La
serpiente de siete cabezas y la hermana infiel
Había
una vez un viejo que tenía dos hijos, uno varón y la otra mujer. El
viejito se ocupaba de cazar, y un día iba a salir de caza, y le dijo
el hijo:
-Padre,
yo también voy a ir con usté.
-Bueno
-le dijo el padre, y se fueron.
Al
poco andar encontraron un lión y el padre le puso los puntos para
matarlo, pero el hijo le dijo:
-No,
padre, no lo mate, que es bueno, ése se llama Perro Lión.
Y
lo empezó a llamar el muchacho: ¡Perro Lión!, ¡Perro Lión!, y el
lión se vino. Y lo acarició el muchacho y lo llevó con él. El
viejito le tenía un miedo bárbaro. En seguida encontraron un tigre.
Áhi no más el viejito le puso los puntos, y el muchacho corrió y
le dijo:
-No,
padre, no lo mate, ése es manso, se llama Perro Tigre.
Y
empezó a llamarlo: ¡Perro Tigre!, ¡Perro Tigre! Y se vino el tigre
y le hizo cariños, y lo siguió el tigre. Y se fueron.
Al
poco andar encontraron una vuella como si fuera que llevaban un palo
a la rastra, y dijo el viejito:
-Hay
que seguir esto, a ver qué es -y siguieron.
Al
poco andar encontraron un perro muy grande, y que era la seña de las
manos que habían visto, que arratraba al dar el paso. Bueno, el
viejito le puso los puntos para matarlo, y le dijo el muchacho:
-No
lo mate, padre, ése es un perro mano.
Y
lo empezó a llamar: ¡Perro Mano!, ¡Perro Mano!, y se fue y lo
acarició, y lo siguió el perro.
Se
fueron para las casas. El muchacho llevaba los tres perros y el
viejito iba adelante; les tenía miedo a los perros. Fue el viejito y
le dijo a la hija:
-Áhi
viene tu hermano, y trae tres fieras.
Así
que se escondieron de miedo. Bueno, llegó el muchacho con los tres
perros y les dio de comer, y los tenía áhi. Bueno, le dijo un día:
-Mire,
padre, me voy a ir a rodar tierra.
-Bueno
-le dijo el padre, que te vaya bien.
Entonce
le dijo la hermana:
-Yo
también me voy con vos, quero acompañarte.
-No
-le dijo el hermano, vas a sufrir mucho.
-No,
hermano -le dijo, yo quero ir con voz, sufra lo que sufra.
-Bueno
-le dijo el hermano, te voy a llevar ya que querís andar con mí,
pero te voy a hacer un pedido: que nunca me traicionís. Si algún
día te sale alguna suerte y querís casarte, me decís, que yo no te
voy a privar, pero nunca me traicionís.
Se
fueron, y el muchacho llevó los tres perros. Llegaron a un palacio
que estaba solo. Y dijo el muchacho que s'iban a quedar a vivir áhi.
-Bueno
-le dijo un día a la hermana, voy a salir al campo -y se fue con los
tres perros.
Cuando
se fue, vino un gigante y empezó a conversar con la niña y le dijo
que sí quería casarse con él.
-Mañana,
cuando salga tu hermano al campo -le dice- hacé que te deje los tres
perros, y tomá estas cintas y los atás a los perros con las cintas.
Bueno,
al otro día cuando quiso irse al campo el muchacho, le dijo la
hermana que le dejara los perros, porque ella tenía miedo.
-Bueno
-le dijo el muchacho.
Cuando
salió el muchacho, la niña fue y ató los perros. En seguida, en
lugar de ser cintas las que tenían, se formaron unas enormes
cadenas. Y cuando venía llegando el muchacho, le salió el gigante y
le dijo que lo iba a matar, pero el muchacho se acordó de los perros
y les gritó:
-¡Perro
Lión, tu amo 'tá en peligro!
Y
el Perro Lión pegó una estirada y pudo cortar la cadena, y se fue y
se agarraron a peliar con el gigante. En seguida pegó otro grito:
-¡Perro
Tigre!, ¿qué hacís?, ¡tu amo 'stá en peligro!
Pegó
una estirada el Perro Tigre, cortó la cadena y se fue y se puso a
peliar con el gigante. Ya lo tenía mal el gigante, y pegó otro
grito el muchacho:
-¡Perro
Mano, tu amo 'stá en peligro!...
El
perro pegó una estirada con la mano a la cadena y la cortó, y fue
ande 'taba el gigante y revolió la mano y le pegó, y lo enterró
para abajo.
Bueno,
se fue para las casas y le dijo a la hermana que él se iba de áhi.
-Bueno
-le dijo hermana- yo también me voy con vos.
El
gigante había quedado medio moribundo, pero cuando la pudo hablar a
la niña, le dijo:
-Mirá,
te vas con tu hermano y llevá este alfiler, y en cuanto podás, se
lo clavás en la cabeza, y él se va a morir. Yo voy a irte a traerte
di ande estís.
Se
fue el hermano con los tres perros y la hermana. La hermana llevaba
l'alfiler. Siguieron un camino, y ya lejo, se pusieron a descansar
ande había un monte grande. El muchacho se puso a dormir en la falda
de su hermana. Y ya la hermana 'taba con la intención de clavarle
l'alfiler, pero los perros le daban vuelta y ya le saltaban, así que
la hermana no se la clavó de miedo a los perros. En eso que 'staba
durmiendo el muchacho le cayeron unas gotas di agua en la cara, así
que se despertó el muchacho y miró para arriba. Y arriba del monte
'staba una niña llorando. Entonce le preguntó el muchacho:
-Cómo
no voy a llorar, si mi han puesto acá para que me coma la serpiente
de siete cabezas. Así es que vayasé usté; ya falta poco para que
venga.
-No
-le dijo el muchacho, yo la voy a salvar.
Al
rato no más llegó la serpiente, y entre los perros y el muchacho la
mataron. El muchacho le cortó las siete lenguas a la serpiente y la
niña le dio un pañuelo de seda y un anillo, y áhi ató las siete
lenguas y el anillo. El muchacho le dijo a la niña que no hablara
con nadie de eso, que él ya volvería, y se fue con la hermana y los
perros. La niña quedó sola.
Después
el Rey, padre de la niña, mandó a un negro a la leña, y que pasara
por donde 'staba la niña a ver si la había comido la serpiente.
Bueno,
llegó el negro al monte, y vido la serpiente, y se bajó con l'hacha
y le cortó las siete cabezas y las tiró al carro y alzó a la niña,
y se fue, y le dijo al Rey que se tenía que casar con la hija d'él.
La niña no hablaba nada. Y ya el Rey tuvo que decir que sí.
Bueno,
y ya llegó el día de la boda. Y ya 'staban todos los convidados en
la mesa servida, y la niña y el negro en la cabecera.
Y
entonce el muchacho le dice al Perro Lión:
-Andá
a ver si se hace la boda de la niña que salvamos nosotros.
Así
que se fue y entró ande 'staba toda la gente comiendo, y todos
sacaron los revólver para matarlo, y entonce hizo seña la niña que
no lo mataran y todos lo dejaron, y el lión se fue hasta donde
'staba ella, y lo acarició la niña. Y luego el negro cortó un
brinde y se lo dio a la niña, y la niña se lo dio al Perro Lión. Y
la niña cortó un brinde y se lo pasó al negro, y cuando el negro
fue a comerlo, el Perro Lión le pegó un chirlo al negro que lo echó
al suelo y luego le pegó un golpe a la mesa y echó al suelo todo lo
que había.
Bueno,
y desapareció el perro, y al negro lo llevaron a la cama, y dejaron
la fiesta para el día siguiente. A la noche siguiente le dijo el
muchacho al perro Tigre:
-Andá
vos agora y hacé lo mismo que hizo el Perro Lión.
Bueno,
ya 'staba la mesa puesta cuando entró el Perro Tigre. Todos lo
quisieron matar, pero la niña hizo seña para que no lo mataran. Y
se fue el Perro Tigre hasta que llegó ande 'staba la niña. Y el
negro cortó un brinde y lo pasó a la niña, y la niña se lo dio al
Tigre. Y la niña le pasó otro brinde al negro, y cuando fue a
echarlo a la boca, el perro le pegó una sola cachetada que lo dejó
muerto por un rato, y el Perro Tigre se disparó.
Así
que la fiesta volvió a quedar para la otra noche. A la otra noche el
muchacho le dijo al Perro Mano:
Y
fue el Perro Mano y hizo lo mismo. Cuando entró el Perro Mano, ya
'staba la mesa servida y todos lo quisieron matar, pero la niña
pidió que no lo mataran. Cuando la niña le dio el brinde al negro,
el perro le pegó un chirlo que le sacó las carretillas. Y le pegó
un golpe a la mesa, y hizo todo pedazos. Entonces ordenó el Rey que
lo siguieran al perro, y lo trajieran preso al dueño de los perros y
a los perros también. Y así que siguieron al perro, y le dijeron al
muchacho que decía el Rey que se presentara con perros y todo. Y
contestó el muchacho que le dijeran al Rey que decía él que así
no podía ir él, que viniera el Rey a la casa d'él. Entonce el Rey
le mandó rogar que fuera.
-Bueno
-dijo el muchacho-, y se fue.
Cuando
llegó le dijo al Rey que qué quería con él. El Rey le dijo:
-Mire
amigo, lo hi hecho llamar porque sus perros me han hecho un gran
perjuicio: me han roto las mesas y le han sacado las carretillas al
novio de m'hija, que él había salvado; el mató la serpiente de
siete cabezas.
-No
-le dijo-, yo la hí salvado con mis perros. Mire, hagalé buscar las
lenguas a las cabezas.
Así
que se las hizo buscar y las cabezas no tenían lenguas. Entonces él
sacó el pañuelo y l'enseñó las lenguas.
Y
luego le dijo la niña:
-Sí,
padre, éste es el hombre que mi ha salvado. Este pañuelo es mío, y
él tiene un anillo mío.
Así
que el Rey no tuvo más remedio que convencerse, y lo hizo matar al
negro por embustero.
Y
el muchacho se casó con la niña.
Bueno,
la primer noche que se casó, la hermana del muchacho le dijo que
ella le iba a acomodar la cama, y en un descuido le puso l'alfiler. Y
cuando el muchacho se acostó se le clavó en la cabeza y se murió
al otro día. Lo velaron, lo encajonaron y lo fueron a enterrar. A
los perros los encerraron en una enorme jaula de fierro. En eso salió
una sirvienta y les dijo:
-¡Pobres
perros! ¡Si sabrán que el dueño está muerto!...
Entonce
el Perro Mano entró la mano por las rejas, y pegó una estirada. Las
hizo pedazos, y salieron y se fueron al cementerio. Cavaron la
sepoltura, y sacaron el cajón, le hicieron pedazo y lo sacaron al
muchacho. Le buscaron por todo el cuerpo y le sacaron l'alfiler. Y
vivió el muchacho y lo llevaron para las casas, y le dijeron los
perros:
-Mirá,
ya t'himos salvado. Nosotros somos ángeles de la guardia, y hasta
agora no más te vamos a acompañar. Sólo, si, tenís que separarte
de tu hermana -y se fueron.
El
muchacho corrió a la hermana de la casa, y vivió tranquilo con su
esposa, la hija del Rey. Y todavía 'starán viviendo.
Julián
Aguilera, 39 años. El Saladillo. Pringles. San Luis, 1945.
En
el cuento hay interpolaciones de motivos de otros cuentos, como el de
la serpiente de siete cabezas.
Cuento
921. Fuente: Berta Elena Vidal de
Battini
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