Un día un oso se encontró
con un mosquito y le dijo:
-Dime, mosquito, tú que
te pasas gran parte del tiempo mordien-do a los otros animales, ¿quién tiene el
mejor sabor?
-El hombre, sin duda
-respondió el mosquito.
-Muy bien, muy bien -dijo
el oso y se fue a buscar un hombre.
Se encontró con un niño:
-Hola. ¿Tú eres un
hombre? -preguntó el oso.
-No, todavía no, pero
llegaré a serlo -respondió muy orgulloso el chiquillo, dando saltos como si
intentase convertirse en un hombre en un instante.
-Vale, vale, vete de una
vez, deprisa -dijo el oso-. No me interesa nada alguien que todavía no es.
Y siguió su camino hasta
que se encontró con un viejo mendigo:
-Hola. ¿Tú eres un
hombre?
-Lo era, pero ya no lo
soy -farfulló el mendigo, encogiéndose tanto de hombros que casi no se lo
podía ver.
-Vete, vete -gruñó el
oso-. No me importa alguien que ya no es.
Y siguio su camino hasta
que encontró a un hombre montado a caballo.
-Hola. ¿Y tú quién eres?
-¡Un caballero! -gritó el
hombre espoleando a su caballo.
Pero el oso fue tras él.
El jinete desenvainó entonces su espada, golpeó al animal y lo hizo rodar por
el suelo. Luego empuñó el fusil y disparó un tiro al aire.
Más tarde, el oso se
encontró de nuevo con el mosquito.
-Oye -dijo el oso-, tal
vez el hombre sea el más sabroso de todos, pero he decidido que no me interesa
darle caza.
-¿Y por qué? -preguntó el
mosquito.
-Porque con el hombre no
se bromea. Con solo verme, me ha sacado la lengua -¡y vaya si era larga!- y me
ha dado con ella un golpe tan fuerte que puedo considerarme afortunado, porque
estuvo a punto de partirme en dos. Y después me ha escupido encima unas cosas
que parecían pedacitos de plomo. ¡Ha sido un milagro no haber muerto!
Fuente: Gianni Rodari
143. anonimo (eslovenia)
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