Pasaron varios años y Bartahí se
convirtió en un apuesto joven. Su amigo y protector, el pastor Sahín, le
instaba a que fuera al pueblo en busca de lo que necesitaban y el joven se
compró libros, pues Sahín le había enseñado a leer y escribir.
Aunque modestamente, gracias al
esfuerzo de cada día, la cabaña había mejorado de aspecto. Sahín le había
regalado a. su joven amigo un arca para que pudiera guardar sus ropas y, entre
sus viejas cosas, el príncipe encontró el antiguo cristal de colores del que no
había vuelto a acordarse. Un rayo de luz que entraba por la ventana le arrancó
reflejos vivísimos...
En los colores del cristal, Bartahí
vio su palacio: el salón del trono, los imnumerabies salones, los jardines por
donde paseaban los pavos reales... Y vio también a su ambicioso pariente
convertido en rey, dictando órdenes crueles. El pueblo atemorizado y hambriento
sufría su opresión.
-Sahín, tengo que regresar a mi
país...
El pastor, temiendo por la vida de
su amigo, trató de disuadirle. Pero visto su empeño, le dijo:
-Bartahí, mi querido amigo, si has
de viajar necesitarás algún dinero. Venderemos el rebaño.
-¡Es tuyo! No puedo aceptarlo.
-Lo mío es de los dos. Permíteme
que te acompañe.
999. Anonimo
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