Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de julio de 2012

La tortuga y el tigre

En un claro de la selva, la tortuga y el tigre tenían sus viviendas. En sus frecuentes conversaciones hablaban del mundo que cada uno personificaba. Ambos llegaron a comprenderse y a ayudarse en muchas necesidades. En una palabra, eran buenos amigos.
Un día, decidieron emprender un largo viaje, para conocer tierras y gentes, pues sabían que el viajar instruye y da discreción.
Dispuesto ya el equipaje y a punto de tomar el camino entre las patas, dijo la tortuga a su compañero:
-Si te parece, vamos a convenir no inventar ninguna treta para molestarnos mutuamente, así haremos un viaje feliz.
El tigre, ocupado en los preparativos, no prestó atención. Ya divisaban el primer poblado, asentado al borde de un manso río, cuando propuso el tigre:
¿Qué te parece, si, para despistar a los que encontremos, nos cambiamos de nombre?
Bonita idea -replicó la tortuga; pero seré yo la primera que elegiré el nombre. Me llamaré KUMA-KUMA; (rico-rico).
-Ni hablar, atajó rápido el tigre -ese nombre me corresponde a mí, pues soy más grande y majestuoso que tú.
-Tienes razón, repuso la tortuga; no había reparado en mi pequeñez y pobreza; por eso prefiero llamarme BEYEÑ (huéspedes).
Al oír estas palabras, el tigre se frotaba las manos y hacía resonar la selva con gritos de alegría: había engañado a su amiga la tortuga.
Al llegar al poblado, entraron en el abaá y saludaron a los allí presentes, quienes les señalaron la casa en que podían pasar la noche.
Comenzaba a caer la noche de las altas ceibas. El abaá iba quedando desierto. El jefe del poblado envió a su pequeño a decir a los forasteros:
-Dice mi padre que vayan los huéspedes a su casa.
La pícara tortuga, al oírlo, se apresuró a decir al tigre:
-Me llaman; voy a ver qué me quieren; te avisaré luego.
Cuando llegó la tortuga a la casa del jefe, se encontró con la mesa bien abastada de comidas. Abriendo y cerrando los ojos y dando palmaditas en el suelo demostró al jefe su alegría y gratitud.
-¿Dónde está tu compañero? -le preguntó el jefe.
-Asuntos de negocios lo retienen en el abaá.
Y la astuta tortuga después de comer y beber hasta saciarse, volvió al lado del famélico tigre que le preguntó:
-¿Cómo has tardado tanto en volver? ¿Se trata de algún negocio importante?
-Oh no, amigo mío, tuve que sacarle las niguas al jefe del poblado. Mañana te tocará a ti sacárselas.
-De ninguna manera, -respondió airado el tigre. Esta misma noche nos iremos, sin despedirnos. Y así lo hicieron.
Una vez más la fina astucia de la tortuga triunfaba del egoísmo bobalicón del tigre.

111. anonimo (guinea ecuatorial)

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