Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de febrero de 2015

El rey pilon .893

Se cuenta que era un rey pilón, que tenía las dos orejas cortadas.
Todos los días iba al palacio de este Rey, un niño a buscar un almú de afrecho y de trigo. El Rey tenía siempre las orejas tapadas. Un día que vino el niño al palacio, que era hijo de un compadre del Rey, vio que el Rey tenía la cabeza destapada y que no tenía orejas. Al niño le llamó mucho la atención y lo miró con mucha curiosidá, a lo que el Rey le preguntó:
-¿Qué me mirás tanto?
-Le miro, señor, que usté no tiene orejas -contestó el niño muy sosprendido.
Entós el Rey le dijo que no contara que él estaba sin orejas, y que si contaba le iba a cortar la cabeza.
-No, señor, no voy a contar a naide -dijo el niño asustado.
El niño se jue a la casa. No sabía cómo hacer pa contar que el Rey era pilón, pero tenía miedo porque le iban a cortar la cabeza. Ya no podía comer ni dormir con ese secreto. Entós lo que hizo, es sacar una pala y un pico y salió al campo. A la orilla de un río hizo un pozo bien hondo, se agachó sobre la boca del pozo pa que naide lo oyera, y dijo tres veces:
-El Rey es pilón, el Rey es pilón, el Rey es pilón. Después tapó bien el pozo y se volvió a su casa más tranquilo.
Al tiempo, del pozo nacieron tres plantas de caña y crecieron muy altas estas cañas.
Por ese lugar pasó, después de mucho tiempo, un pastorcito de cabras, y al ver las cañas tan lindas, cortó una pa hacer una flauta. Hizo una flauta y empezó a tocar. La flauta en vez de sonar como las otras flautas hablaba y decía:
-El Rey es pilón.
Ya empezó a llamar la atención a todo el mundo esto y llegó a conocimiento del Rey. Entós lo mandó llamar al pastorcito, y claro, ya se enteró de todo y vio que el niño no había delatado el secreto.
Luego pasó por una planta de porotos, pa que usté me cuente otro.

Cesáreo González, 84 años. Barrancas. Pehuenches. Neuquén, 1952.

Campesino afincado en el lugar. Muy buen narrador.

Cuento 893. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 069

El rey orejas de burro .891

Éste era un rey que tenía un peluquero especial para que le arregle el pelo, porque usaba la melena hasta sobre los hombros y naide sabía por qué usaba así el pelo su Majestá. Un día que le estaba arreglando el pelo vio el Rey que se sosprendió el peluquero, y le dice el Rey:
-¿Por qué ti hais sosprendido, acaso me hais visto las orejas?
Y éste le contesta:
-Sí, mi Majestá.
-Bueno -le dice, miramelás bien. Mirame la otra también, ¿cómo las tengo?
-Como el burro, mi Majestá.
-Bueno -le dice, solamente vos sabís que tengo así las orejas. El día que yo sepa que hais contado, ese mesmo día te haré cortar la cabeza.
Y salió éste. Pasaron tres días, y éste parecía que se iba a reventar de lleno de deseos de contar, este, y un día, no pudiendo resistir ya, tomó la pala y un pico y se fue a un monte de donde sacaban leña, y cavó un hoyo como de dos metros, y pegó tres gritos diciendo que el Rey tenía las orejas como burro, y lo tapó y salió satisfecho porque había cumplido el deseo de contar el secreto. Pero, éste, que resulta después, que como a los tres días había ido un leñador a sacar leña y al volver con la carreta llena vio unas tres cañas tan hermosas que se golpiaban unas con otras y que se sentían tan clarito que decían: El Rey tiene las orejas como burro. Entón a éste le llamó la atención y se arrimó y sacó el cuchillo de la cintura y le pegó un hachazo a una. Y siguió andando y trabajando una flauta. Y comenzó a tocar. Y le resultaba lo mismo, que solamente decía la planta:
-El Rey tiene las orejas como burro.
Y así entró al pueblo. Ofrecía la leña y a la vez tocaba la flauta. Y al poco andar lo tomaron preso y éste declaró que él había hallado tres cañas en el monte y le llamó la atención al oír lo que decían, y de ver las tan hermosas había cortado una. Entón lo buscaron al peluquero y lo llevaron ante el Rey. Y le dijo que él no había contado a naide.
-Bueno, porque no hais sabido guardar el secreto te haré cortar inmediata-mente la cabeza -le dijo, pero lo perdonó.
Y el leñador fue puesto en libertá.

Rosa de Torres, 63 años. Punta de los Llanos. Vélez Sarsfield. La Rioja, 1950.

Campesina rústica, buena narradora.

Cuento 891. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 069

El rey de la laguna de oro .887

Era un rey que tenía una laguna di oro y necesitaba piones. Siempre venían muchos muchachos a pedile trabajo. Él les decía que no tomen agua de esa laguna ni pongan el dedo. Algunos piones ponían el dedo del pie o de la mano y el Rey se los cortaba, porque se les volvía di oro.
Un día dice un muchacho que era hijo de dos viejitos que tenían un chivito guacho y tenían una gallinita, dice:
-Yo me voy a trabajar a la casa del Rey, a cuidale la laguna di oro.
-No, hijo, porque áhi los matan.
-No, yo voy -dice.
Entonce viene la mamá, la viejita, le mató la gallinita que tenían, le hizo una tortita, y se fue a trabajar al palacio del Rey que tenía la laguna di oro.
Llega allá. Dice el Rey:
-¿Qué andás haciendo?
-Ando buscando trabajo -dice.
-Yo te voy a dar trabajo, que me cuides una laguna. Que no dentre ni un bichito a tomar agua, ni vos vas a tocar l'agua de la laguna.
-Muy bien, mi Rey -le dijo.
Y lo llevó con su chivito.
-Ni que tu chivito vaya a tomar agua ¿eh?
Andaba el chivito con él, era su compañerito.
Bueno, hacía mucho tiempo que 'taba trabajando él, áhi. Cuidaba la laguna, daba vuelta, iba y venía con su chivito.
-¿Por qué este Rey -dice- no quiere que nadie toque esta agua de esta laguna?
Y él fue y metió toda la cabeza y se le volvió di oro. ¡Ah!, cuando se vio la cabeza di oro él, se quería morir. El chivito le dice:
-No, sacame lanita mía, te vas poniendote en tu cabeza.
Y así fue poniendosé la lanita, la lanita del chivito en la cabeza, y se hizo un gorrito negro. Y la Princesa, una vez ella 'taba en su pesebre, onde él dormía y todo, en el galpón. Lo ve que él se 'taba peinando y lo ve que tiene la cabeza di oro y se enamoró de él. Entonce la Princesa quedó muda.
Y hacía mucho que 'taba muda y el Rey dice:
-Está muda por gana de casarse.
Entonce vino, y puso en el diario, entre los vecinos, entre los reyes, que vinieran. Vinieron muchos. Pasaban príncipes, todos. A ninguno ella lo quería. El Rey le dio tre manzana. Que al hombre que le gustara le tirara una manzana. Entonce ella agarró y pasaban todos a caballo. Y va este muchacho, como un tonto, a caballo en su chivito, y ella le tira la manzana y le pega en la cabeza.
-¡Ay!, mi señorita, que me pegó -le dice. Me dolió tanto...
-¿Te dolió mucho? -le dice la Princesa.
Entonce el Rey dice:
-Palabra de Rey no puede faltar, que mi hija se tiene que casar porque habló. Entonce agarró y la hizo casarse con el muchacho y la llevaron al pesebre de caballos.
Entonce la Reina, la madre, cayó enferma. Estaba enferma la madre y mucha gente le llevaba regalos, flores, perfume de las Malvinas.
Y a él, el chivito, le dice un día:
-Mirá, a vos como no te quieren por acá, vas a hacer, a llevale un zorrino a tu suegra.
Y él le hacía caso. Como había sido compañero de su chivito y hablaba con él, encontró el zorrino y se lo llevó.
-¿Qué tal, suegra? -y qué sé yo.
Llegó él con su chivito. Su chivito siempre anda con él. Y viene y le larga el zorrino arriba de la cama y la mió. Le dejó todo, todo hediondo, con todo su perfume del zorrino. Entonce dice la Reina:
-¡Ay! -dice, hay que matalo -dice.
Y dentra el Rey y dice:
-¿Qué pasó? ¿Que habís hecho, Juan?
-Nada, mi Rey -dice.
Y áhi se sanó la Reina como si nada hubiera tenido.
Se sacó su gorrito y tenía la cabeza di oro. Entonce él fue, el Rey, en ese momento. El Rey le regaló el palacio más lindo a la Princesa y a Juancito.
Entonce a él fue el chivito y le dice:
-Mirá, Juan, yo te hi salvado de todos los apuros que vos habís tenido. Yo soy una palomita del cielo. Ahora yo me despido de vos, que te hi acompañado hasta el último.
Y se volvió una palomita, una palomita volando, volando, y se fue al cielo, y en el cielo está.

Ana Rosa Chandía, 67 años. Catán-Lil. Neuquén, 1970.

Campesina analfabeta. Buena narradora.

Cuento 887. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 069

El pescador y el diablo .899

Había una vez un viejito que tenía un perrito y un muchachito. Y el viejito se ocupaba de pescar para poder comer, porque era pobre. Todos los días iba a pescar. Y un día, no podía agarrar ningún pescado. Iban llegando las doce del día y no había agarrado ninguno. Entonce el viejito, furioso de rabia, dijo:
-Siquiera viniera el diablo a ayudarme a pescar.
Y se le apareció un hombre en una mula negra, y le dijo al viejito:
-Acá vengo, amigo, ¿para qué me quere?
-Yo lo desiaba para que me ayude a pescar, porque no puedo agarrar ningún pescado.
-Bueno -le dijo el hombre, traiga la canasta.
Y se la dio y la metió al agua y salió llena de pescado. Y la llenó otra vez. Le dijo el viejito:
-Basta, ya está bien por hoy.
-Bueno -le dijo el diablo, ¿qué me va pagar?
Le dijo el viejito:
-No tengo qué pagarle.
-Cómo, no -dijo el diablo-, tiene un chico y un perrito.
-Bueno -le dijo el viejito.
Como él sabía que siempre llegaba primero el perrito, le dijo al diablo:
-El que llegue primero de los dos se lo voy a dar.
Bueno... ya vienen. Venía muy adelante el perrito, pero se clavó una espina, y el perrito se puso a sacarselá. Y llegó el chico, y pasó, y llegó primero. Entonce dijo el diablo:
-El chico es mío y me lo llevo.
Y lo alzó en anca de la mula y lo llevó. El viejito quedó llorando. Y se fue el diablo para la casa de él. Y allá había un corral lleno de mulas, y entre ellas había una mula blanca. El diablo le dio una plancha de hierro, al chico, y le dijo que la pusiera en el medio del corral. Y cuando amaneciera la plancha rota, lo iba a dejar ir para la casa d'él.
La mulita blanca, todas las noches iba y le pegaba unos golpes con las manos a la plancha. Hasta que una mañana, amaneció rota la plancha.
-Bueno -le dijo el diablo al chico, te agarrás una mula para que te vas para tu casa.
Bueno, el chico entró al corral, y la mulita blanca le hacía señas con las orejitas que la agarra a ella. Y él fue a agarrarla a ella. Entonce le dijo el diablo:
-¿Para qué agarrás esta mula tan flaca? Agarrá otra más gorda.
-No -dijo el chico-, ésta es más mansita.
Y la ensilló y se fue. Entonce, cuando salieron detrás de un bordo, le dijo que se bajara. Y la mulita se hizo una  palomita y lo alzó sobre el lomito y se voló llevando el chico encima. Cerca de la casa del viejito, se asentó la palomita y le dijo al chico que ahí cerca, quedaba la casa del padre. Y le dijo, ya mulita otra vez:
-Mirá, yo te voy a dar una virtú. Con esa virtú, los domingos te vas hacer un caballito blanco. Que te ensille tu padre y te haga correr por la plata que él tenga, que vos vas a ganar.
Bueno... Se llegó el domingo y así lo hicieron.
Corrió unas cuantas veces y ganó el caballito blanco. Así que ganó mucha plata el viejito. Y una vez hizo una carrera depositada para el domingo siguiente. Y cuando se llegó el domingo, le dijo el chico al viejito:
-Mire, mi padre, ahora cuando corra la carrera, la voy a ganar, y entonce va a venir un hombre en una mula negra y me va querer comprar y usté no me venda hasta que no le oferte mucha plata. Bueno, cuando usté me venda, y cuando me quera entregar me saca el freno.
Bueno, una vez que corrió la carrera el viejito con el caballito blanco, ganó la carrera. Y vino un hombre en una mula negra y le dijo:
-Señor, ¿me vende el caballo que acaba de correr?
-No -le dijo el viejito, no lo vendo porque este caballito me da qué comer con las carreras que gana.
-No -dijo el hombre, yo se lo pago en lo que usté quera. Le voy a dar bastante dinero.
Y se lo pago ya.
-Bueno -dijo el viejito.
Y había tomado unos tragos de vino, el viejito, y se había olvidado que le había dicho el chico que lo vendiera, pero sin freno, así que lo entregó con freno y todo. Entonce el diablo lo ensilló y largó la mula d'él. Y esa noche se fue a farriar a la casa de unas niñas. Y se amaneció. Y lo ató al caballito con las riendas colgadas de un monte, como para que no se sacara el freno el caballo.
Al otro día fue una de las chicas a sacar agua de un pozo de balde que había cerca de donde estaba atado el caballo, y cuando la vido el caballo a la chica que se acercaba, le relinchó como diciendo que lo largara. Entonce dijo la chica:
-¡Pobre animal! Tiene sé. Le voy a sacar el freno para darle agua.
Y entonce lo desató. Y le estaba sacando el freno, cuando salió el diablo, y le gritó:
-No me le saque el freno.
Pero se lo sacó no más. Entonce corrió el diablo, pero el caballito se hizo una rana y se largó al pozo. Entonce el diablo se hizo un sapo y se largó al pozo, persiguiendo la rana. Anduvieron las vueltas... La ranita se hizo una palomita y salió por la boca del pozo. Y se elevó volando. Y el sapo se formó un halcón y la siguió a la paloma que iba volando muy alto. Entonce la palomita vido un palacio muy lejo. Entonce se dirigió allá. Que el halcón la iba alcanzando, pero alcanzó a llegar. Había una ventana abierta y se metió por allí y cayó sobre la falda de la chica del palacio. Entonce ella cerró la ventana. Y el diablo dio la vuelta por la puerta y habló con el dueño de casa, y le dijo:
-Señor, vengo a buscar una prenda que me tiene su hija.
-Bueno. Vamos a ir donde está mi hija.
-Bueno. Fueron el padre y el diablo adonde estaba la hija. Le dijo el padre:
-Acá viene este señor para que le entregue una prenda que le tiene.
-Yo no le tengo ninguna.
Tanto le insistió el diablo, que le dijo la chica:
-Si es por este anillo -que el chico se había hecho un anillo en el dedo de la nena- tomeló y se lo tiró al suelo.
Y el anillo se hizo una granada y se desgranó. Entonce el diablo se hizo una gallina con pollos y se puso a comer la granada. Entonce la chica había pisado una semillita, la cual se trasformó en una zorra con zorritos chicos y se comió la gallina con pollos. El zorro era el chico y la gallina era el diablo. Y así se salvó del diablo, que lo dejó al chico. El chico se casó con la niña y fue y buscó al viejito, y trajo toda la riqueza que había ganado cuando era el caballito blanco. Y fueron felices para toda la vida.
Y se terminó el cuento.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

El narrador es un campesino dueño de una pequeña propiedad en el campo. Los numerosos cuentos que sabe los aprendió del padre y de la madre, de niño, cuando era costumbre en rueda familiar, alrededor del fuego, contar cuentos todas las noches. Es oriundo de El Saladillo.

Cuento 899. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 069

El perro mano .921

La serpiente de siete cabezas y la hermana infiel

Había una vez un viejo que tenía dos hijos, uno varón y la otra mujer. El viejito se ocupaba de cazar, y un día iba a salir de caza, y le dijo el hijo:
-Padre, yo también voy a ir con usté.
-Bueno -le dijo el padre, y se fueron.
Al poco andar encontraron un lión y el padre le puso los puntos para matarlo, pero el hijo le dijo:
-No, padre, no lo mate, que es bueno, ése se llama Perro Lión.
Y lo empezó a llamar el muchacho: ¡Perro Lión!, ¡Perro Lión!, y el lión se vino. Y lo acarició el muchacho y lo llevó con él. El viejito le tenía un miedo bárbaro. En seguida encontraron un tigre. Áhi no más el viejito le puso los puntos, y el muchacho corrió y le dijo:
-No, padre, no lo mate, ése es manso, se llama Perro Tigre.
Y empezó a llamarlo: ¡Perro Tigre!, ¡Perro Tigre! Y se vino el tigre y le hizo cariños, y lo siguió el tigre. Y se fueron.
Al poco andar encontraron una vuella como si fuera que llevaban un palo a la rastra, y dijo el viejito:
-Hay que seguir esto, a ver qué es -y siguieron.
Al poco andar encontraron un perro muy grande, y que era la seña de las manos que habían visto, que arratraba al dar el paso. Bueno, el viejito le puso los puntos para matarlo, y le dijo el muchacho:
-No lo mate, padre, ése es un perro mano.
Y lo empezó a llamar: ¡Perro Mano!, ¡Perro Mano!, y se fue y lo acarició, y lo siguió el perro.
Se fueron para las casas. El muchacho llevaba los tres perros y el viejito iba adelante; les tenía miedo a los perros. Fue el viejito y le dijo a la hija:
-Áhi viene tu hermano, y trae tres fieras.
Así que se escondieron de miedo. Bueno, llegó el muchacho con los tres perros y les dio de comer, y los tenía áhi. Bueno, le dijo un día:
-Mire, padre, me voy a ir a rodar tierra.
-Bueno -le dijo el padre, que te vaya bien.
Entonce le dijo la hermana:
-Yo también me voy con vos, quero acompañarte.
-No -le dijo el hermano, vas a sufrir mucho.
-No, hermano -le dijo, yo quero ir con voz, sufra lo que sufra.
-Bueno -le dijo el hermano, te voy a llevar ya que querís andar con mí, pero te voy a hacer un pedido: que nunca me traicionís. Si algún día te sale alguna suerte y querís casarte, me decís, que yo no te voy a privar, pero nunca me traicionís.
Se fueron, y el muchacho llevó los tres perros. Llegaron a un palacio que estaba solo. Y dijo el muchacho que s'iban a quedar a vivir áhi.
-Bueno -le dijo un día a la hermana, voy a salir al campo -y se fue con los tres perros.
Cuando se fue, vino un gigante y empezó a conversar con la niña y le dijo que sí quería casarse con él.
-Bueno -le dijo la niña.
El gigante le dijo:
-Mañana, cuando salga tu hermano al campo -le dice- hacé que te deje los tres perros, y tomá estas cintas y los atás a los perros con las cintas.
Bueno, al otro día cuando quiso irse al campo el muchacho, le dijo la hermana que le dejara los perros, porque ella tenía miedo.
-Bueno -le dijo el muchacho.
Cuando salió el muchacho, la niña fue y ató los perros. En seguida, en lugar de ser cintas las que tenían, se formaron unas enormes cadenas. Y cuando venía llegando el muchacho, le salió el gigante y le dijo que lo iba a matar, pero el muchacho se acordó de los perros y les gritó:
-¡Perro Lión, tu amo 'tá en peligro!
Y el Perro Lión pegó una estirada y pudo cortar la cadena, y se fue y se agarraron a peliar con el gigante. En seguida pegó otro grito:
-¡Perro Tigre!, ¿qué hacís?, ¡tu amo 'stá en peligro!
Pegó una estirada el Perro Tigre, cortó la cadena y se fue y se puso a peliar con el gigante. Ya lo tenía mal el gigante, y pegó otro grito el muchacho:
-¡Perro Mano, tu amo 'stá en peligro!...
El perro pegó una estirada con la mano a la cadena y la cortó, y fue ande 'taba el gigante y revolió la mano y le pegó, y lo enterró para abajo.
Bueno, se fue para las casas y le dijo a la hermana que él se iba de áhi.
-Bueno -le dijo hermana- yo también me voy con vos.
El gigante había quedado medio moribundo, pero cuando la pudo hablar a la niña, le dijo:
-Mirá, te vas con tu hermano y llevá este alfiler, y en cuanto podás, se lo clavás en la cabeza, y él se va a morir. Yo voy a irte a traerte di ande estís.
Y así quedaron.
Se fue el hermano con los tres perros y la hermana. La hermana llevaba l'alfiler. Siguieron un camino, y ya lejo, se pusieron a descansar ande había un monte grande. El muchacho se puso a dormir en la falda de su hermana. Y ya la hermana 'taba con la intención de clavarle l'alfiler, pero los perros le daban vuelta y ya le saltaban, así que la hermana no se la clavó de miedo a los perros. En eso que 'staba durmiendo el muchacho le cayeron unas gotas di agua en la cara, así que se despertó el muchacho y miró para arriba. Y arriba del monte 'staba una niña llorando. Entonce le preguntó el muchacho:
-¿Pórque llora, niña?
Entonce la niña le dijo:
-Cómo no voy a llorar, si mi han puesto acá para que me coma la serpiente de siete cabezas. Así es que vayasé usté; ya falta poco para que venga.
-No -le dijo el muchacho, yo la voy a salvar.
Al rato no más llegó la serpiente, y entre los perros y el muchacho la mataron. El muchacho le cortó las siete lenguas a la serpiente y la niña le dio un pañuelo de seda y un anillo, y áhi ató las siete lenguas y el anillo. El muchacho le dijo a la niña que no hablara con nadie de eso, que él ya volvería, y se fue con la hermana y los perros. La niña quedó sola.
Después el Rey, padre de la niña, mandó a un negro a la leña, y que pasara por donde 'staba la niña a ver si la había comido la serpiente.
Bueno, llegó el negro al monte, y vido la serpiente, y se bajó con l'hacha y le cortó las siete cabezas y las tiró al carro y alzó a la niña, y se fue, y le dijo al Rey que se tenía que casar con la hija d'él. La niña no hablaba nada. Y ya el Rey tuvo que decir que sí.
Bueno, y ya llegó el día de la boda. Y ya 'staban todos los convidados en la mesa servida, y la niña y el negro en la cabecera.
Y entonce el muchacho le dice al Perro Lión:
-Andá a ver si se hace la boda de la niña que salvamos nosotros.
Así que se fue y entró ande 'staba toda la gente comiendo, y todos sacaron los revólver para matarlo, y entonce hizo seña la niña que no lo mataran y todos lo dejaron, y el lión se fue hasta donde 'staba ella, y lo acarició la niña. Y luego el negro cortó un brinde y se lo dio a la niña, y la niña se lo dio al Perro Lión. Y la niña cortó un brinde y se lo pasó al negro, y cuando el negro fue a comerlo, el Perro Lión le pegó un chirlo al negro que lo echó al suelo y luego le pegó un golpe a la mesa y echó al suelo todo lo que había.
Bueno, y desapareció el perro, y al negro lo llevaron a la cama, y dejaron la fiesta para el día siguiente. A la noche siguiente le dijo el muchacho al perro Tigre:
-Andá vos agora y hacé lo mismo que hizo el Perro Lión.
Bueno, ya 'staba la mesa puesta cuando entró el Perro Tigre. Todos lo quisieron matar, pero la niña hizo seña para que no lo mataran. Y se fue el Perro Tigre hasta que llegó ande 'staba la niña. Y el negro cortó un brinde y lo pasó a la niña, y la niña se lo dio al Tigre. Y la niña le pasó otro brinde al negro, y cuando fue a echarlo a la boca, el perro le pegó una sola cachetada que lo dejó muerto por un rato, y el Perro Tigre se disparó.
Así que la fiesta volvió a quedar para la otra noche. A la otra noche el muchacho le dijo al Perro Mano:
-Andá vos, agora.
Y fue el Perro Mano y hizo lo mismo. Cuando entró el Perro Mano, ya 'staba la mesa servida y todos lo quisieron matar, pero la niña pidió que no lo mataran. Cuando la niña le dio el brinde al negro, el perro le pegó un chirlo que le sacó las carretillas. Y le pegó un golpe a la mesa, y hizo todo pedazos. Entonces ordenó el Rey que lo siguieran al perro, y lo trajieran preso al dueño de los perros y a los perros también. Y así que siguieron al perro, y le dijeron al muchacho que decía el Rey que se presentara con perros y todo. Y contestó el muchacho que le dijeran al Rey que decía él que así no podía ir él, que viniera el Rey a la casa d'él. Entonce el Rey le mandó rogar que fuera.
-Bueno -dijo el muchacho-, y se fue.
Cuando llegó le dijo al Rey que qué quería con él. El Rey le dijo:
-Mire amigo, lo hi hecho llamar porque sus perros me han hecho un gran perjuicio: me han roto las mesas y le han sacado las carretillas al novio de m'hija, que él había salvado; el mató la serpiente de siete cabezas.
-No -le dijo-, yo la hí salvado con mis perros. Mire, hagalé buscar las lenguas a las cabezas.
Así que se las hizo buscar y las cabezas no tenían lenguas. Entonces él sacó el pañuelo y l'enseñó las lenguas.
Y luego le dijo la niña:
-Sí, padre, éste es el hombre que mi ha salvado. Este pañuelo es mío, y él tiene un anillo mío.
Así que el Rey no tuvo más remedio que convencerse, y lo hizo matar al negro por embustero.
Y el muchacho se casó con la niña.
Bueno, la primer noche que se casó, la hermana del muchacho le dijo que ella le iba a acomodar la cama, y en un descuido le puso l'alfiler. Y cuando el muchacho se acostó se le clavó en la cabeza y se murió al otro día. Lo velaron, lo encajonaron y lo fueron a enterrar. A los perros los encerraron en una enorme jaula de fierro. En eso salió una sirvienta y les dijo:
-¡Pobres perros! ¡Si sabrán que el dueño está muerto!...
Entonce el Perro Mano entró la mano por las rejas, y pegó una estirada. Las hizo pedazos, y salieron y se fueron al cementerio. Cavaron la sepoltura, y sacaron el cajón, le hicieron pedazo y lo sacaron al muchacho. Le buscaron por todo el cuerpo y le sacaron l'alfiler. Y vivió el muchacho y lo llevaron para las casas, y le dijeron los perros:
-Mirá, ya t'himos salvado. Nosotros somos ángeles de la guardia, y hasta agora no más te vamos a acompañar. Sólo, si, tenís que separarte de tu hermana -y se fueron.
El muchacho corrió a la hermana de la casa, y vivió tranquilo con su esposa, la hija del Rey. Y todavía 'starán viviendo.

Julián Aguilera, 39 años. El Saladillo. Pringles. San Luis, 1945.

En el cuento hay interpolaciones de motivos de otros cuentos, como el de la serpiente de siete cabezas.

Cuento 921. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 069

El niño sin miedo .915

Había una señora muy pobre que tenía un chico inavenible, que la pobre señora no hallaba qui hacer con el chico. Tantos malos ratos pasó, hasta un fin ya tomó parte la polecía. Pero tamién se lo entregaron otra vez a la madre porque nu había manera de componerlo, no tenía miedo a naides.
Ya la madre desesperada, una mañana temprano se lo lleva al Padre, a la iglesia, a ver si dejandoló encerrado en la iglesia este chico se reducía un poco. Y el Padre se comprometió hacerseló un niño bueno. Pero el Padre no pudo con él, y se lo tuvo que entregar otra vez a la madre.
Un día, llamó un hombre el Padre y hizo hacer un cajón de dijunto, y lu echó vivo en el cajón a un hombre vecino para hacerle tener miedo al chico. Y en la noche le dijo el cura al chico si se animaba a velar un dijunto, solo, porque no podía venir naides y él estaba ocupado.
-Cómo no -le dijo el chico.
Porque éste no tenía miedo a nadies. El chico tenía la edá de doce años.
El cura le dijo al hombre que estaba en el cajón que a la media noche se quejara, qui hiciera crujir el cajón, y que se lamentara, para hacerlo tener miedo al chico.
Tarde la noche el hombre, hizo todo lo que el cura le dijo. El muchacho estaba despavesando las velas, cuando oyó el ruido, tomó un palo y le dice al dijunto:
-Ya te vuá terminó de matá. ¿Qu'estás haciendo tanto ruido? Ya te vuá arreglá.
Así que el chico jue enfurecido a abrir el cajón. Y el hombre, cuando lo vido, salió corriendo. El muchacho salió di atrás y ya lo llevaba estrecho, pero alcanzó a llegar adonde estaba el Padre y se salvó. Entonce el Padre, al otro día temprano, llamó a la madre del chico para entregarseló; no lo podía reducir.
La madre lo más desesperada no sabía qué hacer. Tenía una yegua, y le dice al chico:
-Hijo, has cansau a la polecía, has cansau al cura, tomá esta yegua y andá a rodar tierra. Lo que tengo pa darte que llevís de comida es este pedacito 'e carne.
-Güeno -que le dice el chico y muy contento lu agarró y se jue.
La madre quedó muy desconsolada.
El chico viajó todo el día. Se le entró el sol, y entonces encontró unos palacios solos, y como dueño, desensilló, y largó el caballo a la güerta. Abrió una puerta y entró en una pieza. Hizo juego para asar el asadito que li había dau la madre.
Cuando está haciendo el asadito, li hablan di arriba del techo, que le dicen:
-¿Cairé?
Que le dice él:
-Caé, no más, ¿que estás esperando?
Como no tenía miedo a nadie... Y cayó una cabeza de dijunto. Y él dice con todo coraje:
-Falta mi hacía.
Y arrimó la cabeza al juego y asentó en la cabeza el asador.
Y ya pasó un rato y volvieron a hablarle del techo y que le dicen:
-¿Cairé?
Y que el muchacho le contesta:
-Caé entero, ante de caer de pedazos.
Y cayeron las otras partes del dijunto y se formó el cuerpo. Estuvo ya el asado, y que el chico lo invitó con asado. ¡Qué iba a comer, si era un alma!
Ya li habló, el dijunto, que quí andaba haciendo, si no sabía que él era el dueño 'e la casa. Pero que ya qui había hallado quien tuviera coraje, lu iba a dejar de propietario. Li avisó ande 'staba una herramienta y lo envitó a un potrero, y lu hizo cavar en una parte. Sacó una botija con plata antigua. Lo llevó a cavar en tres partes más y sacó tres botijas con plata. Que dijo que todo eso era para él, pero que le tenía que hacer decir tres misas con el cura y que le pidiera el recibo. Y qui al otro día a la oración iba a venir el cadáver a llevar los recibos y que l'iba a trair las escrituras para dejarlo de propietario. Que él lu había salvado porque había tenido el valor di hacer lo que él decía.
A la mañana muy temprano viene el cura a mirar si hay gente en la casa, porque persona que llegaba áhi se moría de miedo. Tenía el cura la misión de venir a sacar el cadáver. Entonce el niño se enojó con el cura y le dijo que por qué venía sabiendo que él era el propietario. Y el cura le dijo que ésa era su misión. El niño le dijo que le dijiera tres misas y que le diera los recibos porque los necesitaba para ese día.
El cadáver vino a la oración, ya vestido de blanco. Que el otro día 'taba vestido de negro. El niño le dio los recibos, y li agradeció mucho al niño, y se hizo una lucecita y se jue.
Ensilló la yegua otra vez el chico y se jue a trair la madre. La trajo a la madre y la dejó áhi. Le dio el dinero para que pasara los días, ella, y él se jue. Siguió viaje a rodar tierra otra vez.
Cuando ya había andado mucho encontró unos palacios solos, otra vez. Desensilló y entró. Encontró juego, y una olla en el juego, con comida. Terminó de cocinar y comió. Y se escondió en la güerta para ver quén venía a la casa. Al poco rato vinieron dos jóvenes y se pusieron muy contentos porque encontraron la comida cocida. Comieron y salieron a buscar quen había venido áhi. Dice el menor:
-¿Será Dios que nos ha mandado algún hermanito para que nos espere con la comida cocida?
Y el niño sin miedo que estaba oyendo salió y dijo:
-Vengo mandado de Dios a acompañarlo a ustedes.
Los jóvenes se pusieron muy contentos.
Al otro día temprano se jueron al trabajo los jóvenes y lo dejaron al chico que cocinara y los esperara con la comida cocida. El niño no obedeció, y se jue di atrás. Los jóvenes iban a peliar con los moros.
El niño se escondió cerca, ande los jóvenes estaban peliando con los moros. Mataron una cantidá de sesenta moros. Era el trabajo que tenían todos los días. Porque los jóvenes los mataban y al otro día los encontraban vivos otra vez, y no sabían que era lo que pasaba. Y el niño sin miedo descubrió todo. Los jóvenes peliaban con los moros porque ellos li habían quitado una hermana que tenían los jóvenes, y la tenían encerrada debajo de siete llaves. Resulta que la madre de los moros veniya con una ollita y una velita prendida, cuando s'iban los jóvenes y dejaban los moros muertos, y les pasaba por el cuello un engrudo, y en seguida la llamita de la vela, y así vivían los moros. El niño sin miedo cuando vido que hizo levantar dos moros con la ollita, la atropelló, y le quito la ollita y la vela. Con la espada de los moros muertos mató a los otros dos, que estaban medio aturdidos. Entonces la ajustició a la vieja que le diera las llaves ande 'staba la niña encerrada. Porque la viejita con el susto le confesó todo, y le dijo que esos moros eran hijos de ellas. La llevó de la mano a la viejita a la casa para que le entregara las llaves. La ató en la casa hasta qui hizo juego al horno, para echar a la vieja y quemarla para que se terminara junto con los hijos. En seguida abrió las puerta y vido la niña que estaba áhi y la volvió a cerrar y se jue ande 'taban los hermanos de la niña. Preguntandolé a los jóvenes si habían andau en el trabajo, ellos le contaron el trabajo que tenían, y entonce él les dijo que el también había andau y que los moros 'tan muertos. Los jóvenes dijieron que quisieran pagar a la persona que los hizo morir.
-Tomen, sus flojos -les dice- las llaves di ande está la hermana di ustedes encerrada.
Los jóvenes muy contentos se jueron con el chico ande 'staba la hermana, y llevaron el cura y lu hicieron casar con la niña, y los dejaron áhi que vivieran, y ellos se jueron a su casa.
El niño sin miedo como no tenía miedo a nada, si hacía cortar con la niña todos los días la cabeza, y se la hacía pegar otra vez con el engrudo de la viejita. La niña que no quería hacer eso, y que lloraba, pero que él la amenaza de matarla. Y que todos los días lo obliga hacer eso.
Un día por la mañana temprano, golpean las manos. En ese momento li había cortado la cabeza al chico. La niña di asustada y di apurada, le pega la cara para atrás. Y el niño sin miedo se mira en un espejo, y de verse la cara para atrás, se tuvo miedo y se murió de susto.

Adelina Rosales de Quiroga, 48 años. Luján. Ayacucho. San Luis, 1948.

Muy buena narradora.

Cuento 915. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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El muchacho que no tenia miedo .911

Que había un viejo que tenía un hijo que no sabía tener miedo. No conocía el miedo. Y se lo dio a un cura pa que lo hiciera tener miedo, pa que lo asustara. Y el cura pensaba como lu iba a hacer tener miedo.
Un día el cura lo mandó al chico a que velara un cuerpo, a un muerto. Que era una noche muy oscura. Y el chico 'taba solo velando al muerto. Y de ver el cura que éste no tenía miedo, se vino en la noche a asustarlo. Cuando el cura llegó a la puerta para asustarlo, el chico lo cazó di adentro al cura y casi se murió de susto. Y áhi quedó solo otra vez el chico.
Al rato no más se empezó a mover el dijunto, el muerto que 'taba velando. Y le dijo el muchacho:
-¡No te movás!
Y en eso se seguía moviendo. Y ya se levantó también y quiso tomar la puerta. Entonce el muchacho ya lo agarró al dijunto y le pegó un garrotazo. Y al grito del cuerpo ése vinieron a favorecerlo.
Al otro día el cura fue y lo entregó a la madre porque no lo podía hacer tener miedo.
La madre no se podía avenir con él. Entonce él le dijo que s'iba a rodar tierra. Ya cuando se iba a ir la madre le dijo que ande s'entrara el sol, áhi parara y durmiera.
Un día del viaje llegó a una casa sola al dentro 'el sol. Y áhi se quedó. Dentró y si alojó en la casa. Y áhi se dejó estar. Y si acomodó para dormir. A eso de la media noche siente di arriba, del techo, que li hablan y le dicen:
-¿Cairé?
-¡Cai! -contestó él.
Y áhi cayó un brazo de dijunto.
-¿Cairé? -le volvieron a decir.
-¡Cai no más! -le dijo.
Cayó otro brazo.
-¿Cairé? -otra vez.
-¡Cai! -le dijo.
Cayó una pierna.
-¿Cairé?
-¡Cai no más!
Cayó la otra pierna. Y todas las partes del cuerpo s'iban juntando.
-¿Cairé? -volvió a decir la voz.
-¡Cai di una vez todo!
Y áhi cayó la cabeza y la caja del cuerpo. Y áhi ya 'taba todo completo, y se formó un hombre. Y le dijo que se levantara y que qué quería.
Entonce el cuerpo habló y le dijo que en una esquina de la casa había un entierro, y que era una gran fortuna. Y cavó y sacó una botija con esterlinas di oro, plata y alhajas. Y entonce el cuerpo le dijo que s'iba, y que a la noche siguiente vería una niña que estaba encantada en esa casa. Y a la noche siguiente salió la niña encantada en esa casa. Y que le dijo que a la noche siguiente vendría un gigante que la tenía encantada a ella y que vendría a matarlo. Y el cuerpo le había dicho que él lo había librado de la pena en que estaba, y que en recompensa le dejaba todo eso y desapareció.
Y vino el gigante a la noche y lo invitó a tomar un licor que había sido veneno, para poderlo matar, y él no lo quiso tomar.
A la siguiente noche volvió la niña y le dijo que el gigante iba a venir y qu'iba a trair un licor más fuerte. Y vino el gigante a invitarlo con el licor. Y no lo tomó. Que el gigante lo amenazó cerca de la casa y casi se lo echó encima, y lo quiso envadir, pero el muchacho sacó el cuchillo para peliarlo. Vio el gigante el coraje del muchacho y que él no era capaz de vencerlo, y se fue el gigante. Se desterró porque vio que el muchacho lo iba a matar.
Como habían dos o tres noches sin dar señales de vida, en la casa, y al ver los vecinos que no salía el muchacho, vinieron a sacarlo para sepultarlo, porque el que entraba áhi no salía más. Y convida el cura a los vecinos, y venían rezando para sacar el cuerpo para sepultarlo. Cuando van llegando rezando, sale el muchacho y aguaita, y salen todos disparando, creendo que el muerto se levantaba.
Y esa noche se durmió profundamente, lo que había 'tado tres noches sin dormir. Y vino la niña del encanto, que ya 'taba desencantada, y en toda la noche no lo pudo dispertar. Y a la madrugada ya, la niña le dejó un pañuelo de mano con un letrero que decía que si la quería ver que la   fuera a buscar a la Ciudá de los Pajaritos, que di áhi su padre era el Rey.
Al otro día, cuando él se recordó y vio el pañuelo, y el letrero, áhi no más salió y siguió el camino sin saber para dónde era la Ciudá de los Pajaritos.
Caminó meses hasta que encontró un carancho en los árboles y le preguntó si no conocía la Ciudá de los Pajaritos. Le contestó que no sabía, pero que podía saber algunos de los de él. Que los estaba esperando porque tenía una reunión. Y esa noche se juntaron muchísimos pájaros y ninguno conocía la Ciudá de los Pajaritos.
Y siguió el camino. A los meses llegó ande 'taba un jote y le hizo la misma pregunta. Le contestó que no la conocía pero que lo podía saber alguno de la familia. Que los estaba esperando porque tenía reunión. Y vinieron muchísimos pájaros, pero todos decían que no sabían nada de la Ciudá de los Pajaritos.
Y él siguió su camino. A los años encontró una águila y le preguntó de la Ciudá de los Pajaritos y le dijo que no la conocía pero que la podían conocer los de su familia, que tenían que venir a una reunión. Y comenzaron a venir todas las águilas y ninguna conocía la Ciudá de los Pajaritos. Faltaba una águila vieja que había ido muy lejos, y la esperaron; ésa podía saber. Y al fin llegó l'águila y dijo que sí, que conocía la Ciudá de los Pajaritos que di allá venía porque había ido a llevar una niña y que quedaba muy lejos. Entonce él pidió que lo llevara. L'águila le dijo que bueno. Que iba a descansar y que tal día iban a salir. Le pidió que le lleve qué comer porque el viaje era muy lejo. Él le dijo que él tenía que andar hasta llegar a su destino aunque muriera. Y ya habían pasado muchos años y el muchacho 'taba ya que era un hombre viejo, curcunchito. Y llegó el día y vino l'águila vieja y le dice:
-Venga, suba encima de mis alas.
Y subió el hombre y llevaba un cordero muerto para darle en el viaje. Y l'águila subió volando y elevandosé en la altura que casi no se vía. Y él l'iba dando de comer en el viaje. Y ya cuando habían andado muy mucho vieron un humito, y ésa era la Ciudá de los Pajaritos. Y áhi que se venía volando l'águila cuesta abajo, porque si había terminado la carne y estaba muy débil. Y entonce se había cortau él un pedazo de la pierna y li había dado. Y siguieron. Y ya cuando 'taban por llegar, que ya se venía abajo l'águila de debilidá. Y el hombre se cortó un pedazo de la otra pierna y le dio de comer, y siguieron.
Al fin llegaron y bajaron a tierra. Y el hombre 'taba inútil de las piernas. L'águila le dio entonce una varita de virtú para que le pida lo que quiera. Que l'águila había sido el ángel de la guarda del hombre éste. Y l'águila lo dejó, se despidió y se voló.
Lo primero que hizo él es pedir verse como cuando era joven y lo conoció la niña encantada. Y así se quedó hecho un joven muy buen mozo. Después le pidió que lo pusiera conforme un viejo y se quedó hecho un viejo.
Entonce caminó y llegó a la casa de una viejita. Y áhi conversaron y le preguntó él qué novedades había en la ciudá. Y ella le dijo que la única novedá que había era que se casaba la hija del Rey.
El viejito se fue a la iglesia. Se acomodó como pudo, de modo que la niña lo viera, cuando se fuera a casar. Y llegaron los novios y ya los iba a casar el cura. Y ya cuando se iba a casar la niña, él sacó el pañuelo, y tosió hasta que miró la niña y vio el pañuelo con el letrero. Y entonce ella dijo que se casaba con ese viejito y no con el novio que estaba para casarse.
Y claro, todo fue un alboroto, pero la niña se puso firme, y la tuvo que casar no más el cura con ese viejito. Ella dijo que él la había salvado del encanto y ella le había dado palabra de casamiento a él ante que a otro.
Y ya el Rey se oponía, que cómo dejaba ese joven tan lindo por ese viejo, pero ella se casó no más. Y se separaron de la familia del Rey y se fueron a vivir a una casa cerquita del palacio del Rey.
Esa noche el hombre le pidió a la varillita de virtú que lo hiciera un joven y que la casita se convirtiera en un palacio mejor del que tenía el Rey.
A la mañana siguiente, cuando quiso ver el Rey, que se encontró con un palacio que encandilaba con las luces que despedía. Y se fue a ver al yerno y lo encontró hecho un joven el más buen mozo que había. Y áhi vio las cosas como eran y se puso muy contento.
Como el Rey era viejo ya, lo hizo Rey al yerno, lo remplazó a él. Y áhi se quedaron todos viviendo muy felices.

Benito López, 71 años. Villa General Roca. Los Manantiales. Belgrano. San Luis, 1961.

El motivo final del cuento pertenece al cuento de Los tres picos de amor.

Cuento 911. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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