Al sastrecillo le estaban molestando las moscas.
Cogió un matamoscas, esperó a que se posaran y descargó un buen golpe.
‑¡He matado a siete, a siete de un golpe! ‑gritó de la alegría y salió a la
calle chillando‑ ¡He matado a siete de un golpe!
Le oyó un guardia y se lo contó al Rey, que quiso verle.
‑Sabes que tres ogros han raptado a mi hija y nos tienen atemorizados
‑le dijo el Rey‑. Si tú has matado a siete, no te importará matar a los
ogros, que son sólo tres...
Así que el sastre se vio de camino en busca de los ogros, sin saber qué
hacer cuando los encontrase. Por lo pronto, se subió a un árbol con varias
piedras, y al rato llegaron los ogros de sus correrías y se sentaron a dormir
la siesta debajo.
El sastre dejó caer una piedra sobre uno de ellos, que se despertó y dio un
mamporro al que tenía al lado.
Al ratito, el sastre tiró otra piedra a los otros dos. ¡La que se armó!
‑¡Toma, por despertarme! ¡Toma, toma! ‑gritaba uno.
‑¡Y tú, encaja esta patada, por pegarme! ‑gritaba otro.
¡Zis, zas!, se dieron tal paliza que se mataron los tres. El sastre no tuvo
más que llamar a los soldados para que vinieran a recoger a los ogros, y
rescatar a la Princesa cautiva.
¡Y el Rey cumplió su promesa: casó a su hija con él!
999. Anonimo,
No hay comentarios:
Publicar un comentario