Eranse una vez un rey y
una reina que tenían tres hijos y dos hijas. Un día le dijo el más pequeño de
los varones a la reina:
-¡Madre, me voy al
extranjero!
-¿Y qué es lo que buscas
tú por ahí?
Aquí tienes todo lo que
se te antoje.
-No, madre, me marcho,
quiero viajar y ver mundo -respondió el hijo.
Y partió el muchacho.
Anda que te andarás, le sorprendió la noche en cierto paraje. Allí se encaramó
en lo alto de un álamo a dormir. Al despertar por la mañana, divisó una casa
con la forma de un nido. "Iré allí, se dijo, por si encuentro algún pato
para comer", pues se había llevado consigo la escopeta. Cuando llegó a la
casa se puso a indagar por todos lados... "Qué extraño, ¿qué pájaro será
el que ha hecho este nido?", se preguntó.
Vio al muchacho la Gorgona y le habló:
-Eh, ¿quieres venir
conmigo aquí dentro? -le preguntó.
-Enseguida voy -le
respondió él.
Y ella tendió sus
cabellos, él se agarró a ellos y de este modo se encaramó y entró.
Le preguntó entonces el
muchacho:
-Pero ¿qué clase de ser
eres tú para estar encerrada en este lugar? ¿Es esta tu casa o la has
encontrado y te has quedado en ella?
-Sí -le respondió ella,
esta es mi casa, ¡yo soy la hija de la Stihia ! [1]
El muchacho se echó a temblar.
-Pero ¿qué es lo que me
has hecho?, ¿cómo me has obligado a entrar aquí? Ahora me comerán las bestias-
le dijo.
-No -le replicó ella, no
te asustes, aquí no te comerá nadie.
Ahora -continuó, vendrán
mi madre y mis hermanos a cenar y cuando ellos se hayan ido podremos salir nosotros,
pues también yo quiero ver el mundo; mi madre me tiene encerrada aquí como si
fuera una esclava y ya no aguanto más.
Llegó la stihia con sus hijos.
-¡Eeeeh! Me parece que
escondes a alguien aquí, ¡siento olor a carne humana!
-Qué va -respondió ella.
-¿A quién voy a meter yo
aquí?
Había convertido al
muchacho en un tronco de madera, dándole una palmada, y lo había escondido
detrás del armario. Cuando la stihia y sus hijos se hubieron marchado, cogió la Gorgona al muchacho, lo
volvió a convertir en persona y se marcharon los dos juntos.
Caminaron y caminaron y
dejaron atrás aldeas y lugares. Regresó la stihia a su morada y se puso a
gritar:
-¡Gorgona, Gorgona!
Pero no obtuvo ninguna
respuesta.
Ah, cómo me ha engañado
esa muchacha -dijo.
-Era verdad que tenía un
hombre dentro.
Le dijo entonces uno de
sus hijos:
-Iré yo en su busca, les
daré alcance y los mataré.
Entretanto los dos amigos
caminaban y miraban, caminaban y contemplaban las cosas del mundo.
-Mira hacia atrás- le
decía ella con frecuencia.
-¿Se ve a alguien?
-¡No!
-¿Y ahora?
-No, tampoco ahora.
-¿Ni en la tierra ni en
el cielo se ve nada? -insistió ella.
-Ni en la tierra ni en el
cielo.
Al volverse una de las
veces el muchacho, le dijo a la
Gorgona :
-He visto una especie de
nube grande.
-¿Era muy grande?
-No, tampoco era
demasiado grande.
-Ya -respondió, sin duda
es mi hermano pequeño que pretende comernos.
Le dio un suave cachete
al muchacho y lo convirtió en una rosa y ella misma se transformó en luciérnaga
y se posó sobre la flor.
El otro buscó y buscó
pero no consiguió encontrar nada.
Así que se fue de
regreso.
-¡Ah! -le dijo su madre
al llegar.
-¡Si me hubieses dejado
que fuera yo! Pero ahora sí que lo haré.
-No, no, espera- insistió
el hijo mayor.
-Iré yo. Los encontraré
y me los comeré.
Cuando el hijo menor de
la stihia se marchó, la Gorgona y el hijo del rey
volvieron a convertirse en personas. Caminaban y caminaban y no paraban de
mirar hacia atrás:
-¿Se ve algo?
-¡No!
-¿Ni en la tierra ni en
el cielo?
-¡No!
Y al volverse él una de
las veces:
-¡Oh, se acerca una nube
más grande que la primera!
-Seguro que es mi hermano
mayor -dijo ella.
Se acercó la nube y ya
estaba a punto de atraparlos, pero la Gorgona le dio una palmada al muchacho y lo
convirtió en monas-terio y ella se transformó en monja. El otro buscó y buscó,
pero tampoco consiguió encontrar nada, de modo que regresó junto a su madre.
-¿Qué, los encontraste?
-No -respondió él, pero
vi un monasterio.
-¡Pues eso era, pobre
tonto! -le dijo la madre.
-Bien -continuó, esta vez
iré yo y os aseguro que los encontraré y no permitiré que continúen viviendo.
Y acto seguido se lanzó
en su persecución.
Los dos jóvenes
proseguían sus andanzas.
-Siento grandes deseos
-le dijo la muchacha, de que lleguemos a tu casa.
-Enseguida, en cuanto
remontemos esos dos cerros, en el tercero encontra-remos la casa de mi padre.
-¡Vuélvete y mira hacia
atrás!
-No se ve nada.
Y remontaron uno de los
cerros.
-¡Vuélvete y mira atrás!
-¡Oh, viene una nube muy
grande, más que las dos anteriores juntas!
-Ah, esa es mi madre;
entonces estamos perdidos, no tenemos escapatoria. Mira a ver, ¿a qué
distancia está?
-¡Oh, ya está aquí, nos
va a atrapar!
Le dio entonces una
palmada, lo convirtió en mar y ella se convirtió en pato, pues la stihia no
podía entrar en el mar, aunque si los hubiera alcanzado en tierra los habría devorado.
Se puso entonces la madre
a llamar a la Gorgona :
-Gorgona, hija, Gorgona,
déjate ver.
Ni rastro. No podía hacer
nada más, de modo que se fue.
Ense-guida regresaron a
su apariencia humana los dos y se dirigieron hacia la villa del muchacho. Una
vez allí, le dijo a ella:
-Hoy te dejaré con una
mujer que cuidará de ti mientras yo voy a hablar con mi padre y mi madre. Más
tarde vendré a recogerte, pues no puedo llevarte conmigo de este modo -le
dijo.
-Yo soy hijo de un rey.
Dejó luego a la muchacha
con una anciana y fue a su casa. Grande fue la alegría del rey al verlo, y
todo fueron canciones y danzas...
Le dijo entonces el
muchacho:
-He traído a una
muchacha, la tengo alojada en casa de una anciana.
-Oh, bien, hijo
-respondió el rey.
-Tú échate a dormir y
cuando te levantes iremos juntos a recogerla.
Al despertarse el
muchacho reunieron a los músicos y fueron en carrozas a buscarla y la condujeron
a casa.
Y eso fue todo.
110. anonimo (albania)
[1] Stihia, figura de las narraciones populares representada habitualmente como
un ser alado que arroja fuego por la boca, o como una serpiente que guarda
tesoros bajo tierra. Desde el punto de visto etimológico, procede,
inequívocamente, de la célebre laguna -o el río- del Averno.
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