Un pastor que bajaba todos los días
de la montaña hasta donde la tierra se funde con el mar, descubrió a una sirena
sentada en las rocas que cantaba dulcemente y al concluir su canción le dijo:
-Ven conmigo, pastor, ven a mi
palacio de esmeralda y coral y serás feliz.
-No, ven tú a mis montañas
acariciadas por el sol y blanqueadas por la nieve...
-No -replicó ella. En mi palacio
te espero...
Ninguno cedió, pero el pastor
estaba muy triste, allá en la cumbre del monte y la sirena igualmente triste en
las profundidades del mar. Y las cabritas se dolían de la tristeza del pastor;
y las algas, los corales y los caballitos de mar lloraban por su princesa
sirena.
Un día, el pastor ya no pudo
resistir la separación y bajó hasta el mar. La sirena, que no podía con su
pena, subió en ese preciso instante a la tierra.
-Bienvenida, mi reina del mar -dijo
el pastor.
-Bienvenido, mi rey de la montaña.
He venido a quedarme contigo.
Y los dos construyeron sobre las
rocas su casa con caracolas y conchas y corales y la adornaron con algas
floridas.
999. Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario