Nadie creía en
Valldemossa que los moros se atreverían a organizar en el pueblo una de sus
acostumbradas piraterías tan frecuentes en las zonas costeras de Mallorca, Lo
abrupto del terreno que desde el mar lleva hasta la villa, daba a sus habitantes
la seguridad de estar bien defendidos y de ser prácticamente inaccesibles.
Sin embargo aquel sábado,
primero de Octubre de 1552, cuando los valldemosines se hallaban casi todos en
la ciudad vendiendo el producto de sus campos, diez galeotas desembarcaron a
cuatrocientos turcos en la Cala d'en Claret. Inmediatamente iniciaron
la escalada por los difíciles senderos de la barranca, dispuestos a hacer
presa en el indefenso pueblo del que esperaban retornar con el producto de un
cuantioso botín. Les guiaba un renegado conocido como Pedro el Valenciano que,
por haber vivido muchos años en la
Cartuja , era buen conocedor de los atajos que desde la
marina llevaban a Valldemossa.
El tropel de piratas no
pasó inadvertido a los centinelas de las torres, en lo alto del acantilado, y
dieron aviso al pueblo sin pérdida de tiempo. Las campanas tocaron a rebato y
Raimundo Gual, capitán de la villa por aquellas fechas, logró al fin reclutar
una reducida hueste de treinta y seis hombres con la que se aprestó a
enfrentarse, en desigual combate, a los atacantes. Precavido Gual y buen
conocedor del terreno, emboscó a su tropa en un difícil paso y dejó ir confiadamente
a los piratas, esperando acometerles a su regreso. Cuando volvían éstos,
después de haber corrido la villa, cargados con el botín y con más de
cuatrocientos prisioneros -mujeres y niños en su mayoría- Raimundo Gual les
dejó adentrarse en aquel desfiladero y arrementió contra ellos con sus treinta
y seis valldemosines, sonando estrepitosamente el tambor y a los gritos de iDios
y Santa María! Cargados como iban los turcos y creyéndose atacados por una
numerosa hueste, buscaron la salvación en la desbandada y se precipitaron
alocadamente por aquellos riscos. Algunos plantaron batalla a los cristianos
pero se vieron arollados por éstos, al ver que estaban luchando por aquellos
rehenes, amigos, vecinos o familiares.
Setenta y dos cabezas
cortaron los de Valldemossa, diecisiete piratas fueron hechos prisioneros y
unos pocos, con su guía Pedro el Valenciano, alcanzaron a reembarcarse en sus
naves; el resto, la mayoría de ellos, se despeñaron por la barranca en su
alocada huída, en el sitio que se conoce aún hoy como Es pas d'es moros. El capitán Gual -es tradición que ningún
valldemosín ha caído jamás en un hecho de armas- no perdió a ninguno de sus
hombres que, aunque heridos casi todos, se alzaron con una clamorosa victoria.
Fue ésta una de las pocas
ocasiones en las que la villa mallorquina vio turbada su acostumbrada paz por
una invasión de piratas y una de las pocas, también, en que los valldemosines
tuvieron la ocasión de apoderarse de algunos esclavos moros que, andando el
tiempo, originaron las tres leyendas que, todavía hoy, se cuentan en el pueblo
y forman parte de su folklore.
Ahmed es el protagonista
de las tres historias. Ahmed es algo así como el gentilicio que servía a los
mallorquines para nombrar a todo aquel esclavo sarraceno, cautivo en una
tierra que los amets poblaron durante muchos años y por la que sentían una interesada
añoranza.
Fuente: Gabriel Sabrafin
092. anonimo (balear-mallorca-valldemossa)
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