Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 3 de septiembre de 2012

El conejito ingenioso

Periquín tenía su linda casita junto al camino. Periquín era un conejito de blanco peluche, a quien le gustaba salir a tomar el sol junto al pozo que había muy cerca de su casita. Solía sentarse sobre el brocal del pozo y allí estiraba las orejitas, lleno de satisfacción. Qué bien se vivía en aquel rinconcito, donde nadie venía a perturbar la paz que disfrutaba Periquín!
Pero un día apareció el Lobo ladrón, que venía derecho al pozo. Nuestro conejito se puso a temblar. Luego, se le ocurrió echar a correr y encerrarse en la casita antes de que llegara el enemigo: pero no tenía tiempo! Era necesario inventar algún ardid para engañar al ladrón, pues, de lo contrario, lo pasaría mal. Periquín sabía que el Lobo, si no encontraba dinero que quitar a sus víctimas, castigaba a éstas dándoles una gran paliza.
Ya para entonces llegaba a su lado el Lobo ladrón y le apuntaba con su espantable trabuco, ordenándole: 
-Ponga las manos arriba señor conejo, y suelte ahora mismo la bolsa, si no quiere que le sople en las costillas con un bastón de nudos. -Ay, qué disgusto tengo, querido Lobo! -se lamentó Periquín, haciendo como que no había oído las amenazas del ladrón.
-Ay, mi jarrón de plata...!
-De plata...? Qué dices? -inquirió el Lobo.
Sí amigo Lobo, de plata. Un jarrón de plata maciza, que lo menos que vale es un dineral. Me lo dejó en herencia mi abuela, y ya ves! Con mi jarrón era rico; pero ahora soy más pobre que las ratas. Se me ha caído al pozo y no puedo recuperarlo! Ay, infeliz de mí! -suspiraba el conejillo. 
-Estás seguro de que es de plata? De plata maciza? -preguntó, lleno de codicia, el ladrón.
-Como que pesaba veinte kilos! -afirmó Periquín. Veinte kilos de plata que están en el fondo del pozo y del que ya no lo podré sacar. 
-Pues mi querido amigo -exclamó alegremente el Lobo, que había tomado ya una decisión, ese hermoso jarrón de plata va a ser para mí.
El Lobo, además de ser ladrón, era muy tonto y empezó a despojarse sus vestidos para estar más libre de movimientos. La ropa, los zapatos, el terrible trabuco, todo quedó depositado sobre el brocal del pozo.
-Voy a buscar el jarrón -le dijo al conejito. Y metiéndose muy decidido en el cubo que, atado con una cuerda, servía para sacar agua del pozo, se dejó caer por el agujero.
Poco después llegaba hasta el agua, y una voz subió hasta Periquín:
-Conejito, ya he llegado! Vamos a ver dónde está ese tesoro. Te acuerdas hacia qué lado se ha caído?
-Mira por la derecha -respondió Periquín, conteniendo la risa.
-Ya estoy mirando pero no veo nada por aquí...
-Mira entonces por la izquierda -dijo el conejo, asomando por la boca del pozo y riendo a más y mejor.
Miro y remiro, pero no le encuentro... De que te ríes? -preguntó amoscado el Lobo.
-Me río de ti, ladrón tonto, y de lo difícil que te va a ser salir de ahí. Éste será el castigo de tu codicia y maldad, ya que has de saber que no hay ningún jarrón de plata, ni siquiera de hojalata. Querías robarme; pero el robado vas a ser tú, porque me llevo tu ropa y el trabuco con el que atemorizabas a todos. Viniste por lana, pero has resultado trasquilado. Y, de esta suerte, el conejito ingenioso dejó castigado al Lobo ladrón, por su codicia y maldad.

999. Anonimo

El conejito burlon

Vivía en el bosque verde un conejito dulce, tierno y esponjoso. Siempre que veía algún animal del bosque, se burlaba de él. Un día estabada sentado a la sombra de un árbol, cuando se le acercó una ardilla.
-Hola señor conejo. Y el conejo mirando hacia él le sacó la lengua y salió corriendo. Que maleducado, pensó la ardilla. De camino a su madriguera, se encontró con una cervatillo, que también quiso saludarle:
-Buenos días señor conejo; y de nuevo el conejo sacó su lengua al cervatillo y se fue corriendo. Así una y otra vez a todos los animales del bosque que se iba encontrando en su camino. Un dia todos los animales decidieron darle un buena lección, y se pusieron de acuerdo para que cuando alguno de ellos viera al conejo, no le saludara.
Harían como sino le vieran. Y así ocurrió. En los días siguientes todo el mundo ignoró al conejo. Nadie hablaba con él ni le saludaba. Un dia organizando una fiesta todos los animales del bosque, el conejo pudo escuchar el lugar donde se iba a celebrar y pensó en ir, aunque no le hubiesen invitado. Aquella tarde cuando todos los animales se divertían, apareció el conejo en medio de la fiesta. Todo hicieron como sino le veían. El conejo abrumado ante la falta de atención de sus compañeros decidió marcharse con las orejas bajas. Los animales, dandóles pena del pobre conejo, decidieron irle a buscar a su madriguera e invitarle a la fiesta. No sin antes hacerle prometer que nunca más haría burla a ninguno de los animales del bosque. El conejo muy contento, prometió no burlarse nunca más de sus amigos del bosque, y todos se divirtieron mucho en la fiesta y vivieron muy felices para siempre.

(Consejo: Procura no burlarte nunca de la gente.)

999. Anonimo

Los tres perezosos

Érase una vez un padre que tenía tres hijos muy perezosos. Se puso enfermo y mandó llamar al notario para hacer testamento:
-Señor notario -le dijo- lo único que tengo es un burro y quisiera que fuera para el más perezoso de mis hijos.
Al poco tiempo el hombre murió y el notario viendo que pasaban los días sin que ninguno de los hijos le preguntara por el testamento, los mandó llamar para decirles:
-Sabéis que vuestro padre hizo testamento poco antes de morir.
¿Es que no tenéis ninguna curiosidad por saber lo que os ha dejado? 
El notario leyó el testamento y a continuación les explicó:
-Ahora tengo que saber cual de los tres es el más perezoso.
Y dirigiéndose al hermano mayor le dijo:
-Empieza tú a darme pruebas de tu pereza.
-Yo, -contestó el mayor- no tengo ganas de contar nada. 
-¡Habla y rápido! si no quieres que te meta en la cárcel.
-Una vez -explicó el mayor- se me metió una brasa ardiendo dentro del zapato y aunque me estaba quemando me dio mucha pereza moverme, menos mal que unos amigos se dieron cuenta y la apagaron. 
-Sí que eres perezoso -dijo el notario- yo habría dejado que te quemaras para saber cuánto tiempo aguantabas la brasa dentro del zapato.
A continuación se volvió al segundo hermano:
-Es tu turno cuéntanos algo.
-¿A mí también me meterá en la cárcel si no hablo?
-Puedes estar seguro. 
-Una vez me caí al mar y, aunque sé nadar, me entró tal pereza que no tenía ganas de mover los brazos ni las piernas. Menos mal que un barco de pescadores me recogió cuando ya estaba a punto de ahogarme.
-Otro perezoso -dijo el notario- yo te habría dejado en el agua hasta que hubieras hecho algún esfuerzo para salvarte.
Por último se dirigió al más pequeño de los tres hermanos:
-Te toca hablar, a ver qué pruebas nos das de tu pereza.
-Señor notario, a mí lléveme a la cárcel y quédese con el burro porque yo no tengo ninguna gana de hablar.
Y exclamó el notario:
-Para tí es el burro porque no hay duda que tú eres el más perezoso de los tres.

999. Anonimo

Los zapatos del diablo

Un día el diablo, con voz ronca y fea, le dijo a un diablito que estaba a su lado: "Tengo ganas de pasear. Estoy cansado de vivir en este hueco del infiermo, y me voy a conocer mundo, a viajar en aviones y en trenes, a montar en buque y en burritos orejones. Quiero recorrer la tierra toda, y sembrar el mal por donde vaya pasando". El diablito a quien dijo el diablo todas estas cosas, no respondió nada, pero movió la cola, como para decir que no le importaba que el diablo grande se fuera. Pasados algunos días de mucho calor, pues eran días pasados en los mismos infiernos, el diablo comenzó a viajar, con su cara de diablo, y con una maleta llena de espejitos y chucherías para engañar a los niños y a los hombres. Pero antes de partir, el demonio dejó todas sus cosas muy bien arregladas en el infierno. Dejó hasta la dirección de los hoteles y los países que iba a visitar.
El diablo llegó a la tierra no se sabe cómo. Dicen algunos que llegó montado en un paila voladora, en una paila con alas y sonido de avión. Pero parece que lo cierto fue que llegó en sus paticas, por un túnel muy largo y muy negro, que él mismo abrió con los cuernos debajo de la tierra. En todo caso, la verdad fue que llegó, y comenzó a andar por caminos y caminos; hasta que tocó en un país muy hermoso, donde los días eran como catedrales de oro, y las noches como mujeres negras con estrellas en la cabeza. El cielo de aquel país era azul, azul, y la tierra era verde, verde.
El diablo, al verse en una tierra tan linda, en una tierra igual al paraíso, pensó que lo mejor era quedarse un tiempo allí y dedicarse a la maldad. Lo primero que hizo fue matar una mariposa que pasó a su lado. Después, con un carbón encendido que tenía guardado en el bolsillo, quemó a un niño que estaba recogiendo flores en el campo, y más tarde, a la entrada de un pueblo, le robó el sombrero a un ciego que estaba sentado al borde del camino. Finalmente, el diablo entró al pueblo, sin dejarse ver de la gente que a esa hora estaba rezando o cantando, y se escondió en la alcaldía, debajo de unas escopetas que estaban recostadas a la pared. Allí pasó la noche haciendo planes para el día siguiente, y comiendo sapos, ratones, cueros de tigre, y pedazos de cementerio. Nadie se enteró aquella noche de que el diablo estaba en el pueblo, y todos los habitantes durmieron tranquilamente. Algunos hasta soñaron con ovejitas blancas y velas encendidas a los pies del Niño Jesús, porque era diciembre y por todo el cielo se veían pasar ángeles con resplandores en las alas.
Pero volvamos a los pasos del diablo. El enemigo malo, como dicen algunas viejitas arrugadas y cariñosas, después de pasar la noche en la alcaldía, se levantó muy temprano y se dirigió a la zapatería del pueblo: Como era muy temprano y el zapatero no había llegado aún, el diablo tuvo que esperar un buen rato, y resignarse a que las personas que pasaban para misa lo miraran extrañamente. Al fin llegó el zapatero, recién bañado, y con un bigote muy grande y muy gracioso sobre la boca. El diablo saludó al recién llegado con mucha simpatía, y le dijo que necesitaba unos zapatos nuevos. El zapatero, que era un hombre bueno, y que estaba enseñado a tratar con gente honrada, le respondió al diablo que lo iba a atender con gusto, y lo invitó a entrar a la zapatería. El demonio se sentó en un taburete de cuero y empezó a medirse zapatos de todos los tamaños, y al fin se quedó con unos grandotes, que parecían fabricados con cuero de elefante. Después pagó la cuenta, con billetes manchados de sangre, y salió con los zapatos puestos. El zapatero se quedó en la puerta de la zapatería, acariciándose el bigote con una mano, y con la otra rascándose la nuca.
El diablo empezó entonces a recorrer todo el país donde el cielo era azul, azul, y la tierra era verde, verde. Donde pisaba con los zapatos nuevos, el demonio dejaba una quemadura roja que secaba la hierba y hacía llorar a los arbolitos recién nacidos. Era tanta la maldad de este forastero, y eran tan bandidos y tan despiadados sus zapatos, que toda la tierra de aquel país maravilloso empezó a sufrir. Por todas partes se veían las pisadas del diablo, y se veían pasar muchachitos con lágrimas en los ojos, y con sombreritos de paja, tristemente puestos sobre la cabeza.
El cielo azul, azul, poco a poco se fue volviendo negro, y la tierra verde, verde, poco a poco también, se fue poniendo del color de la ceniza. Cuentan las personas que les tocó vivir en aquella época, que los platos amanecían quebrados en las cocinas de las casitas campesinas, y que las golondrinas no volvieron a volar por la tarde sobre las torres de las iglesias. Las mismas personas dicen que las muñecas con que juegan las niñas no volvieron a decir papá ni mamá, y los gallinazos parados en los tejados de las casas, se aburrían como señores serios. Ciertamente el diablo estaba haciendo de las suyas en aquel país. Por la noche se oían las pisadas infernales en los corredores de las fincas, en las calles empedradas de las aldeas, y en el piso de las pesebreras, donde los caballos comen hierba, y hacen espuma con la boca.
Pero la noticia de que el diablo estaba en aquel país de ríos largos y de madres dulces, se extendió rápidamente por ranchos, pueblos, palacios y ciudades. Nadie se quedó sin saber que era el mismo diablo el que estaba pisando los caminos, las flores, las hormigas, las cabecitas de los grillos, y los ojitos de las lagartijas. Nadie se quedó sin saber, tampoco, que el demonio estaba calzado con unos zapatos grandotes y crueles, y que estos zapatos echaban chispas y olían a pólvora y a muerto. Entonces los hombres, las mujeres, los niños, y hasta los viejos que tienen que apoyarse en un bastón para poder caminar, se juntaron para perseguir al diablo y acabar con él. Los hombres abrieron huecos en los caminos para que el patas se cayera en ellos. Las mujeres se pusieron a rezar y a quemar ramo bendito en todos los rincones de las casas. Los niños, con gorros de papel, se montaron en sus caballitos de madera, y se fueron a cuidar los nidos de los azulejos. Y los ancianos clavaron los bastones en las montañas, como espadas, para indicar que ellos también estaban en la guerra contra el demonio.
Cuando el diablo se dio cuenta de que toda la gente de aquel país, con palos y con piedras y con gritos, lo estaban persiguiendo, se amarró bien los zapatos, y empezó a caminar más rápidamente, y a mirar para atrás, como los ladrones que temen ser alcanzados por los policías. Desde entonces la vida del diablo fue muy dura. No pudo volver a dormir ni a descansar. Día y noche andaba y andaba, día y noche sufría caídas y tropezones, día y noche mordía polvo y piedras puntiagudas. Sin embargo, el diablo no dejaba de hacer el mal, y por donde pasaba, como era su costumbre, pisaba los maizales, y los dejaba envueltos en llamas, en humo y en azufre.
Pero de tanto caminar, de tanto huir a través de desiertos y bosques, los zapatos del diablo se fueron gastando. Llegó un momento en que perdieron el brillo y el poder para matar las hojitas de la hierba. Ya no sonaban como el día en que se los puso por primera vez, como el día en que se los compró al zapatero, y empezó a dar pasos orgullosos y destructores. Todas las noches, con la luz de la luna y de las estrellas, el diablo miraba sus zapatos, y comprendía que muy pronto se iba a quedar descalzo. Mientras tanto, la gente de aquel país lo seguía persiguiendo, y en los periódicos salían noticias alarmantes para todos, pues se decía en aquellas noticias que iba a ser imposible alcanzar al diablo, porque este disponía de muchos recursos para burlar a sus perseguidores, y además sus zapatos, más que caminar, volaban sobre el polvo de los caminos.
Pero la verdad era que los zapatos del diablo se seguían gastando. Con los tropezones las costuras se reventaron, finalmente, y las suelas se doblaron como lenguas de vacas tristes. El diablo, casi descalzo, seguía corriendo, y dejando en el suelo pedazos de sus zapatos rotos. Hasta que empezaron las espinas a herir los pies del fugitivo. El pobre diablo ya no sabía qué camino tomar. Constante-mente se detenía para descansar un poco, pero haciendo un esfuerzo terrible, y acosado por los perseguidores, que prácticamente lo tenían sitiado, lograba reanudar la marcha. Al fin, el diablo perdió todas sus fuerzas, y cayó al suelo pesadamente, y con la cara llena de sudor y de lágrimas.
Los habitantes de aquel país maravilloso encontraron al diablo casi muerto, y con los pies desnudos, pues definitivamente había perdido los zapatos. Pero nadie se atrevió a rematar al infeliz con pedradas y golpes de culata. Un viejo muy hermoso, que parecía ser el jefe de todos, dijo simplemente: "al diablo se lo llevó el diablo". Después, el mismo viejo, pidió a sus amigos que regresaran a las casas a hacer una vida pacífica y feliz.

999. Anonimo

Los sentimientos humanos

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando El ABURRI-MIENTO había bostezado por tercera vez, LA LOCURA, como siempre tan loca, les propuso:
-¿Vamos a jugar a los escondidos?
-LA INTRIGA levantó la ceja intrigada y LA CURIOSIDAD, sin poder contenerse preguntó
-¿A los escondidos? ¿Y como es eso?
-Es un juego
-Explicó La LOCURA, en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.
El ENTUSIASMO bailó secundado por La EUFORIA, La ALEGRÍA dio tantos saltos que terminó por convencer a La DUDA, e incluso a LA APATÍA, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, La VERDAD prefirió no esconderse. ¿Para qué?, Si al final siempre la hallaban, y La SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y La COBARDÍA prefirió no arriesgarse...
-Uno, dos, tres... comenzó a contar La LOCURA.
La primera en esconderse fue La PEREZA, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La FE subió al cielo y La ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos, que sí ¿un lago cristalino? Ideal para La BELLEZA. Que sí la ¿hendija de un árbol? Perfecto para La TIMIDEZ. Que sí el ¿vuelo de la mariposa? Lo mejor para La VOLUPTOSIDAD. Que sí ¿una ráfaga de viento? Magnifico para La LIBERTAD. Así terminó por ocultarse en un rayito de sol.
El EGOISMO, en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... pero sólo para él.
La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y La PASIÓN y El DESEO en el centro de los volcanes.
El OLVIDO... se me olvidó donde se escondió... pero eso no es lo importante. Cuando La LOCURA contaba 999.999, EL AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado... hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores.
-Un millón -contó La LOCURA y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue La PEREZA sólo a tres pasos de una piedra.
Después se escuchó La FE discutiendo con Dios en el cielo sobre Teología y La PASION y El DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a La ENVIDIA y claro, así pudo deducir donde estaba El TRIUNFO.
El EGOISMO no tuvo ni que buscarlo. Él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a La BELLEZA y con La DUDA resulto más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de que lado esconderse.
Así fue encontrando a todos, EL TALENTO entre la hierba fresca, a La ANGUSTIA en una oscura cueva, a La MENTIRA detrás del arco iris... (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta El OLVIDO... que ya se le había olvidado que estaba jugando a los escondidos, pero sólo El AMOR no aparecía por ningún sitio.
La LOCURA buscó detrás de cada árbol bajo, cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencido divisó un rosal y las rosas... Y tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escucho. Las espinas habían herido en los ojos al AMOR; La LOCURA no sabía que hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo. Desde entonces; desde que por primera vez se jugó a los escondidos en la tierra:
EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.

999. Anonimo

Los pingüinos que tenian frio

Erase una vez dos pingüinos que vivían en el Polo Norte. Siempre estaban metidos en casa pues tenían mucho frío. Sus amigos no se lo podían creer. Un buen día salieron a dar un paseo y vieron un barco muy grande. Atraídos por la curiosidad se lanzaron al agua y se acercaron a el. El barco era un pesquero y se acercaron tanto a el barco, que cayeron atrapados en sus redes. Sin darse cuenta les metieron a la bodega del barco. Una vez que llegaron al puerto, y mientras descargaban el pescado, se dieron cuenta de su captura. Cogieron a los dos pingüinos y los llevaron al zoo de la ciudad. Allí les bañaron y les dieron comida. También una casita muy bonita. Por fin no iban a tener nunca más frío. Fueron muy felices, y colorín colorado este cuento se ha acabado.

(Consejo:
No dejes de soñar, los deseos algunas veces se cumplen.)

999. Anonimo

Los pajaros en la cabeza

"Porque no importa el principio, porque el camino es largo y porque el final es lo mas importante. Este cuento es para ti."
En el principio del mundo, cuando poco se conocía existió un hombre distinto a todos; Este hombre tenia pájaros en la cabeza, también tenia cucarachas en la cabeza, tenia cualquier clase de animales, siempre le habían dicho que él era un perro, que era un animal, y era verdad, aunque nadie se diera cuenta él tenia muchos animales dentro de si.
Soñaba con ser feliz, no importaba como, el no sabia que animales tenia ni para que los tenia, es mas, ni siquiera sabia que los tenia, pero ellos estaban ahí y ejercían una atracción grandisima sobre todo el mundo, desde muy pequeño había andado con gente mayor que el, por lo cual fue desarrollando una gran aptitud para escuchar problemas y solucionarlos, pero este desarrollo este conocimiento no lo tenia el, lo tenia un búho que vivía arriba de su cabeza tan alto que todos los demás lo veían y se percataban de lo sabio que era este hombre, pero también tan alto, que el no alcanzaba a preguntarle nada, tenia también otros muchos animales que vivían en su cabeza, tenia un águila que era su orgullo, pues siempre se había considerado libre y esta era su máxima felicidad, ser libre, tenia una jauría de perros infalible en cualquier hombre, pero este hombre nunca los soltaba por el placer de conseguir algo vano, o de conseguir algo que fuera cualquier cosa. No, este hombre los soltaba cuando creía que alguien o algo valía la pena, los soltaba con la esperanza de que estos le trajeran su presa, no siempre lo lograban, pero cuando lo lograban el se ponía feliz.
Tal era la vida de este hombre, con su pequeño zoológico, donde cada animal cumplía una función primordial y eran brillantes, el se sentía bien cuando la gente dependía de sus animales, cuando alguien le hacia preguntas a su búho sabio, cuando alguien se divertía con el pájaro de la felicidad que el tenia ahí, cuando alguien recurría a su ave del cariño, cuando alguien simplemente se hacia al lado del para contemplar la grandeza de estos animales, pero el. El se sentía solo y se sentía solo porque el siempre soltaba sus animales, los dejaba libres, su águila iba hacia otros lugares y les traía historias para contar, cuentos del norte, cuentos del sur, ilusiones, alegrías y tristezas, pero mientras el águila estaba con-siguiendo esto. El no tenia a nadie, su búho estaba siempre arriba, solucionando los problemas de sus amigos y el no tenia tiempo para sí mismo, su búho era muy ocupado como para pedirle consejos, su pájaro de la felicidad estaba muy ocupado divirtiendo a todos, el ave del cariño solo existía para los demás. pero.. Y él? Que pasaría con él. Poco a poco se fue poniendo cada vez más tristes, si bien era cierto que de vez en cuando sus perros le conseguían alguna presa, esto enorgullecía mas a los amigos que incluso a el mismo, estaban tan poco tiempo sus animales ahí, que el ya no se fijaba, los nidos andaban vacíos, el ni siquiera podría indicar con exactitud donde viva cada uno de estos animales, de vez en cuando, un ave se acercaba a el, era el ave de otra persona, iba y le contaba cosas el sabia que podía confiar en ella, pero el ave se volvía a ir y el quedaba solo de nuevo.
Cierto dia, una de sus tantas aves exploradoras volvió, traía una rama especial, olía delicioso, se veía hermosa, y él quiso saber de donde había venido esa rama, así que empezó a recordar con quienes había hablado ese ida, con quienes había compartido y empezó a indagar y a investigar cada vez mas, hasta que se dio cuenta quien era, cuando se la encontró de nuevo no supo que hacer, así que abrió sus puertas, sus pájaros, volaron hacia ella y el espero que los de ella volaran hacia el, ella hizo lo que hacían todos, se fue a consultar a su búho, a ese búho que siempre estaba ahí para todo el mundo, ella se fue encariñando con esa sabiduría, después llego a ella el ave del cariño, A el fueron llegando también otras aves, eran las aves de ella, le traían su olor su cariño, su aroma, la felicidad que ella irradiaba, también llego un búho con quien pudo hablar, pues era bien sabido que el de él nunca le hablaba y así. Así fueron entablando una linda amistad, el siguió feliz, hablaba con ella, y ella con el, se pedían consejos y se ayudaban, el vuelo entre las cabezas era constante, cada ave traía algo y llevaba otra cosa, compartían todo, su búho se volvía mas inteligente con el de ella, el de ella con el de el.
Cierto día él quiso acercarse a ella, quería verla muy de cerca, ella también, se acercaron el uno al otro, se miraron fijamente, sentía como sus aves volaban, trataban de salir todas al tiempo, y en ese momento él le dio un beso, ella se lo respondió y se besaron, se besaron apasionadamente, una, dos, tres veces, cada vez con mas amor y mas pasión, en ese momento, todas las aves, al unísono salieron volando, las del y las de ella volaron, formaron una nube multicolor donde cada ave amo a la otra, donde los pájaros se mezclaron con fuerza y pasión.
Desde ese día, el y ella andan juntos, cogidos de la mano, con la mirada brillante y vacía como si no estuvieran, la gente dice que están enamorados, el cada vez parece más idiota y ella ni se diga, son felices los dos juntos y mientras la gente los mira y observa esa sonrisa permanente en sus labios, esos suspiros, esas miradas ausentes, arriba. Una nube de aves se eleva al cielo, juegan, comparten historias, dolores y anécdotas y ellos son felices, porque por fin descubrieron. El amor.

 999. Anonimo

Los niños del cuadro

Un pintor había pintado una vez dos niños muy traviesos, que solamente para esa ocasión se habían quedado quietitos, el brillo de sus ojos delataba la vivacidad de sus travesuras. Una noche de luna llena, que toda la casa estaba iluminada por la señora redonda, los niños decidieron bajar de su cuadro y hacer de las suyas.
Claro que como eran de un cuadro, sus juegos no hacían ningún ruido para los demás. Recorrieron toda la casa, pasaron por la cocina y encontraron de todas las cosas que les gustaban: galletitas, dulces, caramelos, y en la heladera... ¡encontraron un PASTEL! Pero como ya sabían leer, leyeron: "¡Felíz cumpleaños Florencia!"
Pensaron que mejor ése lo dejaban intacto, pero todas las otras cositas ricas que encontraron por el camino las picotearon por aquí y por allá. Con la pancita llena se fueron al dormitorio de las dos niñas de la casa, se pusieron acuriosear todos los juguetes que tenían.
Hicieron un castillo con los ladrillos de construcción, con puentes, tuneles, caminitos, jardines con flores y en uno de los patios del castillo escribieron dentro de un corazón "Florencia"... Pusieron muñequitos haciendo de principes y princesas, pusieron algo mas lejos a los papás reyes en una fiesta real. Hicieron de este castillo un verdadero festín.
En una de esas la niña mayor se estira y bosteza: "Huaaaaaaaah", removiendose en la cama. Los dos hermanitos se quedan quietitos como en misa, si alguien los ve, no pueden mas volver al cuadro. Al no ver mas peligro, se sienten muy contentos y el niño mayor empieza a poner a los peluches en una fila india: al oso polar grandote "Pacheco", al perro dálmata "Pointy", al raton con gorra "Arturo", al zorro "Vosje", al chanchito rosa, al perro "Fofy", al otro perro "Tiky", y un montón de otros animalitos. Tan contentos estaban que de repente todos los animalitos empezaron a moverse solitos y bailaron con los dos hermanitos.
Florencia se levantó para ir a hacer pipi, y todos los animalitos se quedaron tirados por el suelo como si no hubiera pasado nada. Por suerte iba casi del todo dormida, así que ni los vio. Cuando se acostó y notaron que seguía durmiendo dulcemente, siguieron bailando todos juntos, uno de los niños bailó con "Pacheco" y el otro con "Vosje". Tan divertidos estaban que ni se habían dado cuenta del tiempo, hasta que por las percianas empezó a entrar un poquito de luz de día... ¡Corrieron los dos hasta el cuadro! Saltaron y se sumergieron en el, justo a tiempo cuando el sol empezó alevantarse por el mar. Se guiñaron los ojos y se quedaron en su posición pictórica.
Al despertar las dos niñas se sorprendieron del desorden de su cuarto, pero al ver el corazón en el medio del castillo, Florencia sonrió y le dijo a su mamá:
-Mami, mira que castillo mas lindo.

999. Anonimo

Los lirones y la encina

Un grupo de lirones trepaba diariamente a una encina cargada de bellotas. El lirón más perezoso propuso un día:
-¿Por qué no derribamos la encina? Entonces tendremos los frutos al alcance de la mano...
El lirón más viejo repuso con sabiduría:
-Si derribamos el árbol, ¿qué comeremos dentro de un año?

999. Anonimo

Los lapices de anne


En el escritorio de Anne, una joven artista que ilustraba dibujos para una revista infantil, todas las noches quedaban inmóviles todos sus enseres. La pobre trabajaba a todas horas para EMILY'S BOOK, una revista para niños que le estaba exprimiendo las neuronas. Sí, porque la directora de la misma, Catherine Miller, cada día le exigía más ilustraciones y cada vez, más calidad.
-¿En qué estabas pensando cuando dibujaste a esta niña? ¿En tu perro? ¡Mira qué cara le has hecho!.
-Lo siento Srta. Miller, últimamente estoy muy cansada. Trabajo a deshoras y no me concentro bien. Esta semana he hecho más de veinte ilustraciones y estoy saturada. Creo que debería descansar unos días...
-¿Descansar? ¡Yo no te pago para eso! Además, te aumenté el sueldo para que dibujases más páginas. ¿Qué más quieres?
-Tiene razón ¿Qué más quiero? Trabajo más de veinte horas diarias, tengo un buen sueldo... ¿Qué más quiero?
Pero Anne cada día estaba más agotada. Se le acababan las ideas, y la directora le exigía cada vez más.
Una mañana, Anne no fue a trabajar. Había pasado toda la noche trabajando y por la mañana se encontró muy mal. La señorita Miller le advirtió que si no le preparaba siete ilustraciones para aquella semana, tendría que contratar a otra persona. -Dios mío, esta mujer me quiere matar-. Pensó Anne, y aunque muy débil, se plantó en su mesa de dibujo y comenzó a dibujar. Una página, dos páginas, tres páginas... y ya no pudo hacer más. Se quedó dormida sobre su mesa. De pronto, sus lápices y su goma salieron con mucho cuidado del estuche. Se miraron unos a otros y dijeron:
-Esa bruja de Miller está consiguiendo que Anne enferme. ¡Tenemos que hacer algo, compañeros!
-Dijo el lápiz negro. Yo ya conozco sus trazos. Puedo intentarlo.
-Sí, pero es peligroso.
-Dijo el difumino. Yo también los conozco, pero sus ideas son sus ideas y nosotros no tenemos cerebro, ¿habías reparado en eso?.
Todos los lapiceros asintieron tristemente con la cabeza, pero el lapicero negro no se dio por vencido.
-Tienes razón, difumino, pero hemos dibujado tanto con ella, que no nos será difícil plasmar lo que ella piensa. Su estilo, es nuestro estilo. Yo dibujo, tú sombreas, y ellos que pinten. La pluma que repase lo que yo he hecho y tú, goma, retocas las luces. Es fácil.
Pero la goma, que era muy pesimista, le dijo:
-Sí, claro, ¿y si borro algo que no tengo que borrar?.
Todos volvieron a mirarse.
-Lo tenemos que intentar. Miradla, póbrecilla, está tan agotada como nosotros, pero hemos de hacerlo por ella -dijo el lapicero negro.
-Lápiz tiene razón, pero ¿qué haremos si despierta? No puede vernos. -dijo el carboncillo.
-Mientras nosotros dibujamos, Compás puede hacer guardia, y en cuanto nos dé una señal, pararemos de dibujar.
Y dicho esto, todos los lápices comenzaron a dibujar y a pintar, y la goma intentó hacer las luces sin salirse de la ralla. Cuando Anne se despertó, Compás silbó a sus compañeros y volvieron a quedar inmóviles sobre la mesa.
-¿Qué desbarajuste es éste? Todos mis lápices están desperdiga-dos por la mesa... Bueno, mañana los pondré en su sitio. Yo ahora me voy a la cama. ¡Y que Dios me ayude!
Anne dejó sus lápices sobre la mesa y se fue a dormir. Y durmió, y durmió, hasta que el propio cansancio de su cuerpo la hizo despertar. Y se llevó una gran sorpresa.
-¡Dios mío! He estado durmiendo tres días seguidos! ¡La señorita Miller me despedirá!. Pero la sorpresa que se llevó al acercarse a la mesa fue aún más grande.
-¿Quién ha hecho todos estos dibujos? Yo he estado durmiendo, no creo que yo... ¿puedo dibujar mientras duermo? ¡Ay, Dios, me los llevo ahora mismo a EMILY'S BOOK!-.
Y cuando la señorita Miller vio los veinte dibujos que Anne le había llevado, bien maquetados y tan escrupulosamente pintados y retocados, agradeció a Anne su esfuerzo y le pidió perdón por haber sido tan exigente con ella.
-Pensé que iba a perder a mi mejor dibujante. Me has demostrado que puedo contar contigo, aún estando enferma. Así que como recompensa te voy a asignar un ayudante que te ayude durante el día. De esa manera no necesitarás trabajar por las noches -.
Y Anne, aunque alucinadísima con aquellos dibujos, se marchó a su despacho y comenzó a trabajar. La idea de tener un ayudante le llenaba de ilusión, pero sus verdaderos ayudantes permanecían inmóviles en su mesa de dibujo.

Fuente: Marina

999. Anonimo

Los gatitos enamorados


Erase una vez,  un gatito que se llamaba Mizifus y una gatita que se llamaba Yrauha.  Tenían los dos amos que se odiaban hasta casi matarse y no les dejaban amarse, y entonces pues se veían de noche.
Un día escribieron en un árbol con las uñas:
Yrahua y Mizifus
Un amo lo vio mientras paseaba por el jardín y muy enfadado dijo:
-Yrahua x Mizifus?
-No no no!
No debe ser mi Mizifus y esa Yrahua.
Se lo dijo al vecino y al instante se fijo que la gatita estaba embarazada y los dos vecinos cada noche lo cerraban todo y los gatitos lloraban.
Al cabo de un tiempo dejaron de cerrarlo todo,  la gatita tuvo: 5 Preciosos gatitos. 
Los amos se reconciliaron y dejaron que los gatitos se amaran para siempre.

999. Anonimo

Los cuatro tesoros magicos


Cuatro santos derviches de la jerarquía segunda, se reunieron y decidieron buscar, por toda la superficie de la tierra, objetos con los que pudiesen ayudar a la humanidad. Habían estudiado cuanta cosa estuvo a su alcance y concluyeron que mediante este tipo de cooperación podrían servir de la mejor manera posible.
Decidieron encontrarse nuevamente treinta años después.
El día indicado se reunieron nuevamente. El primero trajo consigo desde el extremo Norte un bastón mágico. Quien lo montase podía alcanzar su destino de inmediato. El segundo había traído del extremo Oeste una, capucha mágica. Quien la pusiera sobre su cabeza podría cambiar de inmediato su apariencia, logrando así hacerse pasar por cualquier otro ser viviente. El tercero, como resultado de sus viajes y búsquedas por el extremo Oriente, trajo un espejo mágico. Con sólo desearlo, se podía contemplar en él cualquier lugar de la Tierra. El cuarto derviche, trabajando en el extremo Sur, había traído un tazón mágico, con el que cualquier enfermedad podía curarse.
Así equipados, los derviches miraron en el Espejo para encontrar la fuente del Agua de la Vida, que les permitiría vivir lo suficiente como para dar uso eficaz a estos instrumentos. Encontraron la Fuente de la Vida; volaron a ella en el Bastón mágico y bebieron del Agua.
Una vez hecho esto, efectuaron una invocación para descubrir quién era el ser más necesitado de sus servicios. Apareció en el Espejo el rostro de un hombre que se encontraba al borde de la muerte. Se hallaba a muchos días de viaje.
Inmediatamente los derviches montaron el Bastón mágico y volaron en un abrir y cerrar de ojos, hasta el hogar del enfermo.
"Somos famosos médicos", le dijeron al hombre que estaba en la puerta, «y nos hemos enterado de que tu amo se halla enfermo. Permítenos entrar y lo ayudaremos."
Cuando el enfermo oyó esto, ordenó que los derviches fuesen traídos hasta su lecho. Sin embargo, tan pronto los vio, su salud empeoró; casi como si hubiese sufrido un ataque. Fueron echados de su presencia. Uno de los sirvientes les explicó que el enfermo era enemigo de los derviches y los odiaba.
Colocándose, uno por uno, la Capucha mágica, cambiaron su apariencia tomando así un aspecto agradable para el enfermo. De esta manera se presentaron nuevamente, pero esta vez como cuatro médicos diferentes. Tan pronto el hombre hubo bebido una medicina del Tazón Mágico, se sintió como nunca en su vida. Estaba contentísimo, y como era un hombre rico, recompensó a los derviches, obsequiándolos con una de sus casas; los derviches se instalaron en ella.
Se quedaron a vivir en esta casa, y todos los días se alejaban en distintas direcciones usando, para beneficio de la humanidad, los objetos mágicos que habían reunido.
Un día, sin embargo, cuando los otros derviches estaban haciendo sus recorridas habituales, llegaron unos soldados y arrestaron al derviche que poseía el Tazón que curaba. El rey de ese país había oído hablar de este gran médico; había mandado por él para que curase a su hija, que sufría una extraña enfermedad.
El derviche fue conducido junto al lecho de la princesa. Le ofreció una de las medicinas que ella solía tomar, pero servida en el Tazón especial. Mas, encontrándose imposibilitado de consultar con el Espejo mágico cuál era la cura, ésta no dio resultado.
La princesa no mejoró, y el rey ordenó que se clavara al derviche en una pared. Este rogó que le dieran tiempo para consultar a sus amigos, pero el rey, que era impaciente, pensó que esto sólo era una estratagema para poder escapar.
Tan pronto como los otros derviches arribaron a su morada, miraron en el Espejo mágico para descubrir dónde había ido su compañero. Viéndolo al borde de la muerte volaron inmediatamente en su ayuda , utilizando el Bastón mágico. Lo salvaron justo a tiempo. Pero no pudieron salvar a la hija del rey, pues el Tazón no pudo ser encontrado.
Mirando en el Espejo mágico, los derviches vieron que había sido arrojado, por orden del rey, a los abismos del océano más profundo de la Tierra.
A pesar de disponer de los otros objetos milagrosos, les tomó mil años recobrar el tazón. A partir de la experiencia con la princesa, estos cuatro derviches trabajaron siempre en secreto, de manera que, mediante una hábil manera de actuar, cuanto hicieran en beneficio de la humanidad pareciese haber sido hecho en forma fácilmente explicable.

999. Anonimo

Los conejitos de colores


Había una mamá coneja que tenía muchos conejitos. Todos eran muy blancos. Y también, como todos los niños eran muy juguetones y un poquito locos. Así que siempre estaban jugando por el campo.
Pero un día todo el paisaje apareció también blanco. ¡Había nevado!. y la mamá coneja, cuando fue a buscar a sus pequeños no los podía encontrar porque como eran blancos, se confundían con la nieve. Entonces fue a buscar pinturas y pintó a sus conejitos de todos colores. ¡Ahora sí podía verlos fácilmente jugando en la nieve blanca! Todo anduvo bien hasta que un día, al mirar al campo, no pudo encontrar nuevamente a sus conejitos queridos. ¡Había llegado la primavera con todo su esplendoroso colorido!
Entonces llamó a sus niños y uno a uno los lavó y los volvió a dejar de su color natural, el blanco.
Ahora los podía observar tranquilamente como corrían por el florido campo. Estaba muy feliz.  Hasta que un día, pasado el tiempo... ¡volvió a nevar!... y este cuento vuelve a comenzar...

Fuente: Francisco

999. Anonimo

Los clavos y el amor


Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma debería clavar un clavo en la cerca de atrás de la casa.
El primer día el niño clavó 37 clavos en la cerca...
Pero poco a poco fue calmándose porque descubrió que era mucho más fácil controlar su carácter que clavar los clavos en la cerca.
Finalmente llegó el día cuando el muchacho no perdió la calma para nada y se lo dijo a su padre y entonces el papá le sugirió que por cada día que controlara su carácter debería sacar un clavo de la cerca.
Los días pasaron y el joven pudo finalmente decirle a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca..., entonces el papá llevó de la mano a su hijo a la cerca de atrás...
Mira hijo, has hecho bien... pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca... Ya la cerca nunca será la misma de antes... Cuando dices o haces cosas con coraje, dejas una cicatriz como éste agujero en la cerca...
Es como meterle un cuchillo a alguien, aunque lo vuelvas a sacar, la herida ya quedó hecha... No importa cuántas veces pidas disculpas, la herida esta ahí...Una herida física es igual de grave que una herida verbal...
Los amigos y amores son verdaderas joyas a quienes hay que valorar... Ellos te sonríen y te animan a mejorar...
Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte...
Demuéstrales cuánto los quieres...

999. Anonimo

Los cinco regalos de la aurora boreal


Mientras te acurrucas, voy a contarte una pequeña historia mi amor: Érase una vez un pequeñito muy hermoso que se llamaba Edgar Andreas, y que esa fría noche de invierno, cansado estaba de tanto jugar, reír, brincar y bailar, estabas adormilado y las estrellas y la luna como siempre, vinieron a darte un beso de buenas noches, pero en esta ocasión trajeron  a una invitada muy especial, a la Aurora Boreal.
Y ella de ver tu carita tan hermosa y tu sonrisa tan preciosa, de alegría se puso a bailar entre el frío y la oscuridad de la noche, pero con el resplandor de la nieve sus difusos colores brillaban aún más y con un suspiro te dijo: " Las estrellas y la luna, me han contado cosas muy lindas sobre ti, y es por eso que decidí traerte cinco regalos, pero has de guardarlos muy bien y no dejarlos escapar: " Del Blanco tendrás la pureza, del Amarillo la alegría, del Azul la tranquilidad, del Rojo el amor, y del Verde la salud ". De repente tus ojitos cansados se abrieron y una sonrisa apareció en tus labios y de ellos y entre sueños tu primer palabra brotó: " ¿¿usshh??", y con una mirada de amor te respondí:  "¡¡Sí mi amor, también es luz!!. Tus ojitos de nuevo cerraste y dormidito descansaste. Pero la mamá del pequeñito al terminar el cuento pensó: "Yo creo que le dejó 6 regalos, porque el último, fue su primer palabra". Y a partir de entonces, cada vez que ve a la Aurora Boreal, la feliz mamá del niño, recuerda esa fría noche de invierno y la primer palabra de su pequeño. Y esa historia le ha de volver a contar.

Fuente: Olga Fladby

999. Anonimo

Los angeles


Erase una vez...
bueno cuando Dios
 creo el mundo
creo a Adán y a Eva
 porque se sentía solo.
Y creó a unos seres
que llamó  "Ángeles"
Luzbel era el más
hermoso de todos,
su nombre significa
Luz bella pero, 
tuvo envidia de Adán,
entonces Dios le castigo
creando un lugar
" El infierno "
y le quito las alas
y le envió allí.

999. Anonimo

Lobo, con piel de hombre


Era una de esas tardes en las que nada había que hacer y la loba paseaba con su cachorro inquieto en busca de alimento. Se resguardaron bajo unos matorrales y esperaron que sigiloso pasara el cazador que olfatearan minutos antes.
El frío cañón del arma se asomó entre la enramada y las botas del hombre castigaban con su peso, las hojas secas que se negaban a gritar. caminó un poco, encendió su cigarro y esperó. El cachorro indignado preguntó a su astuta madre:
-Mamá, la grama verde y generosa tiene un enemigo: las ovejas, que se alimentan de ella para sobrevivir, hasta el día de su muerte. Las ovejas tienen un enemigo, nosotros, los lobos, que nos alimentamos de ellas cuando es posible, hasta el día de nuestra muerte. Nosotros tenemos un enemigo: el hombre, que quema nuestros bosques, nos pone dolorosas trampas y mata a los de nuestra especie por deporte o por ignorancia, hasta el día de su muerte. Pero madre, tiene el hombre un enemigo?
La loba clavó su mirada fría en el hijo amado y respondió:
-Hijo mío, el enemigo del hombre, es el hombre, hasta el día de su muerte.

 999. Anonimo

Las tres semillas


Hace mucho, mucho tiempo. El rey Salomón, disfrazado, solía por las noches salir a pasear por la ciudad de Jerusalén. En una de esas noches fue atacado por tres desconocidos que querían atracarlo y matarlo. Pero un joven que estaba por allí, sin saber que se trataba del rey, corrió a socorrer a aquel hombre que estaba en apuros. Puso en fuga y el rey se dio a conocer. Este dándole un anillo de oro le dijo al joven que al día siguiente fuese al palacio donde sería recompensado.
El joven se vio ya poseedor de grandes riquezas y esa noche no pudo conciliar el sueño pensando en carros de oro.
A la mañana siguiente fue al palacio tal y como se lo había dicho el rey. Este lo recibió y le dijo:
-Por tu valentía te daré uno de los mayores tesoros que poseo. -y a una orden suya trajeron un cofre ricamente ornamentado.
El joven supuso que estaría lleno de piedras preciosas, y por eso al abrirlo quedó sorprendido al ver que sobre una almohadilla de terciopelo había tres semillas. El rey captó la decepción del joven y dijo:
-No son semillas corrientes.
El joven entonces se alegró de pensar que sin duda las semillas tendrían poderes mágicos y arcanos. Preguntó:
-¿Qué propiedades tienen estas semillas?
-Son las semillas de la abundancia -contestó el rey.
-Para conseguir la abundancia has de plantarlas y regarlas. Pero no puedes regarlas con agua corriente. Para que crezcan habrás de regarlas con lágrimas y sudor, y si eso no funciona entonces habrás de regarlas con sangre.
El muchacho quedó totalmente desilusionado. No era eso lo que esperaba por haber salvado a su rey. Sólo acertó a decir un "Gracias" y se fue. El rey se levantó para ir a sus aposentos y al mirar de nuevo al joven vio cómo este tiraba las tres semillas a un rincón.
El ayudante del rey también lo vio y le preguntó al rey Salomón si debía arrestar al joven por tratar con desdén el regalo del rey. El rey Salomón dijo:
-No, ese joven nunca obtendrá la abundancia porque no está dispuesto a sacrificarse.
Entonces el ayudante preguntó:
-¿Si para conseguir la abundancia hay que sacrificarse derramando lágrimas, sudor e incluso sangre? ¿Cómo es posible que personas bien conocidas por no hacer nada de eso tengan una gran abundancia?
A lo que el rey Salomón contestó: -Para que las semillas de la abundancia crezcan siempre hay que regarlas con lágrimas, sudor y sangre. Así lo han hecho esas personas, pero para ello han utilizado las lágrimas, el sudor y la sangre de otros. -y añadió- ahora tráeme mi manto, porque hemos de buscar a alguien para entregarle las semillas de la abundancia.

999. Anonimo

Las tres hijas del rey


Erase un poderoso rey que tenía tres hermosas hijas, de las que estaba orgulloso, pero ninguna podía competir en encanto con la menor, a la que él amaba más que a ninguna. Las tres estaban prometidas con otros tantos príncipes y eran felices.
Un día, sintiendo que las fuerzas le faltaban, el monarca convocó a toda la corte, sus hijas y sus prometidos.
-Os he reunido porque me siento viejo y quisiera abdicar. He pensado dividir mi reino en tres partes, una para cada princesa. Yo viviré una temporada en casa de cada una de mis hijas, conservando a mi lado cien caballeros. Eso sí, no dividiré mi reino en tres partes iguales sino proporcionales al cariño que mis hijas sientan por mí.
Se hizo un gran silencio. El rey preguntó a la mayor:
¿Cuánto me quieres, hija mía?
-Más que a mi propia vida, padre. Ven a vivir conmigo y yo te cuidaré.
-Yo te quiero más que a nadie del mundo -dijo la segunda.
La tercera, tímidamente y sin levantar los ojos del suelo, murmuró:
-Te quiero como un hijo debe querer a un padre y te necesito como los alimentos necesitan la sal.
El rey montó en cólera, porque estaba decepcionado.
-Sólo eso? Pues bien, dividiré mi reino entre tus dos hermanas y tú no recibirás nada.
En aquel mismo instante, el prometido de la menor de las princesas salió en silencio del salón para no volver; sin duda pensó que no le convenía novia tan pobre.
Las dos princesas mayores afearon a la menor su conducta.
-Yo no sé expresarme bien, pero amo a nuestro padre tanto como vosotras -se defendió la pequeña, con lágrimas en los ojos. Y bien contentas podéis estar, pues ambicionabais un hermoso reino y vais a poseerlo.
Las mayores se reían de ella y el rey, apesadumbrado, la arrojó de palacio porque su vista le hacía daño.
La princesa, sorbiéndose las lágrimas, se fue sin llevar más que lo que el monarca le había autorizado: un vestido para diario, otro de fiesta y su traje de boda. Y así empezó a caminar por el mundo. Anda que te andarás, llegó a la orilla de un lago junto al que se balanceaban los juncos. El lago le devolvió su imagen, demasiado suntuosa para ser una mendiga.
Entonces pensó hacerse un traje de juncos y cubrir con él su vestido palaciego. También se hizo una gorra del mismo material que ocultaba sus radiantes cabellos rubios y la belleza de su rostro.
A partir de entonces, todos cuantos la veían la llamaban "Gorra de Junco".
Andando sin parar, acabó en las tierras del príncipe que fue su prometido. Allí supo que el anciano monarca acababa de morir y que su hijo se había convertido en rey. Y supo asimismo que el joven soberano estaba buscando esposa y que daba suntuosas fiestas amenizadas por la música de los mejores trovadores.
La princesa vestida de junco lloró. Pero supo esconder sus lágrimas y su dolor. Como no quería mendigar el sustento, fue a encontrar a la cocinera del rey y le dijo:
-He sabido que tienes mucho trabajo con tanta fiesta y tanto invitado. ¿No podrías tomarme a tu servicio?
La mujer estudió con desagrado a la muchacha vestida de juncos. Parecía un adefesio...
-La verdad es que tengo mucho trabajo. Pero si no vales te despediré, con que procura andar lista.
En lo sucesivo, nunca se quejó, por duro que fuera el trabajo. Además, no percibía jornal alguno y no tenía derecho más que a las sobras de la comida. Pero de vez en cuando podía ver de lejos al rey, su antiguo prometido cuando salía de cacería y sólo con ello se sentía más feliz y cobraba alientos para soportar las humillaciones.
Sucedió que el poderoso rey había dejado de serlo, porque ya había repartido el reino entre sus dos hijas mayores. Con sus cien caballeros, se dirigió a casa de su hija mayor, que le salió al encuentro, diciendo:
-Me alegro de verte, padre. Pero traes demasiada gente y supongo que con cincuenta caballeros tendrías bastante.
-¿Cómo? exclamó él encolerizado. ¿Te he regalado un reino y te duele albergar a mis caballeros? Me iré a vivir con tu hermana.
La segunda de sus hijas le recibió con cariño y oyó sus quejas. Luego le dijo:
-Vamos, vamos, padre; no debes ponerte así, pues mi hermana tiene razón. ¿Para qué quieres tantos caballeros? Deberías despedirlos a todos. Tú puedes quedarte, pero no estoy por cargar con toda esa tropa.
-Conque esas tenemos? Ahora mismo me vuelvo a casa de tu hermana. Al menos ella, admitía a cincuenta de mis hombres. Eres una desagradecida.
El anciano, despidiendo a la mitad de su guardia, regresó al reino de la mayor con el resto. Pero como viajaba muy despacio a causa de sus años, su hija segunda envió un emisario a su hermana, haciéndola saber lo ocurrido. Así que ésta, alertada, ordenó cerrar las puertas de palacio y el guardia de la torre dijo desde lo alto:
-iMarchaos en buena hora! Mi señora no quiere recibiros.
El viejo monarca, con la tristeza en alma, despidió a sus caballeros y como nada tenía, se vio en la precisión de vender su caballo. Después, vagando por el bosque, encontró una choza abandonada y se quedó a vivir en ella.
Un día que Gorro de Junco recorría el bosque en busca de setas para la comida del soberano, divisó a su padre sentado en la puerta de la choza. El corazón le dio un vuelco. ¡Que pena, verle en aquel estado!
El rey no la reconoció, quizá por su vestido y gorra de juncos y porque había perdido mucha vista.
-Buenos días, señor -dijo ella. Es que vivís aquí solo?
-Quién iba a querer cuidar de un pobre viejo? -replicó el rey con amargura.
-Mucha gente -dijo la muchacha.
Y si necesitáis algo decídmelo.
En un momento le limpió la choza, le hizo la cama y aderezó su pobre comida.
-Eres una buena muchacha -le dijo el rey.
La joven iba a ver a su padre todos los domingos y siempre que tenía un rato libre, pero sin darse a conocer. Y también le llevaba cuanta comida podía agenciarse en las cocinas reales. De este modo hizo menos dura la vida del anciano.
En palacio iba a celebrarse un gran baile. La cocinera dijo que el personal tenía autorización para asistir.
-Pero tú, Gorra de Junco, no puedes presentarte con esa facha, así que cuida de la cocina -añadió.
En cuanto se marcharon todos, la joven se apresuró a quitarse el disfraz de juncos y con el vestido que usaba a diario cuando era princesa, que era muy hermoso, y sus lindos cabellos bien peinados, hizo su aparición en el salón. Todos se quedaron mirando a la bellísima criatura. El rey, disculpándose con las princesas que estaban a su lado, fue a su encuentro y le pidió:
-Quieres bailar conmigo, bella desconocida?
Ni siquiera había reconocido a su antigua prometida. Cierto que había pasado algún tiempo y ella se había convertido en una joven espléndida.
Bailaron un vals y luego ella, temiendo ser descubierta, escapó en cuanto tuvo ocasión, yendo a esconderse en su habitación. Pero era feliz, pues había estado junto al joven a quien seguía amando.
Al día siguiente del baile en palacio, la cocinera no hacía más que hablar de la hermosa desconocida y de la admiración que le había demostrado al soberano.
Este, quizá con la idea de ver a la linda joven, dio un segundo baile y la princesa, con su vestido de fiesta, todavía más deslumbrante que la vez anterior, apareció en el salón y el monarca no bailó más que con ella. Las princesas asistentes, fruncían el ceño.
También esta vez la princesita pudo escapar sin ser vista.
A la mañana siguiente, el jefe de cocina amonestó a la cocinera.
-Al rey no le ha gustado el desayuno que has preparado. Si vuelve a suceder, te despediré. De nuevo el monarca dio otra fiesta. Gorra de Junco, esta vez con su vestido de boda de princesa, acudió a ella. Estaba tan hermosa que todos la miraban.
El rey le dijo:
-Eres la muchacha más bonita que he conocido y también la más dulce. Te suplico que no te escapes y te cases conmigo.
La muchacha sonreía, sonreía siempre, pero pudo huir en un descuido del monarca. Este estaba tan desconsolado que en los días siguientes apenas probaba la comida
Una mañana en que ninguno se atrevía a preparar el desayuno real, pues nadie complacía al soberano, la cocinera ordenó a Gorra de Junco que lo preparase ella, para librarse así de regañinas. La muchacha puso sobre la mermelada su anillo de prometida, el que un día le regalara el joven príncipe. Al verlo, exclamó:
-jQue venga la cocinera!
La mujer se presentó muerta de miedo y aseguró que ella no tuvo parte en la confección del desayuno, sino una muchacha llamada Gorra de Junco. El monarca la llamó a su presencia. Bajo el vestido de juncos llevaba su traje de novia.
-De dónde has sacado el anillo que estaba en mi plato?
-Me lo regalaron.
-Quién eres tú?
-Me llaman Gorra de Junco, señor.
El soberano, que la estaba mirando con desconfianza, vio bajo los juncos un brillo similar al de la plata y los diamantes y exigió:
-Déjame ver lo que llevas debajo.
Ella se quitó lentamente el vestido de juncos y la gorra y apareció con el mara-villoso vestido de bodas.
-Oh, querida mia! ¿Así que eras tú? No sé si podrás perdonarme.
Pero como la princesa le amaba, le perdonó de todo corazón y se iniciaron los preparativos de las bodas. La princesa hizo llamar a su padre, que no sabía cómo disculparse con ella por lo ocurrido.
El banquete fue realmente regio, pero la comida estaba completamente sosa y todo el mundo la dejaba en el plato. El rey, enfadado, hizo que acudiera el jefe de cocina.
-Esto no se puede comer -protestó.
La princesa entonces, mirando a su padre, ordenó que trajeran sal. Y el anciano rompió a llorar, pues en aquel momento comprendió cuánto le amaba su hija menor y lo mal que había sabido comprenderla.
En cuanto a las otras dos ambiciosas princesas, riñeron entre sí y se produjo una guerra en la que murieron ellas y sus maridos. De tan triste circunstancia supo compensar al anciano monarca el cariño de su hija menor.

999. Anonimo