Que la conquista de
Mallorca por las huestes de Jaime I de Aragón, estuvo inspirada en la piadosa
intención de implantar el dominio de la cruz sobre el de la media luna, es una
creencia que ha servido, durante muchos años, para justificar un hecho de armas
que, en el fondo, no respondía a más ambición que el afán de aventuras de un
joven rey, deseoso de añadir territorios a su corona, a los devaneos de un
consejo de nobles que veían en la isla un codiciado fruto de pingüe riqueza y a
la comprensible motivación política que suponía eliminar el importante obstáculo
de la, por entonces, poderosa flota mallorquina, continuamente al acecho de
las naves que, por imperativos de singladuras marineras de extremo a extremo
del Mediterráneo, tenían que pasar forzosamente, más o menos cerca de
Mallorca.
No es extraño, por tanto,
que la historia de esta empresa, contada por las plumas de Marsilio, Desclot y
Binimelis -fraile el primero, caballero muy cristiano el segundo, e
historiador, clérigo, médico, matemático e ingeniero el último, no vacilen ni
una sola vez en atribuir cualquier éxito de las armas de sus patrocinados a la
divinidad que, según ellos, les protegía, en cuyo nombre habían emprendido la
aventura y a la que, por supuesto, consideraban en todo y por todo superior a
la que velava por los intereses de sus adversarios -enemigos más bien- sarracenos.
Se comprende
perfectamente a fray Marsilio cuando define como «hijo del diablo» al campeón moro Ifantilla que, con un puñado de correligionarios, se desplazó hasta el manantial que proveía de agua al campamento cristiano y, logrando desviar su cauce, originó un serio problema al rey Jaime. Por lo mismo, no asombra tampoco que el mismo Marsilio etiquete de «inspirado por Dios nuestro Señor», «angel de Dios» o «enviado de Dios» al poderoso moro Benhabet, que advirtiendo sin duda el mal cariz que estaban tomando las cosas para los de su raza, optara por el camino fácil de la traición y, abandonando su campo, se pasara con armas, bagajes y acompañamiento al de las huestes invasoras.
* * *
En los dos hechos que
relatamos seguidamente, insinuado el primero por Desclot, y el segundo por Fray
Marsilio, juega un papel importante la intervención divina que, según parece,
se mostró pródiga en auxilios de toda clase para las armas cristianas, colaborando
de forma nada disimulada con ellas, simplemente protegiéndolas en ocasiones o
mostrándose descarada-mente beligerante en otras. Lo que hoy, en términos
logísticos definiríamos como una quinta columna.
Fuente: Gabriel Sabrafin
092. anonimo (balear-mallorca-palma)
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