Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 5 de agosto de 2012

La isla del arca

En la isla de Belitung, en el océano Pacífico, corre un río llama­do Ciuruciuk y, en medio de este río, hay una ínsula que tiene el aspecto de una nave de piedra, por lo que le han dado el nombre de «isla del arca». A propósito de esta ínsula, los indonesios cuentan la siguiente historia.
A la orilla del río Ciuruciuk vivía en un tiempo una viuda muy pobre cupo hijo se llamaba Palamtjar. Ella lo mantenía a costa de grandes esfuerzos, trabajaba hasta el límite de sus fuer­zas g se quitaba la comida de la boca para que a él no le faltase nada. Pero Palamtjar pagó sus desvelos con ingratitud. Una vez adulto, se dedicó a correr mundo y se olvidó completa-mente de su madre.
Le fue bien en sus negocios. Se convirtió en un rico mercader: sus barcos cargados de mercancías recorrían todos los mares y arribaban a todos los puertos extranjeros. Una vez, por motivos de negocios, Palamtjar se encontró navegando por el río Ciuru­ciuk. Su nave ancló justo enfrente de su pueblo natal y muy pronto se difundió la noticia de que había arribado la embarca­ción del rico mercader Palamtjar. Llegó también a oídos de su anciana madre.
«Tal vez -pensó ella para sus adentros- no sea realmente mi hijo Palamtjar, de quien no sé nada desde hace más de diez años.» Y, sin vacilar, se encaminó hacia la nave. Grande fue su alegría cuando reconoció a su hijo en el rico mercader. También la reconoció Palamtjar, pero no manifestó ninguna alegría. Al contra­rio, se avergonzaba de ella delante de sus compañeros de viaje y no quiso admitir que aquella vieja pordiosera, cubierta de an­drajos, era su madre. Llegó a ordenar:
-Llevaos a esta vieja, apartadla de mi vista.
-Hijo mío, Palamtjar -exclamó la pobre mujer, ¿pa no reco­noces a tu madre?
-Pero ¿qué cosas te pasan por la cabeza, andrajosa? -chilló Palamtjar. No te conozco de nada, jamás te he visto en mi vida.
Al escuchar estas duras e ingratas palabras, la viejecita caljó en la cubierta de la embarcación. El dolor había destrozado su corazón de madre. Entonces estalló un furioso temporal, retum­bó el trueno, destellaron los relámpagos por todas partes. La nave de Palamtjar chocó contra un escollo y se hundió con todos sus pasajeros. Un tiempo después, en su lugar, asomó entre las olas un islote que tenía el aspecto de una nave petrificada. La gente dice que son los restos de la nave del ingrato Palamtjar, y los ha bautizado como «la isla del arca».

162. anonimo (indonesia)

El gorrión astuto y el águila vanidosa

El águila reunió a todas las aves y dijo, vanagloriándose:
-¿Cuál de vosotras, que voláis de día y de noche sobre la tierra y el mar, tiene una voz más potente que la mía?
Ninguna se adelantó porque, en efecto, de todas ellas el águila tenía la voz más fuerte.
-¿Y cuál de vosotras, que voláis de día y de noche sobre la tierra y el mar, puede batirse conmigo?
Como antes, ninguna se adelantó porque el águila era, sin duda, la más fuerte de todas las aves.
-¿Cuál de vosotras, aves que voláis de día y de noche sobre la tierra y el mar, puede volar más alto que yo?
Ante esta pregunta el gorrión, que no soportaba la vanidad del águila, se adelantó y dijo:
-Yo puedo volar más alto que tú.
-¿Tú? -se sorprendió el águila.
Y también se sorprendieron todas las demás aves.
-Sí, yo -repitió el gorrión y propuso enseguida hacer un torneo.
La poderosa águila y el minúsculo gorrión se acercaron. El águila extendió sus alas inmensas, pero el gorrión, sin hacerse notar, dio un salto hasta el lomo de su contrincante.
El águila alzó el vuelo y llevó al gorrión muy alto, hasta la altura de las más altas cumbres y, cuando estuvo tan arriba, gritó:
-Gorrión, ¿dónde estás ahora?
-Estoy aquí, estoy aquí -gorjeó el gorrión sobre su cabeza. El águila se asombró sobremanera y voló aún más alto. Ya por encima de las nubes, volvió a gritar:
-¿Y ahora dónde estás, gorrión?
El gorrión revoloteó sobre el águila y respondió: 
-Aquí, aquí, estoy aquí.
El águila, encolerizada, extendió aún más sus alas para seguir subiendo, pero le faltaron las fuerzas. Se precipitó como un peso inerte y se estrelló sobre las rocas, mientras el astuto gorrioncito gorjeaba sobre su cabeza.

162. anonimo (indonesia)

El gato astuto y los monos tontorrones


El gato estaba echado en el umbral de la casa y cabeceaba al sol. Pero llegó una manada de monos que comenzaron a chillar y lo despertaron. Los monos saltaban entre los árboles, trepaban al tejado, corrían de aquí para allá por el jardín. Al gato tanto ba­rullo le daba fastidio, así que les dijo a los monos:
-Oídme, haced lo que queráis, pero no toquéis aquella cam­pana, que pertenece al abuelo.
Y así diciendo les señaló un árbol, del que colgaba un enor­me nido de avispas.
-¿La campana del abuelo? -dijeron los monos, curiosos. ¿Y qué pasa con ella?
-No es una campana cualquiera -explicó el gato. El abuelo la hace sonar solamente tres veces al año, en días de fiesta. Te­ned cuidado de no tocarla, porque repicará y el abuelo se pon­drá furioso.
-Si se pone furioso -se rieron los monos, no nos quedare­mos aquí para que nos dé una paliza.
-Haced lo que queráis -conclugó el gato, pero al menos es­perad que me suba al desván. No quiero tener nada que ver con esta historia.
El gato se refugió en el desván. Los monos cogieron una vara y golpearon el avispero. ¡Pero no hubo din don dan! Las avispas salieron de su nido y picaron a los monos en la cabeza, en las pa­tas, en todas partes.
Los monos salieron corriendo a mata caballo y llegaron a sal­varse de las avispas arrojándose al río. Pero el ardor de las picaduras los atormentó durante varios días.

162. anonimo (indonesia)