Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 4 de agosto de 2012

La dedicación de la seo


Las naves expedicionarias dejaban el puerto de Salou y se hacían a la mar con las velas hinchadas por vientos de optimismo y esperanza. Aquella mañana, cinco de Setiembre de 1229, nadie veía en la aventura sino la parte prometedora de la empresa que se iniciaba bajo los mejores auspicios. Sólo los cómitres de las galeras, aquellos veteranos lobos de mar, curtidos por mil singla­duras, escrutaban inquietos el color del cielo, intentando adivi­nar el giro que tomarían los caprichosos vientos mediterráneos, sospechosamente inquietos aquella jornada, Nadie se atrevía a co­municarle al rey el resultado de la deliberación de los viejos ma­rinos: se avecinaba tormenta y lo más prudente era regresar y pos­poner la empresa.
La reacción del joven Jaime fue tan fulminante como espe­rada: nadie iba a pronunciar la palabra regreso; nadie iba a in­vertir el rumbo. Mallorca estaba allí, al final de la travesía «y haremos este viaje contra los que no creen en Cristo, para que se conviertan a Dios o sean del todo destruídos y a fin de ad­quirir aquél reino para la fé de Jesucristo y de la Iglesia. En Dios descansamos acerca del éxito, que Él nos dará bueno y favo­rable viento». Estas fueron las palabras del monarca, zanjando todo intento de desánimo.
Sin embargo el mar se hinchaba poco a poco y las olas za­randeaban las embarcaciones y se estrellaban contra ellas, haciendo crujir siniestramente los maderos. El viento pasaba rozando las jarcias y esparcía silbidos lúgubres con presagios de muerte. Impotentes agarrándose desesperadamente a las cañas de su ti­mones, los pilotos intentaban enderezar el rumbo de los navíos mientras los patrones, empapados y roncos, gritabani órdenes a la des-concertada marinería. Como alocadas peonzas, aproximándose peligrosa-mente, giraban las galeras y las taridas sobre las olas. Con el trapo replegado, a merced de la tormenta y deshecha la gallarda formación marine-ra, la flota semejaba un torbellino de cascarones a punto de ser engullidos por el mar.
Los hombres de armas, valerosos de por sí pero poco aveza­dos a estos embates, desencajados y pálidos yacían boca arriba en la sentina con la cabeza cubierta, por sus gramallas y espera­ban con horror una muerte a la que no podían ni sabían oponerse.
Ante aquella escena de desolación el rey Jaime hincó las rodillas en la popa de su galera y con los ojos arrasados en llan­to, rezó así: «¡Oh mi Señor, mi Dios, mi Criador, mi Redentor!, Tú me hiciste rey, Tú me has dado honor y poder. Mira esta multitud que me sigue en tu devoto servicio, mírala a punto de perecer. Tú perderías y perderíamos nosotros si saliera vano nuestro esfuerzo. ¡Defiéndenos de estos peligros para gloria de tu fe y confusión de tus enemigos! Y Vos, piadosísima Madre de Dios, puerto y seguridad de pecadores, por vuestros siete gozos y vuestros siete dolores ¡haced memoria de mí y de los que me acompañan!»
Y con el rostro sobre las húmedas tablas de la cubierta, mez­clándose sus lágrimas con el agua de las olas que le bañaban sin descanso, Jaime permaneció un momento formulando allí mis­mo un voto, empeñando su real palabra en una promesa a su va­ledora celestial, si le libraba de aquel peligro.
Meses después, conquistada la isla, el rey Jaime cumplió lo pactado y frente a su palacio, como emergiendo del mar, empezó a levantarse sobre el solar de una mezquita sarracena la catedral de Mallorca, bajo la advocación de Nuestra Señora en su asun­ción a los cielos.
Las piedras de Portals, de Santanyí, de Llucmajor, de Bell­ver y del Coll d'En Rabassa, transportadas incesantemente por el mar, empezaban a configurar lo que, siglos más tarde, sería una de las catedrales más esbeltas del mundo, la maravilla arquitectónica que ostentaría en el dintel de su portal mayor, el un tanto desorbitado lema: «non est factum tale opus in universis regnis». (Tanto si se refiere al portal en sí como a todo el edificio).

Fuente: Gabriel Sabrafin

092. anonimo (balear-mallorca)

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