Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 4 de agosto de 2012

Es salt de la bella dona


Bajo el título de «Líbrase una mujer de un salto a que la precipitó su celoso marido», hallamos en un pequeño opúsculo («Breve compendio del origen y milagros de la prodigiosa Ima­gen de nuestra Señora de Lluch» ) compilado por Rafael Busquets en el año 1783, la versión más conocida de una de las más popu­lares leyendas mallorquinas. Es un argumento sencillo que se convierte en tema obligado de comentario para todo viajero, en ruta hacia el monasterio de Lluc, al rebasar el paso conocido co­mo «Sa brexa nova», abierto entre dos breñas para dejar discu­rrir a su través la carretera que, sólo en aquel paraje, deja de mantener por unos metros su constante pendiente. La historia, transcrita literalmente del pequeño libro dice así:
«Un hombre, falsamente celoso del proceder de su consorte, que satisfacía rectamente a la ley y fidelidad del matrimono, re­solvió vengar su agravio con la muerte. Para conseguir sus de­signios dispuso una peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Lluc, obedeció la sencilla mujer y hallándose arriba del Grau, a, derechas de enseñarle el solapado marido la profundidad del valle, la dio un empellón y la precipitó abajo. Prosiguió con la mayor serenidad su camino muy satisfecho de haber vengado su honradez de que tanto se blasonaba en el mundo.
»Apenas puso pie en el sagrado umbral vio a su consorte postrada ante el Divino Simulacro. Reflexionó aquí el hecho, comprendió su error y pidió perdón rendidamente a la Virgen Nuestra Señora y a su agraviada esposa quien le dijo que la soberana Reina, atendiendo a su inocencia, la evitó aquella des­dicha y colocó por sus propias manos en su iglesia.
»De este caso empezaron los mallorquines a llamar al sitio en que cayó la mujer, en frase del país es salt de la Bella Dona».
Esta es, sin más adornos ni fantasías, la tradicional versión de la historia, la que ha llegado hasta hoy por el simple téstimo­nio oral de una generación a otra.
Pero existe un relato paralelo, algo más alambicado é indis­cutiblemente mucho más moderno, nacido al amparo del roman­ticismo que en Mallorca se dio tardía pero profusamente. En éste, los protagonistas tienen incluso nombres propios. Ella es Arcen­da, la joven campesina por la que disputan Argot,,conde de Bell­vesí y Lluch Torrella, enigmático señor de Sa Torratxa -sospe­choso de brujería y presuntamente aliado del diablo- que sólo en el amor de la joven Arcenda, podrá hallar la redención, de sus culpas y la serenidad para su atormentado espíritu.
El día en que Arcenda y Argot contraían matrimonio en la parroquia de Selva, se abrieron con estrépito las puertas del tem­plo y apareció Torrella, montado en un brioso corcel y revestido con una armadura de plata. Sin reparar en las personas ni en lo sagrado del lugar, se acercó montado hasta el presbiterio, subió a la grupa a la hermosa novia y, picando espuelas, desapareció al frenético galope de su montura que arrancaba chispas de las losas del templo.
Durante días y noches buscaron el desventurado conde y los habitantes del lugar, al huido caballero y a la doncella. Recorrie­ron haciendas, valles, senderos y bosques. Revolvieron Sa Toratxa, dispersaron el ganado y prendieron fuego a la casa que pronto ardió como una gigantesca tea. Sólo un perro, un mastín negro y musculoso, salió indemne del incendio huyendo monte arriba, como si rastrease con seguridad alguna pista. Argot de Bellvesí y los demás salieron en pos del animal que no paró hasta dete­nerse frente a una cueva disimulada por altos matorrales. Allí dentro, como trans-portados a un mundo irreal, Lluch y Arcenda contemplaban extasiados la pequeña imagen de una Virgen more­na, sentada en un trono de oro sostenido por figuras de ángeles. Incapaz de contener su furia, Argot desenvainó su puñal y lo lanzó rabioso contra Torrella que cayó allí mismo, ante los espantados ojos de todos.
Creyéndose suficientemente vengado, el conde homicida co­loca sobre el caballo el desmayado cuerpo de la joven Arcenda y emprende la bajada hacia el pueblo, por el tortuoso camino de la montaña. Y es allí, en un recodo del sendero y al borde mismo de la barranca que se abre a sus piés, cuando la muchacha vuelve en sí de su desmayo. Argot frena en seco el galope de su montu­ra, des-cabalga, y, lejos de mostrar la menor clemencia con la que fuera su prometida, la acosa a preguntas y la mortifica con malé­volas insinuaciones. Arcenda confiesa entonces que su amor ha de ser sólo para el de Torrella, al que conseguirá librar de esta manera de las ominosas ataduras que le unen a los poderes del averno. Cegado por los celos, Argot desenvaina su espada pero la doncella, antes que morir a sus manos, salta al vacío encomen­dándose a la Madre de Dios.
Al caer la tarde, rendido y destrozado, regresa Argot de Bellvesí a la cueva de la montaña; frente a la que se agolpa un gentío que canta y danza alegremente. Al trasponer el umbral, el espanto le deja clavado en el suelo, incapaz de dar un paso ni de articular palabra. Es ella, la hermosa Arcenda, la bella dona, la que momentos antes viera despeñarse por el precipicio, que ante el trono de la Virgen, está siendo desposada con Lluc Torre­lla, limpio de la sangre y de la herida que su puñalada le había inferido.
Los novios -sigue el relato-, ordenaron levantar en aquel lugar un hermoso templo al que dotaron espléndidamente de tie­rras, rentas y albergue para recogimiento de pobres y ricos. En cuanto a Argot de Bellvesí, su cuerpo, reducido ya a carroña, fue encontrado pendiendo de una sóga, ahorcado en la rama de una encina. A sus pies, escuálido y medio muerto, un mastín negro montaba una fúnebre guardia...

Fuentes:
Llibre de la Iavenció i miraclea de la prodigiosa figura de Nostre Señora de Lluch.
Anuario del Diario de Palma.

092. anonimo (balear-mallorca-lluc)

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