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sábado, 4 de agosto de 2012

La quinta columna de jaime I


Que la conquista de Mallorca por las huestes de Jaime I de Aragón, estuvo inspirada en la piadosa intención de implantar el dominio de la cruz sobre el de la media luna, es una creencia que ha servido, durante muchos años, para justificar un hecho de armas que, en el fondo, no respondía a más ambición que el afán de aventuras de un joven rey, deseoso de añadir territorios a su corona, a los devaneos de un consejo de nobles que veían en la isla un codiciado fruto de pingüe riqueza y a la compren­sible motivación política que suponía eliminar el importante obs­táculo de la, por entonces, poderosa flota mallorquina, continua­mente al acecho de las naves que, por imperativos de singladuras marineras de extremo a extremo del Mediterráneo, tenían que pa­sar forzosamente, más o menos cerca de Mallorca.
No es extraño, por tanto, que la historia de esta empresa, contada por las plumas de Marsilio, Desclot y Binimelis -fraile el primero, caballero muy cristiano el segundo, e historiador, clé­rigo, médico, matemático e ingeniero el último, no vacilen ni una sola vez en atribuir cualquier éxito de las armas de sus patrocinados a la divinidad que, según ellos, les protegía, en cuyo nombre habían emprendido la aventura y a la que, por supuesto, consideraban en todo y por todo superior a la que velava por los intereses de sus adversarios -enemigos más bien- sarracenos.
Se comprende perfectamente a fray Marsilio cuando define como «hijo del diablo» al campeón moro Ifantilla que, con un puñado de correligionarios, se desplazó hasta el manantial que proveía de agua al campamento cristiano y, logrando desviar su cauce, originó un serio problema al rey Jaime. Por lo mismo, no asombra tampoco que el mismo Marsilio etiquete de «inspirado por Dios nuestro Señor», «angel de Dios» o «enviado de Dios» al poderoso moro Benhabet, que advirtiendo sin duda el mal cariz que estaban tomando las cosas para los de su raza, optara por el camino fácil de la traición y, abandonando su campo, se pasara con armas, bagajes y acompañamiento al de las huestes invasoras.

* * *
En los dos hechos que relatamos seguidamente, insinuado el primero por Desclot, y el segundo por Fray Marsilio, juega un papel importante la intervención divina que, según parece, se mos­tró pródiga en auxilios de toda clase para las armas cristianas, colaborando de forma nada disimulada con ellas, simplemente protegiéndolas en ocasiones o mostrándose descarada-mente beli­gerante en otras. Lo que hoy, en términos logísticos definiríamos como una quinta columna.
  
Fuente: Gabriel Sabrafin

092. anonimo (balear-mallorca-palma)















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