Entre las muchas y
encantadoras cuevas de la isla de Mallorca, encuéntrase la llamada del Pirata,
que ocupa el segundo lugar en importancia y belleza. El primero es para las de
Artá, y el tercero lo ocupan las del Drac.
Sobre el origen del
nombre de la Gruta
del Pirata existe una leyenda.
Es histórico que las
costas más castigadas por los desembarcos de los piratas y corsarios berberiscos
fueron las del Suroeste, y ello porque sus calas daban abrigo seguro a las
embarcaciones y les facilitaban la huida en caso de peligro.
En el año 1760 una
invasión berberisca sorprendió a los morado-res del predio «Son Forteza», cuya
fortificación central estaba rodeada de barbacanas.
Los berberiscos
consiguieron hacer prisionero al amo del predio, y ya lo llevaban hacia su
barco, cuando el hijo del cautivo les vio y, reuniendo a su gente, presentaron
pelea a los piratas, obligándoles a huir por Calabarra. Libraron al amo, y los
corsarios, vencidos, embar-caron de nuevo.
En el oratorio de San
Salvador de Felanitx pende todavía un exvoto que relata este hecho de armas.
Dice la leyenda que un
joven pirata, al intentar huir, se pilló un pie entre dos piedras y se rompió
una pierna. Y, al no poder correr, se escondió entre los matorrales. Llegada la
noche, se arrastró hasta una cueva, esperando que sus camaradas, al echarle de
menos, volverían a buscarle.
Procuró vendar sus
heridas y se ató fuertemente a la pierna una tira de tela de su turbante, para
que el hueso se solidificara, y buscó alimentos. Le resultaba muy difícil
moverse; pero la
Providencia le deparó lo necesario. La cueva servía de
refugio a ovejas y cabras. Algunas de ellas tenían crías, y con la leche pudo
pasar unos días sin necesidad de salir de allí.
Cuando, transcurridos
unos días, pudo salir de la gruta, ya casi repuesto, se dirigió a la playa en
busca del barco, y halló que éste había desaparecido. Sus compañeros le habían
abandonado, creyéndole muerto o prisionero.
El disgusto aumentó su
debilidad y cayó desvanecido. Unos pescadores le recogieron y le llevaron al
predio, donde fue atendido.
Con todo cuidado acabaron
de curarle las heridas y la fractura de la pierna y le dieron de comer para
que recuperara las fuerzas perdidas. Ante tales muestras de confianza, el joven
árabe contóles cuanto le había ocurrido.
Inflamado de odio hacia
los compañeros que le habían abando-nado, ofreció sus servicios al amo del
predio. Fue siempre tan puntual en su trabajo, tan sumiso en obedecer las
órdenes que se le daban, que en poco tiempo se captó las simpatías de todos.
En diversas ocasiones
defendió el predio contra sus antiguos compañeros, en los repetidos ataques que
hicieron a la casa.
Convencido y convertido a
la fe cristiana, fue bautizado y se casó con la hija del colono de «Son
Forteza», viviendo siempre en paz con la familia, hasta morir, unos años
después, a causa de las heridas recibidas en lucha contra los corsarios berberiscos.
092. anonimo (balear)
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