Aldar-Kose era un
muchacho inteligente. No era rico, pero nunca le había faltado nada ni había
sufrido mayores estrecheces. Todos lo querían mucho en Kazajstán.
Pero un día de invierno
Aldar-Kose se sentía muy triste. Soplaba un viento helado y él cabalgaba solo
por la estepa. No había por allí ni un alma. Su caballo cojeaba y su capa
tenía setenta agujeros y noventa remiendos. De repente Aldar-Kose vio a un
caballero que iba hacia él. Tenía un magnífico caballo y una cálida capa de
piel de zorro. Debía de ser, seguramente, un rico mercader. Aldar-Kose se alzó
sobre la silla, desató su capa y comenzó a cantar.
-¿No tienes frío?
-preguntó atónito el rico mercader. Tu capa está llena de agujeros, ¿cómo
puedes tener todavía ganas de cantar?
-Canto porque mi capa
está llena de agujeros. El viento entra soplando por un agujero y sale por el
otro, y yo retengo el calor. ¡Vos sí que debéis pasar mucho frío con vuestra
capa de zorro!
-Sí, tengo mucho frío
-admitió el rico mercader. ¿No me vende-rías tu capa?
-Pero yo no quiero
venderla porque, si la vendiese, ¡sería yo quien pasaría frío!
-Bien, te daré mi capa y
también dinero.
-De acuerdo -respondió
Aldar-Kose un instante después. Intercambiemos las capas y también los
caballos. ¡Podéis quedaros con el dinero!
El mercader entregó a
Aldar-Kose su capa de zorro y su magnífico caballo y se quedó, a cambio, con el
rocín que cojeaba y con la capa de los setenta agujeros y los noventa
remiendos. Aldar-Kose se puso la capa de piel, montó en el caballo y partió
velozmente.
En la aldea, por la
noche, contó la historia de su capa mágica con setenta agujeros y noventa
remiendos. Y todos rieron por la manera en que había engañado al rico mercader.
Fuente: Gianni Rodari
135. anonimo (kazajstan)
No hay comentarios:
Publicar un comentario