Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 16 de enero de 2015

El zorro y el conejo .806

Resulta que el conejo tenía la cueva en la orilla de una paré ande había agricultura. Y el zorro viene caminando por la orilla 'e la paré, y lo ve el conejo que venía el zorro. Y como el conejo sabía que si lo agarraba áhi se lo iba a comer, agarra y forcejiaba la paré de modo de no dejala caer. Entonce ve el zorro, y le dice:
-Amigo, ¿qué hace?
-¡Cómo!, ¿no ve lo que hago?
-¿Pórque sostiene esa paré?
-¡Ah!, es que recién ha 'tau Dios conmigo y me dice que sostenga esta paré, que no se caiga. Y mi ha dicho que si yo lo dejo caer a la paré se va a perder el mundo. Y en realidá ya hace tres días que 'toy pechando aquí con el fin que no se pierda el mundo. ¿Pórque no hacís la gauchada, y mi ayudás a pechar la paré? -le dice al zorro-. Tengo un hambre que ya no veo. Porque si lo largo se cái la paré y se da vuelta el mundo y los perdimos todos.
-¡Ah!, no es propio que se pierda el mundo -dice el zorro. Te voy a ayudá a pechá un rato. Andá a comé. Toma agua y volvé.
Y se fue el conejo, se mandó a mudar lejo. Lo dejó pechando al zorro áhi. Se cansó de pechar el zorro. Aguantó tres días. Al otro día dice:
-Yo largo la paré aunque se dé vuelta el mundo.
Y éste, tan cansau que 'taba, sale disparando. Y mira, y nada, la paré ni pensaba cáirse.
-¡Qué pícaro, el conejo! -dice, y toda la injusticia que hace conmigo. Lo busco y lo como ande lo encuentre.
Y se va buscandoló. Por todos los campos s' iba. A las cansadas, al tiempo, lo encuentra trabajando una cueva. Cuando lo ve el conejo, rápido se entra para adentro. Y di áhi lu habla:
-Mirá -le dice, ahora hay otro anuncio. Hace dos días vino Dios y mi ha dicho qui haga una cueva bien profunda. Dice que ahora va llover juego.
-¡Sí! ¿En realidá? -dice el zorro.
-¡Claro!, por eso 'toy cavando la cueva, porque va a llover juego. ¿Pórque no ti hacés vos también una cueva y así nos salvamos los dos?
-Güeno -dice el zorro.
-Mirá -le dice el conejo, te lo cambio a la cueva, que ya 'tá prencipiada.
-Y bueno -dice el zorro.
-Ya que la tengo prencipiada, te la doy, yo la voy a hacer más grande.
El conejo se va a otra parte. Y le dice al zorro:
-El plazo 'tá cerca, faltan dos días no más pa que llegue el juego. Hay que trabajá día y noche.
Y así el zorro trabajaba noche y día, sin descansar. Y mientras tanto, el conejo juntaba espinas. Y le decía al zorro:
-A la cueva hay que hacelo con güeltas.
Y cuando el zorro se perdía trabajando adentro, el conejo le comenzaba a poner espinas en la cueva, adentro, sin que el zorro se diera cuenta. Y entonce le dice:
-Mirá, cuando vos sintáis que te hinca alguna cosa, ése es el juego.
Y por áhi, en lo que viene el zorro sacando tierra, se hinca el zorro, y dice:
-¡Ah, esto había síu juego, en realidá! -y se fue adentro y no sale más.
Pasaron dos días y el zorro tenía mucho hambre. Y ya no podía más, y ha veníu y ha salíu. Se ha hincau en la nariz, en los ojos, en todas partes y ha dicho:
-¡'Tá lloviendo juego!
Y ya el hambre lu ha obligau a salir, y dice:
-¡Qué!, aunque me queme, salgo no más, ya nu aguanto más, ya nu aguanto más.
Y haca fuerza, y pecha no más, y sale para ajuera entre un montón de espinas. Y nu había nada de juego. Y se dio cuenta de todo lo que li había hecho el conejo, y dice:
-¡Cuando lo encuentre lo como, ya no lo perdono más!
Se larga buscandoló. Al tiempo va y lo encuentra en la campaña, en unas casas botadas, abajo di un horno. Áhi vivía. Y ya lo quería comé el zorro al conejo, y el conejo le dice:
-¡Ay, hermanito!, el anuncio del juego se aproxima, esto va a ser muy pronto. Mirá este horno -le dice. ¿Sabís pa qué lu hi trabajau yo? El anuncio es de otra manera. Va a haber un diluvio y después va a llover juego, y por esto hi trabajau el horno, así me encierro y pueda ser que me salve.
Y le dice:
-Mirá, ya que lo tengo, ¿pórque no te encerrás vos, y yo me hago otro más chiquito? ¿Pórque no te encerrás vos? Esta misma tarde va a venir el diluvio.
Y el zorro se ha asustau otra vez y le ha dicho que güeno, y se ha encerrau en el horno. El conejo ha traido barro y piegras y li ha cerrau la puerta del horno. Y después ha traido agua y li ha echau por encima del horno, y hacía ruido. Y el zorro decía que eran truenos y el diluvio, y decía:
-Bueno, yo 'toy tranquilo. El conejo de zonzo si ha quedau ajuera, ahora qui ha llegau el diluvio.
'Taba sentau, muy tranquilo. El conejo había juntau leña y le había puesto juego abajo del horno. Y así, después del diluvio lo sintió al juego. Y cada vez lo sentía más caliente, más caliente, al juego. Y ya decía el zorro:
-¡Había sido positivo el diluvio y el juego!
Y al fin se afisea el zorro y muere dentro del horno y se ha quedado libre el conejo.
Áhi termina.

Eusebio Maita, 46 años. Ciudad de Salta, 1952.

El narrador es un empleado ferroviario, hombre del pueblo, que tiene un repertorio muy numeroso de cuentos tradicionales.

Cuento 806 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro y el condor .834

Diz que el zorro había hecho una apuesta con el cóndor, al que moría primero se lo comía el otro. Taban en los cerros, en la Cordillera, en un escarcho grande. La apuesta ésta era de que cuál era más sufrido para el frío. Y bueno, éstos se han acostau los dos sobre el escarcho, el cóndor y el zorro. Y bueno, éstos 'taban tirados por áhi. Ya perecían de frío.
Y bueno, cuando 'taba áhi, que se levanta el cóndor y le dice al compañero:
-Alilí... alilí... -que no podía hablar más de frío.
-Alilí... alilí... le contestaba temblando de frío el zorro, pero más voraz, más fuerte el zorro.
Se levantaban, se acostaban pa un lau y se acostaban pal otro. Que el cóndor se acostaba sobre el ala, estendiendo las plumas. Y bueno, pasaban como dos horas, y gritaban los dos. Como diez veces se gritaban así, porque ya no podían hablar. El hecho era no salir del escarcho.
Y bueno, redepente, que el zorro comenzó a contestar despacito:
-Alilí... alilí...
-El otro, claro, más resistente pal frío, seguía contestando más fuerte. Y ya se le acabó el valor al zorro, hasta que terminó y se murió. Y el cóndor tuvo que almorzarlo al zorro.
El cóndor lo come al zorro y a cualquier animal muerto. Y le ganó el cóndor.

Clemente Eraso, 46 años.

San Antonio del Cajón. Santa Marta. Catamarca, 1957.

Cuento 834 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro y el carancho .837

El zorro y el carancho hicieron una apuesta. Apostaron quien aguantaba más el frío. Tenían que 'tar lo do arriba de una piedra. Áhi tenían que pasar una noche muy fría.
Entonce eligieron la piedra y se pusieron lo do en una noche que hacía muchísimo frío. Entonce, cada veinte minuto se tenían que hablar pa ver cómo resistían el frío. Entonce se pusieron lo do y al rato no má ya no podían má de frío, y dice el carancho:
-¡Qué tal, compañero Juan!
Y el zorro, como es compadrón, contesta:
-Muy bien, señor Carancho, todavía no tengo frío. Al rato dice Juan:
-¿Qué tal, señor Carancho?
-Yo 'toy bien -dice el carancho.
Al rato dice el carancho:
-¿Qué tal señor Juancito?
-Aquí 'tamos, no tan bien -dice Juan, que ya no podía mover la boca de frío.
Y ya el zorro no preguntó má porque se 'taba engarrotando. Entonce preguntaba el carancho de rato en rato y el zorro contestaba muy débil.
El carancho 'tá acostumbrado a pasar el frío ajuera, pero el zorro tiene que meterse en la cueva. Cuando el carancho sentía que se le helaba una pata, la levantaba y la metía en el cuerpo, y cuando la calentaba, metía la otra, como hacen las ave. El zorro no podía hacer eso y tenía que sufrir el frío parado, porque así era la apuesta.
Y güeno, ya era la madrugada y el zorro 'taba completamente engarrotado.
Y entonce el carancho le preguntaba a cada rato:
-¿Qué tal, compañero Juancito? ¿Qué le pasa, señor Juancito, que ya no contesta?
Güeno, ya no podía contestar más, 'taba duro, como muerto.
Güeno, ya por áhi viendo que no contestaba má el zorro, se jue a verlo el carancho. Y ya lo encontró muerto.
Y güeno, áhi ganó la apuesta el carancho.

Juan Mansilla, 50 años. San Jenaro Norte. Estancia La Lolilla. San Javier. Santa Fe, 1961.

Peón de estancia. No ha salido nunca del lugar.

Cuento 837 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro y el aguila .800

Diz que era una matrimonio de zorros. Que él se llamaba don Juan Garabatal y ella doña Juana Galván, mujercita de don Juan. Que tienen un par de chicos, una zorrita y un zorrito.
Bueno, que estaba enfermo en la casa el zorro. Bueno, y doña Juana sale a buscar médico. Que encuentra un caballo, y el caballo le dice:
-¿Pa dónde va tan apurada, doña Juanita Galván, mujercita de don Juan?
-En busca de médico kanqui dice doña Juana. Y entonce el caballo le dice:
-Yo soy buen médico.
Y lo vía llevau pa que lo cure al esposo. Y el caballo va y lo vía curau y ya le dice:
-Ya está sano.
Y di ánde, no 'bía sanau nada. Y volvió otra vez en busca de médico. Áhi es donde se vía encontrau con l'águila. Y l'águila le pregunta:
-¿Pa dónde va tan apurada doña Juanita Galván, mujercita de don Juan?
Y ella le contesta:
-En busca de médico kanqui.
Y l'águila le dice que ella era muy buena médico. Y la lleva pa que lo cure al zorro. Y el médico le pide que tiene que 'tar sola con el enfermo, que se vaya, que recién cuando amanezca lo vaya a buscar, que ya va 'tar sano. Y se quedó l'águila sola con el zorro.
Y bueno, al otro día de mañana, cuando abren la puerta, que van los zorritos a verlo al zorro y que lo ven, y vuelven y le dicen a doña Juanita que vaya, que ya el tatita está sano, que ya está riendo con los dientes blancos no más.
Y va doña Juanita y ve al zorro sin nada de ojos, ni lengua, que l'águila, el médico, se los había comido. Y que ya estaba muerto el pobre zorro y l'águila si había ido.

Dominga Lezcano, 48 años. Quimilar. Ojo de Agua. Santiago del Estero, 1951.

Cuento 800 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro y dios .809

Dice que había un zorro que no creía en Dios. Todo el mundo le decía Dios y él le decía Bendivillo.
Y un día se junta con Bendivillo.
-¿Y qué tal malo sos, Juancito? -dice que le dice.
-¡Oh!, yo soy muy malo cuando me enojo, yo soy muy malo.
-A ver, enojate -dice.
Y se muerde la cola y grita ¡Ajajá ja! y da vueltas, enroscau.
-A la pucha que habías sido malo, Juancito -le dice Dios.
-Sí, soy malo, Bendivillo -le dice.
-A ver usté, a ver, si se enoja usté -le dice a Dios.
-Bueno -le dice. Allá hay una pampa grande. Vayan a juntarse todos para que vean cuando yo me enoje.
Bué... Después les avisa a todos los zorros, zorritos... Se llena la pampa. Y les dice:
-Bendiville se va enojar.
Y de repente se levanta una nube, una tormenta. Empezó a llover rayos y piedras. Había hecho una mortandá de todos los zorros y al Juancito lu había dejau medio quebrajiau no más. Y viene Dios y le pregunta:
-Y... ¿qué tal malo había sido yo?
-Muy malo había sido mi Diocito.
Recién le había dicho Dios.

Zenón Revainera, 73 años.

Atamisqui. Santiago del Estero, 1970.

Lugareño nacido y criado en Atamisqui.

Cuento 809 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro vende el alma al diablo .810

El que vendió el alma al diablo, es el zorro. El zorro, resulta que andaba sin comer, y un día lo encontró al diablo. Y le dice:
-Mirá, si me consigues algo, para comer, cuando quieras vos me llevas. No, no, aunque no muera. Cuando quieras vos me llevas. La cuestión es que ahora me saques del apuro.
-¡Cómo no! -le dice el diablo.
El diablo le encuentra la comida y le trae.
Pero después, el zorro se le escapaba. Después ya no quiso cumplir la promesa.
Y un buen día había un baile de zorros. Y el zorro tenía que ir a ese baile. Y le dicen los compañeros:
-Mirá, ahí anda el diablo buscandoté.
-¡Eh! -le dice. ¿Y me va llevar?
-Y tiene que llevarte.
-Y qué voy hacer.
-Mirá -le dicen, lo que vas hacer, es cortarte el pelo. Quedate bien peladito, pila.
Entonce el diablo, que sabía que el zorro iba estar en el baile, llegó y empezó a ver todos los zorros. Y nu hallaba su zorro que le había vendido el alma. Y los miraba a todos y los volvía a mirar, y al fin dice, en lo que estaba:
-Bueno, ya que no encuentro mi zorro, me llevo este pelado. Y era el mismo.

Rafael Bravo, 58 años.

Santiago del Estero, 1970.

La narración es general en el Departamento Figueroa. Es adaptación del cuento humano El diablo y el hombre.

Cuento 810 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro se salva del tigre .757

Una güelta lo encontró el tigre al zorro, que lo andaba buscando pa matalo por las picardías que le había hecho. Lo encontró de golpe. Entonce le dijo el tigre:
-Arate voy a comer.
-No tío, no me coma -le dijo el zorro- que tengo para usté una nidada de güevos de avestruz, y es una lástima que se pierdan.
Al tigre le gustan mucho los güevos de avestruz y áhi entonce se amansó, y le dice:
-A ver si es cierto. Llevame ande 'tá la nidada.
Salieron a buscar la nidada y por chiripa encontró el zorro una nidada con güevos de avestruz y áhi se salvó.
Entonce le dijo el zorro que podían hacer juego y asar los güevos y eso le gustó mucho al tigre. Y el zorro hizo juego y puso a que se asaran los güevos. Al rato el zorro le dan un güevo bien asadito pero tibio. El tigre lo comió y quedó contento. Entonce le dice:
-Abra la boca, tío, que le voy a echar uno más rico todavía.
El tigre contento abrió la bocaza y el zorro le zampó uno hirviendo y lo quemó al tigre. El tigre se revolcaba de dolor, y se aprovechó y se juyó entonce, el zorro.
Después de unos días que se curó el tigre lo salió a buscar al zorro pa comerlo. Va y lo encuentra cerca de una vizcachera, durmiendo. Y áhí lo agarra el tigre y ya se lo estaba por tragar, y el zorro le dice:
-Espere, tío, que le cante un cantito de despedida ante que muera.
-Cantalo -le dice el tigre, pero rápido porque ya no más te como, te trago entero.
Y cantaba entonces el zorro y se iba haciendo para atrás, pa donde 'taban las cuevas de la vizcachera:

Currupí, currupái,
que a la barriguita
de mi tío tigre
voy a ir a parar.

Y al tigre le hacía mucha gracia el canto y le decía que lo repitiera. Y el zorro lo repetía y caminaba pa atrás, hasta que en una güelta se zampó a una cueva y lo jodió al tío, y así el tigre se quedó sin la presa.

Osvaldo Córdoba, 23 años.

La Arenera. Gualeguaychú. Entre Ríos, 1959.

Peón que trabaja en la extracción de arena. La Arenera: caserío disperso.

Cuento 757 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro quiere tener hijos overos como la perdiz .714

Diz que el zorro quería tener hijos overos como los pichones de la perdiz. Diz que le dijo a la perdiz cómo sus pichoncitos eran overos. Y la perdiz le explicó:
-Yo meto mis hijos en el horno caliente y doy veinticinco vueltas al horno diciendo: ¡Pinta guagüita! ¡Pinta guagüita! ¡Pinta guagüita!
Y el zorro ha puesto sus hijos en el horno caliente y ha dado vueltas diciendo: ¡Pinta guagüita! ¡Pinta guagüita! Y se le han quemado. Y entonce el zorro ha querido comer a la perdiz. Y la perdiz le ha dicho que la coma, pero que le ponga mucha sal, ají y pimienta, y cuando se la ha estado por comer, la perdiz ha aleteado y lo ha dejado ciego al zorro con el ají y la sal y la pimienta, y ella se fue volando.

Óscar Alvarado, 12 años. La Almona. La Capital. Jujuy, 1951.

Alumno de la escuela local.

Cuento 714 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro quiere aprender a silbar como la perdiz .701

El zorro quería aprender a toda costa a silbar como la perdiz. Y le pidió por favor a la perdiz que le enseñe. Lo primero que le dijo la perdiz, que tenía que coserse la boca y dejarle un aujerito chico. Y el zorro dijo que sí. Entonce la perdiz agarró un tiento y le cosió la boca. Le dejó un aujerito de modo qui haciendo cartucho la lengua iba a chiflar. Y silbaba. Andaba meta silbar no más. Y iba por un caminito dele trote y silbando, y lo que iba voló la perdiz que áhi si había escondido. Y el zorro pegó un grito y la quiso cazar, y se le descosió del todo la boca.

Arturo Valentín Reina, 52 años. San Francisco del Chañar. Sobre-monte. Córdoba, 1952.

Lugareño de cierta cultura. Buen narrador.

Cuento 701 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro quiere aprender a silbar como la perdiz .705

El zorro se encontró con la perdiz. Y el zorro le dijo a la perdiz que si le enseñaba a silbar que no le iba a comer. Entonce la perdiz le dijo que se tenía que coser la boca. Y entonce el zorro se cosió la boca. Ella tenía miedo que la coma.
Y el zorro empezó a imitar a soplar. Le enseñaba la perdiz. Y al zorro le salía un sonido distinto al de ella. Pero depué le empezó a salir un silbido finito. Y el zorro de tan aburrido que andaba empezaba a silbar má fuerte. Pero la perdiz ni siquiera se le acercaba, porque conocía el silbido. Y ya el zorro no le podía comer a ninguno porque le conocía el silbido. Y así se fundió el zorro, porque ya no podía comé má.

Reinaldo Fornari, 31 años. San Luis del Palmar. Corrientes, 1959.

Ha cursado los grados de la escuela primaria. Buen narrador.

Cuento 705 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro quiere aprender a silbar como la perdiz .704

Era un zorro que salió de viaje. Y la encontró a la perdiz. Y la perdiz, muy asustada, le dice:
-¿Adónde vas? Para que vos hagas viaje hay que coserte la boca. Para que no grites cuando te asustes y no te maten los perros.
-Sí -le dijo el zorro, yo quiero silbar como vos. Así no corro peligro.
La perdiz le empezó a coser la boca.
-¡Ay! ¡Que me duele! No me cueso nada.
Pero la perdiz le siguió cosiendo la boca.
Después, el zorro se fue contento, porque le iba saliendo un gritito finito como un silbido. La perdiz si había escondido en el camino y le voló encima de la cabeza. Y el zorro si olvidó que tenía la boca cosida y la quiso cazar. Y áhi gritó ¡Guac! de dolor lo que quiso abrir la boca, y se le rajó la boca de oreja a oreja. Y ya no pudo silbar más.

Juan López, 40 años. Las Junturas. Río Segundo. Córdoba, 1952.

Lugareño de cierta cultura. Buen narrador.

Cuento 704 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro quiere aprender a silbar como la perdiz .703

Que el zorro la vía a la perdiz que tenía patitas tan blancas y que silbaba tan lindo. Y que se habían hecho compagres. Pero que la perdiz siempre le disparaba al compagre, porque le tenía descon-fianza. Y que el zorro era muy envidioso. Que un día dice:
-¡Tan lindo que silba mi comagre! Yo voy a silbar más lindo.
El zorro jue a buscar a la perdiz para pedíle que le enseñe a silbar. La perdiz le dijo que le teniya que coser la boca para que pudiera silbar. Y el zorro como teniya tantas ganas de silbar como la perdiz, le dijo que güeno. Y ya le dijo que venga al otro diya para buscar la proporción para cosele la boca.
Y va la perdiz y busca conque cosele la boca al zorro. Y que le dice a otra perdiz:
-Andá escondete allá, en aquellos yuyitos, al lau del caminito éste. Yo lo voy a hacer ir a mi compagre por el caminito. Te escondís áhi pa que le salgáis de golpe y lu asustís.
Se jue la perdiz y se escondió.
Que le ha cosido la boca al zorro, la comagre, y le ha dicho que tome por el caminito, y ensaye a ver si le sale solo, el silbido. Y que el compagre zorro ha empezado a silbar. Y que ya le iba saliendo el silbido, y él iba al trotecito por el caminito, y en eso que le ha volado la perdiz en las narices del zorro. Y que el zorro se ha pegado un susto, y justo con lo que ha dicho ¡cuaque!, se le ha rajau la boca y no ha podido silbar más.

Susana O. de Romero, 76 años. Alta Córdoba. Córdoba, 1952.

La narradora es mujer del pueblo, semianalfabeta. Buena narradora.

Cuento 703 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro quiere aprender a silbar como la perdiz .702

-¡Cómo silbáis vos de lindo! -le dice el zorro a la perdiz. ¿Cómo haría yo para silbar?
-Y, te cosís la boca -le dice la perdiz.
Bué... Y entonce la perdiz le cosió la boca con un hilo bien juerte. Y le dijo que tenía que probar hasta que aprendiera a silbar. Y ya iba aprendiendo a silbar. Bué... Y la perdiz jue y se escondió y él iba pasando por áhi. Y entonce voló de golpe y si asustó. Y quiso gritar y la quiso cazar y áhi se le rajó del todo la boca.

Robustiano Bustos, 66 años. Tulumba. Córdoba, 1952.

Lugareño rústico.

Cuento 702 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro que vendió su alma al diablo .811

Juancho, el zorro, andaba de mal en peor. Nada le salía bien. Andaba mal en amores y no conseguía comida. Los perros lo corrían permanentemente cuando se arrimaba a los árboles donde dormían las gallinas y decide pactar con el diablo. Y llegaron al siguiente acuerdo: Que le dé un año de completa felicidad, que le vaya bien en amores, que obtenga riqueza, que gane en las carreras porque era muy afecto a las carreras cuadreras el zorro, y al cabo de ese año le iba entregar su alma al diablo.
De acuerdo al pacto, cumpliendo su parte el diablo, le facilitó todas las cosas al zorro.
El zorro se vio lleno de novias, lleno de aventuras, se hizo de mucho dinero y no había carreras de caballos donde no ganara. Ya casi al finalizar el año, se le vencía el año, se encuentra con el quirquincho y le plantea el caso. Porque el quirquincho le dijo:
-¿Por qué andas tan triste?
-Ya se me vence el plazo. He tratado con el diablo y ya tengo que morir, tengo que entregarle mi alma -dice. Pero quiero morirme en mi ley. Voy a ir a esa carreras de caballo muy lindas, que hay en tal parte. Por qué no me acompañas.
-¡Cómo no! -le dice el quirquincho.
Se van allá. Y como siempre, ganó una fortuna en las carreras de caballos. Y se puso a beber. De estar se puso triste.
-¿Ya ti ha vuelto la zoncera? -le dice el quirquincho.
-Ya va a venir el diablo, ya está siendo hora.
-Pero no siás tonto -le dice. Vení, hombre, si vamos a embromalo al diablo.
-¿Y qué vamos hacer?
-Eso es fácil, hombre. Vení te voy a pelar bien.
Y agarró y lo peló, lo dejó sin un pelo, lo afeitó bien al zorro el quirquincho.
En eso aparece el diablo, y le dice al quirquincho:
-¿No lu ha visto a Juancho, el zorro?
-Sí, ha estado, pero ha ganado mucha plata en las carreras, pero me parece que se ha retirado.
Y el diablo divisaba para todos lados. Las parejas que bailaban.
Los corrillos que 'taban bebiendo. Y no encuentra al zorro, y dice:
-¡A la pucha! ¡Me ha embromau éste! Pero, pa que no haga el viaje de vicio, voy a llevar este pila de aquí.
Y lo levantó al zorro que estaba pelado. De manera que creyendo que era un perro pila, un perro pelado. Y lo llevó no más. Sin querer lo llevó, se cumplió el trato.

Manuel José Victoria, 50 años.

Santiago del Estero, 1970.

Oyó este cuento en los Departamentos de Salavina y San Martín.

Éste es un cuento humano adjudicado a animales.

Cuento 811 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro piojoso .818

Dice que el zorro iba, y dice que le picaba mucho el cuerpo. Y dice que encuentra un compañero, un amigo, y le dice:
-No sé, che, lo que me pasa. Me pica todo el cuerpo.
Y dice que se movía para todos lados.
-Y qué, tendrá piojos -dice que le dice el otro.
-¿Y cómo se cura eso?
-No hacés más que meterte a la laguna, y te vas despacito. Te mojás los pies primero y los piojos se van a ir subiendo, se van a ir subiendo pa arriba. Hasta que al último cuando ya veas que se amontonan en la nariz todos, entonces vos te zambullís de golpe -dice- y los piojos se van a quedar arriba y vos salís para abajo.
Y lo hizo; se le fueron los piojos para arriba; él se zambulló, pero se ahugó el pobre, junto con los piojos.

Apolinario Pailemán, 78 años.

Conesa. Río Negro, 1971.

El narrador ha nacido en la región, en donde ha vivido toda su vida.

Aarne-Thompson, Tipo 63.

Cuento 818 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro juez. El tigre, el caballo y el zorro .586

Diz que el tigre 'taba agarrau con una piedra muy grande. Como cuatro u cinco días ha 'tau el bicho ahí, muerto di hambre. Y vino por casualidar un caballo. Y le ha pedíu el tigre por favor que lo dehagarrara. Y claro, el caballo le tenía miedo porque era un bicho contrario. Y al fin, después de tantos ruegos y que le decía que nada l'iba hacer, se allegó. Hizo que se dehagarrara. Levantó la piedra. Y bueno, que le agradeció el tigre. Ya que el tigre descansó que le dice al caballo:
-¡Te como! ¡Te como!
Y que el caballo muerto de miedo le dice:
-Pero, cómo me vas a comer, hombre, yo ti hi salvau la vida. Tenimos que ver un juez.
Y dice que entó 'taba pasando el zorro y áhi el caballo le gritaba si él era juez, a ver si sentenciaba, a ver cómo podía salvarse.
Y el zorro contestó que sí, que él era un juez y áhi no más llegó. Y el caballo le dijo que él había salvau al tigre y que ahora se lo quería comer. Y entonce el zorro preguntó que cómo era el caso que había estau. Y entó, que quería ver en el estau que había estau el tigre. Y se jueron ande era que estaba el tigre. Y áhi dijo el zorro que se tenía que ponerse el tigre. Y se puso, y áhi le largó el caballo la piedra encima, en la condición que había estado. Y entó el zorro ha dicho que cómo quería comerlo al caballo que lo había librado. Y ha dicho que hay que dejarlo como 'taba ante, en las mismas condiciones por atrevido y que no sabe agradecer. Y lo dejaron entós.

Clemente Eraso, 46 años. San Antonio del Cajón. Santa María. Catamarca, 1951.

Cuento 586. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro juez .587

Un burro venía pasando por entre las breñas, unos pedregales, y de bien que venía se sosprendió, pegó un rebuzno. En realidá se vio con que estaba un león parado tan cerca de él. Después de eso la sospresa que tuvo:
-¡Oh, don León, qué hace aquí!
-¡Ay, don Burro, no sabe lo que me pasa!
-¿Qué le pasa?
-Y, vine por acá, buscando qué cazar y se me vino una piedra, sobre la mano, y resulta que me trampió. ¡Pórque no mi hace el bien, a ver si me saca!
-¡Ah!, imposible don León -que dice, cómo cre que lo voy a sacar, después a mí mismo me comería.
-No, don Burro, cómo cre semejante cosa. Qué cre que soy tan ingrato, que después de salvarme de esta situación, sacarme de aquí ande 'toy trampiau hace tres días, que no como ni bebo, y que voy atentar contra di usté.
-No, no le creo don León, dice, porque usté, dice, tiene la predilección por nosotros, los burros, que somos la carne preferida di usté.
-Pero, no, don Burro, cómo cre que yo le voy hacer eso. Eso es imposible. Al contrario, le quedaré tan agradecido que me saque de esta situación. Como le digo, tres días sin comer ni beber. ¡Aj!...
-Yo lo sacaría, pero a usté, dice, a usté no lo creo...
-Pero, don Burro, no vaya a pensar semejante cosa. Si usté me saca, hasta le podría jurar que yo no voy a comer los burros.
De tanto rogar si acercó el burro, como pudo, levantó la piedra esa que le estaba aprisionando la mano y salió. Se empezó a lamer la mano, dolorido, hambriento. Cuando ya se sintió un poco mejor, dice:
-Y ahora, adónde puedo ir a cazar yo con mi mano herida. Mire, don Burro, yo creo que no voy a tener otro remedio que comermeló a usté.
-Ha visto, don León. Yo he pensado lo que usté me dice, que yo estaba en lo cierto, que después de sacarlo a usté me iba a comer.
-Y qué querís qui haga. Con mi mano herida, adónde voy a ir a cazar. Y me muero di hambre.
-¡Aj!... Ha visto -le dice. ¿Y usté es tan créido que es capaz de después de haberlo sacado di ande 'taba prisionero, que me coma?
-¿Y qué querís qui haga?
En eso ha venido un zorro, don Juan, se denominaba entonces, y ha alcanzado a oyer él.
Dice:
-¡Oh, qué dice señor don León!, ¿cómo le va? Qué dice, don Burro, ¿cómo le va?
-Y, aquí 'tamos -que dice- discutiendo. Vea lo que me pasa -dice el burro-. Vengo, lu hallo aquí a don León que si ha agarrau aquí, hacía tres días y después que lo saco de donde 'taba trampiado, ahora me quiere comer.
-Y qué quiere qui haga -le dice el león. Mire, si ahora, como 'toy herido no puedo ir a cazar, tengo que comerlo.
-Y -que dice-, ¿por qué usted no nos sirve de juez?
-Yo, para ser juez, tendría que volver a los hechos, como estaban al principio. Sinó, no puedo ser juez. Cómo voy a declarar a uno inocente y a otro culpable si yo nu hi visto el principio.
-Bueno, es que tiene razón el señor.
-Sí, si a nosotros los da tamién de darle la razón a don Juan.
-Bueno -que dice, ¿cómo estaba usté, don León? -dice.
-Así -dice, que tenía metida la mano así.
-A ver, don Burro, pongalé la piedra como ha 'tau.
Agarra el burro, como pudo, la pechó a la piedra y viene a caerle sobre la mano del león.
-Así, que así 'taba usté.
-Sí -que dice, así he estado.
-¿Y usté ha veníu y lu ha salvado?
-Sí.
-¿Y ahora que se ve libre lo quere comer a usté de nuevo?
-Sí, señor.
-Bueno. Yo, el fallo que le puedo dar es que lo deje ahí, como está. Así como está, y usté se va. Por ingrato y mal agradecido.
Pegó un rebuzno el burro y se fue contento.

Isidro Segundo Páez, 53 años. Los Sarmientos. Chilecito. La Rioja, 1968.

Campesino. Agricultor. Buen narrador.

Cuento 587. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro enfermo y el medico .802

Qu' era el tiempo del chañar. 'Taba madurando el chañar y el zorro comió muy mucho, que madrugó pa ir al chañar. Y se sintió enfermo esa tarde. Comió cuatro almúdez de chañar y el chañar es bravo. Y no podía ir de vientre, se quisquió, se trancó. Y al otro día 'taba enfermo el Juan. Y 'staba muy afligida su mujer, doña Juana, y muy afligidos los Juancitos. Y al otro día amaneció tan enfermo Juan que la Juana dispuso buscar médico. Salió a buscar médico y le dieron noticia que la chuña era muy buen médico. Y la buscó y le dice:
-Vengo a ver si puede ir a ver a mi marido que 'tá muy mal.
Pero la chuña, muy pretenciosa, se hizo bastante de rogar, pero accedió. Pero primero le preguntó si tenía un capón gordo, a cuya pregunta contestó la zorra:
-No lo tengo, pero lo hi de buscar.
-Tenís un almú de capia.
-No lo tengo pero lo hi de buscar -contestó la zorra.
-Tenís dos kilos de ají.
-No lo tengo me lo hi de buscar.
Por fin todo lo que la chuña pedía le prometió conseguirle. De lo cual nada se vio cuando llegó la médica. Y la médica hacía mucho que no comía nada. Y como lo que le prometió la zorra tampoco estaba resolvió operar al mismo enfermo. Con el pico le picó los ojos y murió el zorro. La chuña si había encerrado con el enfermo y dijo que nadie podía entrar. Y ya después se fue y dijo que después de un día recién tenían que abrir la puerta. Los zorritos fueron a ver el padre por un aujerito qui había y lo qui había muerto el zorro 'taba con los dientes blanquiando, y los zorritos créian que se reía. Si asomaba y le decían a la madre:
-Mamita, los dientes blanquiando. ¡Se 'tá riendo!
Pero la zorra al ver que no se despertaba el enfermo, fue, abrió la puerta, y vio que 'taba muerto.

Francisco Villarroel, 53 años.

La Costa. Los Hoyos. Río Seco. Córdoba, 1952.

Cuento 802 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro enfermo .801

Don Juan diz que era un hombre pobre y con mucha familia. Cayó en cama y afligida doña Juana, la zorra, había salíu, po, a buscarle médico. Eso que ha ido por áhi, diz que lo ha topao al caranchi.
-No sea que usté sea médico -diz que le ha dicho.
-Cómo no, yo soy médico -diz que le ha contestao.
-Maver, silbe -diz que le ha dicho.
-¡Tres tragos! -diz que ha dicho en el silbido.
-¡Bah!, no había síu médico -diz que ha dicho doña Juana, y ha seguíu más adelante.
Por áhi diz que lo ha topao al cuervo.
-¿No ha que usté sea médico? -diz que ha dicho.
-Cómo no, yo soy médico -diz que ha contestao el cuervo.
-Maver, silbe.
-¡Chíu, chíu, chíu! -diz que ha dicho el cuervo.
-¡Ahá! Velay, sí había síu médico. Venga pa que me lo cure a mi marido. Está juerte enfermo.
Se han ido a la casa. Han llegao, y el médico diz que ha ordenado que hagan hervir agua. Han hecho hervir y le han alcanzao. Y diz que ha dicho que pongan una batea adentro y se ha encerrao ahí con el enfermo y les ha dicho que cierren bien la puerta y que se retiren de la casa un rato. De cutay diz que ha salíu el médico. Les ha ordenado que no abran la puerta, y se ha ido... Como a los tres días diz que ha vuelto otra vez. Ha entrao en la pieza, ha estao un rato y ha salíu...
-¿Cómo está mi tata? -diz que le han preguntao los niños.
-Si ya 'stá componiendo -diz que ha dicho.
-Mañana, ya le pueden abrir la puerta -y se ha ido.
Y los chicos diz que no veían la hora que llegue esa mañana pa verlo al tatita enfermo de tanto tiempo.
No bien ha amanecíu, diz que ha ido corriendo uno de los Juancitos y lo ha espiau por unas rendijas de la puerta... Y se ha vuelto corriendo y ha dicho:
-¡Mamita, mamita, mi tatita ya está sano, los dientes blancos no más está riendosé!
Todos diz que se han levantao y se han ido corriendo. Han abierto la puerta y lo han hallao seco, diz que había estao los güesos ya.

Andrónico Gil Rojas, 60 años.

Santiago del Estero, 1951.

Oyó contar este cuento en Los Copos, la zona Norte de la provincia. El narrador es Director de Escuela jubilado. Ha publicado cuentos por él recogidos.

Cuento 801 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El zorro con el sapo y el gallo. La vibora ingrata .585

El gallo y el sapo eran compañeros. Y salen en viaje. Lo invita el gallo, y se van. Se van a Bolivia, porque querían conocer. Bueno. Y entonce, dice que la hallan a la víbora apretada en un palo y les pide de favor que lo saquen. Dice:
-Voy a ser su amigo, su compañero. No les va pasar nada a ustedes, porque yo no los voy a matar, no les voy hacer nada.
Como que la víbora pica y mata a la gente, les dice eso.
Bueno... Entonces el sapo había empezado a entrar por abajo de tierra, a empujar, empujar. Y lo saca. Y se hincha, porque el sapo se hincha, solivia el palo y sale la víbora. Y bueno, y se van juntos. Ya eran tres.
Se van caminando, caminando, caminando... Y por ahí, la víbora diz que lo empezó a perseguir al sapo. Porque al sapo lo come la víbora, lo traga. Y bueno, que a ella le alegaba. Le alegaba diciendo que ella se ha comprometido a acompañarlos y llegar en el destino donde iban. Y que debe ser buena compañera porque lo han sacado del presidio de ahí de donde estaba. Bueno y ahí van discutiendo y lu encuentran a don Juan, que era el zorro.
-¿Y qué hay?
-Venga, señor -es que le dice el gallo. Usté nos va a ser de juez, aquí. Usté vea, a ésta lo hemos sacau nosotros porque los caminantes lo habían apretau con un palo, y nos ha pedíu de favor que lo saquemos y que va a seguir con nosotros, que nos va acompañar bien, que vamos andar bien en el camino y ahora viene persiguiendoló por comerlo a mi amigo, al sapo.
-¡Ah! -es que dice el zorro. Cómo no. Yo les puedo servir de juez. ¡Cómo no!
Bué...
-Bueno, ¿y adónde era?
Vuelven pa atrás otra vez, para saber él adonde, de donde lo sacaron.
Van allá, en la esquina donde lo hallaron, ¿no? Y le dice al sapo, el zorro:
-Y usté, ¿cómo lo sacó?
-Yo lo saqué metiendomé por abajo. Me hinché y lo saqué.
-A ver, ma, entre -que le dice. Entre usté también -que le dice a la víbora.
Que dentre, también. Entró ella también.
-A ver, ma, salga usté -diz que le dice al sapo, y pongalé el palo.
Salió el sapo y quedó la víbora apretada. Así que les hizo un buen juez. Áhi quedó otra vez, la víbora como estaba, jodida.
-Bueno. ¿Han visto? Vayansé no más. Y no se amiguen con nadie. Vayan solos. Lleguen si pueden en Bolivia.

Rita Vera de Barrionuevo, 92 años. Santiago del Estero, 1970.

Cuento 585. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048