En el principio, la Tierra estaba desierta,
cubierta de piedras, no había un árbol ni una brizna de hierba. El sol miraba a
la Tierra y no
le gustaba en absoluto. Por ello le dijo a su gallito de oro:
-Gallito, vuela a la Tierra y haz algo para que
se vuelva verde y dé algunos frutos.
El gallo voló a la Tierra , hizo su nido en una
gruta y puso dos huevos de oro. Rompió uno de los huevos enseguida y de él
salieron seis ríos. Estos ríos dieron vigor al suelo y así crecieron hierbas y
árboles, y en los árboles, manzanas, higos y otros frutos en abundancia. Los
hombres de aquella época vivieron en la Tierra como en un paraíso. Todo lo que
necesitaban crecía en los árboles, sólo bastaba con extender la mano. Y el
gallo de oro cantaba para que la gente supiese cuándo era la hora de levantarse,
a qué hora había que comer y a qué hora había que irse a dormir.
Pero muy pronto los
hombres comenzaron a protestar:
-¿Por qué tenemos que
seguir obedeciendo al gallo, por qué tenemos que hacer todo lo que nos ordena?
De ahora en adelante nos levantaremos cuando nos plazca, comeremos cuando nos
dé la gana e iremos a dormir cuando se nos antoje.
Y el gallo, al escuchar
esas palabras, se puso muy triste, cantó por última vez y se volvió al cielo,
junto al sol. Después de que el gallo se marchase volando, los hombres entraron
en su gruta y allí encontraron el segundo huevo de oro. Curiosos por ver lo que
contenía, lo rompieron: de él salió una tremenda cantidad de agua que inundó
toda la Tierra
y ahogó a todos los hombres.
Sólo se salvó un
esloveno. Trepó a la rama de una viña que sobresalía del agua y gritó pidiendo
ayuda.
-¿Qué quieres? -tronó de
pronto una voz cerca de él.
Era el diablo Corriente.
-Corriente, sálvame. Estoy
a punto de ahogarme.
-De acuerdo, te salvaré.
Pero debes ayudarme a matar al gallo de oro.
El esloveno se lo
prometió y el diablo Corriente alzó la viña hasta tal altura que ya el agua no
pudo alcanzarla y el hombre se salvó. Se quedó refugiado en aquella viña
durante nueve años alimentándose de uvas.
Cuando las aguas, por
fin, bajaron, el diablo dijo que era el momento de acabar con el gallo de oro.
Cogió un arco, colocó la flecha, pero no logró hacerla llegar hasta el sol.
Entonces le dio el arco al hombre, que era muy fuerte, y éste disparó la flecha
hacia el sol y mató al gallo. Después lo asó a las brasas y lo compartió con el
diablo. Éste estrujó las uvas y preparó el vino. El hombre se emborrachó y cayó
en un profundo sueño. Dormía, dormía, y al dormir daba tantas vueltas que capó
sobre una roca y se magulló todo el cuerpo. Fue así como perdió su gran fuerza.
143. anonimo (eslovenia)
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