Había una vez un
campesino que tenía siete hijos: seis eran mentecatos y envidiosos, el séptimo
era alegre y muy inteligente. Tanta era su inteligencia que hasta se le habían
caído los pelos de su cabeza. Era completamente calvo y todos lo llamaban Pelón.
Poco antes de morir, el viejo campesino dejó a cada uno de sus hijos una
ternera y les advirtió:
-Cuidad bien de vuestra
ternera y llevadla a pastar. Crecerá, llegará a ser una vaca y así tendréis de
qué vivir.
Cada uno de los hermanos
se ocupó de cuidar a su ternera y solían llevarla a pastar, tal como les había
aconsejado su padre. Un día, Pelón cayó enfermo p les pidió a sus hermanos que
llevasen su ternera a pastar. Los hermanos accedieron pero, cuando estuvieron
lejos de la aldea, tiraron la ternera de Pelón a un pozo abandonado. Al volver,
le dijeron a Pelón que el animal se había caído por accidente.
Pero Pelón comprendió que
sus hermanos, envidiosos, la habían arrojado a propósito; fue al sitio para
echar un vistazo y se encontró con un camello que se había escapado de una caravana.
Pelón dejó entonces a la ternera librada a su destino y volvió a casa con el
camello.
Los hermanos, al verlo
llegar con el camello, se quedaron boquiabiertos. Pelón contó:
-Fui a ver el pozo donde
se capó mi ternera. Recé varias oraciones para que saliese y, en lugar de la
ternera, salió un camello. Y por eso me lo he traído a casa.
Al escucharlo, los
hermanos decidieron inmediatamente salir con sus terneras y arrojarlas al pozo.
Y así lo hicieron. Después se arrodillaron y se quedaron rezando todo el día.
Llegó la noche, pero del pozo no salió ningún camello. Los hermanos
comprendieron, finalmente, que Pelón les había tomado el pelo.
Furiosos contra él, se
apresuraron en prender fuego a la pequeña alquería. Pelón perdió casi todos
sus bienes, pero no se desanimó. Cogió dos bolsas, llenó una con tizones
apagados y la otra con cenizas, y se dirigió a la ciudad.
Se instaló en la plaza
del mercado y comenzó a dar voces diciendo que tenía en venta dos bolsas
llenas de plata. Un rico mercader que pasó por allí por casualidad quería
comprarlas, pero Pelón le dijo:
-Se las vendo, sí, pero
con una condición: que no las abráis antes de llegar a casa. Si las abrís
antes, la plata se transformará en cenizas y tizones, porque se trata de una
plata mágica.
El mercader accedió y le
dio a Pelón muchas monedas a cambio de las bolsas. Así, Pelón pudo reconstruir
su casa, comprar una manada de camellos y ahorrar algo. Sus hermanos se morían
de curiosidad por saber dónde había encontrado tanto dinero y él les contó toda
la historia.
Los hermanos quemaron
inmediatamente sus casas, llenaron de cenizas y de tizones sus bolsas y se
dieron prisa en llegar a la ciudad. Fueron a la plaza del mercado y comenzaron
a dar voces diciendo que tenían plata en venta, pero que nadie debía mirar el
interior de las bolsas antes de llegar a su casa, porque la plata estaba encan-tada
y se transformaría en cenizas y tizones.
Ocurrió que el rico
mercader, víctima del engaño de Pelón, pasó en ese momento por allí. Cuando oyó
que había otros vendedores de plata mágica, cogió un bastón y atizó con él a
los hermanos.
Y así los hermanos
envidiosos se quedaron definitivamente sin nada: ni terneras, ni casa, salvo la
espalda llena de cardenales.
Fuente: Gianni Rodari
155 Anonimo (turkestan)
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