Había una vez un reino en
el que vivían un rey y una reina. El rey se llamaba Ring, pero nadie recuerda
el nombre de la reina. La pareja real tenía un solo hijo, un joven muy hermoso
que se llamaba Linni.
En el mismo reino, en una
mísera casucha, vivía un hombre pobre con su mujer y su única hija, de nombre
Signe. Un día, el príncipe salió de cacería por el bosque junto con sus amigos.
Cazaron durante toda la jornada y, por la noche, cagó sobre el bosque, de
improviso, una tupida niebla. El príncipe, que se había separado del resto de
sus compañeros, no supo cómo volver.
Cazadores y pajes lo
llamaron y lo buscaron inútilmente por todo el bosque hasta medianoche. Después
volvieron a casa solos. El rey ordenó de inmediato que saliesen a buscar a
Linni por todos los rincones del bosque. Durante tres días, varios grupos de
criados buscaron al príncipe, pero fue en vano. El rey enfermó de dolor. Lanzó
un bando en el que prometía la mitad de su reino como premio a quien encontrase
y trajese de nuevo a casa al príncipe Linni.
Cuando Signe se enteró de
que el príncipe se había perdido, le pidió a su padre y a su madre que le
diesen una bolsita con alimentos y un par de zapatos nuevos porque, dijo,
también ella quería ir a buscarlo.
Y así Signe partió.
Después de mucho caminar, un día llegó finalmente a un bosque muy espeso. En
medio de este bosque había una gran caverna. La pequeña Signe se armó de valor
y entró. ¿Y qué vio allí dentro? Vio dos camas. Sobre una de ellas había una
colcha recamada en plata; sobre la otra, una colcha recamada en oro. En la
cabecera de esta segunda cama había pintados unos cisnes y, debajo de ellos,
una inscripción formada por letras misteriosas. Y en la cama yacía el príncipe
desaparecido. Dormía profunda-mente. La pequeña Signe se le acercó e intentó
despertarlo: pero todo fue en vano, porque estaba hechizado. De repente, la
muchacha oyó que algo se movía en la entrada de la caverna. Apenas le dio
tiempo a esconderse detrás de la puerta y entraron dos brujas. La más anciana
comenzó de repente a gritar:
-¡Ego! ¡Ego! Siento olor
a cristianego.
Pero la más joven la
calmó diciendo:
-Que no, que es nuestro
joven príncipe.
Las dos brujas se
acercaron a la cama del príncipe y gritaron:
¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
despertad al príncipe, que no duerma tanto!
Los cisnes pintados en la
cabecera de la cama comenzaron a cantar y el príncipe Linni se despertó. La más
joven de las brujas le preguntó:
-Linni, ¿quieres comer?
-No, bruja, no quiero.
-Linni, ¿quieres casarte
conmigo?
-No, bruja, no quiero.
Entonces la bruja se
enfureció y esta vez gritó:
¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
que el príncipe Linni no despierte tanto!
Los cisnes comenzaron a
cantar y Linni se durmió de nuevo. Las dos brujas cenaron y después se
acostaron a dormir en la cama con la colcha recamada en plata.
A la mañana siguiente,
antes de amanecer, las brujas se levantaron. Se acercaron a la cama del
príncipe y gritaron:
¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
despertad al príncipe, que no duerma tanto!
Los cisnes comenzaron a
cantar y el príncipe Linni se despertó. La bruja más joven dijo:
-Linni, ¿quieres comer?
-No, bruja, no quiero.
-Linni, ¿quieres casarte
conmigo?
-No, bruja, no quiero
-repitió el príncipe. La bruja se enfureció de nuevo y gritó:
¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
que el príncipe Linni no despierte tanto!
Los cisnes comenzaron a
cantar y Linni se durmió de nuevo.
Las brujas desayunaron y
se fueron.
En cuanto se fueron de la
caverna, Signe salió de su escondite detrás de la puerta y gritó:
¡Cisnes, cisnes, cantad vuestro canto,
despertad al príncipe, que no duerma tanto!
Los cisnes cantaron, el
príncipe se despertó y no daba crédito a sus ojos; ante él, en lugar de las
brujas, había una hermosa mucha-cha. Signe le dijo al príncipe quién era y por
qué se encontraba allí. Y el príncipe le contó a la muchacha lo que le había
ocurrido en el bosque, cómo lo habían capturado las dos brujas y cómo lo habían
llevado a su caverna porque querían que se casase con la más joven de las dos.
Entonces Signe dijo:
-Cuando esta noche la
bruja te ofrezca de comer, come, ~ cuando te pida que te cases con ella, dile
que sí, siempre que te explique qué significa lo que está escrito en la cabecera
de la cama g qué hace durante todo el día en el bosque.
El príncipe prometió que
haría lo que la muchacha le recomendaba. Encontraron después un tablero y
jugaron al ajedrez.
Cuando oscureció, Signe
le pidió al príncipe que se durmiese y volvió a su escondite detrás de la
puerta.
Poco después, regresaron
las dos brujas. Encendieron el fuego y prepararon algo de cenar. La más joven
se acercó a la cama del príncipe, lo despertó y le dijo:
-Linni, ¿quieres comer?
-Sí, gracias.
Cuando el príncipe acabó
de cenar, la bruja dijo:
-Linni, ¿quieres casarte
conmigo?
Y el príncipe respondió:
-Sí, siempre que me digas
qué significa lo que está escrito en la cabecera de mi cama.
La bruja respondió:
-Es una fórmula mágica
que significa:
Vuela, camita, vuela, sí,
llévame ya lejos de aquí.
Después de darle las
gracias, el príncipe le preguntó:
-¿Qué hacéis todo el día
en el bosque?
Y la bruja respondió:
-Cazamos pájaros y
animales salvajes g, para descansar, nos sentamos bajo una encina y jugamos con
nuestro huevo de la vida.
-¿Qué es vuestro huevo de
la vida?
-Es el huevo que contiene
nuestra vida. Si se rompe, para nosotras significa la muerte.
El príncipe dijo entonces
que le apetecía dormir. Las brujas lo llevaron a la cama y, a su vez, también
ellas se fueron a dormir. Por la mañana, se despertaron, desayunaron y se
fueron al bosque.
En cuanto se cerró la
puerta, Signe salió de su escondite, despertó a Linni y dijo:
-Debemos ir ya al bosque
a buscar a las brujas. Lleva tu lanza. Cuando comiencen a jugar con el huevo
de la vida, debes apuntar y dar justo en él. Si fallas, recuerda que para
nosotros será terrible.
El príncipe cogió su
lanza y ambos, Signe y Linni, subieron a la cama y dijeron:
Vuela, camita, sin vacilar,
al bosque ya nos debes llevar.
En cuanto pronunciaron
estas palabras, la cama se elevó, los transportó al bosque y se detuvo bajo una
gran encina. Signe le dijo al príncipe que subiese a la copa del árbol: desde
allí arriba podría ver a las brujas jugando con el huevo de la vida en un pequeño
prado, no muy lejos de allí. Linni alzó su lanza, la disparó con fuerza contra
el huevo, dio en el blanco y lo rompió en mil pedazos. Y, en el mismo instante,
las brujas cageron muertas al suelo.
Linni y Signe, en su cama
mágica, volaron hacia la casita donde vivían los padres de la muchacha.
A la mañana siguiente,
Signe acompañó al príncipe al palacio. El rey, fuera de sí de la alegría,
quiso conocer enseguida toda la histo-ria. Después de escucharla, donó la mitad
de su reino a la hija del pobre campesino. Signe se casó con el príncipe Linni
y vivieron felices.
151 anonimo (islandia)
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