Al niño
de la casa le regalaron un ejército de soldados de plomo, entre los que había
uno cojito, pues el plomo se había acabado antes de hacerle la segunda pierna.
Pero, eso sí, tenía un gran corazón, así que se
enamoró inmediatamente de una bailarina de papel que vio en la mesa.
La miraba fijamente, hasta que ella se dio
cuenta y comenzó a coquetear con un payaso para hacerle rabiar. El niño jugaba
con los soldados, y al cojito le ponía siempre el último de la fila, a causa de
su pierna, así que nunca podía demostrar su valor en las batallas.
Un día, el niño se enfadó con los soldados y
los tiró al suelo, con tan mala suerte que el soldadito fue a caer al fuego.
-¡Qué caliente es el amor! -suspiraba,
creyendo que ardía de ver a la bailarina. ¡Sólo siento que ella no se dé
cuenta!
Pero, ¡ay!, una ráfaga de viento entró por la
ventana, levantó de la mesa a la bailarina y la empujó hasta el fuego, junto al
soldadito de plomo, que se sintió muy feliz de pronto. También la bailarina
notó el calor y abrazó al soldadito.
Al día siguiente,
entre la ceniza, encontraron sus dos corazones juntos y muy unidos. ¡No los pudieron
separar!
999. Anonimo,
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