Por la mañana, el Viento Este dijo
al príncipe:
-¡Abrígate!
El joven se envolvió en su capa.
Iba pensando que, de haber estado él en el Paraíso Terrenal, Adán y Eva no
hubieran pecado.
A través de una oscura galería,
desembocaron en una amplia gruta, llena de luz. Era el Paraíso Terrenal, en
medio del cual corría un río cristalino, bordeado por palmeras. De entre el
follaje surgió un hada vestida de tul, que invitó a los viajeros a que la
siguiesen.
Les mostró un hermoso palacio en
cuyas cristaleras se veían todos los hechos acaecidos en el mundo y desde la
embarcación que navegaba por el río, podían verse todos los países de la
Tierra.
El hada le preguntó al príncipe si
quería quedarse allí para siempre. Y el príncipe dijo que sí, pero el hada
añadió:
-Comprendo tu deseo, mas para
lograrlo tendrás que salir airoso de la prueba a la que te someteré.
Aquella noche, durante la cena,
bebieron tan deliciosos vinos que al joven le bailaba la cabeza. Terminada la
cena, el hada le pidió que no fuera con ella hasta el árbol del Bien y del Mal,
pero el príncipe, trastornado por el vino, la siguió y de inmediato se escuchó
un tremendo trueno y el hada se hundió en la tierra y con ella todo el Paraíso
Terrenal. El príncipe cayó al suelo desvanecido.
Al volver en sí, se encontró en la
caverna de los Cuatro Vientos.
-¿Tú eras el que no pecaría en el Paraíso
Terrenal? -le dijo la mujer alta.
Y el príncipe se marchó
avergonzado. Había aprendido que los poderes del hombre son limitados.
999. Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario