Desde lo alto del cerro,
la iglesia, blanca hasta en la sombra de sus soportales, contempla cómo el río
-el único río de todo el archipiélago- va llegando hasta el mar.
Viene desde Santa Gertrudis,
en el centro de la isla, bebiéndose el agua de cuantos manantiales encuentra a
su paso y repartiéndola, más abajo, entre los huertos que se suceden en sus
márgenes. Al final, casi, de su recorrido, el riachuelo compone su imagen y, al
pasar bajo los puentes, junto a la villa de Santa Eulalia, lo hace con una
cierta solemnidad, como presumiendo, consciente de su originalidad y recordando
sus grandezas pasadas.
Porque, según la leyenda,
Eivissa era el paraíso terrenal y él, el único río del mundo. No existía el
mar, ni los arroyos ni los ríos. Sólo él. Y toda el agua de la Tierra fue manando
copiosamente por su desembocadura y se formaron los mares, los océanos y todos
los demás ríos del mundo.
Nuestro río no se
cansaba. Contemplaba orgulloso la inmensa masa de agua que se extendía por el
globo y, como preso de una loca megalomanía, continuaba vertiendo, incesantemente,
su caudal que, poco a poco, cubría ya las tres cuartas partes del planeta.
Fue entonces cuando
Tierra se asustó y le propuso un pacto al agua. Era una pura cuestión de
supervivencia. Había que dar con una solución urgente para detener aquella invasion
insensata.
-Oye, agua: ¿no podríamos
llegar a un acuerdo? Es necesario poner unos límites y, en lo posible,
respetarlos.
-Yo tengo mis condiciones
-contestó el agua.
-Las acepto, sean las que
sean, acepto.
-Contestó, a punto de ahogarse, la Tierra.
-Yo pararé de crecer,
pero tú, a cambio, me darás cada año, en la época de más calor, a uno de tus
hombres.
-Sea.
Y cerraron el trato acordando,
como día de pago, el de San Cristóbal, en pleno verano.
Desde entonces el mar
detuvo su insensato crecimiento, el río de Santa Eulalia se volvió pequeñito y la Tierra viene pagando,
puntualmente, su tributo.
Al menos ésa es la
creencia popular, el argumento incuestionable con el que se prohibía a la
chiquillería el baño estival en el día de San Cristóbal. Y de eso no hace
demasiados años.
Fuente: Gabriel Sabrafin
092. anonimo (balear-eivissa)
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