Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 4 de agosto de 2012

Es pas d’en ravull


Abandonando en Ferreries la carretera principal que une la isla de un extremo a otro, una ruta secundaria, que sigue también hacia poniente, tiene igualmente a Ciutadella como punto de destino. Tomar este estrecho -y a veces incómo­do- camino, tiene como contrapartida el aliciente de atra­vesar uno de los más bellos parajes de la Menorca interior: el Barranc d'Aljandar. Es un lugar, aún hoy, de una belleza salvaje y primitiva, de rocas desnudas y cañadas profundas donde, a trechos, las apretadas masas de pinos, acebuches y matorrales de zarzas y helechos, desmienten la definición de «roca sembrada de tierra» con que alguien -con no de­masiada fortuna- ha querido designar a Menorca.
El camino se hace aún más angosto al llegar a la altura de la quebrada conocida como sa penya fosca, discurriendo durante un trecho por una escotadura, un difícil paso cono­cido como es pas d'En Ravull. Allí tenía su inaccesible es­condrijo un moro que, durante años, ejerció el pillaje en solitario por los predios cercanos. Las veces, las pocas ve­ces que alguien consiguió verle, organizó inmediatamente una batida que finalizaba, inevitablemente, al llegar al pas en el que el moro desaparecía, sin dejar rastro, amparado en la densa maleza.
Al poco tiempo se producía otro asalto y otra persecu­ción con igual resultado, hasta que, un día, alguien tuvo la decisión de terminar de una vez con aquella pesadilla. Los payeses rodearon la zona y no buscaron, como en cada oca­sión. Prendieron fuego al bosque y pronto el lugar se con­virtió en un inmenso pebetero, consumiendo árboles, hier­bas y maleza.
Del huidizo ladrón no volvieron a contarse más fechorfas. A pesar de que nadie logró nunca acercarse a él, se sabía que era moro -eso decían- y que tenía el cabello ensorti­jado, ravull, dicho en menorquín.
Este detalle y su legendaria existencia sirvieron para co­nocer, desde entonces, con su apodo, aquel rincón del Bar­ranc d'Aljandar.

Fuente: Gabriel Sabrafin

092. anonimo (balear-menorca)

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