Mientras andaba por el
bosque, un ciervo oyó una voz que clamaba aguda. Siguiendo la voz, se encontró
con un lobo medio aplastado por un árbol que se le había caído encima. El
ciervo, asombrado, le preguntó:
-Pero, amigo lobo, ¿qué
te ocurre?
-No hagas tantas
preguntas -dijo el lobo, levanta este árbol con tus cuernos y sácame de aquí
abajo.
-No sé si tendré tanta
fuerza -suspiró el ciervo e hizo el intento de levantar el árbol con los
cuernos.
Después de muchos
esfuerzos, lo consiguió. El lobo se escurrió fuera del árbol y comprobó su
estado físico: nada roto, los huesos en su sitio, la piel en su sitio, así que
dio un salto de alegría y le dijo al ciervo:
-Formidable, amigo, ahora
te comeré.
-Pero ¿cómo? -protestó el
ciervo asustado. ¿No te da vergüenza? Acabo de salvarte la vida y tú quieres
comerme.
-Estoy muy agradecido
porque me has salvado la vida y te doy mil gracias, pero tengo hambre y por eso
quiero comerte.
Después de una larga
discusión, acordaron ir a ver al oso y dejar que él decidiese el caso. Le
contaron todo con pelos y señales. El oso escuchó, reflexionó, meneó la cabeza
y le dijo al ciervo:
-Tú llevas razón, no está
nada bien que el lobo, después de haberle salvado la vida, quiera comerte. Pero
también el lobo tiene razón al querer comerte, dado que le aprieta el hambre.
Hagamos lo siguiente:
volvamos al árbol y mostradme de nuevo cómo se han desarrollado los hechos.
Después daré mi veredicto.
El ciervo y el lobo se
manifestaron de acuerdo. Volvieron todos juntos a donde estaba el árbol caído,
el ciervo hizo un esfuerzo y lo levantó, el lobo salió escurriéndose por
debajo. El oso dijo:
-Así estaban las cosas.
Ahora, por favor, repetid la escena. Tú, ciervo, levanta el árbol con los
cuernos y tú, lobo, sal por debajo del árbol de nuevo.
Pero el ciervo dijo:
-He levantado este árbol
dos veces. Para volver a hacerlo por tercera vez, ga no me dan las fuerzas.
-Si te faltan las fuerzas
-dijo el oso, no lo levantes. Pero, en estas condiciones, ¿qué queréis que
juzgue? Tú, ciervo, no te enfades ni te ofendas, pero así no puedo hacer nada.
Y se alejó.
-No se puede hacer nada,
es verdad -asintió el ciervo.
Y se fue con el oso. El
lobo se quedó bajo el árbol hasta que murio.
145. anonimo (estonia)
¡Toda una gran lección!
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