La buena mujer no se
desanimó cuando, después de hechas las particiones para el amo y los
jornaleros, se quedó con una insignificante cantidad de trigo para su consumo
y como semilla para la próxima siembra.
«Deu do manná» -Dios proveerá, se
decía con resignación la madona y,
fiada en el maná que la providencia no se atrevería a negarle, guardó en el
granero el montoncito de trigo, tomando de él lo que las necesidades de la
familia requerían para el cotidiano alimento.
Llegada la hora de la
siembra, no faltó semilla para esparcir sobre todo el campo. Aquel montoncito
parecía no tener final y, cuando alguien en la casa comentaba el hecho, la respuesta
de la madona era, inevitablemente, la
misma: «Deu dó manná», decía, y
seguía, sin más comentarios, dedicada a sus interminables faenas.
La cosecha fue ubérrima
aquel año, el granero resultaba insuficiente, casi, para almacenar tal
cantidad de trigo. Aquello era, en opinión de la buena mujer, el premio que su
inquebrantable fe había ganado.
La pequeña reserva de la
cosecha anterior, aquella que misteriosamente se renovaba día a día, empezó a
disminuir desde entonces -ya no hacía ninguna falta- hasta desaparecer por
completo. Pero a la madona de Sa Font
Rodona le quedaría, ya para siempre, el sobrenombre de Madó Manná, con el que fue conocida, ella y sus descendientes,
durante muchos años, en el mitjorn
de Menorca.
Fuente: Gabriel Sabrafin
092. anonimo (balear-menorca)
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