Erase un pobre porquerizo que
cuidaba con el mayor esmero a sus cerdos.
Un día en que llevó a los animales
a un encinar, guiado de la buena intención de procurarles todas las bellotas
que pudiera, se quitó la capa y, tras dejarla bien plegada al pie de una
encina, trepó a la copa para poder varear mejor las bellotas.
Los animales, con buena intención,
se arremolinaron nerviosos y expectan-tes bajo la encina, esperando que cayeran
los frutos y en su impaciencia, arremetieron contra todo y pisotearon la capa y
la hicieron trizas.
Al bajar del árbol y ver lo
ocurrido, e porquerizo se lamentó:
-¡Bestias inmundas! Dais toda
vuestra carne a los hombres que os desprecian e injurian, y a quien os alimenta
y defiende le destrozáis la capa. Ahora comprendo que vuestra innoble condición
proviene de vuestra ingratitud.
999. Anonimo
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