Nasreddin era un terrible
burlón. Un día fue a la casa de su vecino y le pidió prestada una tinaja
grande. Una semana después, se la devolvió diciéndole:
-¿Sabes, amigo mío, que
tu tinaja ha tenido una tinajita?
Y, en efecto, dentro de
la tinaja había otra más pequeña.
El vecino se sintió
satisfecho por haber conseguido sin esfuerzo una tinaja pequeña y no dijo
nada. Poco después, Nasreddin le pidió que le prestase de nuevo la tinaja
grande. El vecino se la dio de buena gana, esperando que ganaría de nuevo una
tinajita. Pero pasó una semana y Nasreddin no dio señales de vida. Entonces el
vecino fue a su casa y le pidió que se la devolviese.
-Querido vecino -dijo
tristemente Nasreddin, ¡tu tinaja ha muerto!
-¿Cómo puede morir una
tinaja? -exclamó irritado el vecino. Nasreddin lo miró sorprendido:
-Si una tinaja puede
tener una hija, ¿por qué, en tu opinión, no podría morir?
Y el vecino tuvo que
volver a casa sin su tinaja.
Un tiempo después,
Nasreddin se encontró con el vecino en un café y le preguntó:
-¿Estás todavía enfadado
conmigo por aquella historia de la tinaja?
-¡Claro que lo estoy!
-respondió el vecino.
-Bien, olvídate del
enfado. Te daré otra tinaja si vienes conmigo al río a beber.
«Eso es fácil», pensó el
vecino. Los otros parroquianos del café se rieron por la extraña propuesta.
-Pero si vuelves al café
sin haber bebido -continuó Nasreddin, deberás devolverme la pequeña tinaja que
nació de tu tinaja grande.
El vecino aceptó y se
dirigieron juntos al río. Cuando llegaron, Nasreddin le dijo al vecino:
-Espera, no podemos
hacerlo así. Debemos llamar a alguien para que sirva de testigo. Tú podrías no
beber y afirmar que has bebido. Yo podría negar que has bebido aunque hagas
bebido. En definitiva, nunca nos pondríamos de acuerdo.
-Vale -dijo el vecino-,
volvamos al café e invitemos a alguien para que sirva de testigo.
Volvieron al café y los
parroquianos le preguntaron enseguida al vecino:
-¿Has estado en el río?
-Claro.
-¿Y has bebido agua?
-No, no lo he hecho...
-respondió el vecino y, de repente, comprendió que Nasreddin lo había engañado
de nuevo.
-Tienes mala suerte -se
rió Nasreddin. Ve, tráeme la tinaja pequeña y deja de estar enfadado conmigo.
148. anonimo (azerbaiján)
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