Un día, los guerreros del
rey David recibieron de rancho sendos huevos cocidos. Pero uno de ellos tenía
tanta hambre que se los comió antes de la hora del almuerzo. Cuando los demás
se sentaron a comer, le daba tanta vergüenza no tener nada en el plato que se
dirigió a un compañero y le dijo:
-Préstame un huevo,
amigo.
-Te lo presto, pero debes
devolvérmelo cuando yo te lo pida.
-Claro -respondió el
guerrero y se comió el huevo.
Tres años después, el que
le había prestado el huevo se lo reclamó.
-Claro -dijo el deudor-,
me prestaste un huevo y te lo devolveré.
-Ah, no, querido amigo.
Te presté un huevo, pero de aquel huevo podría haber nacido un polluelo, el
polluelo habría crecido y se habría convertido en gallina, y ésta podría haber
tenido dieciocho polluelos, y cada uno de estos polluelos se habría convertido
en una gallina que, a su vez, habría tenido otros dieciocho polluelos. Por
ello, debes devolverme un polluelo, al que deben sumarse dieciocho polluelos
más y, por añadidura, dieciocho veces dieciocho polluelos.
El deudor, naturalmente,
no quería pagar tanto, por lo que fueron a consultar al rey David para que
resolviese el litigio. El rey David los escuchó y dijo:
-El acreedor tiene razón
y debe recibir la compensación que exige.
Los dos guerreros se
fueron del palacio real. El acreedor caminaba alegremente, pero el deudor
estaba muy triste. Frente al palacio estaba sentado Salomón, el hijo del rey.
Vio al guerrero desconsolado y le preguntó qué le angustiaba. Éste le contó la
historia y Salomón dijo:
-Te quiero dar un buen
consejo. Mañana por la mañana ve a aquel campo, junto al camino por donde mi
padre se da un paseo todos los días, y ponte a sembrar habas cocidas. Cuando
el rey te pregunte por qué siembras habas cocidas, dile: «Si un polluelo puede
nacer de un huevo cocido, ¿por qué no habrían de salir nuevos brotes de unas
habas cocidas?».
El guerrero dio las
gracias a Salomón y, al día siguiente, fue a sembrar un buen plato de habas
guisadas. Cuando el rey David pasó por allí, se sorprendió mucho al ver a ese
tipo que sembraba habas cocidas aún calientes y le preguntó:
-¿Te has vuelto loco?
Deberías saber que las habas cocidas no germinan.
-¿Por qué no? -respondió
el guerrero-. Si un polluelo puede nacer de un huevo duro, ¿por qué no podrían
germinar las habas cocidas?
Entonces el rey David
reconoció al guerrero que había pedido prestado el huevo. Meditó un poco y
finalmente dijo:
-Tienes razón. Ve y
devuélvele a tu amigo sólo un huevo.
150 anonimo (israel)
khkjktfryttt
ResponderEliminarcomenten porfa jajajaj
ResponderEliminarmalparido ese no era el texto que queria HP
ResponderEliminarhijo de pueblo cristiano vete a la misa temprano
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminargracias
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