Un joven labriego se sentía muy desdichado porque su mujer le amargaba la vida con sus continuas quejas y exigencias.
Una mañana salió de caza dispuesto
a regresar con una pieza que contentara a su mujer. Revisando sus trampas, tuvo
la suerte de encontrar presa a una hermosa grulla.
-¡No me mates! -suplicó el animal.
Seré como una hija para ti.
Tan asombrado se sintió al escuchar
a la grulla, que no dudó en ponerla en libertad. Lo malo fue regresar a su casa
con las manos vacías. ¡Qué impro-perios los que le lanzó la mujer!
Pocos días después, cuando estaba
montando sus trampas, se le apareció la grulla y le dijo:
-Fuiste tan bondadoso conmigo que
te he traído este saquillo. Es mágico y vas a verlo ahora mismo. ¡Salid los del
saquillo!
En el acto saltaron de la bolsa dos
jóvenes que pusieron una mesa con los más exquisitos manjares. Cuando el
labriego hubo comido a su satisfacción, la grulla ordenó:
-¡Al saquillo todo!
En un instante desaparecieron los
dos jóvenes y los restos del festín.
El labriego estaba muy contento. En
cuanto su mujer viera el saquillo dejaría de mortificarle.
999. Anonimo,
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