Había una vez un hombre
descontento. Siempre se lamentaba por su infortunio y decía:
-Si me favoreciese la
fortuna, veríais de qué cosas soy capaz.
Lo creáis o no, la
fortuna al fin lo favoreció. Un día, yendo a su trabajo, encontró en el suelo
una bolsa llena de monedas de oro.
-¡Ahora soy afortunado!
-exclamó muy contento. Por fin podré ser dueño de mí mismo. Pero dejar las
monedas guardadas en la bolsa no me servirá de nada. Tengo que comprar algo más
útil.
Ese mismo día, compró la
mejor casa de los alrededores. Era una casa muy bonita. Sólo estaba muy
deteriorada el asta de la bandera que ondeaba en el tejado. Cuando el nuevo
propietario cerró orgullosamente la puerta, asta y bandera cayeron sobre su
cabeza y estuvieron a punto de aplastarlo como a un pastel.
-Francamente he tenido
suerte -exclamó el hombre cuando consiguió recuperarse. Pero, en resumidas
cuentas, ¿de qué me sirve una casa? La cambiaré por algo mejor.
Caminó un buen rato y
llegó al mar. Junto a la orilla, se mecía una barca.
-Soy un hombre afortunado
-exclamó muy contento y cambió la casa por la barca.
Era una barca bonita
pero, la primera vez que el hombre salió a navegar, se desencadenó una
tormenta y la barca naufragó, estrellándose contra una roca.
-Francamente he tenido
suerte -se dijo volviendo a la orilla a nado. Pero, en el fondo, ¿de qué me
sirve una barca? Quiero cambiarla por algo mejor.
Caminó un buen rato hasta
que se encontró con un caballero montado en su caballo.
-Soy un hombre afortunado
-exclamó muy contento y cambió la barca por el caballo.
Era un magnífico caballo
pero, cuando el hombre montó en el animal, éste se lanzó a un galope
desenfrenado e hizo falta mucho tiempo para que se apaciguara y su jinete
pudiese apearse.
-Francamente he tenido
suerte -se dijo palpándose los huesos. Pero, en el fondo, ¿de qué me sirve un
caballo? Quiero cambiarlo por algo mejor.
Caminó un buen rato hasta
que se encontró con un campesino y una vaca.
-Soy un hombre afortunado
-exclamó muy contento y cambió el caballo por la vaca.
Era una vaca estupenda
pero, la primera vez que el hombre intentó ordeñarla, el animal le soltó una
coz y él acabó tendido en el suelo cuan largo era.
-Francamente he tenido
suerte -se dijo incorporándose sin haberse hecho mucho daño. Pero, en el fondo,
¿de qué me sirve una vaca? Quiero cambiarla por algo mejor.
Caminó un buen rato hasta
que se encontró con una campesina y una cabra.
-Soy un hombre afortunado
-exclamó muy contento y cambió la vaca por la cabra.
Era una buena cabra pero,
cuando el hombro cogió la cuerda que estaba sujeta a sus cuernos, la cabra se
le tiró encima y poco faltó para que lo traspasase de una cornada.
-Francamente he tenido
suerte -se dijo el hombre una vez que consiguió tranquilizar a la cabra. Pero,
en el fondo, ¿de qué me sirve una cabra? Quiero cambiarla por algo mejor.
Caminó un buen rato hasta
que se encontró con un muchacho y un pollo.
-Soy un hombre afortunado
-exclamó muy contento y cambió la cabra por el pollo.
Era un pollo hermoso
pero, en cuanto el hombre lo tuvo en sus manos, se le escapó y no hubo forma de
que pudiese atraparlo.
Así pues, tuvo que volver
a su casa con las manos vacías. Volvió a su trabajo, volvió a lamentarse de su
miseria y andaba por ahí diciendo:
-Si me favoreciese la
fortuna, veríais de qué cosas soy capaz.
139. anonimo (malta)
No hay comentarios:
Publicar un comentario