Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 6 de agosto de 2012

Por qué el perro vive con el hombre


Un perro vivía solo en el bosque. Pero muy pronto se cansó de la soledad y decidió buscarse un compañero. Se encontró con una liebre y le dijo:
-Ven, liebre, vivamos juntos.
-Vale -respondió la liebre.
Y comenzaron a convivir. De día salían de casa juntos y de noche dormían muy cerca el uno del otro. Pero por la noche el perro ladraba y a la liebre le dio miedo:
-No ladres tanto. Podría venir un lobo a devorarnos.
«La liebre es miedosa», pensó el perro y decidió abandonar a la libre.
Después se encontró con un lobo y le dijo:
-Ven, lobo, vivamos juntos.
-Encantado -respondió el lobo.
Y comenzaron a vivir juntos. De día cazaban y por la noche dormían muy cerca el uno del otro. Pero por la noche el perro la­draba y al lobo le dio miedo:
-No ladres tanto. Podría venir un oso y devorarnos.
«El lobo es miedoso», pensó el perro y decidió abandonar al lobo.
Después se encontró con un oso:
-Ven, oso, vivamos juntos.
-De acuerdo -respondió el oso, y se fueron a vivir juntos. De día salían de caza y de noche dormían muy cerca el uno del otro. Pero por la noche el perro ladraba y al oso le dio miedo:
-No ladres tanto. Podría venir un hombre a matarnos.
«El oso es miedoso», pensó el perro y decidió abandonar al oso.
Después se encontró con un hombre y le dijo:
-Ven, hombre, vivamos juntos.
-Claro -respondió el hombre.
Y así vivieron juntos. De día cazaban y por la noche dor­mían muy cerca el uno del otro. Por la noche, con los ladridos del perro, el hombre se despertó:
-Estupendo -dijo, sigue ladrando. Si se acercan un oso o un lobo, les dará miedo y escaparán.
«El hombre no tiene miedo», pensó el perro. Desde entonces, el perro y el hombre viven juntos.

141. anonimo (siberia)

El viejo y el diablo


Había una vez un viejo y una vieja. La mujer tenía muy mal ca­rácter y siempre andaba con ganas de pelea. Un día, mientras es­taban en el bosque cortando leña, descubrieron en la linde un profundo barranco.
La vieja, curiosa por ver qué había al fondo del barranco, se inclinó tanto que cayó de cabeza. El hombre, entonces, volvió solo a su casa.
Pero la casa le pareció muy vacía y, para colmo, no había nadie que le preparase la comida. Entonces cogió una cuerda muy larga y volvió al barranco confiando en que rescataría a la vieja. Arrojó desde lo alto un extremo de la cuerda, esperó un momento y luego comenzó a tirar con fuerza. Y después de mu­cho esfuerzo, ¡logró subir hasta el borde nada menos que a un diablo! Se quedó sin aliento del susto, pero el diablo le agrade­ció la ayuda. En efecto, poco antes se había precipitado en el ba­rranco una vieja petulante y provocadora que lo había fastidia­do hasta tal punto que le hacía imposible la vida allí abajo.
-Quiero recompensarte, porque me has salvado de esa vieja terrible -le dijo el diablo-. De ahora en adelante, trabajaremos juntos. Yo haré que la gente se enferme y tú la curarás. Con este negocio nos haremos de oro.
El viejo y el diablo se pusieron a trabajar juntos. El diablo hacía enfermar a la gente, el viejo iba a visitar a los enfermos, les sacudía la cabeza con las manos y murmuraba palabras incom­prensibles. Inmediatamente después, los enfermos se sentían mu­cho mejor. El hombre se hizo rico y famoso y todo iba viento en popa.
Un día el diablo le dijo a su socio:
-Hoy haré que enferme la hija del zar, pero tú no debes cu­rarla. La muchacha morirá y yo me la llevaré al otro mundo.
Y así fue. Pocos días después, la hija del zar cayó enferma. El zar mandó llamar al viejo, pero éste no quería obedecer por más que el zar le prometiese todo el oro del mundo. Sin embar­go, cuando el zar lo amenazó de muerte, el viejo se resignó a ir a palacio.
En cuanto llegó, lo guiaron hasta la alcoba de la hija del zar y, de pronto, vio al diablo sentado detrás de la cama.
-¿Qué haces aquí? -le dijo el diablo. Te dije que no debías venir a curar a esta muchacha.
-Sólo he venido a decirte -replicó el viejo- que la mujer del barranco ha vuelto y te está buscando.
Al oír esas palabras, el diablo puso pies en polvorosa y de­sa-pareció. La hija del zar recuperó la salud, el viejo recibió un magnífico premio y se fue a vivir a una tierra lejana donde nadie lo conocía. Y en esta tierra vivió feliz durante muchísimos años.

Fuente: Gianni Rodari

141. anonimo (siberia)

El oso ingrato


Un día, un oso polar se encontraba en la orilla observando el mar. Vio a lo lejos una plataforma de hielo que flotaba y, en aquel banco, unas focas.
-¡Qué pena que estén tan lejos! ¡Podría darme un buen atra­cón!
En ese instante, un golpe de viento le rozó la oreja y le su­surró:
-Ayúdame, oso. Después me ocuparé de impulsar hielo ha­cia la orilla.
-Pero ¿quién eres tú?
-Soy el viento, pero me siento muy débil.
-¿Cómo puedo ayudarte?
-Sopla con fuerza y me volveré más robusto.
El oso respiró hondo y sopló con fuerza. El viento recobró energía y, en pocos minutos, impulsó hasta la orilla el banco de hielo con las focas encima. El oso se abalanzó sobre él y se co­mió a las focas. Luego se tumbó sobre el hielo y se echó a dor­mir
Poco después, el viento sopló de nuevo en la oreja del oso:
-Ayúdame, oso, de nuevo me siento muy débil.
Pero el oso era demasiado perezoso para soplar y dijo:
-Déjame tranquilo. ¿Cómo hago para soplar si estoy dur­miendo?
El viento se fue hacia el mar.
Mientras tanto, algunos cazadores llegaron a la playa y vieron el banco de hielo que flotaba, muy cerca, con el oso dormi­do encima.
-¡Qué buena ocasión! -dijeron.
El oso se despertó, vio a los cazadores y enseguida comenzó a llamar al viento, pidiéndole auxilio:
-Viento, viento, ven deprisa, y aleja este banco de la plalja. Si no te mueves, los cazadores me matarán.
Pero el viento susurró:
-No puedo hacer nada. Cuando te pedí que soplaras para hacerme recobrar mi energía, tú te negaste. Y ahora me siento demasiado débil para ayudarte.
Los cazadores se abalanzaron sobre el banco de hielo y ma­taron al oso ingrato.

141. anonimo (siberia)

De caza


Una vez, los hombres decidieron salir de caza. Cogieron el arco, aguzaron las flechas, asaron la carne y dieron de comer a sus hijos el tuétano de los huesos. Ellos se quedaron con las vísceras y le dejaron los huesos al perro.

Pero ¿dónde está el perro?
Se escapó al bosque y ladra bajo un árbol.
Pero ¿dónde está el bosque?
Se quemó todo, cuando cayó el rayo.
Y ¿dónde está el fuego?
Se apagó cuando cayó la nieve.
Y ¿dónde está la nieve?
Se derritió, cuando el Sol volvió a brillar.
Y ¿dónde está el Sol?
Fue a visitar a la Luna y lo han cubierto las nubes.
Y ¿dónde están las nubes?
Sopló el viento y las dispersó.
 Y ¿dónde está el viento?

Pasaba una manada de alces. Delante de ellos, corría un ciervo. Sobre este ciervo iba montado el viejo cazador Baktanag, y el viento soplaba en la panza del ciervo.

¿Y el ciervo dónde está?
¡Dale caza si eres capaz!

141. anonimo (siberia)