarUnas pocas preguntas es para una tarea
1 quienes son los personajes
2 La historia es real o fantastica
3 El porue de la respuesta
Gracias
Buenos dias
ResponderEliminarUnas pocas preguntas es para una tarea
1 quienes son los personajes
2 La historia es real o fantastica
3 El porue de la respuesta
Gracias
Diablejos
ResponderEliminarDiablo
Guaraguao
Juan
Mujer del diablo
estuvo bn aunque.. no me gusto para nada el nombre Guaraguao
ResponderEliminarLeí este cuento en 1996, libro de castellano 2, gracias por publicarlo aquí, desde entonces no lo había leído
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarQuien es el autor
ResponderEliminardisculpen alguien me podria decir quien es el narrador de la historia por favor
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