Un viejo tigre, ya ciego,
atrapó una vez a una liebre.
-Déjame vivir -le suplicó
la liebre, y te llevaré a un lugar donde sé que hay un rebaño de ovejas
pastando.
El tigre liberó a la liebre,
quien lo condujo muy serena, no al encuentro de las ovejas, sino a la parte más
alta de una roca, desde donde el tigre se precipitó y murió.
La liebre se fue
corriendo y se encontró con un cazador que llevaba tres zorras recién muertas.
-Cazador -le dijo, ¿ves
aquella roca? Si miras hacia abajo, verás al tigre muerto y podrás quitarle sin
peligro la piel. Mientras tanto, si quieres, yo me ocuparé de tus zorras.
El cazador dejó sus
presas en el suelo y fue a despellejar al tigre.
La liebre se fue corriendo
y se encontró con un pastor que conducía a su rebaño.
-Pastor -le dijo, ¿ves
aquel sendero? Justo después del recodo, hay tres zorras muertas. Si quieres
ir a cogerlas, yo me encargaré, mientras tanto, de tu rebaño.
El pastor se dio prisa en
salir en busca de las zorras. La libre se fue corriendo y, al llegar al bosque,
vio a una loba que cuidaba a sus lobeznos.
-Loba -le dijo, ¿ves
aquel valle? Hay un rebaño de ovejas y nadie las cuida, porque el pastor se ha
ido. Ve a buscar una oveja, si quieres, mientras go me ocupo de tus hijos.
La loba corrió a buscar
una oveja, y la liebre prosiguió su camino. Llegó a una cabaña y, frente a
ella, vio a un viejo que trasquilaba el pelo de su camello.
-Viejo -le dijo, ¿ves
aquel bosque? Allí hay unos lobeznos abandonados; quién sabe adónde se ha ido
su madre. Si quieres cogerlos, yo me ocuparé de cuidar del pelo de tu camello,
para que no se lo lleve el viento.
El viejo fue a coger a
los lobeznos, y la liebre llamó al viento para que, con su soplo, se llevase el
pelo del camello.
¡Imaginaos qué confusión!
El cazador volvió con la piel del tigre y comenzó a perseguir al pastor que se
había llevado sus tres zorras, el pastor perseguía a la loba que le había
robado una oveja; la loba perseguía al viejo que le había quitado a sus lobeznos;
y el viejo intentaba desesperadamente recoger el pelo del camello que había
dispersado el viento.
Ante aquel espectáculo,
la liebre no pudo contener la risa. Estaba tan tentada de risa que se sostenía
la panza, y tanto se rió que se le hendió el labio superior. Desde aquel día,
la liebre tiene el labio hendido.
136. anonimo (uzbekistan)
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