Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 23 de enero de 2015

Un bien con un mal se paga .589

Que eran dos bueyes que sabían andar en un campo. Por áhi viene un tigre y que se comió uno.
Un día, el güey que quedó solo, que oye que un animal bramaba. No se daba cuenta qué animal podría ser.
-Ha de ser mi compañero -que dice.
Créiba que era el alma del buey muerto. Se acercó aonde se óiba el bramido. Había siu un tigre que había estau de espaldas entre unas piedras, áhi, encajau. Dicen que el tigre caendo de espaldas no puede dar vuelta, que es muy duro del cuerpo.
Cuando lo vio el tigre al buey, que le dijo:
-Sacame, sacame, hermano, por favor.
-No -que le dice el buey, vos me vas a comer.
-No te voy a comer, hermano; cómo voy a hacer eso.
El buey que se arrimaba y se desharrimaba. Al fin de tanto intarlo, se había arrimau el buey, y lo sacó al tigre y se fueron juntos.
En eso que iban, el tigre iba sintiendo mucho hambre, porque había 'tado muchos días sin comer. Entonce que le dice al buey:
-Teniendo carne, de zonzo me pasaré que no me la coma. Agora te voy a comer.
Y que le dice el buey muy asustado:
-¡No, no, cómo me vas a comer, así no ha sido el trato!
En eso ven que venía un cura a bestia, y que dice el tigre:
-Pongamos de juez al cura.
-Bueno -que dice el buey.
Ya lo pararon y le pidieron al cura que fuera juez, y le contaron todo, y le dijeron que el tigre lo quería comer al buey.
El cura 'taba más asustau que el diablo. Cuando le hicieron ver el caso, pensó que si él decía que el tigre no lo tenía que comer al buey, lo iba a comer a él; entonce dio la sentencia que lo tenía que comer el tigre al buey.
El buey decía que eso no podía ser, que tenían que buscar un juez mejor, que eso no era justo. En eso que 'taba áhi, cuestionando, llega Juan del Campo. Ya lo llamaron de juez, y éste dijo que cómo había siu el caso. Ya le dijieron que el tigre había 'tau cáido, entre unas piedras, que no podía salir, y que áhi se iba a morir si no lo sacaba el buey. Y entonce dice el zorro:
-¡Ah, usté tiene que ir aonde 'staba! Es de la única manera que yo me voy a dar cuenta.
El tigre no quería ir, pero el juez lo echó no más por la melga. Y ya lo hizo ir que se tire como había 'stau. El tigre fue y se tiró entre las piedras, y el buey le puso las piedras que lo apretaban, y lo pircó más bien de lo que había 'stau. Entonce el zorro dijo que lo dejen áhi, por desagradecido, que no lo saquen más. Y así les salvó la vida al buey y al cura.
-Bueno, ¿qué vale lo que me has salvado la vida? -que le dice el cura.
Le dice el zorro:
-No vale más que, mi familia que es tan larga y tan perseguida de los perros, que aonde quera la matan, le rece un responso cuando encuentre alguno de mis parientes muerto.
-¡Cómo no! -le dice el cura.
Se separaron los tres, y se fueron muy agradecidos el buey y el cura.
A poco andar no más, fue el cura y encontró un zorro muerto -éste era el mismo Juan del Campo que se hacia el muerto, para ver si cumplía o no el cura. Ya el cura se bajó y le dijo un responso. Y siguió. A poco andar, como a dos cuadras, otro zorro muerto -y era el mismo Juan.
-¡Ay, cierto! -que dice el cura, tenía razón mi amigo que su familia era muy perseguida.
Se bajó y le rezó al muerto, y siguió. A poco andar, otra vez, otro muerto. Se bajó y le dijo otro responso, y siguió. A poco andar, otro zorro muerto. Ya se bajó y le rezó. Áhi cerca no más otro zorro muerto. Ya se bajó el cura muy fastidiado, y le rezó ligero y siguió. Más adelante, otro zorro muerto. El cura se bajó enojadísimo, lo agarró al zorro de la cola y le dio un golpazo sobre unas piedras. El zorro medio moribundo le decía, en las últimas voces:
-Un bien con un mal se paga.
Y se acabó.

Felisa Chaves de Páez, 56 años. San Agustín. San Juan, 1947.

Lugareña inteligente. Gran narradora. Pronuncia la y y la ll, diferenciándolas como en todo el Noroeste de San Juan, a la manera de Castilla la Vieja.

Cuento 589. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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Un bien con un mal se paga .599

Que lo había apretau a un tigre de las manos un peñón que si ha caído. Y 'taba el tigre bramando de dolor. Y que por áhi pasa un hombre. Y que el tigre le suplica que lo saque.
-No -que dice el hombre, vos me vas a joder.
-Cómo voy a hacer eso -le dice el tigre, y que le suplicaba que lo sacara.
Y que este tigre había 'tau encajau hacía muchos días y que ya se moría de hambre.
Y lo sacó el hombre con mucho trabajo. Y ya cuando lo sacó y le pasó el dolor al tigre, que le dice al hombre:
-Caray, que tengo hambre. Bueno, yo te voy a tener que comer porque 'stoy sufriendo mucho hambre.
-No -le dice el hombre, cómo vas hacer eso.
-Claro que te voy a comer -que le dice el tigre.
Y que el hombre le dice que él le ha hecho un bien y que el tigre no le agradece.
Y que el tigre le dice que lo iba a comer porque siempre un bien con un mal se paga.
Entonces que el hombre le dice que no lo coma todavía, que busquen un juez para que sentencie, y que si es justo él se va a dejar comer.
Cuando van por áhi lu encuentran a don Juan, y entonce le dice el hombre si le podía servir de juez, que él lo ha salvado al tigre que estaba apretado, y el tigre le dice que un bien con un mal se paga, y lo quiere comer.
Entonce don Juan dijo:
-Yo tengo que ver la posición que ha estau el tigre. Porque, verdaderamente que se paga un bien con un mal, pero yo no puedo dar sentencia sin ver cómo estaba el tigre.
Y se fueron y el hombre le mostró la peña, que era un peñón bárbaro, que le había apretado las manos al tigre, y le dijo el trabajo que le había costau soliviarla para librarlo al tigre.
Entonce el tigre se puso como estaba en la misma posición y el hombre como pudo solivió la peña, y entonce que el zorro le hace señas que se la suelte. Y quedó el tigre encajau otra vez. Y áhi dio la sentencia Juan. Le ordenó al hombre que lo mate al tigre por pícaro y desagradecido.
Y lo mató el hombre al tigre y se salvaron los dos di un bicho tan malo.

Prefiterio Heredia, 54 años. Las Cañas. Los Corrales. San Francisco. San Luis, 1951.

Cuento 599. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Un bien con un mal se paga .596

Había un señor qui había enviudau, y que era muy rico el señor. Después que pasó por el duelo, s'iba a trabajar por la mañana y volvía por la noche. Tenía la casa llena di un todo, pero como tenía perros muy guardianes, s'iba sin cuidado.
Como de costumbre, s'iba, en una noche d'ésas, y oyó, en un bañadito, unos lamentos que daban lástima. Él lu interpretó que sería la señora que andaba penando. Entonce dijo:
-Si mañana oigo otra vez los lamentos, voy hacer coraje, y voy abrir con el cuchillo los montes, y me voy a llegar a ver dónde son esos lamentos.
Bué... Se jue.
Al otro día, cuando pasó por áhi, los mismos gemidos en el mismo punto. Entonces él se bajó y con el caballo de tiro, comenzó a hacer una sendita. Cuando ya llegó a una laja grande qui había, vio que di áhi salían los lamentos. Y entonce, él sacó el lazo, enlazó la piedra, ató a la cincha del caballo, y tiró. Y entonces salió una serpiente que le llegó al estribo del caballo, por comerlo, y que le decía:
-¡Me lo como, me lo como!
Entonce él si asustó, y que le dice:
-Señora, l'hi hecho un bien ¿y me va comer?
-¡Ah! -que le dice ella- ¿no sabe usté que un bien con un mal se paga? ¡Me lo como y me lo como!
-¡Pero, señora, cómo va a comerme! ¡Pero, señora!, caminemos por el camino nacional, hasta qu' encontremos algunos señores que nos den algunos pareceres, y después me come.
Y le cedió ella, y siguieron.
A poco andar, ya caminaron un trecho, y ya vinieron unos caballos con mataduras en el lomo, que no podían caminar, y venían unos pájaros comiendolós. Y ya los saludaron. Y ya les dijo el hombre:
-Señores, délos una sentencia.
-¿Qué sería?
-Esta señora l'hi hecho un bien y me quiere pagar con un mal.
-Nosotros himos sido unos caballos muy estimados de nuestros amos. Himos sido muy ligeros, y li himos hecho ganar mucho dinero, miles de pesos a nuestro amo. Cuando ya estuvimos viejos, miren cómo los han largado; que ya los comen los pájaros.
-¡Has visto! ¡Has visto! -le dice la serpiente al hombre- agora te como.
-¡Pero, señora! -le dijo el hombre, caminemos otro poquito, bus-quemos otra sentencia y áhi me come.
Al poco andar encontraron unos güeyes. También en el mismo estilo de los caballos, también lastimados por los cuadriles, y por todas partes, que ya se cáiban. Y ya les dijo el hombre, después que los saludaron:
-Señores, delos una sentencia.
-¿De qué se trata? -dijeron ellos.
-Que a esta señora yo l'hi hecho un bien, y ella me quere comer.
-¡Ha, señores, nohotros himos sido muy estimados de nuestros amos! Le himos dado mucho dinero a nuestros amos en los sembrados y en los negocios. Cuando éramos jóvenes, 'tábamos perdidos en las alfas, agora que somos viejos y enfermos, los han botau nuestros amos para que los coman los pájaros.
Áhi no más la señora se lo quiso comer, y qu' el hombre le volvía a rogar:
-¡No, señora!, que a las tres sea la vencida. Caminemos otro poco y busquemos otra sentencia.
Bué... Qui habían andau un buen trecho. ¿Pórque no si atraviesa una zorra a la distancia. Áhi no más la grita el hombre, pero como él llevaba unos perros, la zorra de lejo le dijo qué quiere.
-Venga, delos una sentencia.
Sin arrimarse, le dijo la zorra que cómo era eso, y que agarrara los perros. Y agarró los perros el hombre y se allegó la zorra, y dice:
-¿Cómo es eso? ¿Cómo es eso?
-A esta señora yo l'hi hecho un bien y ella me quere pagar con un mal, me quere comer.
-¡Ah, no, no! Un bien con un bien, y un mal con un mal. Y áhi que la serpiente se lo querís comer al hombre, y que la zorra tan viva que se dio cuenta, y que dice:
-¡Ah! a no ser que la señora tenga razón, y ha de ser no más que la tenga, eso tendría que presenciar yo. ¡Puede tener razón, por lo que veo... Yo quisiera ver cómo estaba esta señora para opinar.
-Güeno, volvamos -dijieron los dos.
Ya volvieron; llegaron al lugar. El lazo había quedado atado a la piedra, y el hombre levantó la piedra.
-¡A ver, acomodesé señora, como estaba, que yo creo qui usté tiene razón -dice la zorra y li hace de ojo al hombre.
El hombre tenía miedo y no entendía, pero al fin entendió, y le largó la piedra en todo el peso. Y la serpiente quedó apretada otra vez.
Y la serpiente gritaba y se lamentaba, pero la dejaron no más áhi pa que se muriera por mal pagadora.
-¡Ah, señora Zorra! -que le dice el hombre, ¡qué bien me ha hecho! Tengo la casa llena de aves, venga cuando quera.
-¿Y esos perros?
-Yo les voy echar llave. ¡No tenga cuidado!
Ya la zorra comenzó a ir a la casa del hombre y a comer aves. Él nu estaba casi nunca, y ella se aprovechaba y comía por demás.
Un día viene el hombre del trabajo y nu encuentra más de tres aves ande había cientos. Entonce le dio tanta rabia, que si olvidó del favor que li había hecho la zorra, y dijo:
-Si viene esta grandísima pícara, l'hago charquiar con los perros.
Y en ese momento que tocan las manos. Se levanta, y de repente llega la zorra.
-¡Bueno día, señora! -que le dice- ¿pórque si ha perdiu tanto?
-No, s'hí estau viniendo.
-Ya de las aves no veo más que tres.
-Sí, si nu hay más, y por ellas vengo.
-Güeno, señora, voy a sacar maíz para llamarlas.
Se jue, y abrió la puerta a los galgos, y los perros la sacaron matando a la zorra, y que la zorra gritaba lo que l'iban corriendo:
-¡Bien decía el viborón que un bien con un mal se paga!...
Y ya la agarraban los perros, y en eso encontró una vizcachera y que se zampó áhi. Pero que los galgos eran acostumbrados a esperar hasta que salían los bichos de las cuevas, y que se quedaron en la puerta echados, calladitos.
Y ya la zorra que créiba que 'ataba sola, comenzó hacer gracias de gusto lo qui había pasau el susto. Y decía:
-Patitas, ¡ustedes cómo si hacían pa disparar, anque hubiera espinas! Ojitos, ustedes, ¡cómo si hacían para ver pa todos lados!... Orejitas, ustedes, ¡cómo si hacían para oír todos los ruiditos! ¡Y usté, colita! Yo m' enredaba en usté, en todos lados, y por usté casi mi agarran los galgos. ¡Salga, salga p' afuera por pícara y sucia!
Y retrocedía. Y saca la cola como pa tirarla, y los perros qu' estaban áhi, l'agarraron de la cola, la sacaron p'ajuera, y la mataron.

Juan Lucero, 59 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1944.

Cuento 596. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Un bien con un mal se paga .592

Resulta que en los campos se sentía un grito. En un despeñadero se sentía un grito muy fiero, qu'era como un chillido y un lamento. Y un cazador qui andaba en los campos se allega, y era un viborón que estaba apretado con un peñasco. Y que le dice la víbora:
-Sacame que ya me muero, que 'toy apretada con este peñasco.
-No, no, no te saco, porque me vas a picar -le contesta el hombre, claro, muerto de miedo.
Y la víbora le pide y le vuelve a pedir que la saque, que no le va a hacer nada, que le va a quedar muy agradecida. Y tanto le clamó que la sacara, que al último le dice:
-Te voy a sacar la piedra, pero no me vas a hacer nada.
Cuando la libró del peñasco, se le envolvió en el cogote del hombre y le puso la cabeza contra el ojo, y le dice:
-Te voy a picar.
-No me piqués -que le dice, por favor. Ti hi sacau y me vas a pagar con una ingratitú.
Y la víbora que le decía que no podía más di hambre y que lu iba a comer. Y el hombre le pedía que viera lo qui hacía.
-Busquemos un juez, a ver si es justo que me piqués.
Y entonce la víbora le dijo que güeno y lo dejó al hombre. Y jueron a buscar un juez. Y van y encuentran un güey. Y que le cuentan el caso y le dicen si es justo que la víbora le pague el bien que li ha hecho el hombre. Y entonce le dice el güey:
-Yo l'hi servíu a mi patrón toda la vida y agora mi ha echau al pasto pa llevarme a matarme al matadero.
-Has visto -le dice la víbora- que un bien con un mal se paga -y se lo quería comer otra vez.
-No, no -que le dice el hombre, no puede ser; eso no es justo. Tenimos que buscar otro juez.
'Taban discutiendo cuando lo ven pasar a lo lejos a Juan del Campo -así lo llamaban al zorro. Y lo llaman. Y le piden una sentencia. Y como Juan del Campo es tan astuto dice que le espliquen bien el caso. Y entonce le dice el hombre:
-Aquí, esta señora, 'taba apretada abajo d'este peñasco y yo l'hi sacado, y agora me quiere picar. Ella dice que es justo porque tiene hambre, y yo digo que no me puede pagar así.
Y entonce dice Juan del Campo:
-Yo quisiera verla onde ha 'tau esta señora.
Y ya se jueron. Y levantaron el peñasco. Y se puso el viborón áhi enroscau. Y que el zorro le dijo al hombre que le suelte el peñasco, y el hombre se lo soltó. Y quedó apretau como 'taba. Y entonce que le dice Juan del Campo a la víbora:
-Quedate áhi, no más, como has estado, por ingrata.
Y se jueron y la dejaron a los gritos a la víbora. Y entonce el hombre le dice a Juan del Campo que cómo le puede pagar la hazaña qui ha hecho de salvarlo. Y el zorro le dice:
-Este favor te voy a pedir: cuando enconrés un zorro muerto, hacé un pozo y lo enterrás.
Y el hombre le dijo que cómo no. Cuanto caminó un trechito encontró un zorrito muerto. Áhi no más hizo un pozo y lu enterró. Caminó otro trecho, y otro zorrito muerto. Hizo un pozo y lu enterró. Caminó otro trecho, otro zorro muerto. Hizo un pozo y lu enterró. Caminó otro trecho y otro zorro muerto. Hizo un pozo y lu enterró. Y güeno, y tantos zorros muertos encontraba, que ya le dio rabia, y dice:
-Qué tantos zorros muertos, ¡caracho!
Y agarró un palo, le pegó un palo al zorro que encontró muerto, y l'hizo saltar los sesos, y lo botó pa ajuera del camino.
Por áhi que había ido pasando otro Juan del Campo y había 'tau mirando, y le dijo:
-¿Has visto que un bien con un mal se paga?
Y áhi vio el hombre que era cierto el refrán.

José Mercedes Brizuela, 70 años. Alto del Olvido. Lavalle. Mendoza, 1951.

Peón agricultor en los viñedos de la comarca. Ha cursado los primeros grados de la escuela primaria.

Cuento 592. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Un bien con un mal se paga .591

Era una viejita que tenía un hijo tonto. Y que el tonto le pidió permisio a la madre para salir a rodar tierra. Y se va el tonto por una huella para los campos, y en un barrancón encuentra un tigre, que lo había apretado el barrancón. Y entonce el tigre le pide por favor al tonto que lo saque.
-No -le dice el tonto, vos me vas a comere. Entonce le contesta el tigre:
-Cómo le vuá comere con el bien tan grande que me va hacer.
Entonce se pone a trabajar el tonto y lo saca al tigre del barrancón.
-Bueno -le dice el tigre, ahora yo me lo como.
Entonce el tonto se defendía que cómo lo iba a comere si lo había sacado de un gran peligro.
Entonce le dijo el tigre:
-Yo me lo voy a comere no más porque un bien con un mal se paga.
Entonce le dice el tonto que tenían que ver a un juez y que lo que sentenciase el juez eso iba a ser. Entonce lo acetó, el tigre y tomaron la huella. Por áhi encuentran un caballo viejo que 'staba en una sombra.
-¿Quere que aquél sea el juez? -dice el tigre.
-Güeno -le dice el tonto, que sea ése el juez.
Entonce cuando el caballo vido al tigre quiso disparar, pero 'taba tan flaco que no podía andar. Entonce le dice el tigre:
-No dispare amigo, que vengo a que nos sirva de juez.
Entonce le conversaron lo que había pasado. Entonce sentenció el juez, que sí se lo debía comere porque un bien con un mal se paga. Que él le había prestau muchos servicios al amo y que él lo había botau al campo a que se muera de viejo y de flaco.
Bueno, entonce el tonto dijo:
-Yo rechazo este juez, no me ha sentenciado bien.
Y le acetó, el tigre. Siguieron la huella. Por áhi divisan una zorra. Entonce le dice el tigre:
-Güeno, que aquella sea el juez.
-Güeno, que sirva de juez y que venga.
El tigre había sido compadre de la zorra. Y se acercó la zorra. Ya después que se saludaron, y todo eso, le conversaron el asunto que cómo habían recurrido al juez. Y entonces la zorra le dice:
-Sí, compadre tigre, debe comerseló porque un bien con un mal se paga, pero asigún y conforme. Mire, el juez tiene que ver cómo estaba para poder sentenciar.
Se volvieron los tres adonde 'taba el tigre apretau. Llegaron. Entonce le dice la zorra:
-Usté, compadre, pongasé tal como estaba y el señor le va dejar quer el peñasco.
El tigre sin querer se puso ande estaba y el tonto le dejó quer el peñasco. La zorra lo comenzó a zalameriar al tigre y le dice:
-¿Así 'taba compadre?
-Sí, comadre, así 'taba, pero hagamé sacar el peñasco.
Pero áhi no más la zorra y el tonto se fueron y lo dejaron al tigre apretado.
-Bueno, entonce -le dice la zorra al tonto- ahora que li salvau la vida, ¿cónque me va a pagar usté?
Él le dice:
-¡Soy tan pobre que cónque le voy a pagar!
-¿No tiene gallinas?
-Sí, tenimos unas gallinitas.
-Mañana traigamé una.
La zorra le enseña la casa ande vivía y por donde se las iba a llevare. Llega el tonto a la casa de la zorra con la gallina. Entonce le dice la zorra:
-Larguemelá por áhi, no más.
Que era una playa ande le dijo. Al momento la zorra mató a la gallina y se metió en la cueva.
-Mañana traigamé otra -le dijo al tonto.
Al otro día le llevó otra gallina el tonto. Entonces se anotició de un vecino que tenía unos perros galgos.
-Y traigamé otra -le vuelve a decir la zorra.
-Yo le voy a tráir tres -le dice el tonto.
Y echó dos perros galgos en la bolsa, y en la boca 'e la bolsa iba una gallina. La zorra empezó a preguntar:
-¿Y qué tráis áhi?
-Le traigo todas las que quedan pa no 'star viajando tanto.
Y entonce como de costumbre le dijo:
-Larguemelás por áhi no más.
Así que le largó la gallina, y cuando la zorra iba a comer la gallina, le largó los galgos. Entonce la zorra salió disparando y se alcanzó a entrar a la cueva. De allá le empezó a decir al tonto:
-Vea qué cierto es lo que dijo mi compadre tigre, que un bien con un mal se paga. Yo t'hi salvau la vida, y ahora me querís matar.
Entonce 'taba retándolo al tonto y se da güelta para atrás y se ve la cola que se le había engrifau con el susto, y le dice:
-Ve, de esta cola sucia me hicieron los perros unas cuantas escapadas; me la hi de hacer cortar.
Y sin darse cuenta viene retrocediendo hasta la puerta de la cueva. Y áhi li alcanzan la cola los galgos y la sacaron y la mataron.

Ramón Tapia Ponce, 71 años. Libertad. Rivadavia. Mendoza, 1951.

Agricultor en el cultivo de los viñedos de la comarca. Buen narrador.

Cuento 591. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Un bien con un mal se paga .590

Había una serpiente que se había puesto debajo de una roca a tomar sombra. Y resulta que la roca 'taba mal puesta y durante ella dormía, la tierra se desborona y la roca la aprieta a la serpe. Y entonce queda apretada, solamente con la cabeza afuera. Que tenía siete cabezas. Y la serpiente se pone a quejarse y a pedir por favor que la saquen, por misericordia.
Entonce, de pronto viene un hombre de buen corazón y le saca la roca de encima. Ella, en gratificación de lo que la sacó, se lo quiso comer al hombre. Y le dice:
-Toy muerta di hambre y no puedo aguantar más. No puedo ir a buscar qué comer lejos. No tengo más que pagarte el servicio que me has hecho de sacarme de abajo de la roca, con comerte.
Entonce el hombre dice que no podía ser que le correspondiese con comerlo después de haberlo sacado de abajo de la roca y ponerla en libertá.
En ese entonce discutieron el hombre con la serpe. Que el hombre le decía que no era posible que le pagara con comerlo. Y en eso llega otro buen hombre y los encuentra a los dos discutiendo. Uno, decía que no podía aguantar más el hambre, y el hombre que no le podía pagar su buena acción así, que no estaba bien que lo comiese. Y hizo de juez el hombre que había llegado. Y el hombre le dice:
-Yo l'hi hecho un servicio a esta serpe y la serpe me quiere pagar el servicio con comerme.
Entonce la serpe dice:
-Yo no le puedo pagar de otra manera. Yo tengo la presa a mi vista y es con lo único que puedo saciar mi hambre.
Entonce el juez le dice:
-Yo no le puedo creer a ninguno de los dos. Para esclarecer este asunto bien, yo tengo que ver cómo estaba apretada esta serpe para dar el fallo a quen tenga la razón.
Y entonce así convinieron la serpe y el hombre que sirvió de juez. Y entonce fueron al lugar ande 'taba la serpe. Y ella se enroscó de nuevo y le pusieron la roca encima y la serpe quedó apretada como estaba antes. Entonce le dice el juez:
-Mirá, eso es para que no siás de mal proceder, que le querís pagar con comerlo al que te ha hecho un servicio. Para que no siás de mala fe, y para que quedís presa. Áhi podís buscar el alimento.
Y entonce le dice al otro:
-Y vos, hombre, ya 'tás salvo de tu apuro.
Y así lo salvó al pobre hombre bueno.

Rudecindo González, 56 años. Carrodilla. Godoy Cruz. Mendoza, 1951.

Labrador lugareño. Buen narrador.

Cuento 590. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Taa hombres; caprichosos, gallu, qarampuka, carnero y centella 840a.

Versión quichua

Taa waynas kasakaranku. Juntasakaranku ruedapi alojata upyanankunapaj, gallu, qarampuka o qaraypuka, carnero y centella: Chaymanta, gallu saltas niska:
-Noga ancha wayna malo kani.
Qarampuka sayakus qaparisqa:
-Noga astaan ancha mala kani.
Carnero preparacus topetianampaj, nisakara:
-Noga kani maloykisqa.
-Bueno -gallu nisakara- akuysh qaachinakoj mayqeensh malo kaysh. Noqa kallarisaj; akuysh pakerqeaj quebrachu pukata.
Chayna nis pechiasakara y lauman urmasakara galloo.
Qarampuka tukuy fuerzasninan chupanan quebrachut lasiasakara, chupanta pakisakara.
Carnero, entero fuerzasninan quebrachut topetiasakara: wajrasninta pakerqeasakara.
Centella upallas enterata qaakus tiasakara y ataris, suj relampagupi quebrabrachot pedaciasakara, y qarampuka a asustakus antarka urmasakara.
Chayrayku qarampuka a siempre chayna urman sustakus.

Jacinto Carpio, 69 años.

Villa Salavina. Salavina. Santiago del Estero, 1951.

Cuento 840a Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Quien ve primero el sol .744

El sapo 'taba entre unos pastitos, y viene el suri a tomar agua. Y como es grande el suri, es orgulloso y lo quiere pisar al sapo. Y el sapo si hace un ladito di un salto y le dice:
-¡Epe, amigo!, no pise. ¿No ve que hay gente?
-Como sos tan petizo no te vide -le dice el suri, cuasi sin mirarlo.
-Seré petizo pero veo más lejos que vos. Si querís ti hago una apuesta -que le dice.
-¿Y quí apuesta me podís hacer vos?
-A ver quén ve primero el sol mañana, en este mesmo lugar.
-Muy bien, don Sapo, cómo no, convocados -que li ha dicho el suri.
Al día siguiente han llegado muy temprano a ese lugar, ¿no?, los dos qui hacían la apuesta. Cada uno tenía derecho de buscar el lugar que quiera. Ahí el suri si ha subido a un altito mirando al naciente, al Este, di ande sale el sol. El sapo si ha puesto en un montoncito de tierra mirando al poniente, al Oeste, para el lado de la Cordillera. En cuanto empezó a clariar, el suri, para ver, saltaba y estiraba el cogote, que ya no daba más. El sapo 'taba quieto, pero en eso gritó:
-El sol... el sol... ya lo vi... ya lo vi...
Se da güelta el suri y ve bañadas con la luz del sol las cumbres de la Cordillera. Y güeno, le ganó el sapo y el suri quedó con el cogote estirado y las piernas muy largas, como es al presente.

Ramona Villafañe de Coronel, 86 años.

San Fernando del Valle de Catamarca, 1968.

Cuento 744 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Por que los perros se huelen .788

Los gatos, que vivían en buena armonía con los perros, invitaron a éstos a un gran baile que debía causar sensación en toda la comarca.
Los perros todos del mundo concurrieron, sin faltar uno al grandioso baile y conforme iban llegando dejaban sus colas al entrar, pues no quedaban bien con ella. Hízose un gran montón de las colas. Todo era alegría, baile, música, cuando en eso se produjo un desorden entre los concurrentes, sin que nadie se explicara el porqué. Unos decían de un perro que pasó por la calle corriendo un gato. La confusión fue espantosa, los perros se atropellaron para salir y en gran confusión cada uno tomaba la cola que encontraba más a mano, se la ponía y huía velozmente.
Inútilmente buscan ahora oliendosé unos a otros a fin de encontrar la cola propia y el enojo de los perros es contra los gatos, porque ellos tienen la culpa, por el célebre baile.

Gregorio y Alberto González Rioja.

Susques, Jujuy, 1950.

Los narradores son maestros. Oyeron el cuento a varios nativos de este lejano lugar de la Puna.

Cuento 788 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Por que los perros se huelen .789

Esto era en la antigüidá. Dice que los perros habían sido envitado a una gran fiesta. Era una fiesta de lujo y los perros tuvieron que dejar los sombreros ajuera, a la entrada. Ahí 'taban los sombreros de todos los envitados.
Güeno... Dice que había mucha comida y licores de toda clase. Ya todos bailaban, comían y chupaban de lo lindo. Claro, como ya 'taban alegrones los envitados, empezaron a bromiar y reír. Y ya cuando 'taban más curaditos discutían tamén. Y a muchos les da la chupa por peliar, y ya peliaron algunos tamén. Y áhi si armó una pelea tremenda. Y claro, ya vino la polecía y entró a la fiesta, y quedó un solo desparramo no más de concurrentes. Unos disparaban pa un lau, otro pa otro. Y tenían que salir a la juerza por la puerta ande 'taban los sombreros. Y en el apuro, cada uno agarró el primer sombrero que pilló y, ¡jue pucha!, ¡patitas pa qué te quero!, disparó. Y güeno, pa que no los descubra la polecía por el sombrero qui agarraron, se lo metieron en el trasero. Y después comenzaron a averiguar cada uno de su sombrero. Y es por eso que cuando se encuentran dos perros, lo primero qui hacen es olerse el upite, el trasero, po. Y de la antigüidá, quién sabe déque tiempo, vienen estos perros buscando sus sombreros. Y qué los va a encontrar renunca, si jue tan grande el revoltijo.

Pilar Ochoa, 50 años. La Cañada. La Capital. San Luis, 1939.

Narradora analfabeta.

Cuento 789 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Por que los perros se huelen .794

Los zorros se ingeniaban pa poder matar los perros, que son sus enemigos. Y trataron de hacer un beile. Y hicieron el beile y envitaron a todos los perros. Es de la época que los animales hablaban.
Y llegaron los perros al beile. Pa poder entrar era indispensable que todos dejaran los culos ajuera. Entonce todos dejaron el traste ajuera y entraron. Era lindísimo el beile. Y ya estaban todos chispiados, y en lo mejor de la riunión, entonce, se armó un descomunal desorden. Los zorros sacaron los cuchillos y empezaron a largar tajos pa todos lados y a gritar. Y entonce todos trataron de disparar y más con el miedo que venga la autoridá y los arrie a todos. Y áhi jue la confusión, y en el apuro agarran los trastes cambiados los perros, y unos se pusieron los de otros y salieron a la disparada.
Y desde ese tiempo, cuando se encuentra un perro con otro perro, lo primero que hace es tomarse el olfato pa ver si tiene el traste del otro.

Ignacio Piñero, 66 años. Bahía Blanca. Buenos Aires, 1957.

El narrador es trabajador rural. Ha oído también este cuento en Castelli (Provincia de Buenos Aires).

Cuento 794 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Por que los perros se huelen .793

Dice que antiguamente, hace mucho tiempo, los perros organizaban fiestas, bailes. Y a esas reuniones a donde concurrían, tenían, este, prohibido entrar con ciertos objetos. Uno de ellos era, este, lo que simplemente se dice el culo. Bueno, entonces, tenían que dejarlo afuera y lo dejaban colgado, en unos ganchos. Y entraban entonces, sin el culo, adentro, ¿no?, del baile.
Y muy bien, en esa oportunidá, la fiesta se desarrollaba como siempre, alegremente, bailando y qué se yo. Y por ahí hubo unos perros que se tiraron la bronca por algunas perritas, ¿no?, como suele pasar hasta en los hombres. Y se armó una tremenda pelea. Así que todos los perros que había ahí, era un entrevero terrible, peliando, ¿no? Y todas las perras y los perros más cobardes todos disparaban. Y cada cual iban agarrando su culo, pero en el apuro, agarraban cualquiera, así que no agarraban el de ellos. Por lo tanto, todos se dispersaron, pero con culos equivocados. Y por esa razón, se cuenta que aún, cuando se encuentran, los perros se huelen, se toman el olor, para ver si es el culo de él el que tiene el otro.

Ronaldo Elleceer Urruti, 35 años. Cañuelas. Buenos Aires, 1969.

Hacendado. Tiene particular vocación como narrador.

Cuento 793 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Por que los perros se huelen .792

Fueron a una fiesta los perros. Y no podían dentrar porque tenían que dejar el culo ajuera. Como había un alambrado de púa, todos lo sacaban al culo y lo colgaban en el alambre de púa. Ahí quedaban todos, colgaditos. Todos los enganchaban y quedaban todos colgados.
Los perros se divertían y tomaron vino hasta que se emborracharon. Entonce, como al rato después, si armó un gran bochinche. Entonce salieron todos disparando y agarraba cada uno el culo que le venía mejor, en el apuro. Y salieron todos con el culo cambiau. Por eso, ahora, cuando se juntan, se olen y uno le dice al otro:
-Si vos tenís el culo mío. Dejame oler.
-Y a ver, vos tenís el mío -le dice el otro.
Por eso es que se olen los perros buscando lo qui han perdido. Lo primero que hacen es olerse.

Antonino Tieri, 72 años. Azul. Buenos Aires, 1969.

El narrador es nativo de Azul. Oyó este cuento en los fogones de las estancias en donde trabajó.

Cuento 792 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Por que los perros se huelen .791

Cuando los animales hablaban les pasó un caso a los perros. Cuando los perros entraban a la iglesia, tenían que dejar, este... hablando en plata, los culos afuera. Y entó, cuando salieron de la iglesia, cuando salieron, se pusieron los culos equivocau y por eso tuavía ninguno ha encontrado el culo de él. Y por eso, cuando se encuentran los perros, se olen los culos pa ver si encuentran el culo de ellos.

Tomás Lértora, 73 años.

Punta Indio. Magdalena. Buenos Aires, 1969.

El narrador ha pasado toda su vida en el campo.

Cuento 791 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Por que los perros se huelen .790

Se cuenta que hacen muchos años un peregrino, predicaba en una humilde iglesia de pueblo. El sacerdote ordenó que todos debían dejar las cosas que traían, fuera del templo. En eso entran unos cuantos perros y como lo único que llevaban eran sus instrumentos de viento, lo dejaron en la puerta. En medio del sermón pelean los perros. Los hacen echar, y en la desesperación de ser apaleados tomaron el primer aparato que hallaron. De allí que siempre andan oliendosé unos a otros en busca del instrumento perdido. Otros cuentan el mismo cuento, pero decían que el lugar era otro, que eso había sucedido en un baile.

Francisca Monzón, 102 años.

La Esquina. Capital. Corrientes, 1948.

Cuento 790 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Murcielago ruakusakara kayna .839a

Versión quichua

Diosqa ruasakara suj palomita o urpilitat ancha sumitajta y Supayqa qaas chayta paypas ruanaasakara urpilitata y qallarisakara llamkayta. Y llojsipusa-kara, choqapten paanampaj, suj murcielago.
Charayku cha animalqa ancha sajra kan.

Jacinto Carpio, 69 años.

Villa Salavina. Salavina. Santiago del Estero, 1951.

Cuento 839a Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Los viajeros .617

Éste qu'era un burro, un carnero, un gato, un chiñi, un pavo y un gallo que salieron de viaje. Al burro le pusieron unos yoles. Fueron por áhi. Hallaron una cabeza de tigre, vieja ya. Se agachó el gallo, la alzó y la echó a las árganas. En la noche, hicieron noche muy cerca de la casa de unos tres gauchos.
Bueno... Llegaron, le sacaron las árganas al burro. Hicieron juego porque hacía un frío bárbaro esa noche. Cenaron y después el burro y el chiñi se jueron a andar. El pavo y el gallo se subieron a un arbolito. Y el gato con el carnero se quedaron en la oría del juego. Bueno... que dice uno de los gauchos, el más cobarde:
-Voy a ir a ver qué dicen esos amigos que están áhi.
Se jue. Llega y dice:
-Buenas noches.
-Buenas noches -le contestaron el gato y el carnero.
Le pusieron asiento. Se sentó. Que le dice el carnero al gato:
-Poné esa cabeza de tigre que se ase, pa que le hagamos cariño a este amigo.
Entra la manito el gato a los yoles y saca la cabeza de tigre y dice:
-¿Ésta?
-No, es' otra más grande.
Cuando dijo esto el carnero, el gaucho se las echó. Llegó sin respiración a la casa y los compañeros le dicen:
-¿Qué te pasa que volvís tan ligero?
-Callensén, parecen que son muy malos. Tienen unos yoles llenos de cabezas de tigre.
-¡Pero, hombre, que sos cobarde! -le dicen.
-Yo me voy a ir -dice otro y se fue.
El gato y el carnero estaban sentaos a la oría del juego. Llega éste y dice:
-Buena noche.
-Buena noche le contestan.
Le pusieron asiento. Se sentó. Áhi no más lo vuelve a mandar el carnero al gato:
-Sacá una cabeza de tigre, asala pa que le hagamos cariño a este mozo.
Mete la manito el gato al yole, la agarra con las uñas y levanta la cabeza y dice:
-¿Ésta?
-No, es'otra más grande.
La baja y la vuelve a levantar.
-¿Ésta?
-No, es' otra más grande, te digo.
Cuando dijo esto el carnero, el gaucho buscó la puerta. Entonces el carnero le alcanzó a dar un bote y lo tiró pal lau de ajuera de la casa. Jue a dar lejos. Llega a la casa y le dicen:
-¿Qué te pasa, hom? ¿Qué te pasa?
-Pucha, qui 'bían síu malos. Tienen los yoles llenos de cabezas de tigre. Ese mozo, poncho blanco, mi ha dau un sopapo que mi ha tirau lejos.
-Pero, que son flojos y cobardes -que les dice el más malo de los gauchos. Yo me voy ir.
Y el otro se quedó sobando el golpecito. Se jue. Cuando llegó dijo:
-Buena noche.
El gato estaba cabeciando en la oría del juego y el carnero medio dormido. Y áhi no más lo encararon:
-¡Eya, vieja!
Y lo agarró el carnero; le pegó un bote y lo largó patitas arriba. Y jue el gato y le clavaba las uñas. Y ya vino el burro y lu agarró a mordizcones y patadas. Y ya llegó el chiñi y lo mió bien miado. El tipo que no se podía escapar. El pavo que gritaba: ¡Páu, páu, pacencia! Y el gallo que cantaba: ¡Tengamelón áhi no más!
Por fin se pudo escapar, pero más golpiau que membrillo en árgana.
Y cuando llega le dicen los compañeros:
-¿Cómo ti ha ido, hom? ¿Cómo ti ha ido, hom?
Y él le dice:
-¿No me ven en el estau que vengo? ¡Ta, caramba! ¡Mozos qui habían síu malos! Ve, cuando hi llegau un mozo poncho blanco mi ha dau un sopapo y mi ha voltiau. Y ha veníu un mozo poncho amarillo, con alesnas y me picaba por todas partes. Agora, un mozo poncho plomo qui ha traido un martillo y tenazas y miren cómo mi ha dejau, todo machucau. Después un mocito poncho overo a listas, traiba una loción que mi ha echau que casi m'hi muerto de la fragancia -era el chiñi-. Otro mozo poncho cari, ése parecía más bueno, ése les gritaba: ¡pacencia! Pero, otro mozo poncho colorau, ése parecía que era el más malo, gritaba: Que me lo tengan áhi no más.
Entonce que dicen:
-¡Lo que es yo, no me quedo más aquí! ¡Ni yo tampoco!
Ninguno se quiso quedar. Esas mismas horas, tomaron las de Villadiego. Cuando jueron pasando por frente donde estaban los viajeros, que canta el gallo, y que dice el gaucho golpiau:
-¡Oh, ése es el que decía que me tengan!
Áhi no más le apretaron los talones a los chuzos. ¿Estas horas dónde irán?

Salté por un zapato roto,
que unté me cuente otro.

José G. Roldán, 59 años. Tasquín. Vélez Sarsfield. La Rioja, 1950.

Ganadero. Buen narrador.

Cuento 617. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048