Un día, un campesino fue
a arar su campo y, mientras estaba entregado al trabajo, se le acercó un lobo
que le dijo:
-Ahora te voy a comer.
-No me comas -le suplicó
el campesino. Mejor lleguemos a un acuerdo.
-Muy bien -respondió el
lobo. Quiero que mañana me traigas un par de zapatos. Estoy harto de andar
descalzo.
-Perfecto, mañana por la
mañana tendrás tus zapatos -prometió el campesino.
Al día siguiente, muy
temprano, el campesino llegó al campo con un carro cubierto por una lona.
-¿Dónde están los
zapatos? -preguntó el lobo. ¡Prometiste traér-melos, pero no lo has hecho!
-No, no te los he traído
-respondió el campesino, pero he traído a dos zapateros que te tomarán las
medidas para hacértelos. Mira dentro del carro.
El lobo se acercó al
carro y levantó la lona. Salieron de allí dos perros enormes: francamente, dos
zapateros estupendos.
El lobo escapó veloz como
el viento a esconderse en su guarida. Pero no le dio tiempo para entrar del
todo. Le quedaron fuera las patas traseras, y los perros se aferraron a ellas
con rapidez.
-¡Quedaos con mi cola,
pero dejadme las patas! -aullaba el lobo.
Pero el campesino le
respondió:
-Los zapateros no suelen
tomar la medida de la cola.
Los perros sólo soltaron
al lobo cuando consiguieron sacarlo fuera de su guarida g desgarrarlo. Fue así
como los zapateros le tomaron las medidas al lobo para hacerle los zapatos.
126. anonimo (rumania)
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