Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de diciembre de 2013

El aguila y el zorro .554

Todos los años las aves iban a un gran baile en el cielo. El zorro quería ir y s'hizo compadre del águila y le pidió que lo llevara. El águila lo llevó a cococho.
En el cielo el zorro comió muchísimo, cantó y bailó, ¡como es tan divertido! Cuando se terminó la fiesta se despidieron todos y se volvieron. El águila lo volvió a traer con sacrificio porque el zorro es muy pesado para ella. El zorro estaba muy orgulloso de haber ido al cielo, pero como es tan traicionero, se portó muy mal con la comadre. El águila tenía tres hijos y el compadre zorro se los comió. El águila había salido a buscar alimentos. Después vino el águila y no encontró ningún hijo y se dio cuenta de todo. A los muchos tiempos encontró al compadre zorro, y le dijo:
-¡Vamos, compadre, otra vez a la fiesta del cielo!
El zorro dijo:
-¿Y cómo hago yo para subir?
-Y lo llevo a cococho... -le dijo el águila.
Y ya el zorro subió encima del águila. Y arriba, muy arriba, le dijo el águila al zorro:
-¿Te acordás de los hijitos que se me perdieron?
-¡Ah, pero de eso no hay que acordarse! -le dijo el zorro.
Y lo largó el águila de la altura, arriba de una piedra. Y lo partió en dos.

Alfredo Barrera, 11 años. Beazley. La Capital. San Luis, 1948.

El cuento combina el motivo de la fiesta en el cielo con el de los hijuelos muertos por engaño.

Cuento 554. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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El aguila y el sapo y la boda en el cielo .534

Una vez había una boda en el cielo. La aves que vuelan alto habían sido invitadas. Si han empezado a juntar a la orilla de una laguna. Y han dicho que iban a bailar y a cantar y a comer mucho. Ha oído el sapo, y como tiene fama de cantor, ha querido ir para cantar y bailar. No sabía cómo hacer. Áhi ha visto que l'águila, como es guitarrera, ha dejado un ratito la guitarra en el suelo. Áhi si ha ido despacito y se ha metido en la caja de la guitarra. Ya se convidaron y han empezado a volar, las invitadas a la fiesta. El sapo iba calladito, de miedo que lo descubran.
Han llegado al cielo y si han estado sentado en las mesas, llenas de las mejores comidas. El sapo ha salido di adentro de la guitarra y si ha presentado y si ha sentado en un lugar de la mesa. Las aves no podían crer que el sapo estuviera en el cielo, ese bicho tan sucio. No es nada eso. Empezó a comer el sapo y salpicaba para todos lados, y escupía, y a un invitado le tapó el ojo, y a otros les dejó el traje llenos de salpichines, y hasta quiso cantar. S'hizo un alboroto y el sapo se tuvo que levantar de la mesa, encrespado y algo machado. Los demás lo miraban  y ya vieron que se metía en la caja de la guitarra de l'águila. Y le previnieron al águila.
Entonce se despidieron y l'águila se acomodó la guitarra en la espalda con la boca para abajo. En cuantito empezó a volar, el sapo, cayó en el aire, y las volteretas venía. Cuando ha ido llegando a la tierra ha empezado a gritar:
-¡Salgan piedras, que las voy a partir! ¡Salgan piedras! ¡Salgan piedras!
Mas, cayó entre las piedras, y se llenó de lastimaduras. Y di áhi vienen las manchas del sapo, de las cicatrices, y gracias que vivió.

Antenor Sánchez, 73 años. Chicoana. Valle de Lerma. Salta, 1954.

Gran narrador.

Cuento 534. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

Banquete de los pajaros en el cielo .537

Los pájaros habían sido invitados para un banquete en el cielo donde todos harían conocer sus habilidades. Enterandosé el sapo de esto, quiso tomar parte en la reunión y como él no podía volar, buscó la manera de llegar al cielo. Como el águila llevaba una guitarra atada al cogote, en un descuido de ésta, se le ocurre al sapo meterse en la guitarra, llegando de esta forma al banquete. Cuando estaban reunidos cantando, quedaron sorprendidos al sentir el canto del sapo, inorando cómo pudo llegar al cielo.
Terminado el banquete dispusieron volver a sus casas. Todos estaban de acuerdo de descubrir cómo podría bajar el sapo y lo vieron entrar en la guitarra del águila. Entonces ésta dispuso colocar la guitarra boca para abajo, y cuando empezó a volar lo largó al sapo. Y cuando se iba cayendo, gritaba:
¡Saquen piedras y pongan colchones!
Y como naides lo ausilió cayó haciendosé pedazos. Y de allí que las manchas que tiene en el cuerpo, el sapo, son consecuencia de dicho golpe.

José Amaya, 66 años. Chepes. General Roca. La Rioja, 1950.

Campesino rústico. Buen narrador.

Cuento 537. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

¿Tomare de esta agua? .189

Otra vuelta el león se escondió a la orilla de un arroyo ande tenía que ir el zorro. El zorro se dio cuenta que el león estaba escondido ahí. 'Taba tan cansado y tenía tanta sé que se allegó al arroyo y empezó a decir:
-¿Tomaré d'esta agua o no la tomaré?
Al rato volvía a decir:
-¿Tomaré d'esta agua o no la tomaré?
El león no contestaba nada, pero le estaba dando rabia lo que el zorro preguntaba tanto. Y volvía a decir:
-¿Tomaré d'esta agua o no la tomaré?
Entonce le dio tanta rabia al león que le dice, cambiando la voz:
-¡Tomala, si querés!
-Agua que habla no tomo yo -dijo el zorro.
Entonce salió disparando y se le escapó otra vez al león.

Tránsito Ereñú de Páez, 79 años. Nogoyá. Entre Ríos, 1970.

Cuento 189. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

Los zorros maestros .101

Era el matrimonio, el gallo y la gallina. Y tuvieron doce hijos. Y entonces el zorro y la zorra supieron que el gallo y la gallina tuvieron doce hijos. Entonces acordaron el zorro y la zorra de que se presentase la zorra como maestra de escuela para educarles los hijos del gallo y la gallina.
Y fue así que un día la zorra se presentó en la casa del gallo y la gallina pidiendolés sus hijos como ahijados y al mismo tiempo para educarlos. Claro que el gallo y la gallina se interesaron porque esta señora educara a sus hijos. Y en seguida le dieron un hijo para que lo educara la zorra, la maestra. Después volvió la zorra y se llevó otro. Y así hasta que se llevó los doce hijos del gallo y la gallina. Pero la educación que le dieron fue comerselós. Y ya cuando se los comieron a todos, vino la zorra a invitarla a la gallina para que viera cómo habían adelantado los hijos. Entonces la zorra le dijo a la gallina que le dijera a su esposo, el gallo, que la dejara ir a ver sus hijos que estaban muy adelantados en la escuela. Y el gallo la dejó ir a la gallina. Y también se la comieron.
Bueno... Después vino el zorro y lo invitó al gallo para que fuera a ver su familia.
Entonces el gallo se dispuso a ir. Y claro, se iba con el zorro. Por el camino, el zorro marchaba siempre adelante del gallo, y el zorro quería que fuese el gallo adelante. Pero el gallo desconfiaba y no quiso ir nunca adelante. Y le decía al zorro:
-Cómo voy a ir adelante si no conozco el camino.
El gallo le dijo que no y no. Entonces el zorro le dice al gallo:
-Pase usté adelante porque yo tengo que hacer del cuerpo.
Y se fue a un lado. Se puso atrás de una mata y se puso como si hacía del cuerpo. El gallo 'taba alerta. Y de allá vino exigiendoló que fuera adelante. Y el gallo le dijo que no y siguieron. Pero en eso el zorro se volvió de golpe para atrapar al gallo, le hizo un agarrón, pero el gallo que iba desconfiando, se voló y se fue a posar en las ramas de un sauce que había sobre el brocal de un pozo. Y el zorro se fue muy apurado para ver adónde se iba el gallo. Y entonce el zorro se asomó al pozo, cuando lo vio allí, en el agua; claro, era la imagen del gallo que se veía en el agua. Y se lanzó al pozo, y por suerte se pudo agarrar con la boca de unas ramas, si no se va al fondo. Y entonces el gallo se rio. Y entonce el zorro lo miró arriba y le dijo:
-¡Ah! ¡compadre, adónde había estado!
-¡Bah! -le dijo el gallo, salga y escuchemé lo que le voy a decir. Allá, del lado Norte viene un capataz con siete galgos. Y vienen en abanico, buscando presas.
-¿Y cómo me salvo yo, compadre?
-Vea, usté, compadre, vayasé acá derecho, rumbo al Sur.
Y lo engañaba. Era que el capataz venía del rumbo Sur. Y se fue el zorro muy ligero. Pero cuando se acordó, el zorro estaba entre los galgos. Y ahora viene que lo corren los galgos. Y el zorro disparó y se metió en una cueva. El capataz se fue con los galgos, pero uno se quedó en la puerta de la cueva.
Entonce el zorro, adentro de la cueva, cuando se le pasó el susto, empezó a decir:
-Estas patitas tan ligeras que me sirvieron para disparar. Y estos ojitos que me sirvieron para ver los galgos y hacer gambetas. Y estas orejitas que me sirvieron para oír y escapar del peligro. Y esta cola me estorbaba, ¿para qué me sirve? La voy a tirar...
Y empezó con las patitas a empujar la cola para afuera. Y la sacó hasta la boca de la cueva y hasta el alcance del perro. Y el perro lu agarró al zorro de la cola y lo mató, lo hizo pedazo.
Y así terminó la maldá del zorro.

José Savino Rojas, 91 años. General J. A. Roca, general Roca. Río Negro, 1971.

Tomado en el hogar de ancianos.

El narrador ha sido uno de esos maestros que, sin título, enseñaron por vocación, desde principios del siglo, cuando estas poblaciones tan prósperas comenzaban a surgir en la Patagonia. Conserva una extraordinaria lucidez mental.

Cuento 101. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

Los zorros .63

Una vez que salió un decreto en un diario, para que no se mataran más los zorros. Los juanes cuando supieron la noticia, que hicieron un gran banquete. Ya que a la madrugada se habían agarrau una chupa bárbara, que estaban los gritos, y a los saltos, festejando el decreto, contentísimos.
En eso viene llegando, que lo divisan a la distancia, un campero con una tropilla de perros, de galgos. Y los zorros, que cuando lo vieron, más chupaban y gritaban. Y el campero se allegaba cada vez más. Y los zorros, ¡miéschica!, que comienzan a alarmarse, y que uno dice:
-¡Pero... aquel zonzo no habrá visto el decreto!
Que el campero se allegaba, y se allegaba, y los perros ya venían cerquita.
-Pero si está puesto en los diarios que a nosotros no nos tienen que molestar -que decían los juanes.
Y qué ¡miéschica! ¡Caráfita! Ya llegaron no más los perros y quedó la disparada de los zorros borrachos, y los perros que los tarasquiaban y los corrían a lo que daba. Y ya los jodieron, los mataron a todos, con decreto y sin decreto.

Jorge Pardo, 36 años. La Florida. Pringles. San Luis, 1947.

Trabajador rural de cierta cultura.


Ésta es una variante del cuento tradicional de El decreto.

Cuento 63. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

La zorra, la palomita y el chuschín .21

Dicen que antiguamente los animales tenían nombre como los cristianos. La zorra se llamaba Juana y la paloma se llamaba Petrona. Era una paloma torcaza.
Era el caso que doña Juana iba por un camino con mucho hambre. Que tenía la lengua pegada al paladar, y las verijas sumidas, y que la panza le silbaba de hambre. Que lo que caminaba, el viento le hacía hacer ruido: ¡Fita!... ¡Fita!... y la zorra se daba vuelta y decía:
-¿Quién me llama?
La zorra desesperada porque no hallaba qué comer, iba y venía por el campo. En eso divisó una paloma torcaza que estaba dando de comer a sus pichones, y inventó una mentira. Se allegó y le dijo:
-¿Cómo le va, doña Petrona?
-Y a usté, ¿cómo le va yendo, Juana?
La paloma le contestaba de miedo a la zorra, y la zorra le dice:
-Pero, a mí me va muy mal, porque ya me muero de hambre, y como usté es tan buena me va a tirar uno de sus pichoncitos para pasarlo mejor, y si no me tira uno, yo voy a subir y la voy a comer a usté y a todos sus hijitos.
La paloma se puso a llorar, pero como era inocente, creyó que la zorra puede subir a los árboles y para que no los comiera a todos le tiró un pichoncito. La zorra, hambrienta como estaba, se lo comió con plumas y todo y se jue lamiendosé el hocico, muy contenta.
Doña Petrona quedó muy triste, llorando y llorando. En eso llegó a pasar por áhi el chuschín, que le llaman don Agustín. Iba cantando su cantito:

¿Sabís, sabís,
chingolito,
qu' hi visto a chuschín?
¡Pícaro, pícaro chuschín!

La vio llorando a la palomita y dejó de cantar, y le preguntó:
-¿Por qué llora, doña Petrona?
-¡Cómo no voy a llorar, si doña Juana vino y me dijo que si no le tiraba uno de mis hijitos iba a subir al árbol y me iba a comer a mí y a todos mis pichoncitos, y le tiré uno!... ¡Qué iba a hacer!...
Y don Agustín le dice:
-Pero, doña Petrona, ¡tan inocente!, ¡si la zorra no puede subir a los árboles! Le ha mentido. Es que ha visto su inocencia. Ahora va a venir a pedirle otro pichoncito. Usté no le dé nada, y digalé que es una mentira.
La aconsejó que la insulte, que le dijiera de todo y que le dijiera que subiera no más al árbol.
Y así pasó. Que volvió la zorra y le pidió a la palomita un pichoncito, y la amenazó que iba a subir para comerla con los hijitos, si no se lo tiraba. Y la palomita siguió los consejos del chuschín, y la insultó, y le dijo que subiera no más, que ya sabía ella que los zorros no pueden subir a los árboles.
Y la zorra comprendió que la habían aconsejado a la palomita, y que no podía ser otro que el chuschín, y le dijo:
-¡Ah!, ya sé que el que ha venido a aconsejar es el chuschín, don Agustín. No puede ser otro, con lo pícaro que es.
 Más vale que yo no lo encuentre revolcandosé a la orilla del mortero. ¡Me las va a pagar!
La palomita le dijo que sí, que era el chuschín, que era tan bueno.
Desde ese día la zorra empezó a buscar al chuschín, por todas partes, con la intriga de ver si lo encontraba. Y lo encontró un día, descuidado en un charquito.
Estaba mojado porque se había bañado, tomando agua, muy tranquilo, del charquito. La zorra, de un salto, lo agarró. Pero, no lo mató, lo tenía agarradito no más, disfrutando el gusto de haberse vengado y de que lo comería en seguida. El chuschín que se daba cuenta de todo, y que es tan pícaro, le comenzó a decir a la zorra:
-¡Oh!, ¡doña Juanita!, ¿cómo le va?, ¿qué anda haciendo por acá?
La zorra, que estaba muy enojada, no le decía nada. Y el chuschín, que ya se contaba muerto, le volvía a decir:
-Mire, doña Juanita, como usté es tan buena, llevemé no más así, despacito, en su hociquito tan lindo. Ya le voy a decir dónde puede encontrar unas presas muy lindas y gordas. Ya ve que yo soy tan chiquito y tan flaquito. Siga no más por la orilla de este camino.
La zorra, pensando que lo que el chuschín decía podía ser cierto, y que él era tan chiquito que no alcanzaba ni para un bocado, siguió al trotecito. En eso pasaron unos arrieros con unas cargas de queso en chiguas, y como vieron que la zorra iba apretando el hocico, que gritaron:
-¿Qué lleva, doña Juanita, que va tan pulida?
Y todos le preguntaban y se echaban a reír. Entonces el chuschín le dijo:
-Contestelés que ¡qué les importa!, para que no sean curiosos y metidos.
La zorra, para darles una mala contestación a los arrieros, les dijo:
-Y a ustedes, ¿qué les importa? -y abrió la boca, y el chuschín se disparó.
El chuschín se voló y se asentó en un árbol alto, y comenzó a cantar, haciendo burlas a la zorra que había sido tan zonza. La zorra siguió muy triste y muy enojada con la mala jugada que le había hecho el chuschín. Iba con mucho hambre. En el camino encontró una cáscara de queso y la agarró con los dientes. En eso encuentra al quirquincho, don Agapito, la ve y le dice:
-¿Qué lleva, comadre, entre los dientes?
Y la zorra, de miedo que se le volara también, apretando los dientes, le contestó muy débilmente:
-Un quisito.
Don Agapito, que sabía lo que le había pasado a doña Juana, se rió, y siguió al trotecito, como siempre anda él.
La zorra se comió la cáscara de queso del hambre que tenía y siguió muy enojada.

Y pasé por un caminito de polvo
para que usté me cuente otro.

Elvira A. de Videla, 55 años. Ciudad de San Juan. San Juan, 1945.

La narradora, nativa de San Juan, es semiculta. Posee un gran repertorio de cuentos.

Cuento 21. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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La zorra y la bandurria .25

Qu' era una bandurriaque tenía dos pichones, y había una zorra qu' era su comadre. La zorra nu hallaba modo de comerse los pichones. La madre no los desemparaba nunca.
Un día, inventó la zorra de convidarla que juera la bandurria pa la casa d' ella, a almorzar con ella. Y ya llegó a la mañana y la convidó. Y que le contesta la bandurria:
-¡Que voy a ir, comadre! ¿Y mis hijitos, con quién los dejo?
-¡Pero, comadre! -que le dice la zorra. ¡Cómo no va a ir, cómo me va a despreciar así! A sus hijitos los deja dormiditos y va.
Y al fin, tanto la rogó, que le dijo:
-Voy a ir, comadre.
Y al fin jue. Ya cuando llegó la bandurria, la zorra la recibió muy contenta, y echó sobre una piedra un poco de comida, y le dijo:
-Vaya sirviéndose, comadre, ya vuelvo, voy a invitar a otros.
Y salió muy apurada. Y a todo esto, se jue derecho y se comió los pichones y vino en un momento. Estuvieron un rato, y ya la bandurria se jue.
-Voy a ver mis hijitos -que dijo.
Cuando llegó, no halló ningún hijito la bandurria. Pero ella pensó en seguida en la zorra.
-¡Ah, bien me parecía! -dijo- que mi comadre tenía mala inten-ción.
Y se puso a llorar. Lloró todo el día sin consuelo.
Al otro día, va la zorra a la mañana a saludarla. Y la halló llorando y le dice:
-¡Buenos días, comadre! ¿Pórque está llorando?
Y la bandurria le dice:
-¿No le decía yo que no podía dejar mis hijitos?... Me los ha comido algún bicho.
-¡Pero, comadre! -le decía la zorra, lo siento muchísimo, y es por causa mía.
Y que la consolaba en toda forma.
La bandurria se dejaba consolar, pero entre de ella decía:
-¡Ya vas a ver! ¡Ya me la vas a pagar!...
Un día, que le dice la bandurria a la zorra:
-Mire, comadrita, tengo una fiesta, la convido, va a haber una gran comilona.
-Bueno, comadre, ¿y ande es eso?
-Son unas bodas en el cielo.
-¡Pero comadrita! ¿Cómo voy a ir yo? Usté sabe volar, pero yo, ¿cónque voy a volar?
-¡Uh, comadrita, es lo más fácil! ¡Yo la voy a llevar apacho! Venga, ensayemos. Suba apacho, comadre, pa que vea que vamos a ir muy bien. Venga, suba.
Y ya voló la bandurria con la zorra arriba. La bandurria que volaba suavecito, y que la zorra decía:
-¡Qué lindo, comadrita!
Y que quedó contentísima la zorra y que no hacía otra cosa que esperar que llegara el día para ir a las bodas en el cielo. Y ya llegó el día. Tempranito iban a salir. La zorra estaba apuradísima. Y vino la zorra y subió apacho, y se jueron.
La bandurria volaba suavecito, y comenzó a encumbrarse, a encumbrarse, y ya cuando iba a una altura grande, comenzó a hacer gambetas. Y la zorra comenzó a gritar:
-¡Ay, comadre! ¡Ay, comadrita, que me caigo! ¡Ay, que me caigo! ¡Por vidita suya, paresé!
En una de ésas, ya di una altura muy grande, ya la despidió no más. Y ya cuando venía en el aire, que la zorra gritaba:
-¡Pongan colchones! ¡Pongan colchones!
Y que la bandurria decía:
-¡Tomó! ¿Te gusta comer pichones? ¡Comé ahora!
Y cuando llegó abajo s' hizo tira del golpazo, la zorra.

Juan Lucero, 60 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1946.

Variante del robo artero de los polluelos, en la que entran motivos del convite y de la fiesta en el cielo.

Cuento 25. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

La zorra de juez .80

La zorra andaba flaca y muerta de hambre y no sabía qué hacer para conseguir alguna buena presa. Entonces pensó ponerse de juez, hacerse el juez para asustar a alguno de los animales que pudieran proporcionarle comida. Agarró un güeso largo, que encontró en el campo, y atravesado se lo puso en el hocico. Y jue y se paró en el medio de un camino, atajando a todos los animales que pasaban. Pasó un buey con astas muy grandes, y doña Juana le dijo:
-Oiga, don astas de leña, ¿no sabe que yo soy juez?
-Perdone señora -le contestó el buey.
-Pase no más -le contestó la zorra, que no podía aprovecharse de un animal tan grande.
En eso pasó un avestruz, y la zorra le gritó:
-Oiga, don cogote de revolvedor, ¿no sabe que yo soy juez?
-¡Perdone, señora! -le dijo el suri.
-Pase no más -volvió a decir la zorra, que tampoco podía con aquel animal más ligero y fortacho que ella.
 Así estuvo la zorra, haciendo de juez, en el medio del camino, y a todos los animales que pasaban hacía que le respetaran la autoridá. Siempre estaba a la espera de que pasara alguno que le pudiera servir para su comida. Pero por ahí vio una polvareda muy grande. Paró la oreja y miró. Vio que eran unos arrieros que venían con un arreo muy grande, y que traían muchos perros. Y cuando vio que los perros venían adelante, y qua ya estaban cerquita, botó185 el güeso y disparó. No tuvo más que meterse en una cueva que encontró.
Llegaron los perros que la habían visto y bajaron en la puerta de la cueva. Como no la podían sacar, los perros pícaros comenzaron a hacerle camino, para ver si la hacían salir, y matarla. Y le decían:
-¡Ay, doña Juanita, qué hociquito más pulido y bonito tiene! ¡Qué ojitos tan negros y brillantes le ha dado Dios! ¡Qué cuero más lustroso tiene, y tan suave que parece una seda!
La zorra estaba muy contenta, porque es muy vanidosa, y se movía moniando, en la cueva. Con las manitos se tocaba el hociquito, y los ojitos, y el cuero. Pensaba que los perros le decían la verdá y que le envidiaban todo lo que ella tenía, tan lindo.
Y entonces los perros seguían diciendo:
-Lástima que tenga una cola tan fiera, tan peluda y tan hedionda. Tire para afuera, doña Juanita, esa cola cagada, que le hace pasar vergüenza.
Doña Juanita se miró la cola. Le pareció que los perros tenían razón, que era una cola horrible, y claro, estaba muy hedionda, porque le había pasado una desgracia muy grande, con el susto que le dieron los perros. Y pensó doña Juanita que ella iba a ser mucho más bonita sin esa cola sucia y hedionda, y agarró y se acercó a la puerta de la cueva, y tiró para afuera la cola. Y en cuanto apareció la cola, se avanzaron los cincuenta perros que estaban esperando, sacaron la zorra para afuera y la despedazaron. Así pagó la zorra la mentira que le echó a la palomita  y la muerte del hijito de doña Petrona, que todavía andaba llorando por el campo, la pobre.

Y pasí por un caminito lleno de polvo,
para que usté me cuente otro.

Elvira A. de Videla, 55 años. San Juan. Capital. San Juan, 1945.

Semiculta. Excelente narradora.

Cuento 80. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

La vendedora de pan, el quirquincho y el zorro .8

Iba por el camino una vendedora de pan, con el canasto de pan en la cabeza. Había salido a vender el pan. Ella llevaba a vender. Y ha visto el quirquincho y si ha puesto junto al camino. Si ha hecho bolita, el quirquincho, como muerto. Entonces lo vio la panadera. Se alegró y lu alzó, qui había hallado un quirquincho que es rico pa comerlo. Lu echó en el canasto con pan.
Bueno... El quirquincho fue en el canasto y se comió el pan. Se llenó. Siguió viaje la señora. Cuando pasó por abajo di un árbol se ha colgado el quirquincho en un gajito y ha que dado áhi. Y bueno... Si ha bajado di áhi y ha seguido viaje. Y por áhi si ha dado con el zorro. Y el zorro lu ha visto comer y li ha preguntado cómo podría hacer él también para que haga lo mismo. Entonces el quirquincho li ha dicho que así y así haga.
Entonces, éste si ha puesto junto al camino a esperar la panadera para que lu alce. Pero, ¡qué!, la panadera cuando lu ha visto li ha dau un palo. Lu ha dejau áhi no más muerto. Así que el zorro perdió.

María Manuela Herrera de García, 70 años. Ancocha. Atamisqui. Santiago del Estero, 1970.

Gran narradora de esta comarca alejada de la provincia.

Cuento 8. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

La vendedora de empanadas, el quirquincho y el zorro .12

Una vendedora de empanadas pasaba todos los días por un camino llevando una batea con empanadas. La lleva en la cabeza a la batea como llevan las vendedoras de pan y de empanadas.
Entonces, un día pasó y golpeó a un quirquincho, que es un animalito que cruza los caminos, y le dio con el pie. Entonces el quirquincho se hizo el muerto. Y la señora dijo:
-Bueno, este quirquincho me lo voy a comer.
Y lo levantó y lo puso en la batea. Pero este quirquincho se había hecho el muerto, porque viendo tantas empanadas ricas empezó a comer un poco y luego a tirarlas. La señora, como no sentía el movimiento del quirquincho, porque la batea la llevaba en la cabeza, entonces no sabía lo que hacía el quirquincho. Cuando pasó por abajo de un árbol, se agarró de las ramas con las patitas y quedó ahí colgado.
Entonces, la señora llegó a la casa, y se encuentra sin el quirquincho. Pero se da cuenta del daño que le había hecho a las empanadas y de la cantidá de empanadas que le faltaba.
Bueno...
Entonces el quirquincho bajó del árbol y se fue a comer las empanadas. En eso llega su compadre, el zorro. Y le dice:
-¿Qué haces?
Y le dice que estaba comiendo una hermosa comida, pero que gracias a su ingenio de haberse hecho el muerto. Entonces  el zorro piensa hacer lo mismo, porque esta señora era vendedora de empanadas y pasaba todos los días con su batea con empanadas.
Al otro día pasa la señora con su mercancía y el zorro, al verla, también se hace el muerto. Pero la señora, como no le tenía mucha simpatía al zorro, tomó un palo y le dio una buena paliza. Entonces el pobre zorro no pudo comer las empanadas de la vendedora.

Elba Noemí Reinoso de Díaz, 41 años. Finca El Rincón. Tinogasta. Catamarca, 1970.

La narradora, maestra de escuela, dice que aprendió este cuento de niña. Lo oyó narrar muchas veces a los peones de la finca de su padre, donde ella nació y creció.

Cuento 12. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

La vejiga .185

Una vuelta lo encontró durmiendo al tigre, el zorro. Y se le acercó despacio. Tenía una vejiga con moscas y se la ata a la cola, y por áhi le dice:
-¡Mi tío, que vienen en guerra, que sé yo! ¡Dispare, dispare!
¡Qué!, oyó el tigre el barullo y salió disparando. Claro, ya otra burla grande, ¿no? El zorro agarró para otro lau. Así que le debía muchas el zorro y nunca se las podía cobrar, el tigre. Era de más astuto el zorro, no hay nada que hacerle.

Candelario Portillo, 63 años. Mojones Sur. Villaguay. Entre Ríos, 1970.

El narrador es modesto ganadero.

Cuento 185. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 030 

La urpila y el zorro .18

La urpila estaba empollando en el suelo, abajo de un árbol. Y de estar, pasa por áhi el zorro y la encuentra. La mira y le dice:
-¡Aprontate pa comerte!
Y la urpila, temblando de miedo, le dice:
-No, don Juan, no me coma tuavía, dejemé pa después, ya entre dos u tres días vuá hacer reventar, y ya puede comer más.
El zorro pensó un rato, vio que le convenía esperar, y le dice:
-'Tá güeno. Vuá volver pa entonce a comerlos.
La urpila quedó muy triste llorando. Y en eso pasa tío Agustín, el chuschín, que siempre anda en el suelo buscando comidita, y al verla llorar le dice:
-¿Qué te pasa que 'tás llorando, hija?
-¡Cómo no vuá llorar, si ha venío don Juan y me ha dicho que me va a comer con hijos y todo!
-¡Ah, urpila zonza! Subite y hacé nido arriba 'el árbol. Áhi no te va a alcanzar don Juan.
La urpila hizo lo que le dijo el tío Agustín. A los tres días volvió el zorro pa comerla a la urpila con los hijos, y no la halla, y se enoja, y dice:
-¡Ah, urpila pícara! ¡Ya me ha jodío, pero me la va a pagar!
Empieza a olfatiar y la descubre arriba, y le dice:
-Bajate, te vuá comer.
Y le insistía que baje. La urpila no quería por nada bajar. Y el zorro al ver que era inútil le dice:
-¿Y quén te ha dicho que te subáis a arriba?
-Tío Agustín -dice la urpila.
-¡Ah, pícaro, ya me la pagará!
Y sale el zorro muy enojao, y de estar, lo ve a tío Agustín muy entretenido buscando gusanitos en el suelo. Se va despacito, lo gatia y le pega un salto, y lo agarra del lomo. Y ya se lo lleva pa comerlo. Lo llevaba a tío Agustín en la boca, y en eso pasan unos contrabandistas y empezaron a gritar:
-¡Velo a don Juan! ¡Lo lleva a tío Agustín pa comerlo! ¡Dejeló don Juan al tío Agustín!
Tío Agustín que iba temblando de miedo, que ya se vía muerto, viendo un lao pa salvarse, le dice al zorro:
-Digalés, ¡qué les importa!, a esos metidos.
Y el zorro abre la boca y les dice a los hombres:
-¡Qué les importa!...
Y cuando abre la boca, el zorro, tío Agustín sale volando, embromando otra vez al zorro.

Delfín Camaño, 77 años. Ampollas. Santa Rosa. Catamarca, 1946.

Campesino rústico. Muy buen narrador.

Cuento 18. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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La traición del zorro .183

No se justifica que el tigre lo persiga al sobrino zorro, porque es un familiar y es un animalito más chico. Pero hay una razón, porque el zorro le hizo una traición muy grande al tigre. En un paraje le viene a la tía, que es la tigra y le dice:
-Mire, tía -le dice-, usté sabe lo que pasa. Usté no se habrá enterado -dice.
-¿Y qué pasa?
Y la tigra desesperada le pregunta. Y él le dice:
-Vea, tía, se ha muerto mi tío -dice.
Entonce ella se desespera y llora y llora y llora. Y él la consuela y le dice:
-Y bueno, tía -le dice, yo, lo más que podría hacer, ya la he consolau tanto hasta quisiera consolarla al máximo, hacer las veces de mi tío. Quedarme con usté en lugar de mi tío -dice.
Y el zorro se quedó a dormir con la tía. Y ésa es la ofensa mayor que tiene el tigre con el zorro. Y cuando viene el tigre ella le cuenta. Por eso el tigre lo persigue al zorro.

Edmundo Raúl Baldengo, 56 años. Estancia La Virgen del Desierto. Lucas Norte. Villaguay. Entre Ríos, 1970.

Cuento 183. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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