Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 1 de noviembre de 2014

El hachero, el zorro, el leon y el tigre .626

Había una vez un viejito muy pobre que ganaba el sustento vendiendo leña en el pueblo vecino.
Un día fue como de costumbre a buscar leña en un carrito al monte y quedaba muy lejos de su casa. Como debía volver al anochecer, llevó consigo carne para hacer un asado. Llegó al monte, desató los bueyes y se puso a cortar leña.
Era pasado el mediodía, cuando se puso a encender el fuego para preparar el asado. En ese momento llegó el zorro y le preguntó:
-¿Qué hace viejito?
Éste le contestó:
-Aquí estoy, amigo Juan, preparando un churrasquito.
Y el zorro le dijo:
-¡Ah!... ¡Tan chiquito el fueguito!... Haga un fuego más grande, yo le voy a trair una gallina.
Inmediatamente se retiró y al rato llegó con una gallina en la boca. Al entregarle le dice:
-Hasta que esté preparada la gallina, voy a dormir un poco, porque anoche me desvelé.
-Está bien, amigo Juan -le contestó el viejito.
Mientras hacía el fuego más grande y preparaba la gallina, apareció un león. Le hizo la misma pregunta que el zorro, contes-tandolé el viejito:
-Aquí estoy preparando este asadito para comer con el amigo zorro.
-¡Uy!... ¡Tan chiquito el fuego!... ¡Hagaló más grande! Yo le voy a trair una oveja.
Desapareció volviendo al rato con una oveja grande y gorda. Al entregarle le dijo:
-Yo también voy a dormir mientras usté haga el asado; me despierta cuando esté cocido.
Le contestó el viejito:
-Está bien amigo león.
Empezó el viejito a aumentarle más leña al fuego, cuando lo sorprendió la presencia de un tigre. Éste le preguntó:
-¿Qué está haciendo, viejito?
Y el viejito le contestó:
-Aquí estoy preparando este asado para comer con el amigo Juan y el amigo león.
-Hagaló más grande -le dijo el tigre- yo voy a trairle un ternero.
Desapareció en el monte, lo mismo que habían hecho el zorro y el león, y regresó en seguida con un hermoso ternero overo. Al entregarlo al viejito le dijo:
-Yo también voy a dormir un ratito. Cuando esté, me despierta.
Por temor a las fieras se apresuró a preparar el asado. Estaba listo ya y los dueños dormían. Temía despertarlos. No encontraba modo de llamarlos. Entonces pensó qué podía hacer para librarse de ellos. Tomó el hacha, y con el ojo le dio un tremendo golpe atrás de la oreja, al tigre. El tigre se levantó bambaleando y se perdió en el monte, se disparó.
Pasó a despertar al león. Llenó una pala con brasas y le echó en el anca. El león sosprendido disparó también al monte.
Hecho esto, y como al zorro no le temía, dijo:
-¡Uf!, a éste en seguida lo despierto.
Metió el asador al fuego y cuando estuvo rojo, se lo metió en el upite al zorro. Y el zorro salió gritando también pal monte.
Por temor a que volvieran el tigre y el león, apresuradamente uñó los bueyes, cargó el carro con la leña y los animales que había asado, y se volvió a su casa, con víveres para varios días.
Pasado un tiempo, se encontraron el tigre, el león y el zorro. Después de los saludos de práctica, recordaron de aquella vez que se encontraron con el viejito.
El tigre dijo:
-¡Malo había sido el viejo! Me ha metido un seco tras la oreja que me ha dejado tonto. ¡Hasta ahora me duele!
-Y a mí -dijo el león- ¡me ha dado un mano abierta en el anca, que me ha pelado, y todavía me arde!
-Y pitador había sido este viejo de mierda. ¡A mí me ha metido el pucho del cigarro en el siete y tuavía me duele la quemadura! -dijo el zorro.

Pasó por un zapato roto,
para que usté me cuente otro.

Máximo Jacinto Lazo, 48 años. Taficillo. Tafi. Tucumán, 1953.

Ganadero. Buen narrador.

Cuento 626. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El gato y el perro .742

El gato y el perro se juntan. 'Taban en un monte alto una noche muy oscura. 'Taban conversando. La noche era serena pero muy oscura. Entonce el perro sintió un ruido. Dejó de conversar y le dice al gato:
-¿Qué es ese ruido que siento?
El gato miró pa arriba y dijo:
-Es un pelo que anda trompezando en la punta de los árboles.
El perro oyó lo que no oye naides, el pelo que andaba en el aire. El gato ve lo que no ve naides, en la mayor oscuridá, el pelo que se movía con el viento en la punta de los árboles. Así es el óido del perro y la vista del gato.

Antonino Tieri, 72 años. Azul. Buenos Aires, 1969.

El narrador es nativo de Azul. Ha sido resero y conoce todos los trabajos de campo.

Cuento 742 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El gallo, el pato y el gato .619

Salieron a rodar tierra un gallo, un pato y un gato. Y toman los campos y encontraron una vivienda sola. Y se posesionaron allí. Pero esa vivienda había sido de dos tigres y un burro. Ya vienen los dueños. En eso que ven que hay gente en la vivienda de ellos, no llegaron, estuvieron en parlamento.
-¿Qué será? ¿Qué gente será?
Dispusieron los tigres que juese el burro por tener los pasos más lentos. Di allá la otra gente ya los estaba vichando también. Entonces se prepararon. Dispusieron que el gato se iba a poner encima de la puerta con el oujeto, cuando entrara, l'iba abrochar los ojos con las uñas. Y así lo hizo. Entonce el gallo se subió encima del lomo del burro y le comenzó a dar con las espuelas. El pato que no tenía defensa ninguna, andaba asustado, los ijaridos, y decía:
-¡Cuá, cuá! ¡Cuá, cuá!
El gallo lo había espoliau al burro. Le había sacau el lomo listimandoló a chuzazos con las púas desde la cola hasta las orejas. Que era una sola sangre no más lo que lo había lastimau. Después de un largo rato, le aflojó las uñas de los ojos el gato, y el burro se las echó, se las espiantó. Llegó ande estaban los tigres y los pasó no más, con el dolor que llevaba. Entonce los tigres lu alcanzaron deseosos de saber qué gente era la que había en la posesión de ellos. Bueno... Entonce les dice el burro:
-¡Es una gente malísima! Cuando yo quise entrar, en ese momento, un joven me cosió los ojos, que parece un zapatero, sí, pues. Luego otro joven que parece ser domador, se subió en mi lomo y me comenzó a dar con las espuelas. Y si no es por un joven petizo que andaba ahí, que le decía: ¡Basta! ¡Basta!, me matan.
Los tigres no quisieron saber nada de la casa y se mandaron a cambiar y no volvieron más.

Ramón Tapia Ponce, 71 años. Rivadavia. Mendoza, 1951.

Trabaja en los viñedos de la región. Buen narrador. Variante del cuento tradicional.

Cuento 619. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El dia de la polvareda .803

Había una zorra muy dañina. La zorra había tenido zorritos. Vivía haciendo daño en todas las casas que 'taban cerca de ande ella vivía. Que tenía su cueva en una ceja 'e monte en la costa di un canal. Todos los días la zorra caiba a su casa con gallinas, con pollos, con cabritos para sus hijitos. Los hijitos le preguntan un día di ande trai tantas cosas. Y ella les dice que 'taba comprando. Y que los hijitos le dicen:
-¿Cuándo va a pagar?
Y ella les había dicho que el día de la polvadera.
Un día 'taban los zorritos en la puerta 'e la cueva. Un campusano venía con sus perros por la costa del canal. Y en una de esas viene la zorra, y la agarraron los perros en una playa. Y los zorritos se pusieron contentísimos porque decían que la madre 'taba pagando. Lo que los perros la agarraban y la mataban a la zorra era todo una polvadera. Los zorritos vían la polvadera y créiban que la zorra 'taba pagando las deudas. Y áhi la mataron a la zorra y quedaron los hijos guachos. Y así acabó el daño.

Máximo Reyes, 68 años. Los Cuevas.

Tupungato. Mendoza, 1951.

Cuento 803 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El dia de la polvareda .804

Había una vez una zorra que 'staba con cría, tenía cachorros. Todos los días la zorra salía a buscarse la vida, y se agenciaba en las casas que había por áhi cerca, gallinas, pollos, patitos, cabritos. Los zorritos cuando la vían llegar tan cargada con esas presas tan lindas y gordas, siempre le preguntaban:
-Mamita, ¿di ánde saca una comida tan rica, y tantas cosas tan caras?
-Las compro, mis hijitos -que les decía.
-¿Y cónque plata los paga, mamita?
-¡Ah!, las saco fiau, mis hijitos.
-¿Cuándo las va a pagar?
-Las voy a pagar el día 'e la polvadera -que decía la zorra, y se quedaba muy seria.
Siempre le preguntaban eso, los hijitos, y la zorra contestaba lo mismo:
-Las voy a pagar el día 'e la polvadera.
Un día que la zorra fue a cazar un cabrito de una majada que tenía un pastor muy bravo, el perro la sintió y la sacó huyendo, los toridos. Cuando los otros perros de la casa lo oyeron, salieron también, y entre todos la llevaban a la zorra, te mato y te mataré.
Cuando iban llegando cerca de la cueva la alcanzaron y se hizo una sola polvadera lo que los perros la mordían y la revolcaban. Y la destrozaron así.
Los zorritos que 'taban en la puerta de la cueva, esperando la comida que la madre les traía todos los días, cuando vieron la tierra que se levantaba se pusieron contentísimos, y sin maliciar lo que pasaba, decían:
-¡Ah!, hermanitos, la mamita 'tá pagando la comida. Es el día 'e la polvadera. ¡Qué suerte! ¡La mamita ya no va deber nada! ¡Por fin llegó el día 'e la polvadera!...

Ciriaco Funes, 82 años.

Nogolí. Hipólito Yrigoyen. Belgrano. San Luis, 1948.

Cuento 804 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El chivo y el tigre se temen .635

Resulta que era en una casa quí había una majada. Y 'taban bastantes flacas las cabras y el chivo 'taba gordo. Entonce dicen los dueños 'e casa:
-Vamos a carniar el chivo porque no tenimos carne y es el único gordo quí áhi.
Y en ese tiempo los animales entendían cuando hablaban d'ellos, porque era en tiempos di antes. Y como oye eso el chivo dice:
-Éstos me 'tán por matar. Es mejor que yo me vaya.
Y esperó la noche, el chivo, y saltó el corral y se jue. Y marchó por un monte toda la noche, un monte muy espeso y muy feo. Y ya después de mucho andar, ya cansado s'echó a dormir. Por la mañana temprano andaba pastando, cuando se presentó un tigre. El tigre no lo conocía al chivo, pero el chivo sí lo conocía al tigre. Entonce dice el chivo:
-Acá 'toy perdido, este tigre me come. Lo que tengo qui hacer es no mostrarme cobarde.
Llega el tigre y le dice:
-Buenos días, amigo.
-Buen día -le contesta el chivo.
Y áhi el chivo pega unos saltos y unos estornudos como saben pegar los chivos. Y le dice al tigre:
-¿Quí anda haciendo usté, amigo?
Y le contesta el tigre:
-Nada, amigo, hi salido a rodar tierra.
-¿Y usté? -le pregunta el tigre al chivo.
-Yo también -le dice el chivo- hi salido a rodar tierra.
Y entonce le dice el tigre:
-Así que podimos hacerlos compañeros y irlos juntos -con la intención, el tigre, de descuidarlo al chivo, matalo y comelo.
Entonce le contesta el chivo:
-Yo no necesito compañero, me basto solo, y para andar mal acompañado, como digo, voy solo.
Entonce le dice el tigre:
-No, amigo, usté sabe que entre dos buenos compañeros se anda mejor.
-Bueno -le dice el chivo, si es usté capaz de acompañarme y se va a portar como hombre, vamos juntos.
Y siguieron viaje juntos. Esa tarde le dice el tigre al chivo:
Bueno, compañero, yo voy a carniar para que comamos.
Sale el tigre y al rato vuelve con una corzuela. Y le dice al chivo:
-Áhi tiene carne, compañero, coma si quiere.
Y entonce le contesta el chivo:
-No, coma no más usté, yo no quero carne.
Y siempre el chivo, los saltos y los estornudos para asustar al tigre. Esa noche acamparon en ese lugar. Hicieron juego para pasar la noche. El tigre se puso a un lado y el chivo al otro lado. El chivo no dormía porque le tenía miedo al tigre, cabeciaba y se enderezaba. Y el tigre por lo consiguiente. Se temían los dos. Al otro día empren-dieron viaje. A la tarde le dice el tigre al chivo:
-Bueno, amigo, ahora le toca carniar a usté.
Áhi 'tá la parte más triste. Qu'iba a carniar el chivo. Áhi se l'iba a descubrir el asunto. Entonce sale el chivo muy triste pensando de fugarse, d'irse, y dejalo al compañero. Y por áhi iba pensando qu'iba a ser de la vida d'él, cuando viene la suerte y lu ayuda, s'encontrá un tigre muerto en el camino. Lo clavó con las aspas y lo llevó ande 'taba el compañero.
-Áhi tiene carne, compañero. Coma si quiere, sinó dejelá.
Y le contesta el tigre:
-No, compañero, no tengo hambre, 'toy un poco embromau. Pasaron la noche áhi, temiendosé uno al otro. Al otro día empren-dieron viaje. Andando, llegaron a una parte, ande como decía el tigre que había familiares d'él. Y le dice al chivo:
-Compañero, ¿no quere qui hagamos una partida? Yo voy a visitar a unos familiares míos y los puedo invitar a una riunión.
Entonce le contesta el chivo:
-Yo no soy hombre de fiestas, amigo.
-Pero, amigo, vamos a pasar un rato divertido, y después seguire-mos viaje -le dice el tigre.
Entonce le contesta el chivo:
-Bueno, asigún como 'sté de cuerpo voy a recibir visitas.
Y sale, entonce, el tigre y se busca otros dos tigres más. Y se viene ande 'stá el compañero. Pero, antes, les dice a los otros dos tigres, que tiene un compañero muy malo, y que los lleva de visita a ver si lo pueden matar entre todos. Cuando llegan ande 'stá el chivo, sale éste a encontrarlos dando brincos, estornudos y balidos, diciendolés a los tigres que 'staba mal del cuerpo que no podía recibir visitas y que se retiraran inmediatamente. Y los otros tigres como sabían que era un hombre tan malo, le tuvieron miedo y se dieron vuelta y se retiraron. Entonce le dice el compañero:
-Pero, amigo, usté me ha hecho hacer un mal papelón. Me ha recebido mal mis familiares.
Entonce le dice el chivo de mala manera:
-Nu estoy para recibir visitas.
-¿Cuándo las podrá recibir?
-No sé compañero, eso será según como 'sté del cuerpo.
Esa noche acamparon áhi. Hicieron juego. Y como hacía dos noches que no dormían, porque se desconfiaban los dos, 'taban con mucho sueño. Se dormía uno, y al ratito no más se despertaba y avivaba el juego, y lo mismo hacía el otro. Hasta que por fin ya no aguantaron más y se durmieron los dos. Y el chivo no 'taba, de miedo, como para dormir echado, si había dormido parado más. Cuando lo venció el sueño, se cayó en el juego. Plantó las aspas en el medio del juego y le saltó todo el juego al tigre. Y pegó un balido y un salto y cayó sobre el tigre. Entonce el tigre se despertó asustado y con el dolor de la quemadura creyó lu había atacado el chivo. Y pega la güelta y dispara. Y el chivo, como también creyó que lu había atacado el tigre, también pegó la güelta y disparó. Y áhi s'hizo la separación de los dos compañeros.

Juan Muñoz, 59 años. El Pedacito (Cercanías de Villa General Mitre). Totoral. Córdoba, 1952.

Campesino. Muy buen narrador.

Cuento 635. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El chivo y el tigre .631

   Los animales se temen

Diz que un chivo se puso a hacer un desmonte. Y diz que hizo el rastrojo, lo cercó a la vuelta y después jue con los güeyes y lo sembró. Y después de que sembró cerró la puerta. Y todas las tardes iba a mirar el rastrojo, si había dado. Y una tarde encuentra las güellas que entraba un bicho. Hasta que al fin fue a rondearlo de noche. Y ya las chacras 'taban con choclos.
Una noche había juntau mucha leña para hacer juego. Y hizo un juego grande. Y 'taba tundeando áhi, y entonce lu encontró al tigre, que había síu el que le hacía daño. Y entonce el chivo le dijo al tigre que porque li andaba haciendo daño. Y entonce le contestó el tigre al chivo:
-Así te quise pillar.
Y bueno, entonce, el chivo dice:
-Yo también te quise pillar así.
Y entonce si han puesto junto al juego, uno de frente al otro. Y los dos esperaban el ataque del otro. Y áhi 'taban vigilando los dos. Y así han pasau toda la noche. Y ya a la madrugada que no podían de sueño y si han dormido parados los dos. Y áhi el chivo se caí al juego, planta los cuernos entre las brasas, y salta y le da un tope al tigre, y lo tira antarca al tigre en el medio 'el juego.
Y áhi disparó el chivo, y dice el tigre:
-¡Ah! mi ha de saber avisar, no es güeno pegar en traición.
Y se levantó quemau el tigre y se jue huyendo y no volvió más.

Leucario Gallardo, 48 años. Las Víboras. Anta. Salta, 1952.

Hachero de la selva en el obraje del lugar.

Cuento 631. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El chivo y el tigre .634

Que había un bajo muy lindo. Que lo elogiaban el tigre y el chivo.
-¡Qué lindo para hacer una siembra acá! -que dice el chivo una vez.
-¡Qué lindo para hacer una buena sementera! -que dijo otra vez el tigre.
Bueno... Va el tigre y rozó. Después va el chivo y cerca. Después que va el tigre y dice:
-Dios me ayudará, sembrarí.
Y sembró maíz.
Ya 'staba la chacra muy linda. Vienen las catas a comer el maíz. Entonce que va el chivo gritando, a espantarlas:
-¡Ah, catas!
Y por otro lado sale gritando el tigre, también a las catas. Y áhi se encuentran los dos.
-¡Ah, vos rozastes el bajo! -que dice el chivo.
-Y vos lo cercastes -que dice el tigre.
-Y vos lo sembrastes -contesta el chivo- y la cuidamos los dos a la sementera.
Ya se juntaron, se hicieron socios, y se fueron a vivir en el mismo lugar. Dormían juntos. Así cuidaban mejor la sementera.
Un día, que se va el tigre y trae un chivo más grande que el socio; lo había muerto por áhi. Tuvieron carne para unos días. El chivo quedó con mucho miedo. No sabía cómo hacer para hacerle ver al tigre que él era más fuerte todavía, porque cuando se acabó la carne el chivo dijo:
-Aquí me toca a mí.
Se fue el chivo al campo a ver si podía traerse un tigre. Ya fue y vio que al pie de un cerro 'staba un tigre durmiendo. Va, se sube al cerro, y le derrumba una piedra encima. Y lo mató con la piedra que le derrumbó. Después que lo mató, se ensangrentó bien las astas, y lo clavó al tigre y se lo llevó.
Llegó el chivo con el tigre casi a la rastra al rial, porque era tan grande que casi no lo podía levantar. Comenzaron a comer la carne del tigre. El tigre socio 'staba muy asustado y que dijo:
-¡Había sido muy malo este hombre!; no es para confiarse.
Esa noche no durmieron ninguno de los dos, porque se tenían miedo. Ya les parecía que el otro lo mataba.
Hacían juego, y pasaban la noche a la orilla del juego. No dormían. Pasaron tres días sin dormir. A la tercera noche 'staban muy sueñentos; ya no podían más. Y por áhi, vencidos por el sueño, que comenzaron las cabeciadas los dos. En eso el chivo clavó l'asta en el juego, y el tigre metió las manos en el rescoldo. Los dos se quemaron y como 'staban aturdidos, que no se daban cuenta qué les pasaba, salieron huyendo, porque pensaban cada uno que el socio lo había estropiao. Y botaron la sementera y disparó el tigre y el chivo por tras. Y así se quedó la sementera tan linda, y 'stará por secarse lo que nadie la cuida.

Felisa Cháves de Páez, 56 años. San Agustín. Valle Fértil. San Juan, 1945.

La narradora, excelente, diferencia con claridad y, ll; pronuncia la ll castiza del norte sanjuanino (Zona de Jáchal).

Cuento 634. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El cuervo y el burro siembran trigo .727

Hizo una sociedá el burro con el cuervo para sembrar trigo. Habían dispuesto sembrar a medias. Bueno, la siembra la iban hacer entre los dos, pero la cosecha del trigo tenía que hacerla el burro y él tenía que pisar en la era el grano. Y por cuenta del cuervo corría lo que se llama el aventar, separar la paja del grano.
El cuervo había decidido embromarlo al burro. Hizo trabajar primero sus cosas y guardó su grano. El burro comedido le ayudó también a embolsar y guardar los granos.
Y llegó el momento en que el burro tenía preparado, ya, pisado en la era su grano, y el cuervo se negaba a aventarle la paja del grano. Y se preparaba. Le decía dos o tres veces que le ayude, de acuerdo al convenio. Y el cuervo no quiso ayudarle. Y ya tenía amontonado su trigo, y amenazaba un cambio de tiempo. Se levantaban unos nubarrones muy negros, y afligido el burro por lo que el cuervo le iba a dejar perder su cosecha, decide apelar a un engaño, y se hizo el muerto. El sol estaba fuerte, a pesar de los nubarrones que se armaban, pero por el calor que hacía era segura la tormenta. Entonces el burro se tira y se hace el muerto. Y el cuervo andaba volando, buscando presa, carroña. Y lo vio al burro caído, en el rayo del sol.
-Y éste parece muerto -dice para sus adentros.
Empezó a bajar, un poco, haciendo círculos. Empezó a bajar. Y después, ya le llamó más la atención y dice:
-Bueno, capaz que me toque comerlo también a mi socio y agarrar el trigo para mí antes que llueva.
Se posó en un árbol. El burro ni respiraba siquiera. Estaba quietito. Y ya seguro de que estaba muerto, el cuervo decide bajar, y lo primero que come el cuervo en el animal muerto es el ano y después los ojos. Y decide empezar por el ocote. Y al primer picotazo, el burro ciñó el ocote y lo aprisionó al cuervo del cuello. Y entonces se enderezó. Y el cuervo desesperado empezaba a aletear para zafarse. Entonces el burro, con toda presteza, empezó a galopar, a dar vuelta por el montón de trigo, entonces quiérase o no, el cuervo tuvo que aventarle la paja del trigo cosechado por el burro. Y una vez que terminó todo el trabajo, lo soltó. Pero parece que apretó tanto el burro, que le cayeron plumas al cuervo. Desde ese entonces, dicen que el cuervo quedó pelada la cabeza.

Manuel José Victoria, 50 años. Santiago del Estero, 1970.

Cuento 727 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El convite del zorro y la chuña .641

Diz que si habían hecho compagres el zorro y la chuña. Y el zorro se quería burlar de la chuña, y la envitó a su casa. Al otro día ha llegado la chuña y el zorro li ha servido miel, que le gusta mucho a la chuña. Y este pícaro li ha servido en una piegra lisa y li ha dicho:
-Sirvasé, comagrita, sirvasé.
Y áhi la ha jodíu, porque la chuña picaba y picaba y nu alzaba nada. Y el zorro con la lengua lambía la piegra y si ha comíu toda la miel.
Pal siguiente domingo ha hecho el convite la chuña. Y ha llegáu el zorro. Y áhi la chuña li ha servíu tulpo, qui al zorro le gusta mucho, en un yuro. Y li ha dicho que se sirva por varias veces, pero el zorro lambía no más la boca 'el yuro y no sacaba nada. La chuña metía el pico y comía a su gusto. Y así lu ha comíu sola al tulpo. Y así si ha vengau del zorro, que al fin si ha despedido de la comagre y si ha ido.

Manuel Iseas, 90 años. Las Chacras. Las Víboras. Anta. Salta, 1952.

Cuento 641. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El convite del zorro y la chuña .644

Dice que el zorro se hizo compadre de la chuña. Dice que la invitó a su casa, dice, a comer una mazamorra.
Llegó, dice, la chuña, a la casa del zorro. El zorro echó, dice, una olla de mazamorra sobre una gran piedra laja y le dice:
-Sirvasé, comadrita, sirvasé.
La chuña, dice, picaba en la piedra y apenas podía, dice, alzar algún granito. El zorro, dice, comía y comía y se puso panzón. La chuña, dice, se dio cuenta de la burla del zorro, dice. Con el pico muy dolorido, dice, se despidió y se fue.
A los pocos días, dice, la chuña lo invitó al compadre zorro a comer miel. Al zorro le gusta mucho la miel.
Llegó el zorro, dice, y la chuña trajo un frasco, dice, de pico largo, que había antes. Entonces la chuña, le dice al zorro:
-Sirvasé, compadre, sirvasé.
La chuña, dice, metía el pico y comía la miel que quería.
El zorro, dice, no podía comer nada. Daba vuelta y vuelta y sólo podía lamber, dice, en el cogote del frasco, alguna chorriadita de la miel que sacaba la chuña. Se cansó, dice, de dar vueltas y como vio la venganza de la chuña, dice, muy avergonzado se despidió y se fue.

Perfecto Bazán, 46 años. Belén. Catamarca, 1968.

Cuento 644. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El convite de la chuña .642

Resulta de que, un día, el zorro resuelve invitarla a la chuña a almorzar a su casa. Le dice:
-Mire, comadre, yo he hecho una mazamorra rica. La invito para que vaya a comer.
-Bueno, como no, compadre. Sí voy a ir.
Efectivamente, llegó la hora del almuerzo y se fue la chuña a comer a la casa del zorro. Y el zorro había preparado una piedra grande, enorme. Y cuando llegó la chuña le dice:
-Bueno, comadre -dice, ya voy a servir la comida.
Agarró la olla y la vació en la piedra. Y claro, la pobre chuña comía de uno en uno los granitos. Y el zorro, de dos lengüetazos que le pasó a la piedra, la dejó vacía. Y la pobre chuña se quedó con hambre. Ya no había más caso porque ya si había terminau todo.
Y dice:
-Bueno, ya me voy a vengar yo de esta sinvergüenza, lo que me ha hecho. Así mi ha venido hacer pasar hambre -dice. Ya lo voy a invitar, yo también.
Pasó el tiempo, y un día lo encuentra al zorro y le dice:
-Compadre -dice, yo lo invito a comer una mazamorra a mi casa, ahora. Yo también le voy a demostrar que la sé hacer bastante bien -dice-, si no es mejor que usté todavía.
-Cómo no, comadre -dice, sí voy a ir.
Entonce la chuña preparó la mazamorra en unos yuros, con el pico bien altito. Y ella comía bien, áhi. Sacaba los granos y el pobre zorro, nada. Metía el hocico y la lengua y no podía. Sorbía la mazamorra y no salía. Y en una de esas había sacado la lengua tan grande que se le había hecho como ventosa, y el yuyo áhi se le ha pegado en la boca, y ha salíu el zorro dando de alaridos. Por eso dice que la boca la tiene tan grande, porque no se podía tragar el yuro.

Delia Corvacho de Saravia, 46 años. Humahuaca. Jujuy, 1970.

Cuento 642. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El conejo y el zorro .667

Diz que un hombre tenía un jardincito. Y había un conejo que se llamaba Martín qu' era muy dañino. Qu' iba de noche y le robaba y le comía las plantas al vecino. Entonce el dueño del jardín hizo un hombre de cera. Y lo puso áhi.
Entró Martín a hacer daño por la noche y se encontró con el hombre de cera y lo saludó. Y como el otro no contestaba nada, le fue a dar la mano, en calidá di amistada. Y claro, al darle la mano muy juerte, quedó prendido de la cera. Entonce le decía el conejo que lo suelte. Y lo seguía agarrando. Entonce le dio un puñete y se quedó prendido de l' otra mano. Entonce le dio unas patadas y se quedó prendido de las dos patas. Y entonce lo mordiá, y se quedó prendido del hocico. Y entonce al día siguiente viene el dueño y lu encuentra al dañino prendido de la cera. Entonce ricién supo que el dañino era el conejo. Entonce lu agarró, lu amarró bien al conejo y lu ha dejáu amarráu en un palo. Y él se jue a preparar l' agua caliente y pelarlo y comerselá. Y en ese momento pasaba el Juan qu' era el zorro. Y lu pregunta al conejo porque 'taba amarrado, preso. En eso el Martín le contesta que 'taba amarrado porque no se quería casar con l' hija 'el hortelano. Entonce diz que el zorro le dijo:
-Y entonce, si vos no te querís casar, amarrame a mí, y me voy a casar yo.
Y entonce el conejo lu ha dejado amarrado al zorro, lu ha atau bien pa que no se dispare. Y cuando volvió con l'agua caliente para pelar al conejo se encontró con el zorro. Así que el hortelano tuvo qui hacer el castigo en el zorro. Y el zorro que contestaba qu' el se quería casar no más con l' hija del hortelano, que él la quería a su hija, y más rabia le dio al hortelano y lo peló no más al zorro con l' agua caliente.

Marcelina Cruz de Peñaloza. La Quiaca. Yavi. Jujuy, 1951.

Oyó el cuento a la madre, pastora puneña.

Cuento 667. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El conejo y el hombrecito de cera .670

El caso di un conejo qui hacía daño en un rastrojo. El conejo es siempre dañino. Entraba a comer el trigo, a sacar las papitas, en fin, lo que había en el rastrojo. Molestaba mucho. Picaba las plantitas y comía todo. Y el dueño del rastrojo venía y encontraba hecho el daño y ha resuelto poner una trampita. Le hizo una trampita, un hombre-cito de cera, en la puertita por donde entraba el conejo. Entonce en la noche llegó el conejo y al hombrecito le dice:
-Permiso, amiguito, para pasar para adentro.
El hombrecito no le ha contestado.
-Permiso, mi amiguito.
Así, repetidas veces ha insistido en entrar. El hombrecito no le contestaba. Entonces él se nojó diciendo:
-No permita que le pegue porque no me contesta, porque yo tengo necesidá de pasar. No permita que le pegue. Entonce que no le contestó éste, le pegó una patada. La patita se quedó pegada. Después así ha seguido y otra vez, otra patada, y se quedó pegado. Y ya le dio un sopapo. También se le quedó pegada la manito. Con la otra manito le pegó y también se quedó pegado. Y después le decía que le va a dar un chirlo con la cola, con su colita. También su colita se quedó pegada. Entonce él ha querido morderle. Le ha mordido y se quedó peor pegado.
Al otro día viene el hombre, le encuentra en la trampa, vivo. Le saca y le ata para matarle, y le dice:
-Dañino, ahora vas a morir.
Y le dejó atado para volver y matarle.
Él quedó atadito, hasta que venga el hombre.
Ante que venga el hombre, pasó por ahí un zorro y le preguntó:
-¿Che, por qué 'tás atado?
-Pero, el dueño de este rastrojo quiere que me case con su hija, y yo no me quiero casar. Ésa es la razón que me tiene atado.
-Chey... yo me voy a casar... Yo te dehato y dejame atado a mí.
-¡Bueno!
Así hicieron. El zorro deható al conejo y el conejo le dejó atado al zorro, ahí, en su lugar y se fue el conejo haciendolé la burla.
El zorro quedó atado. Cuando volvió el hombre quien lo ató, le dice:
-Por qué 'tás atado vos -le preguntó al zorro.
Y el zorro le dice:
-El conejo me dejó acá porque dice que usté le quiere hacer casar con su hija y él no quiere. Yo me voy a casar, señor.
-¡Tomá, casar! -y le dio unos chirlos.
Y él con el miedo pegó unos tirones, cortó la piola y se fue el zorro. Se fue enojado el zorro a buscarlo al conejo porque si había hecho la burla de él. Se fue a buscarlo, y en tanto buscarlo le encontró al conejo. Cuando el conejo lo ha visto al zorro, dice que si ha agarrado él di una peña. 'Taba agarrado di una peña. Ante que el zorro hable a él, él le ganó de mano. Le dice:
-Che, hermanito, viene la quemazón, por allá. Se van a quemar mis hijos que 'tán acá adentro. Ahí tengo la casa. 'Tán mi señora, mis hijos. Haceme el bien de tenermeló vos a la peña, yo voy a traer un palo para poner de puntal.
El zorro olvidó todo y le quiso ayudar. Él se quedó a agarrar la peña. Y se fue el otro haciendosé más la burla. No había teniu hijos, ni nada. Él se cansó de tener la peña. Al último, no venía el conejo, él largó la peña y salió disparando... Y de verle que era mentira, el zorro se va a buscarle. Se va a buscarle y lo encontró. Y enojado el zorro le ha dicho si por qué li ha hecho esta mala partida, que qué le tiene engañando, burlandosé de él.
-¡Ahora te voy a comer!
-Bueno, si me querés comer, a mí me vas a comer bien cocinado en un horno, no me comás así crudo. Yo te pido qué me comás así. Yo te voy a decir cómo me vas a cocinar.
Y acepta el zorro. Entonce le dice:
-Vamos a cavar un agujero grande y me enterrás ahí y encima ponés la leña que arda. Cuando termine la leña ésa de arder, cuando ya esté en brasas, es seña que yo ya me 'toy empezando a cocer. Y volvés a poner leña. Cuando termine de arder eso, entonce es seña que ya estoy en medio cocinarme. Y volvés a poner leña y echás un pedazo de sal al fuego, y ande termine de arder esa leña, y va a reventar toda esa sal, es seña que 'toy terminado de cocer. Ya 'toy cocinado, entonce tenís que empezar a comerme guatiado.
Así lu hizo el zorro. Y él destapa ansioso para comerlo. Nu había nada. Él si había ido cavando un aujero.
Se fue el zorro otra vez en busca del conejo y lo encontró más enojado.
Al verlo el conejo al zorro, ante de encontrarse, se metió en una laguna, a una islita. Llegó el zorro y le dice:
-¡Ahora te voy a comer!
-Bien, tenés que tomar toda esa agua para sacarme. El zorro, a fin de sacarlo de la islita, empezó a tomar l'agua. El zorro siempre tiene miedo del agua y por eso no entraba a la laguna. Pero tomaba y tomaba y se ha llenau di agua, y no se terminaba. Él estaba lleno, hinchado. Salió a caminar un poquito, s'hincó con un palo en la pancita y se murió. Y áhi se murió.

Josefa Lamas de Mamaní, 63 años. Abra Pampa. Jujuy, 1968.

En este cuento aparecen motivos de otros cuentos.

Cuento 670. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El castigo del sapo .770

Una vez, hace ya muchos años, cuando han venido al mundo los sapos, uno de estos señores ha cometido un delito muy grave y lo han llevado preso. La autoridá le quería dar el pior castigo. Entonce uno de los jueces ha dicho:
-Lo han de quemar. Que le han de dar la pena del fuego.
Otro ha dicho:
-Lo han de echar al agua. Merece la pena del agua para que muera augado.
Y otro le ha preguntado al preso:
-A qué castigo le tiene más miedo.
Entonce el sapo ha dicho:
-Yo le tengo más miedo al agua que al fuego. Yo tengo mucho miedo de morir augado.
Entonce, para que sufra más lo han mandado a echar al agua. Y lo han tirado con todas las fuerzas, y ha caído bien adentro del agua, el sapo.
Todos han esperado ver aparecer al sapo muerto, pero el sapo ha nadado con todas sus fuerzas y de allá, lejo, ha empezado a cantar:

Qué más quiere el sapo que lo echen al agua.
Qué más quiere el sapo que lo echen al agua.

Y así ha salido el refrán: Qué más quiere el sapo que lo echen al agua.

Antenor Sánchez, 73 años.

Chicoana. Valle de Lerma. Salta, 1954.

Cuento 770 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El castigo del sapo .775

Resulta que el sapo fue condenado.
Y entonce, cuando lo iban a matar, le dejan hacer el pedido de gracia, como llaman, ¿no? Entonce le dicen al sapo:
-¿Ande quiere que lo tiremos, al juego u a l'agua?
Entonce, el sapo dice:
-Tiremén al juego.
Entonce dicen:
-Mirá, en vez de tirarlo al juego, a éste lo vamos a tirá al agua, que si áhugue.
Li tiraron al agua y salió nadando, el sapo.

Tomás Lértora, 73 años.

Punta Indio. Magdalena. Buenos Aires, 1969.

El narrador ha pasado toda su vida en el campo. Modesto hacendado.

Cuento 775 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El castigo del sapo .772

Dicen qui una vez el sapo había cometido una falta muy grave y había caído preso. Los jueces han dicho qui hay que darle el pior castigo. Los castigos de entonce eran quemarlos en el juego o ahugarlos en l'agua. Y para que el preso penara más li han preguntau a cuál castigo le tenía más miedo. El sapo dicen qui ha dicho, sabiendo que lo querían martirizar:
-Yo al juego no le tengo nada de miedo. Si me queman, Dios me va perdonar todas las culpas. Al agua sí le tengo miedo. Los ahugados sufren mucho y se pudren en el barro. Yo prefiero el juego.
Y áhi no más que los jueces han mandau que lu echen al agua. Dicen que lu han tirau al agua y él si ha hundíu para que no lo descubran, pero claro, se moría de risa de todos, y áhi ha quedau más contento que si hubiera nacíu de nuevo.
Di áhi viene el dicho que dice: ¡Qué más quiere el sapo que lo boten al agua!

Carmen Rasgido, 70 años. Belén. Catamarca, 1951.

Cuento 772 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El castigo de la rana .777

La rana se jue a una casa a hacé atropello de domicilio. Y era grave lo que hacía. Y entonce llamó la policía lo dueño de casa. Y entonce la policía le llevó. Él andaba detenido mucho tiempo. Y un güen día dice el comisario:
-¡No sé qué hacer de este tipo! -como era grave lo que hizo.
Entonce dice el comisario a lo agente:
-Vayen, haga juego, un juego grande, y va a tirá este tipo en el juego.
Entonce la rana cantaba de contenta y decía que el juego le gustaba porque iba ir a la gloria, si la echaba al juego. Entonce el comisario cuando vio que estaba muy contenta, pensó y dice:
-Entonce, agarreló y llevelé al agua. Tireló al agua.
Y ahí dijo la rana:
-Eso no me gusta. Si me tira al agua voy a ir al infierno. No me gusta ir al agua.
Entonce el comisario dijo:
-Tireló no má al agua -y lo tiró a la rana al agua.
Y entonce jhe' í yuí:
-¡Adió, mundo!, me tira al agua -pero estaba muy contenta porque en el agua vive ella, pero no quería que viera eso el comisario, porque él quería darle el mayor sufrimiento.
Y así quedó el refrán: ¡Adió, mundo!, dice la rana cuando jue al agua.

Pastora Vivero de Olivera, 49 años.

Eldorado. Iguazú. Misiones, 1961.

Nativa de la región. Su expresión es la típica de los bilingües de la región guaranítica.

Cuento 777 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El caso del tigre y el zorro .583

Una vez estaba el tigre apretado con una piedra en la mano. Por áhi fue pasando un buey. De esos viejos que cuando ya no lo ocupan para el trabajo lo largan al monte. Y justo el tigre lo vio pasar y le dice:
-Che, hermano, vení, dehapretame.
Y le dice el buey:
-No, yo no te dehapreto porque yo, cuando llegué a viejo, me corrieron al monte, me botaron.
Bueno, quedó apretado no más.
Al rato viene el caballo, y le dice:
-Che, ¿por qué no me venís a sacar la piedra?
-No, vos me vas a comer.
-No, te ruego por todos los santos que no te voy a comer. Te ruego. No te como nada yo.
-No, vos me vas a comer.
-No, te ruego, no te voy a comer.
Bueno, el caballo como es tan bueno, se pone a sacale la piedra de arriba de la mano.
Y después cuando ya le sacó la piedra de la mano, el tigre le dijo que lo iba a comer. Y en ese preciso instante iba pasando don Juan. El caballo justo lo vio, lo llamó.
-Don Juan, venga para acá.
Vino don Juan y le dice:
-Don Juan, mire, yo lo dehapreté al tigre de la piedra, y él me dijo que no me iba a comer y después que yo lo dehapreté me dijo que me iba a comer.
-No -dice, yo soy el juez -dice. Tengo que vé cómo 'taba el tigre. Entonce puedo dar el resultado yo -le dice.
Bueno, el tigre se pone la mano y el caballo le pone la piedra. Y don Juan dice:
-Por pícaro, dejelón áhi que se funda.

Carlos Antonio Díaz, 21 años. Lote 16. Río Chico. Tucumán, 1970.

Peón en el cultivo de la caña de azúcar.

Cuento 583. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048