Pese a que las
circunstancias del hallazgo de la imagen de la Virgen que se venera en el
Santuario de Monte Toro son, básica-mente, las mismas que adornan la aparición
de las vírgenes trobades en las
islas, no puede faltar aquí el relato fantástico-religioso que explica, desde
1290, la presencia en aquellos parajes de la queridí-sima moreneta.
Entre los bienes que los
mercedarios poseían en la isla, se hallaba, según una bula de 1291, la
«ecciesia S. Marie, de podio de Toro, cum possesionibus suis». Era esta
iglesia, al parecer, la del convento que existiría, en la falda del monte, en
los terrenos de Llináritx. Allí, un
anciano religioso observó una noche la estela luminosa que, desde la cima de
la montaña, se elevaba hasta el cielo. Puesto el hecho en conocimiento de la
comunidad y confirmada por todos la visión, resolvieron subir hasta lo alto del
monte, en busca del origen de la misteriosa luz.
Todos cuantos intentos
llevaron a cabo los religiosos viéronse entorpecidos por la presencia de un
toro que, arremetiendo contra la comitiva, la ponía en fuga, frustrando sus
propósitos. En un último intento, decidieron una nueva ascensión, abriendo la
marcha un religioso con la cruz alzada. De este modo las cosas cambiaron; el
animal se amansó y, abriendo la marcha, condujo a la comunidad hasta una grieta,
en la cima del monte, donde hallaron el origen del fenómeno luminoso: una
imagen de la Virgen ,
de color oscuro y unos tres palmos de talla, escondida -¡quién sabe cuándo!- por
alguna mano piadosa, para salvarla de la profanación.
Bajada la imagen al
convento -no podía ser de otra manera-, a la mañana siguiente había
desaparecido y fue nuevamente hallada en la cima del monte, manifestando así
su deseo de permanecer donde se había hecho encontrar. Allí se instalaron los
mercedarios, edificando unas modestísimas dependencias que, con el tiempo y
tras varias vicisitudes y cambios, han originado el actual santuario de Monte
Toro.
Sólo temporalmente
accedió a permanecer lejos de allí la Virgen. Expulsados
los agustinos -custodios por entonces del santuario- en 1835, el edificio entró
en una etapa de abandono y deterioro, llegando a desmoronarse su fábrica en
1842. Ello motivó el traslado de la imagen a la cercana villa de Mercadal, durante los tres años que duró
la reconstrucción.
Anteriormente, al menos
en dos ocasiones (1622 y 1659) la moreneta
del Toro fue llevada a Ciutadella en
sendas procesiones votivas, rogando por la terminación de desastrosas sequías.
Según han dejado atestiguado los coetáneos, el resultado no pudo ser mejor en
ambas rogativas y, siempre según esos testimonios citados, una circunstancia
portentosa se produjo como en la primera ocasión: un toro bravo hizo inesperadamente
su aparición y, como en los legen-darios sucesos del hallazgo, abría mansamente
la comitiva.
Dejemos para los
estudiosos las connotaciones que el toro tiene en la dilatada historia de
Menorca. Interesantísimas son las teorías que abarcan, desde supuestos cultos
taurolátricos en la prehistoria de la isla, hasta el protagonismo del mítico
animal en la leyenda con la que se instituye una devoción mariana, iniciada en
los albores de la invasión catalana.
Fuente: Gabriel Sabrafin
092. anonimo (balear-menorca)
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