Un día, una mujer mandó a
su marido al mercado a comprar un poco de sémola, porque quería preparar un
pudín para sus tres hijas. El marido compró la sémola y la metió en una
bolsita; pero la bolsita tenía un agujero y los granitos fueron cayendo por el
camino hasta que ga no quedó nada de la sémola.
-¿Dónde está la sémola?
-preguntó su mujer cuando él llegó a casa.
El hombre volvió sobre
sus pasos esperando poder recoger los granitos. Pero ya era de noche y el viejo
suspiró:
-Si la Luna se dignase a brillar e
iluminar mi sémola, estaría dispuesto a darle como esposa a mi hija mayor.
Inmediatamente, la Luna comenzó a brillar e
iluminar la tierra.
El hombre se inclinó
lentamente para recoger los granitos de sémola, pero pronto sintió mucho frío.
-¡Si el Sol se dignase a
salir y darme calor, estaría dispuesto a darle como esposa a mi segunda hija!
Inmediatamente el Sol
salió y comenzó a hacer tanto calor que el sudor se escurría por la frente del
viejo.
Pero ya estaba cansado, y
aún no había recogido más que un puñado de sémola. Se sentó entonces y dijo:
-Si el cuervo se dignase
a volar hasta aquí para ayudarme a recoger los granitos de sémola, estaría
dispuesto a darle como esposa a mi hija más joven.
Y pronto el cuervo llegó
y recogió con su pico el resto de la sémola.
Entonces la Luna dijo:
-¡Dile a tu hija mayor
que salga al balcón!
El hombre obedeció y la Luna se llevó consigo a la
muchacha. Después llegó el Sol, que se llevó a la segunda hija y, por fin, el
cuervo, que se fue con la más joven.
Un día el hombre le dijo
a su mujer:
-Quiero ir a visitar a mi
yerno, la Luna. La
Luna lo recibió muy amablemente:
-¡Bienvenido, suegro!
¿Qué quieres de mí?
-Nada, gracias. Sólo he
venido a visitarte a ti y a mi hija mayor.
-Estarás cansado del
viaje. Date un baño -le dijo la
Luna , y le pidió a su mujer que encendiese la estufa del
cuarto de baño.
-Ya es de noche, estará
oscuro el cuarto de baño -objetó el abuelo.
-Claro que no -se rió la Luna y apoyó el dedo en un
pequeño agujero de la puerta. Del agujero salió un rayo de luz tan fuerte que
se habría visto una aguja en el suelo.
Cuando el hombre llegó a
casa le dijo a su mujer:
-Enciende el fuego en el
cuarto de baño porque quiero ducharme.
-¿A estas horas de la
noche? -preguntó sorprendida la mujer-. Pero estará oscuro allí dentro.
-Enciende el fuego sin
discutir. Te haré ver lo que he aprendido de mi yerno.
Y apoyó el dedo en un
agujero de la puerta, pero el agujero era tan pequeño que el hombre empleó más
de una hora en sacarlo. Sin embargo, el cuarto de baño seguía estando oscuro.
Cuando finalmente se curó
el dedo del hombre, le dijo a su mujer:
-Ahora voy a visitar a mi
segundo yerno, el Sol.
Y se fue a la casa del
Sol. El Sol lo recibió amablemente:
-Bienvenido, suegro.
Llegas a tiempo para cenar con nosotros.
El Sol se tumbó en el
suelo y su mujer puso a cocer sobre su estómago una sartén con croquetas de
patatas. En pocos minutos las croquetas comenzaron a freírse y la cena estuvo
lista.
Cuando el hombre volvió a
casa, le dijo a su mujer:
-Prepara un puré de
patatas, y con eso haremos croquetas para cenar.
Lo mujer preparó las
croquetas y las puso en una sartén al fuego. Pero el hombre se tumbó en el
suelo y le ordenó a su mujer:
-Pon la sartén sobre mi
estómago.
-Pero ¿qué otra tontería
estás inventando? -preguntó la mujer.
-Pon la sartén sobre mi
estómago y te haré ver lo que he aprendido de mi yerno, el Sol.
La mujer retiró la sartén
del fuego y la puso sobre el estómago del hombre, que naturalmente dio un
salto gritando e hizo saltar todo por el aire porque se había quemado.
Otro día le dijo a su
mujer:
-Ahora quiero visitar a
mi tercer yerno.
Y fue a visitar al
cuervo. El cuervo lo recibió cordialmente:
-Bienvenido, suegro. ¡Tu
visita nos honra! ¿En qué puedo serte útil?
En nada, en nada, sólo he
venido a veros.
-Bien -respondió el
cuervo. Te daré mi mejor lecho, allí, sobre aquella rama.
El hombre subió a la rama
del árbol y se durmió, pero durante el sueño se dio la vuelta, cayó a tierra y
se rompió la nariz. Y aquí termina esta historia infeliz.
Fuente: Gianni Rodari
153 Anonimo (bielorrusia)
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