Un ambicioso pastor que apacentaba
su rebaño a la orilla del mar, al ver la calma de las olas, decidió hacerse a
la mar y dedicarse al comercio.
Embarcó las ovejas, empuñó los
remos y en la costa vecina vendió el ganado y con el dinero compró dátiles
africanos.
Desplegó la vela y el viento la
empujó en dirección a la playa. De pronto, se levantó una terrible tempestad y
el pastor, para no naufragar, arrojó al mar toda la carga y con grandes
esfuerzos consiguió salvarse.
Algunos días después, sin negocio y
sin rebaño, sollozaba, y uno de sus amigos le dijo:
-Mira qué tranquila está la mar.
¿Por qué no navegas y le sacas algún provecho?
-Eres un ingenuo -respondió el
pastor. Cuando está así, es que quiere dátiles.
999. Anonimo
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