Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

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sábado, 4 de agosto de 2012

El voto de «l’amo’n gatzó»


Antoni Gatzó, payés de Binidalfá, tenía en jaque a los moros piratas que intentaban desembarcar en las costas del norte de Menorca. Antoni Gatzó era fuerte como un titán y nadie igualaba su destreza en montar a caballo. Él mismo domaba los potros que, más tarde, en galopadas veloces, lle­vaban al legendario payés de punta a punta de la costa de tramontana, esparciendo la alarma ante un inesperado de­sembarco.
Por eso, atrapar a l'amo'n Gatzó, se había convertido en una obsesión para los contumaces salteadores de la isla.
Un día, en los alrededores de cala'n Calderer, cerca de Binidalfá, cayó en la emboscada. Sin darle apenas tiempo de defenderse, una nube de moros se abatió sobre él y no sir­vieron de nada los garro-tazos que repartía a diestro y sinies­tro, ni los caracoleos de su caballo, al que dos forzudos pira­tas sujetaban por la cola. L'amo'n Toni peleaba como un león -más de cuatro cabezas abiertas daban fe de ello- ­mientras aguijoneaba despiadadamente los costillares de su caballo, intentando forzar una de sus características galo­padas.
El animal piafaba nervioso mientras sus remos se hun­dían, cada vez más, en las cenagosas arenas de la playa. Gat­zó se vio perdido sin remedio y, advirtiendo ante él la silueta de la montaña de Santa Águeda, formuló el voto de donar una lámpara de plata a la capilla, si lograba escapar de ma­nos de aquellos salvajes. Fue entonces cuando el caballo halló una superficie dura bajo sus pezuñas y, apoyándose en ella, salió al galope tendido hacia Binidalfá, donde cayó re­ventado, nada más traspasar el portón del predio.
Antoni Gatzó le sobrevivió sólo unos días, malherido y casi desan-grado, murió sin haber transmitido a la familia el voto hecho a Santa Águeda que quedó, de esta manera, in­cumplido.
El nuevo amo de Binidalfá, hijo del famoso Antoni, no prestó mucha atención a su hijita cuando la pequeña le con­fesó haber visto al abuelo. Sin embargo, por lo que contaba la niña, las apariciones se sucedían con frecuencia cada vez mayor, hasta que sus padres, cansados ya de oírla, le encar­garon que, a la primera ocasión, preguntara al espectro, en nombre de Dios, qué era lo que quería.
No tardó mucho la pequeña en recibir una nueva visita de su abuelo que, dejando impreso sobre su vestido el dibujo de una lám-para, le contó la historia de su voto, encarecién­dole que se cumpliera para poder dejar de vagar, eternamen­te, sin paz ni sosiego.
Ésta es la historia que la leyenda atribuye a una lámpara de plata, encendida perennemente frente a la imagen de la santa, en su capilla del monte, hasta que las leyes dsamorti­zadoras de 1835 desmantelaron el oratorio. Desde entonces, nunca más se supo de la lámpara. Sólo la tradición se ha encargado de mantener vivo su recuerdo.

Fuente: Gabriel Sabrafin

092. anonimo (balear-menorca)

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