Había un oso muy aficionado a
comerse las hormigas, pero al llegar el verano empezó a sentirse disgustado. Y
todo porque algunos niños que pasaban cerca del lugar dedicaban sus vacaciones
a la caza de las hormigas.
Ellos llegaban, levantaban las
piedras, buscaban los hormigueros y aplastaban con sus pies a tan inocentes
animalitos.
"Como no haga algo -se dijo el
oso, me dejarán sin mi plato favorito"
Y, aprovechándose de que era muy
feo y terrorífico, un día apareció de pronto gruñendo ferozmente y los
pequeños, aterrados, huyeron dejando sobre el campo no sólo las hormigas, sino
las propias meriendas.
Naturalmente, se dio el gran
banquete. Y era lo que se decía el oso: "Si estos pobres bichos han de
morir, al menos, que sea con provecho para alguien:"
Y, durante el resto del verano, los
hormigueros fueron de su exclusiva propiedad.
999. Anonimo
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