Un perro encontró un
hermoso trozo de carne y para no tener que repartirlo con nadie, decidió ir a
comérselo al otro lado
Seguidamente, el
geniecillo desapareció tan misteriosamente como había llegado.
El rey, queriendo
comprobar si el don era una realidad, salió al jardín y empezó a tocar los
árboles, y las flores y las fuentes. Todo quedaba convertido en el amarillo y
rico metal.
En esto llegó su hija,
la bellísima princesa y le rodeó el cuello con sus brazos. Inmediatamente se
transformó en una estatua de oro.
Y el rey empezó a llorar
pues, a pesar de su avariento corazón, amaba de verdad a su hija.
999. Anonimo
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