La pata encontró en su nido un huevo más grande que los otros y cuando
salieron los patitos, vio que el de ese huevo era también mayor y más feo, como
si no fuese hijo suyo. Las gallinas se reían de él y el gallo le picoteó con
saña.
‑¡Vaya animalejo asqueroso! ‑decían todas en el corral.
Pero la pata se fue al lago con todos sus hijos para enseñarles a nadar, y
también llevó al patito feo.
Pasaron los días. Al pobre patito le trataban en el corral con tanta
crueldad, que decidió huir de allí y se marchó.
Cruzó campos, se alimentó de espigas y pasó solo muchas semanas,
lamentándose de su mala suerte.
En el frío invierno, podría haber muerto, pero era muy fuerte y por fin vio
llegar la primavera. Con el primer olor, le apeteció bañarse.
Llegó a un lago y observó cómo nadaban unos bellísimos animales blancos
como la nieve. Eran cisnes.
‑¡Cómo me gustaría acompañarles! ‑suspiró‑, pero me rechazarán.
De pronto, los cisnes se dirigieron hacia él y le dijeron:
¿No bienes con nosotros, hermano?
El patito se miró en el agua; también él era un hermoso cisne.
999. Anonimo
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